La ensayista y periodista Beatriz Sarlo se ha convertido desde hace tiempo en algo así como la gurú de la oposición no peronista, ahora incluso participando activamente en los actos del Frente Amplio Unen, agrupación en la que tiene puestas sus esperanzas. “Es la construcción de un espacio progresista con un horizonte socialdemócrata. Es lo que yo quiero para la Argentina”, define. En esa línea, se muestra como la enemiga número uno de un posible acuerdo con Mauricio Macri. “Hay que tener cierta coherencia en los ideales. Macri no, porque su concepción del Estado es lo más lejano a una concepción socialdemócrata. Pero hay que salir a decirlo muy claro, que se terminen esas especulaciones”, sostiene con vehemencia.
Quién ha visto y quién lo ve al bar La Paz, aggiornado y con un maxikiosco 24 horas en la entrada. Sarlo espera ya en una mesa en el fondo, a resguardo de la fría mañana porteña. Comenta que es de andar mucho por avenida Corrientes –dicho sea de paso, no le gustan nada las figuras de Olmedo, Portales y Tato Bores, con las que Mauricio Macri salpicó el camino hacia sus oficinas de la calle Talcahuano–, pero que no ha pasado tantas horas de su vida en La Paz, histórico reducto de la intelectualidad de izquierda. El remozado look del lugar no despierta entusiasmo pero, en cambio, asegura que tiene un muy buen reservado para fumadores, reducto apetecido para muchos habitués de la avenida que nunca duerme.
Es inevitable presentar a Sarlo como contracara de Carta Abierta, el espacio de intelectuales que apoya al Gobierno. Ella los ve como “totalmente identificados con un eje político, es kirchnerismo blindado”. Que, en cambio, Plataforma, un espacio al que ella suele acompañar en algunos posicionamientos públicos, tiene una mirada más amplia que “se preocupa de los temas dejados de lado por el kirchnerismo”. Más allá de la diferenciación, Sarlo rescata a miembros de CA como Horacio González y Eduardo Jozami porque “desde hace muchos años vienen haciendo esfuerzos por pensar la cosa peronista. Me resultan sumamente interesantes y compartimos una trayectoria, aunque casi siempre en veredas diferentes”.
Sarlo imagina que le será difícil al kirchnerismo continuar como estructura fuera del Estado. “El radicalismo y el socialismo han conseguido mantenerse, pero no creo que el kirchnerismo pueda. No tengo hipótesis sobre qué será de la vida de cada uno de ellos. El justicialismo seguramente va a absorber una parte y puede que otros se conviertan en voces dentro del peronismo”, sostiene. Tiene opinión variada sobre el saldo de la “década ganada”. “No puedo hacer un ranking de qué está mejor y qué está peor. Pero el discurso de Cristina Kirchner es alegrarse porque hay más asignaciones universales. Como la asignación no es universal, significa que hay más chicos pobres y eso no es para alegrarse”, analiza.
En la columna a favor coloca “la política de memoria” llevada adelante por el kirchnerismo, aunque al mismo tiempo critica lo que llama “la cooptación” de los organismos de derechos humanos. También considera un avance el porcentaje del PBI que hoy se destina a educación. “De todos modos, el kirchnerismo piensa que empezó en 2001 y no es así. Lavagna estuvo hasta 2005. Un historiador que mire esto dentro de 50 años va a decir que de la crisis se salió con el gobierno de Duhalde”, afirma. Otro logro es la estatización de los fondos de pensión. “Si lo hicieron para tener caja o no, no es la cuestión. Eso lo apoyo”, remarca. Pero, siempre hay un pero, que el mayor rol del Estado ganó en la economía durante estos años también incluye el “caos de los subsidios y el del transporte”, que le quedará como tema por resolver al próximo gobierno.
El kirchnerismo gobernará hasta diciembre de 2015, luego de doce años y medio de gestión, y todo hace suponer que conservando la adhesión de un sector importante de la población. Sarlo recurre a los sociólogos Carlos Altamirano y Maristella Svampa, compañeros suyos en Plataforma, para explicarlo. “Un populismo de capas medias”, lo define, impulsado por los subsidios y el incentivo al consumo. “Fue importante para que ganaran elecciones y también para que perdieran la última”, explica Sarlo. “Hoy se quedaron con la ‘roca dura’ de apoyos, cuando ganan es porque logran superar eso”, agrega.
