Víctor Bronstein es director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad. Pese a su marcado perfil técnico, herencia de años de formación en ingeniería, en el último tiempo se prestó al debate social y político del desarrollo hidrocarburífero.
En diálogo con «Río Negro Energía», defendió el desarrollo de no convencionales, puso la mira en el concepto de «seguridad energética» y criticó el desarrollo de petroleras provinciales.
–¿Cómo ve el desarrollo de Vaca Muerta?
–Hay que analizarlo desde todas las perspectivas. Desde el punto de vista económico es positivo, porque va a permitir explotar un recurso clave que alcanzó su máximo punto de producción en 1998 en el caso del petróleo y en el 2006 en el del gas. Ahí también entra el tema científico-técnico. No sólo les podemos echar la culpa a políticas públicas o empresariales, acá hay un tema geológico.
–¿Usted no cree que haya habido responsabilidad política?
–Sí, pero el problema central fue geológico. Ahora se acabó la era del petróleo barato, que caracterizó a la industria durante cien años y empujó el crecimiento mundial por la energía barata. ¿El shale es lo mejor?, no. Pero entonces, ¿qué tenemos? No hay alternativa. No lo elegimos, es lo que hay.
–¿Se compensa entonces el alto costo ambiental del desarrollo shale?
–Ése es un debate amplio que alcanza a otros sectores. El mundo está más sensible a esos temas. Todavía las energías alternativas no pueden reemplazar a los hidrocarburos, sobre todo al petróleo. El 42% de la electricidad mundial se genera con carbón y eso no se tiene en cuenta. Los aerogeneradores tienen una inserción mínima, es un futuro de al menos 50 años. El 82% de la matriz primaria mundial se basa en combustibles fósiles y se calcula que para el 2040 sólo bajará al 79. Alemania tras Fukushima cerró sus centrales nucleares y las reemplazó con carbón. Mucho verde, pero no pudieron reemplazar los combustibles fósiles.
–¿Qué modelo de política energética ve más propicio para el desarrollo del shale? ¿Qué rol tiene que tener YPF?
–Estuvo bien la recuperación de YPF. Repsol se comportaba como una multinacional que buscaba equilibrar sus riesgos invirtiendo en otros países lo que saca de la Argentina. Necesitamos una petrolera que reinvierta acá, como hace Petrobras en Brasil, y que tome la iniciativa del desarrollo del shale con una visión estratégica: en ese momento ningún pozo es rentable, esto es para adelante.
–¿Qué opina sobre la ley Corta y el marco legal argentino?
–No estoy de acuerdo con el esquema que tiene el sector, fundamentalmente con la ley Corta. No tiene sentido tener una empresa nacional y empresas provinciales. Las provinciales no son empresas, son sistemas recaudatorios. No tiene sentido poner una oficina para definir una concesión. Además, la energía es una cuestión de seguridad y el Estado debe garantizar la energía. Hay que pensar más en seguridad energética que en autoabastecimiento. Eso es resorte nacional.
–¿Hay margen político para modificar la ley Corta? Las provincias van a defender sus potestades…
–A esta altura veo difícil una reforma. Sí creo que hay que plantear una ley en la que las provincias deleguen en la Nación la política energética y para eso tiene que administrar los recursos. Colombia, Perú o Brasil tienen una agencia para eso, que define a quién se le dan concesiones y por cuánto tiempo. Además, hay que tener una ley que tipifique los recursos no convencionales. También hay que pensar los temas estratégicos. No me parece bien que Galuccio diga que vamos a exportar. No le corresponde al presidente de una empresa, aunque sea estatal, definir esos temas; es una decisión estratégica de la Nación.
–Y dentro de este contexto ¿qué hay que hacer con las petroleras provinciales?
–Pongamos ejemplos, países federales como Brasil o México no tienen «mini Petrobras» o «mini Pemex». Yo creo que las petroleras provinciales no tienen sentido, como tampoco lo tiene Enarsa, que es una oficina de compras y contrataciones.
