Foto: Archivo
Las conversaciones entre funcionarios de Washington y Buenos Aires se intensificaron. Hubo avances en acuerdos de cooperación por temas sensibles y los contactos de alto nivel con visitas incluidas ya forman parte de la «agenda positiva» de Cristina Kirchner y Barack Obama.
Más allá de algunos fuegos de artificio verbal que desplegaron algunos funcionarios en los últimos tiempos, la relación de la Argentina y Estados Unidos mejoró sustancialmente. No sólo esto: el clima de buena sintonía entre ambas administraciones apunta a profundizarse.
Según coincidieron ante LA NACION diferentes ministros de la Casa Rosada, diplomáticos norteamericanos y analistas internacionales, Cristina Kirchner y Obama transitan por uno de sus mejores momentos, lejos de los nubarrones que a veces parecen opacarlo todo. Hay hechos concretos para sustentar esta primavera: el acuerdo con el Club de París, donde Washington fue clave para llegar a ese éxito; los convenios de cooperación con la DEA en la lucha contra el narcotráfico; la reciente visita del viceministro de Energía Daniel Poneman, y la predisposición de Washington para que la Corte norteamericana termine terciando en favor de la Argentina por el litigio con los fondos buitre.
¿Seguirá en marcha la «agenda positiva» entre Estados Unidos y la Argentina si la Corte falla en contra de Cristina Kirchner? Nadie se anima a responder semejante interrogante, que se resolverá esta semana. Aunque la mayor parte de los actores involucrados cree que la buena sintonía entre ambos gobiernos superará cualquier contratiempo.
«En los últimos meses, la Argentina ha logrado avances importantes en resolver disputas económicas, como en los casos del Ciadi y el Club de París, y así mejorar su clima de inversiones», expresó a LA NACION Kevin Sullivan, el encargado de negocios de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires. Con el tono diplomático que lo caracteriza, pero en línea con el espíritu que se vive en la Casa Rosada, añadió optimista: «Ahora se abren otras oportunidades para una relación bilateral más productiva, como vimos recientemente con la visita de nuestro viceministro de Energía», señaló en referencia a Poneman que dialogó con la Presidenta luego de visitar el yacimiento de Vaca Muerta.
Por pudor a la crítica de cierta tribuna kirchnerista que aún promueve un discurso antiimperialista, en la Casa Rosada no se animan a hablar abiertamente del buen clima que hay con Estados Unidos. Un ministro de peso en el Gobierno prefirió el anonimato y destacó que «los tiempos duros ya pasaron porque ambos gobiernos comprendimos que podemos edificar una relación fructífera más allá de algunas diferencias». Los «tiempos duros» son aquellos en los que Cristina Kirchner acusaba a Washington de montar una «operación basura» por el caso de la valija de Antonini Wilson; cuando el canciller Héctor Timerman frenó con alicate en mano a un avión militar norteamericano en Ezeiza, o las recientes declaraciones del secretario de Seguridad, Sergio Berni, que denunció que «EE.UU. importa drogas y exporta muertes».
En la Casa Rosada ahora destacan los recientes acuerdos de cooperación en materia judicial, el trabajo que hace la DEA con el Ministerio de Seguridad por la lucha contra el narcotráfico, las proyecciones económicas que abrió el acuerdo del Club de París y los planes de inversión petrolera norteamericana previstos para Vaca Muerta.
«La Argentina tiene un enorme potencial petrolero y posee recursos de primera categoría», le dijo Poneman a Cristina Kirchner en su reciente visita. Fuentes del Departamento de Estado expresaron a LA NACION que «la resolución de las obligaciones pendientes con todos sus acreedores, públicos y privados, redundará en un claro beneficio para el interés de la Argentina».
El ex embajador argentino en Washington durante el gobierno de Néstor Kirchner José Octavio Bordón coincidió con esa mirada, aunque puso algunos reparos: «Hay un clima favorable en este nuevo escenario que ayuda a mejorar las relaciones, pero no podemos ser tan ingenuos de pensar que sólo con el Club de París se resolverán los problemas de la Argentina». Más allá del litigio con los holdouts, los problemas por resolver en el campo económico externo son otros: la trabas comerciales que existen de parte de ambos países y la imposibilidad de las empresas inversoras norteamericanas de girar divisas en dólares a sus casas matrices.
¿Qué otros factores ayudaron a mejorar el vínculo? Se podrían mencionar varios, pero quizás el más relevante sea la decisión del Gobierno de admitir que el acuerdo con Irán por la causa AMIA fracasó. Esto originó un giro de Cristina Kirchner en su vínculo con Israel. No es un tema menor.
Claves del giro en la relación
El rol que jugó Estados Unidos a favor del acuerdo de la Argentina con el Club de París dio lugar a un clima de mayor sintonía.
Crece la cooperación en áreas sensibles, como la lucha contra las drogas, de gran interés en la agenda de EE.UU. para la región.
Hay además un fuerte interés norteamericano en posibles inversiones en el megayacimiento de Vaca Muerta, en el que funcionarios de Washington ven un enorme potencial.
