UN PUENTE DE RÍO GALLEGOS A CHASCOMÚS

Con intensidades cambiantes, el oficialismo ha buscado identificarse con huellas de la presidencia de Raúl Alfonsín. El intento se profundizó en los últimos meses, cuando el kirchnerismo redefine alianzas de cara al tramo final de su mandato y a su probable despedida de la Casa Rosada. Sin embargo, la seducción encontró poco eco en la UCR, un partido que no termina de resolver sus experiencias en el poder. Protagonistas y analistas abordan el parentesco kirchnerismo-alfonsinismo desde las ópticas electoral y programática.
Por: Federico Poore
«Las cosas hay que llamarlas por su nombre y si ustedes me permiten, ya no como compañero y hermano de tantos compañeros y hermanos que compartimos aquel tiempo sino como presidente de la Nación Argentina, vengo a pedir perdón de parte del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante veinte años de democracia por tantas atrocidades.»
Aquel 24 de marzo de 2004, las palabras del expresidente Néstor Kirchner en el predio de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) provocaron un cimbronazo político que fue más allá de la firma del convenio que creaba el Museo de la Memoria. Horas más tarde, sonó el teléfono en la casa de Raúl Alfonsín. Del otro lado de la línea estaba el propio Kirchner.
«Sé que está enojado, doctor», le dijo el santacruceño apenas lo atendió el expresidente radical.
«No estoy enojado, estoy dolido», respondió Alfonsín, quien acababa de cumplir 77 años.
Siguieron unos minutos en los que Kirchner intentó explicarle que «nunca» iba a olvidarse del juicio a las Juntas.
«Siempre lo he dicho y quería que lo supiera», concluyó.
***
Diez años más tarde, mientras se cumplía el quinto aniversario de la muerte de Alfonsín, el escenario ya era otro.
El 31 de marzo, dos grandes actos recordaron al líder radical. Uno de ellos, con base en el teatro Coliseo, tuvo como protagonistas a figuras del kirchnerismo, el radicalismo y del universo centroizquierdista, un encuentro «plural» del que participaron el juez de la Corte Suprema Eugenio Raúl Zaffaroni, el actor Víctor Laplace, el diputado de la UCR Eduardo Antín y el dirigente Leopoldo Moreau, tal vez el más famoso de los radicales cercanos al Gobierno.
Mientras tanto, los equipos del fútbol argentino disputaban la Copa Presidente Raúl Alfonsín, reconocimiento que -según la página oficial del programa Fútbol para Todos- el expresidente merecía «por enfrentarse fuertemente a las grandes corporaciones económicas y a sus voceros mediáticos, lucha que se mantiene hasta el día de hoy».
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo ha incorporado a sus discursos, reconociendo sus cualidades democráticas y su fallida batalla contra los «golpes de mercado». Entre los guiños en ese sentido se encuentra la elogiosa mención del economista Miguel Bein, que fue resaltado como exfuncionario durante la gestión alfonsinista, días después de la brusca devaluación de finales de enero.
¿A qué se debe el cambio de actitud? ¿Son estos puentes genuinos reconocimientos a la figura radical o estrategias políticas calculadas para posicionar en la historia a la actual mandataria?
«Hay mucho de las dos cosas», explica el sociólogo Gerardo Aboy Carlés. «Existe un costado genuino, si se quiere, en el sentido de reconocer en la figura de Raúl Alfonsín el papel del fundador del régimen posdictatorial, además de una sintonía entre aquel esquema de alfonsinistas y renovadores armado a mediados de la década del ochenta con el tipo de la suma política de la primera era kirchnerista, desde la asunción de Néstor hasta promediando el segundo Gobierno de Cristina».
Para el investigador del Conicet, esta recuperación «obviamente le sirve al Gobierno porque conecta con el propio híbrido que ha sido el kirchnerismo, que en diferentes momentos ha ganado la simpatía de sectores no peronistas, como algunos de los que en su momento votaron a Alfonsín en los ochenta o al Frepaso en los noventa».
CUESTIÓN DE TIMING
Algunos sitúan el clic en el homenaje en vida que Fernández de Kirchner, ya como presidenta, le rindió al líder radical en 2008. Eran épocas de la pulseada con el campo y un pronunciado declive del kirchnerismo entre «la clase media urbana». Había que buscar puentes hacia aliados reales o simbólicos que quedaran del mismo lado de la división que comenzaba a hacerse, al menos por un tiempo, más visible. A la vez, aquel acto reivindicatorio de la figura del expresidente radical, que incluyó un feo busto que pasó a integrar un panteón de la Casa Rosada, se inscribió entre los episodios de la historia en los que el kirchnerismo ha mostrado buenos reflejos. A los pocos meses, en marzo de 2009, Alfonsín moriría, lo que dio lugar a una ola de admiración que trascendió las fronteras partidarias.