En diálogo con «Río Negro Energía», defendió el desarrollo de no convencionales, puso la mira en el concepto de «seguridad energética» y criticó el desarrollo de petroleras provinciales.
–¿Cómo ve el desarrollo de Vaca Muerta?
–Hay que analizarlo desde todas las perspectivas. Desde el punto de vista económico es positivo, porque va a permitir explotar un recurso clave que alcanzó su máximo punto de producción en 1998 en el caso del petróleo y en el 2006 en el del gas. Ahí también entra el tema científico-técnico. No sólo les podemos echar la culpa a políticas públicas o empresariales, acá hay un tema geológico.
–¿Usted no cree que haya habido responsabilidad política?
–Sí, pero el problema central fue geológico. Ahora se acabó la era del petróleo barato, que caracterizó a la industria durante cien años y empujó el crecimiento mundial por la energía barata. ¿El shale es lo mejor?, no. Pero entonces, ¿qué tenemos? No hay alternativa. No lo elegimos, es lo que hay.
–¿Se compensa entonces el alto costo ambiental del desarrollo shale?
–Ése es un debate amplio que alcanza a otros sectores. El mundo está más sensible a esos temas. Todavía las energías alternativas no pueden reemplazar a los hidrocarburos, sobre todo al petróleo. El 42% de la electricidad mundial se genera con carbón y eso no se tiene en cuenta. Los aerogeneradores tienen una inserción mínima, es un futuro de al menos 50 años. El 82% de la matriz primaria mundial se basa en combustibles fósiles y se calcula que para el 2040 sólo bajará al 79. Alemania tras Fukushima cerró sus centrales nucleares y las reemplazó con carbón. Mucho verde, pero no pudieron reemplazar los combustibles fósiles.
–¿Qué modelo de política energética ve más propicio para el desarrollo del shale? ¿Qué rol tiene que tener YPF?
–Estuvo bien la recuperación de YPF. Repsol se comportaba como una multinacional que buscaba equilibrar sus riesgos invirtiendo en otros países lo que saca de la Argentina. Necesitamos una petrolera que reinvierta acá, como hace Petrobras en Brasil, y que tome la iniciativa del desarrollo del shale con una visión estratégica: en ese momento ningún pozo es rentable, esto es para adelante.
–¿Qué opina sobre la ley Corta y el marco legal argentino?
–No estoy de acuerdo con el esquema que tiene el sector, fundamentalmente con la ley Corta. No tiene sentido tener una empresa nacional y empresas provinciales. Las provinciales no son empresas, son sistemas recaudatorios. No tiene sentido poner una oficina para definir una concesión. Además, la energía es una cuestión de seguridad y el Estado debe garantizar la energía. Hay que pensar más en seguridad energética que en autoabastecimiento. Eso es resorte nacional.
–¿Hay margen político para modificar la ley Corta? Las provincias van a defender sus potestades…
–A esta altura veo difícil una reforma. Sí creo que hay que plantear una ley en la que las provincias deleguen en la Nación la política energética y para eso tiene que administrar los recursos. Colombia, Perú o Brasil tienen una agencia para eso, que define a quién se le dan concesiones y por cuánto tiempo. Además, hay que tener una ley que tipifique los recursos no convencionales. También hay que pensar los temas estratégicos. No me parece bien que Galuccio diga que vamos a exportar. No le corresponde al presidente de una empresa, aunque sea estatal, definir esos temas; es una decisión estratégica de la Nación.
–Y dentro de este contexto ¿qué hay que hacer con las petroleras provinciales?
–Pongamos ejemplos, países federales como Brasil o México no tienen «mini Petrobras» o «mini Pemex». Yo creo que las petroleras provinciales no tienen sentido, como tampoco lo tiene Enarsa, que es una oficina de compras y contrataciones.