Excelente cosecha de cereales y oleaginosas y precios de los productos de exportación cercanos a los máximos, una combinación de factores que cualquier gobernante desearía tener, una oportunidad estupenda para propiciar reformas profundas, invertir en infraestructura social y productiva y hacer del crecimiento de la economía, desarrollo para la sociedad.
Pese a que este año Argentina tiene un escenario generoso, la economía nacional cumple nueve meses de recesión económica. Recesión acompañada por el deterioro constante de las balanzas fiscal y comercial y coronada por un enorme déficit energético, que después de impulsar la inflación y drenar las reservas del Banco Central, originó un cepo cambiario que sobresale en una región de países con baja inflación y abundancia de dólares e inversiones.
La explicación de la singularidad argentina no está en un mundo cruel, en argentinos conspiradores ni en maleficios enigmáticos. La recesión argentina es producto de las inconsistencias de la política económica de un gobierno que, amparado en el populismo político y el facilismo económico, ha dejado pasar una histórica oportunidad para desarrollar el país.
Para notarlo ya no hace falta recurrir a estudios privados, el propio INDEC ha acercado sus publicaciones a la realidad. Todavía tomando con pinzas sus estimaciones, resulta evidente que la economía argentina se desaceleró en 2013 y entró en recesión durante este año. Un solo ejemplo es contundente: durante el primer trimestre de este año, el PBI cayó un 0,2% interanual. La economía hace un año que no crece.
En economía se puede hacer todo, menos evitar las consecuencias. Así, la caída del nivel de actividad tiene que ver con que las inconsistencias de la política económica llevaron al gobierno a devaluar la moneda y subir las tasas de interés para proteger las reservas del Banco Central. Evitando un mayor drenaje de reservas frenaron de un golpe al consumo y la inversión, afectaron los salarios y en definitiva, sacudieron aún más la economía.
Pero como las consecuencias de las decisiones se extienden en el tiempo, la inflación estimulada por la devaluación, mantiene un proceso de rápido y sostenido deterioro de los salarios y las jubilaciones. Un solo dato es elocuente, el último aumento a los jubilados fue de un 11% y se hizo efectivo en marzo, la inflación observada en el primer semestre del año es dos veces mayor.
La recesión que hoy azota el país tiene como víctimas principales a los más vulnerables, jubilados y trabajadores que han perdido, pese a las paritarias, entre un 5 y un 10% su capacidad de compra.
Las decisiones de la Presidenta y su gabinete económico tienen en los segmentos más desprotegidos de la sociedad sus víctimas preferidas. En el último año, los pobres son más y más pobres en Argentina.
Los datos que hoy publicó el INDEC no sorprenden a nadie, la economía argentina sigue inmersa en una espiral decadente y el gobierno lejos de reaccionar, luce desorientado. Cae la industria automotriz y se frenan las ventas en los supermercados y en los shoppings, la explicación es sencilla, en una economía empobrecida cae el consumo.
Hay una ecuación que no falla nunca, la inflación sostenida en el tiempo y acompañada por la incertidumbre de un gobierno que no crea confianza, da por resultado recesión económica y aumento de la pobreza.
Ni fórmulas mágicas, ni grandes iluminados, la economía argentina necesita sensatez y buen gobierno. Para superar las dificultades, hay que empezar por el origen, bajar la inflación y dar señales claras, concretas y contundentes; del resto se encargan los millones de argentinos que trabajan, experimentan innovan, crean, desarrollan y producen todos los días a lo largo y ancho del país.
Pese a que este año Argentina tiene un escenario generoso, la economía nacional cumple nueve meses de recesión económica. Recesión acompañada por el deterioro constante de las balanzas fiscal y comercial y coronada por un enorme déficit energético, que después de impulsar la inflación y drenar las reservas del Banco Central, originó un cepo cambiario que sobresale en una región de países con baja inflación y abundancia de dólares e inversiones.
La explicación de la singularidad argentina no está en un mundo cruel, en argentinos conspiradores ni en maleficios enigmáticos. La recesión argentina es producto de las inconsistencias de la política económica de un gobierno que, amparado en el populismo político y el facilismo económico, ha dejado pasar una histórica oportunidad para desarrollar el país.
Para notarlo ya no hace falta recurrir a estudios privados, el propio INDEC ha acercado sus publicaciones a la realidad. Todavía tomando con pinzas sus estimaciones, resulta evidente que la economía argentina se desaceleró en 2013 y entró en recesión durante este año. Un solo ejemplo es contundente: durante el primer trimestre de este año, el PBI cayó un 0,2% interanual. La economía hace un año que no crece.
En economía se puede hacer todo, menos evitar las consecuencias. Así, la caída del nivel de actividad tiene que ver con que las inconsistencias de la política económica llevaron al gobierno a devaluar la moneda y subir las tasas de interés para proteger las reservas del Banco Central. Evitando un mayor drenaje de reservas frenaron de un golpe al consumo y la inversión, afectaron los salarios y en definitiva, sacudieron aún más la economía.
Pero como las consecuencias de las decisiones se extienden en el tiempo, la inflación estimulada por la devaluación, mantiene un proceso de rápido y sostenido deterioro de los salarios y las jubilaciones. Un solo dato es elocuente, el último aumento a los jubilados fue de un 11% y se hizo efectivo en marzo, la inflación observada en el primer semestre del año es dos veces mayor.
La recesión que hoy azota el país tiene como víctimas principales a los más vulnerables, jubilados y trabajadores que han perdido, pese a las paritarias, entre un 5 y un 10% su capacidad de compra.
Las decisiones de la Presidenta y su gabinete económico tienen en los segmentos más desprotegidos de la sociedad sus víctimas preferidas. En el último año, los pobres son más y más pobres en Argentina.
Los datos que hoy publicó el INDEC no sorprenden a nadie, la economía argentina sigue inmersa en una espiral decadente y el gobierno lejos de reaccionar, luce desorientado. Cae la industria automotriz y se frenan las ventas en los supermercados y en los shoppings, la explicación es sencilla, en una economía empobrecida cae el consumo.
Hay una ecuación que no falla nunca, la inflación sostenida en el tiempo y acompañada por la incertidumbre de un gobierno que no crea confianza, da por resultado recesión económica y aumento de la pobreza.
Ni fórmulas mágicas, ni grandes iluminados, la economía argentina necesita sensatez y buen gobierno. Para superar las dificultades, hay que empezar por el origen, bajar la inflación y dar señales claras, concretas y contundentes; del resto se encargan los millones de argentinos que trabajan, experimentan innovan, crean, desarrollan y producen todos los días a lo largo y ancho del país.