Otros, como el politólogo kirchnerista Nicolás Tereschuk, ven gestos anteriores como el subsidio de un millón y medio de pesos que la entonces primera dama le entregó dos años antes a Ernesto Sabato para construir una casa-museo.
En el primer Gobierno de Kirchner hubo un cierto «rescate cultural» del alfonsinismo, sostiene Tereschuk. «La llamada Concertación Plural, si bien fue una sociedad del kirchnerismo con dirigentes radicales no necesariamente alfonsinistas, fue presentada como una alianza con aquella tradición de la UCR», dice el editor del sitio Artepolítica. «Ese vínculo, que ahora se puede reeditar un poco, tiene que ver con tender puentes hacia un partido que ha sido histórico representante de las clases medias», en especial la coalición que apoyó los primeros años del alfonsinismo, que incluyó al progresismo y buena parte de la clase media urbana.
En cualquier caso, el conflicto con el campo rescató del olvido el discurso de Alfonsín en 1988 durante la tradicional exposición de la Sociedad Rural, el cual tuvo lugar semanas después de que el expresidente estableciera el desdoblamiento cambiario (un tipo de cambio fijo para liquidar las exportaciones agropecuarias y otro de flotación regulada). El discurso de Alfonsín fue recibido entre silbidos. «No creo que sean productores agropecuarios», dijo sobre los que lo abucheaban. Los paralelismos con la crisis desatada tras la resolución 125 fueron explotados al máximo por el kirchnerismo, con pocos o nulos guiños del lado radical, cuyos referentes abrieron sus listas legislativas de 2009 a la que luego se traduciría en una inexpresiva experiencia de diputados agrarios.
María Esperanza Casullo, docente de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), cree que el kirchnerismo tiene mucho para ganar con esta estrategia. «Al Gobierno le interesa en este momento ocupar con decisión el lugar del centroizquierda del espacio político frente a un liderazgo emergente como el de (Sergio) Massa, que se planta cada vez más en el espacio de la derecha. Por eso esta recuperación institucional de la figura de Alfonsín: es una manera de hacer una genealogía nacional, popular y progresista», sostiene.
Sin embargo, desde el kirchnerismo reniegan de las acusaciones de cálculo político.
«No es una estrategia, es una actitud», dice a Viernes el diputado del Frente para la Victoria (FpV) Héctor Recalde, que en marzo publicó un comunicado recordando al exmandatario. «Más allá de las diferencias políticas y filosóficas con la etapa alfonsinista, el Gobierno siempre le tuvo respeto. El homenaje (en vida a Alfonsín) fue hace más de seis años, no sé si a eso se le puede llamar coyuntural», insiste.
Una paradoja: la mayor indiferencia hacia el papel del líder radical tuvo lugar mientras el Gobierno ensanchaba su base de apoyo por fuera del aparato peronista, en medio de un clima social (con visita de Fidel Castro para el acto de asunción de Kirchner incluida) más parecido a la «primavera alfonsinista» del 83. Por el contrario, el momento de mayor rescate de Raúl Alfonsín coincidió con instancias de repliegue del Gobierno, mientras varios extrapartidarios que alguna vez integraron el Gobierno (Martín Lousteau, Julio Cobos, los Colombi correntinos y muchos otros) regresaban a la UCR o a diferentes alianzas no peronistas.
RESISTENCIAS
En el interior del radicalismo coexisten dos posturas frente a este «rescate» político. Una que acepta el homenaje y otra que lo reniega. Entre este segundo grupo se encuentra José Cano, senador nacional por Tucumán.
«El Alfonsín al que ahora el Gobierno quiere utilizar para darle legitimidad a un acto prepotente es el mismo al que el expresidente Néstor Kirchner desconoció méritos en su decisión de haber juzgado a las Juntas,» bramó Cano en diciembre de 2012, mientras el Gobierno proponía bautizar el predio de la Sociedad Rural -tras la expropiación luego judicializada del espacio en el barrio de Palermo- con el nombre de Raúl Alfonsín. «El Alfonsín al que pretenden rendir homenaje es el mismo que le reclamó diálogo a una gestión encerrada en sus propias verdades», agregó el senador de la UCR.
La postura de Cano es compartida por la línea oficial del partido, comenzando por su titular, Ernesto Sanz, quien semanas atrás participó del acto oficial por los cinco años de la muerte del expresidente en el Comité Capital, a seis cuadras del homenaje de Moreau y Zaffaroni.