Los jarritos de los cortados ya están a un lado y Sarlo gana énfasis a medida que avanza la charla. Cada tanto recuerda que, por ejemplo, ella creyó en el Frepaso, “así que mis opiniones no son infalibles”. Que allí trabajó junto a Graciela Fernández Meijide y, principalmente, Carlos Auyero, a quien todavía recuerda con emoción. Ahora sus ilusiones están puestas en el FA-Unen, la que imagina como una construcción progresista. Es decir, nada que ver con el PRO. Pero Elisa Carrió primero y Martín Lousteau después dijeron que podrían integrarse en una primaria con el macrismo. “Una construcción es algo largo, las elecciones se pueden ganar o perder. En política es fundamental no andar despacio, pero tampoco andar más rápido de lo que se puede”, alecciona. De Lousteau dice que no le interesa saber lo que opina. En cambio, de Carrió sí. “Ella piensa que necesitamos un frente de salvación nacional, yo no estoy de acuerdo”, argumenta. Menos comprende a los radicales que dan a entender que podrían aceptar ese acuerdo. “Macri no tiene construcción territorial. ¿Lo vas a meter adentro para que ponga 50 millones de pesos y se quede con tu construcción?”, responde. Retacea un poco un pronóstico sobre lo que puede suceder en las elecciones. Al fin, imagina que “si todo se mantiene así” ganará el justicialismo con Daniel Scioli como candidato.
¿Y ella? ¿No imagina una posible candidatura, dado su protagonismo en la nueva fuerza? “Mi interés en la política es muy fuerte, pero nunca me interesó una candidatura. Me gusta mucho estar con políticos pero, evidentemente, no tengo vocación para eso”, desliza. Ya es hora de poner punto final. Para desayuno es tarde, casi el mediodía. Sarlo se dirige a sus oficinas, pasando antes, inevitablemente, junto a la imagen sonriente de Olmedo y Portales. “Y bueno –murmura–, parece que a la gente le gusta.”
Quién ha visto y quién lo ve al bar La Paz, aggiornado y con un maxikiosco 24 horas en la entrada. Sarlo espera ya en una mesa en el fondo, a resguardo de la fría mañana porteña. Comenta que es de andar mucho por avenida Corrientes –dicho sea de paso, no le gustan nada las figuras de Olmedo, Portales y Tato Bores, con las que Mauricio Macri salpicó el camino hacia sus oficinas de la calle Talcahuano–, pero que no ha pasado tantas horas de su vida en La Paz, histórico reducto de la intelectualidad de izquierda. El remozado look del lugar no despierta entusiasmo pero, en cambio, asegura que tiene un muy buen reservado para fumadores, reducto apetecido para muchos habitués de la avenida que nunca duerme.
Es inevitable presentar a Sarlo como contracara de Carta Abierta, el espacio de intelectuales que apoya al Gobierno. Ella los ve como “totalmente identificados con un eje político, es kirchnerismo blindado”. Que, en cambio, Plataforma, un espacio al que ella suele acompañar en algunos posicionamientos públicos, tiene una mirada más amplia que “se preocupa de los temas dejados de lado por el kirchnerismo”. Más allá de la diferenciación, Sarlo rescata a miembros de CA como Horacio González y Eduardo Jozami porque “desde hace muchos años vienen haciendo esfuerzos por pensar la cosa peronista. Me resultan sumamente interesantes y compartimos una trayectoria, aunque casi siempre en veredas diferentes”.
Sarlo imagina que le será difícil al kirchnerismo continuar como estructura fuera del Estado. “El radicalismo y el socialismo han conseguido mantenerse, pero no creo que el kirchnerismo pueda. No tengo hipótesis sobre qué será de la vida de cada uno de ellos. El justicialismo seguramente va a absorber una parte y puede que otros se conviertan en voces dentro del peronismo”, sostiene. Tiene opinión variada sobre el saldo de la “década ganada”. “No puedo hacer un ranking de qué está mejor y qué está peor. Pero el discurso de Cristina Kirchner es alegrarse porque hay más asignaciones universales. Como la asignación no es universal, significa que hay más chicos pobres y eso no es para alegrarse”, analiza.
En la columna a favor coloca “la política de memoria” llevada adelante por el kirchnerismo, aunque al mismo tiempo critica lo que llama “la cooptación” de los organismos de derechos humanos. También considera un avance el porcentaje del PBI que hoy se destina a educación. “De todos modos, el kirchnerismo piensa que empezó en 2001 y no es así. Lavagna estuvo hasta 2005. Un historiador que mire esto dentro de 50 años va a decir que de la crisis se salió con el gobierno de Duhalde”, afirma. Otro logro es la estatización de los fondos de pensión. “Si lo hicieron para tener caja o no, no es la cuestión. Eso lo apoyo”, remarca. Pero, siempre hay un pero, que el mayor rol del Estado ganó en la economía durante estos años también incluye el “caos de los subsidios y el del transporte”, que le quedará como tema por resolver al próximo gobierno.