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Las conversaciones entre funcionarios de Washington y Buenos Aires se intensificaron. Hubo avances en acuerdos de cooperación por temas sensibles y los contactos de alto nivel con visitas incluidas ya forman parte de la «agenda positiva» de Cristina Kirchner y Barack Obama.
Más allá de algunos fuegos de artificio verbal que desplegaron algunos funcionarios en los últimos tiempos, la relación de la Argentina y Estados Unidos mejoró sustancialmente. No sólo esto: el clima de buena sintonía entre ambas administraciones apunta a profundizarse.
Según coincidieron ante LA NACION diferentes ministros de la Casa Rosada, diplomáticos norteamericanos y analistas internacionales, Cristina Kirchner y Obama transitan por uno de sus mejores momentos, lejos de los nubarrones que a veces parecen opacarlo todo. Hay hechos concretos para sustentar esta primavera: el acuerdo con el Club de París, donde Washington fue clave para llegar a ese éxito; los convenios de cooperación con la DEA en la lucha contra el narcotráfico; la reciente visita del viceministro de Energía Daniel Poneman, y la predisposición de Washington para que la Corte norteamericana termine terciando en favor de la Argentina por el litigio con los fondos buitre.
¿Seguirá en marcha la «agenda positiva» entre Estados Unidos y la Argentina si la Corte falla en contra de Cristina Kirchner? Nadie se anima a responder semejante interrogante, que se resolverá esta semana. Aunque la mayor parte de los actores involucrados cree que la buena sintonía entre ambos gobiernos superará cualquier contratiempo.
«En los últimos meses, la Argentina ha logrado avances importantes en resolver disputas económicas, como en los casos del Ciadi y el Club de París, y así mejorar su clima de inversiones», expresó a LA NACION Kevin Sullivan, el encargado de negocios de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires. Con el tono diplomático que lo caracteriza, pero en línea con el espíritu que se vive en la Casa Rosada, añadió optimista: «Ahora se abren otras oportunidades para una relación bilateral más productiva, como vimos recientemente con la visita de nuestro viceministro de Energía», señaló en referencia a Poneman que dialogó con la Presidenta luego de visitar el yacimiento de Vaca Muerta.
Por pudor a la crítica de cierta tribuna kirchnerista que aún promueve un discurso antiimperialista, en la Casa Rosada no se animan a hablar abiertamente del buen clima que hay con Estados Unidos. Un ministro de peso en el Gobierno prefirió el anonimato y destacó que «los tiempos duros ya pasaron porque ambos gobiernos comprendimos que podemos edificar una relación fructífera más allá de algunas diferencias». Los «tiempos duros» son aquellos en los que Cristina Kirchner acusaba a Washington de montar una «operación basura» por el caso de la valija de Antonini Wilson; cuando el canciller Héctor Timerman frenó con alicate en mano a un avión militar norteamericano en Ezeiza, o las recientes declaraciones del secretario de Seguridad, Sergio Berni, que denunció que «EE.UU. importa drogas y exporta muertes».
En la Casa Rosada ahora destacan los recientes acuerdos de cooperación en materia judicial, el trabajo que hace la DEA con el Ministerio de Seguridad por la lucha contra el narcotráfico, las proyecciones económicas que abrió el acuerdo del Club de París y los planes de inversión petrolera norteamericana previstos para Vaca Muerta.
«La Argentina tiene un enorme potencial petrolero y posee recursos de primera categoría», le dijo Poneman a Cristina Kirchner en su reciente visita. Fuentes del Departamento de Estado expresaron a LA NACION que «la resolución de las obligaciones pendientes con todos sus acreedores, públicos y privados, redundará en un claro beneficio para el interés de la Argentina».
El ex embajador argentino en Washington durante el gobierno de Néstor Kirchner José Octavio Bordón coincidió con esa mirada, aunque puso algunos reparos: «Hay un clima favorable en este nuevo escenario que ayuda a mejorar las relaciones, pero no podemos ser tan ingenuos de pensar que sólo con el Club de París se resolverán los problemas de la Argentina». Más allá del litigio con los holdouts, los problemas por resolver en el campo económico externo son otros: la trabas comerciales que existen de parte de ambos países y la imposibilidad de las empresas inversoras norteamericanas de girar divisas en dólares a sus casas matrices.
¿Qué otros factores ayudaron a mejorar el vínculo? Se podrían mencionar varios, pero quizás el más relevante sea la decisión del Gobierno de admitir que el acuerdo con Irán por la causa AMIA fracasó. Esto originó un giro de Cristina Kirchner en su vínculo con Israel. No es un tema menor.
Claves del giro en la relación
El rol que jugó Estados Unidos a favor del acuerdo de la Argentina con el Club de París dio lugar a un clima de mayor sintonía.
Crece la cooperación en áreas sensibles, como la lucha contra las drogas, de gran interés en la agenda de EE.UU. para la región.
Hay además un fuerte interés norteamericano en posibles inversiones en el megayacimiento de Vaca Muerta, en el que funcionarios de Washington ven un enorme potencial.
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