Sin embargo, los sectores progresistas del radicalismo aceptan -de mejor o peor gana- este «tardío» reconocimiento por parte del Gobierno nacional.
«La Presidenta entendió que a Alfonsín hay que reconocerle una trayectoria marcada por las convicciones, además de una serie de ideas progresistas condicionadas por los sectores económicos», explicó a Viernes el diputado alfonsinista Miguel Bazze, presidente de la UCR de la provincia de Buenos Aires y duro crítico del Gobierno nacional.
Bazze explica el cambio de óptica del Ejecutivo a partir de su debilidad política.
«Hace cuatro o cinco años, el Gobierno estaba convencido de que podía llevar adelante un planteo fundacional, pero la realidad le hizo comprender que era mejor, y hasta más conveniente, tomar coincidencias con otros partidos y mostrar las similitudes de su Gobierno con otros momentos de la historia», sostiene el diputado.
Para Casullo, el fenómeno es parte de una lucha interna al interior del partido «entre el viejo sector hegemónico del alfonsinismo y los nuevos emergentes, como Sanz, Cobos, (Gerardo) Morales y (Oscar) Aguad, que se sienten mucho más cómodos con un radicalismo que acepte su rol de ser un partido de centro democrático republicano».
El sector de Bazze, Moreau o Ricardo Alfonsín -hijo del líder radical y precandidato a presidente por la UCR en 2011- «cree que es posible rescatar algunas cuestiones de la década kirchnerista, en especial aquellas más cercanas a la agenda histórica radical, como los derechos humanos o la reivindicación de Malvinas», dice la politóloga. El otro sector, en tanto, elige practicar una oposición más frontal al Gobierno nacional.
En el mismo sentido, Tereschuk cree que la estrategia del Gobierno les permite al oficialismo y a las figuras radicales que reciben el reconocimiento «meter una cuña» en la interna radical.
«El vínculo con el kirchnerismo le permite al Gobierno ‘levantar’ a ciertos dirigentes que quedan relegados de la conducción partidaria del radicalismo» en un contexto en el que la conducción de la UCR ha quedado, muchas veces a lo largo de la última década, «corrida a una agenda más bien tirada ‘a la derecha'», concluye. Es posible que este fenómeno también afecte a la alianza panradical Frente Amplio UNEN, generando un nuevo frente de conflictos que se sume a las internas ya existentes. Si de ese conglomerado surge un candidato claramente centrista que profundice el operativo de seducción de Mauricio Macri de cara a 2015, entonces el mapa político volverá a modificarse, y los que reivindican por sobre todo el rasgo de Alfonsín «que se enfrentó a los poderes» o «a las corporaciones» -según quien recite el lema- tendrán algo para decir.
PUNTOS EN COMÚN
Muchos de quienes votaron a Raúl Alfonsín en los ochenta lo hicieron por el kirchnerismo dos décadas más tarde, explica el historiador Mario Rapoport, profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
«Puede haber puntos de contacto, en especial en las clases medias urbanas de izquierda», dice Rapoport, y agrega que las opciones «eran muy claras» en la segunda vuelta de las elecciones de 2003 en las que Néstor Kirchner competía con Carlos Menem, antes de que el riojano desistiera de competir en el balotaje.
¿Pero existe realmente una continuidad histórica entre ambas figuras?
El periodista de Página 12 y antigua militancia peronista de izquierda Mario Wainfeld entiende que hubo «mucho más del primer Alfonsín en el primer Kirchner de lo que se suele aceptar en trincheras distintas», pero cree que el santacruceño gobernó con un frente externo mucho más favorable. Kirchner terminó su mandato en un contexto latinoamericano signado por gobiernos de centroizquierda y el distanciamiento, más o menos generalizado, del Consenso de Washington que había signado la década anterior; mientras que hacia el final del Gobierno de Alfonsín, recuerda Wainfeld, «el contexto internacional no ayudaba y los precios de las materias primas rozaban el piso», lo cual precipitaría la entrega anticipada del poder en 1989.
Otros ven, en efecto, una línea de continuidad.
«Alfonsín y Kirchner tienen en común una línea nacional que comienza con Yrigoyen, sigue con Perón y los abarca a ambos», dice a Viernes el músico y escritor Jorge Schussheim.
«Los dos fueron hombres con grandes preocupaciones por sus semejantes y por los derechos humanos. Los dos fueron muy valientes al enfrentar a golpistas y terroristas de Estado. Ambos heredaron un país devastado por la ultraderecha y el neoliberalismo. Y ambos jamás renegaron de sus ideas. Para mí, que sigo siendo un alfonsinista cabal, Néstor Kirchner representa todo lo que aquél no pudo hacer», concluye.
@fedebillie

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