Por Robert Fisk *
Impunidad es la palabra que viene a la mente. Más de mil palestinos muertos. Infinitamente más que dos veces el total de víctimas mortales en el vuelo MH17 en Ucrania. Y si nos referimos sólo a los muertos inocentes –es decir, no combatientes de Hamas ni jóvenes simpatizantes, ni funcionarios corruptos de ese partido, con quienes a su debido tiempo los israelíes tendrán que hablar–, entonces las mujeres, niños y ancianos que han sido masacrados en Gaza están muy arriba del total de víctimas en ese vuelo.
Y hay algo muy extraño en nuestras reacciones ante esas escandalosas cifras de muertos. Llamamos a cesar el fuego en Gaza, pero los dejamos enterrar a sus muertos en los muladares abrasados por el sol y ni siquiera podemos abrir una ruta humanitaria para los heridos. Para los pasajeros del MH17 exigimos –de inmediato– una sepultura apropiada y atención a los deudos. Maldecimos a quienes dejaron los cuerpos regados en los campos del este de Ucrania, en tanto el mismo número de cuerpos han quedado esparcidos –quizá por menos tiempo, pero bajo un sol igual de quemante– en Gaza.
Porque –y esto me ha fastidiado durante años– los palestinos no nos importan mucho, ¿verdad? Tampoco nos importa la culpabilidad israelí, que es mucho mayor por el gran número de civiles que el ejército israelí ha asesinado. Ni tampoco, para el caso, la capacidad de Hamas. Desde luego, ni Dios quiera que las cifras fueran al revés. Si hubieran muerto mil israelíes y sólo 35 palestinos, creo que sé cuál sería nuestra reacción.
La llamaríamos –con justa razón– una masacre, una atrocidad, un crimen cuyos perpetradores deberían ser llamados a rendir cuentas. Sí, también hay que hacer responsable a Hamas.
Pero, ¿por qué los únicos criminales a los que perseguimos son los hombres que lanzaron un misil, quizá dos, a un avión de línea que volaba sobre Ucrania? Si los muertos en Israel igualaran en número a los palestinos –y déjenme repetirlo, gracias al cielo no es así–, sospecho que los estadounidenses estarían ofreciendo todo el apoyo militar a un Israel amenazado por los terroristas apoyados por Irán. Estaríamos exigiendo que Hamas entregara a los monstruos que dispararon cohetes hacia Israel y que, digámoslo de paso, están tratando de impactar con sus disparos a los aviones en el aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv. Pero no estamos haciendo eso. Porque los que han muertos son en su mayoría palestinos.
Más preguntas. ¿Cuál es el límite de muertes palestinas antes de que decretemos un cese el fuego? ¿Ocho mil? ¿Podríamos llevar un marcador? ¿El tipo de cambio de muertes? O tendremos simplemente que esperar hasta que la sangre nos llegue al cuello y entonces decir que ya basta, que hasta para la guerra de Israel ya estuvo bien.
No es que no hayamos pasado por todo esto antes. Desde la masacre de aldeanos árabes por el nuevo ejército israelí en 1948, como la han registrado historiadores israelíes, hasta la matanza de Sabra y Chatila, cuando aliados libaneses de Israel asesinaron a 1700 personas en 1982 mientras soldados israelíes los contemplaban; desde la masacre de Qana de árabes libaneses en la base de la ONU –sí, de nuevo la ONU– en 1996 hasta otra terrible matanza, más pequeña, de nuevo en Qana diez años después. Y de allí al asesinato en masa de civiles en la guerra de Gaza en 2008/9. Y hubo investigaciones después de Sabra y Chatila, como las hubo después de Qana y de Gaza en 2008/9, y no recordamos qué peso se le dio, algo ligero, por supuesto, cuando el juez Goldstone hizo cuanto pudo por desacreditarla, luego de que, según mis amigos israelíes, se vio sometido a intensa presión.
En otras palabras, ya hemos estado allí. Esa afirmación de que sólo los terroristas tienen la culpa por aquellos a quienes Hamas da muerte y por los que Israel mata (terroristas de Hamas, claro). Y la afirmación constante, repetida una y otra vez, de que Israel tiene las normas más altas de cualquier ejército en el mundo y jamás lastimaría a civiles. Recuerdo aquí los 17.500 muertos de la invasión de Israel en 1982 a Líbano, la mayoría de los cuales eran civiles. ¿Hemos olvidado todo eso?
Y aparte de impunidad, otra palabra que viene a la mente es estupidez. Me olvidaré aquí de los árabes corruptos y los asesinos del EI y todos los asesinos en masa de Irak y Siria. Tal vez su indiferencia hacia Palestina es de esperarse. Ellos no dicen representar nuestros valores. Pero, ¿qué pensar de John Kerry, el secretario de Estado de Barack Obama, quien nos dijo la semana pasada que es necesario atender los temas subyacentes del conflicto palestinoisraelí? ¿Qué diablos estuvo haciendo todo el año pasado, cuando afirmó que iba a lograr la paz en Medio Oriente en doce meses? ¿No se da cuenta de por qué los palestinos están en Gaza?
La verdad es que muchos cientos de miles de personas en el mundo –quisiera poder decir millones– quieren poner fin a esta impunidad, poner fin a frases como bajas desproporcionadas. ¿Desproporcionadas con respecto a qué? Valerosos israelíes sienten lo mismo. Escriben al respecto. Larga vida a Haaretz, el periódico israelí. Entre tanto, los árabes, el mundo musulmán, se vuelve loco de ira. Y pagaremos el precio.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.