El kirchnerismo gobernará hasta diciembre de 2015, luego de doce años y medio de gestión, y todo hace suponer que conservando la adhesión de un sector importante de la población. Sarlo recurre a los sociólogos Carlos Altamirano y Maristella Svampa, compañeros suyos en Plataforma, para explicarlo. “Un populismo de capas medias”, lo define, impulsado por los subsidios y el incentivo al consumo. “Fue importante para que ganaran elecciones y también para que perdieran la última”, explica Sarlo. “Hoy se quedaron con la ‘roca dura’ de apoyos, cuando ganan es porque logran superar eso”, agrega.
Los jarritos de los cortados ya están a un lado y Sarlo gana énfasis a medida que avanza la charla. Cada tanto recuerda que, por ejemplo, ella creyó en el Frepaso, “así que mis opiniones no son infalibles”. Que allí trabajó junto a Graciela Fernández Meijide y, principalmente, Carlos Auyero, a quien todavía recuerda con emoción. Ahora sus ilusiones están puestas en el FA-Unen, la que imagina como una construcción progresista. Es decir, nada que ver con el PRO. Pero Elisa Carrió primero y Martín Lousteau después dijeron que podrían integrarse en una primaria con el macrismo. “Una construcción es algo largo, las elecciones se pueden ganar o perder. En política es fundamental no andar despacio, pero tampoco andar más rápido de lo que se puede”, alecciona. De Lousteau dice que no le interesa saber lo que opina. En cambio, de Carrió sí. “Ella piensa que necesitamos un frente de salvación nacional, yo no estoy de acuerdo”, argumenta. Menos comprende a los radicales que dan a entender que podrían aceptar ese acuerdo. “Macri no tiene construcción territorial. ¿Lo vas a meter adentro para que ponga 50 millones de pesos y se quede con tu construcción?”, responde. Retacea un poco un pronóstico sobre lo que puede suceder en las elecciones. Al fin, imagina que “si todo se mantiene así” ganará el justicialismo con Daniel Scioli como candidato.
¿Y ella? ¿No imagina una posible candidatura, dado su protagonismo en la nueva fuerza? “Mi interés en la política es muy fuerte, pero nunca me interesó una candidatura. Me gusta mucho estar con políticos pero, evidentemente, no tengo vocación para eso”, desliza. Ya es hora de poner punto final. Para desayuno es tarde, casi el mediodía. Sarlo se dirige a sus oficinas, pasando antes, inevitablemente, junto a la imagen sonriente de Olmedo y Portales. “Y bueno –murmura–, parece que a la gente le gusta.”
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Es una tipa lúcida, independiente, que es lo que me lleva a resptarla, pero su desprecio alos grasitas la lleva a no leer bien a la nueva «unión democrática» que significa el UNEN.
Donde encuentra ud el desprecio a los grasitas?
Si UNEN representa a la nueva unión democrática, a quién representa este:
«Qué dijo Randazzo. Ayer, el ministro convocó a una conferencia de prensa para repudiar los grafiti contra las nuevas formaciones ferroviarias de la línea Sarmiento. Más tarde, en declaraciones radiales, se ofuscó: «Cada coche vale 1.272.000 dólares; cuando se dice si amerita una conferencia de prensa, claro que la amerita, hay que matarlos, te dan ganas de matarlos, cómo pueden ser tan energúmenos».
Es gracioso, cuando Quebracho hace mierda lo que sea, son el pueblo enardecido en la reivindicacion de sus derechos inalienables, bla, bla. Si le hacen mierda algo que le acaba de salir del presuesto, animales.
esta es la critica que hace crecer! sigan asi
YQUEQUERÉS:no está dicho o explícito ese desprecio, pero quienes seguimos sus artículos y declaraciones percibimos su actitud, que extiendo a Sebrelli y a gente de «izquierda»que por su intelectualismo se aleja de la realidad.
Ay Isabel, yo tengo un problema con vos, siempre creí que eras un cuadro culto, pero ya retirado, del PC; pero ahora con tu planteo antiintelectual me desconcertás.
Creía que la inteligencia, de donde deriva el vocablo intelectual, servía para entender la realidad y que, tal vez sea un prejuicio mío, lo que genéricamente se llama izquierda, representaba la parte mas progresista de la sociedad.
….pero está todo tan mezclado que tal vez el progresismo lo represente ahora el nacionalismo bonapartista de la merca, los casinos, la autocracia y el circo ……
«Decí, por Dios, ¿qué me has dao,
que estoy tan cambiao,
no sé más quien soy?»