Para empezar, y sin ánimos de llover sobre mojado, Maduro asumió el lugar de quien poseía un liderazgo absoluto no conocido en toda la historia política del país. Sin buscarlo, se metió en los zapatos de Chávez. El mismo Chávez lo metió en ese papelón. Ya esa situación en sí misma implica que se le compare con Chávez, y en política implica comprender la dinámica nacional entre la ambigüedad y el desconcierto por el gran vacío que deja el Comandante.
Por otro lado, son sabidas las circunstancias de particulares ataques a la economía y desestabilización del país, guarimbas, amenazas de sanciones y constantes ataques internacionales. Maduro ha recibido hasta absurdos ataques internos en sectores sectarios del chavismo (los mismos cuatro gatos opinólogos y oráculos que tanto atacaban a Chávez) que han contribuido mucho al guión de la ultraderecha de debilitar la figura de Maduro y destruir al chavismo desde sus entrañas. Las circunstancias para Maduro son complejas, como lo serían para cualquiera que asumiera desde el chavismo la conducción de la Revolución, dada la partida física de Chávez.
Sin lugar a dudas la antología de esta reciente pero agitadísima presidencia de Maduro se basa en la construcción de un liderazgo con características propias: atributos propios, estilos propios, errores propios, incongruencias propias, en un contexto de circunstancias estructurales y de otras nuevas. Pero hay algo que no debemos eludir de lo que sí ha hecho Maduro: su énfasis en mantener una línea política de identidad con la labor de Chávez, esto pese a las contradicciones, pues hasta el mismo Chávez las tuvo. El saldo sociopolítico de la gestión de Maduro se aprecia básicamente en elementos sensibles que se componen de temas que Chávez no abordó o que abordó con poca consistencia, en corregir errores de Chávez, en profundizar lo que hizo Chávez o en continuar lo que deja inconcluso Chávez. Esos elementos destacados a saber son:
Hay una frase del Comandante Fidel Castro que resume todas estas acciones importantes de Maduro en el Gobierno: «Maduro ha demostrado el talento, integridad y energía que el gran líder supuso en él»
En 30 años de control cambiario intermitente, con un sistema de adjudicación de dólares captados por la renta petrolera y otorgados a precio subsidiado a los privados, nunca, léase bien, nunca, ni siquiera en los 15 años de Chávez, hubo un proceso de remisión masiva a la Fiscalía General de la República de casos y denuncias de fraude de divisas y a la nación.
La corruptela más grande del país, que se mantuvo intocable, es ahora el epicentro de centenas de casos remitidos a la justicia por parte del Cencoex, por fraudes milmillonarios cometidos por empresas y funcionarios corruptos. El desangre de Cadivi es el preámbulo del primer y único proceso judicial masivo de fraude corporativo en 100 años de renta petrolera en Venezuela. Es un proceso que nadie había hecho. Sólo Maduro lo está haciendo.
Durante la Cuarta República, los únicos presos que anduvieron metidos en política fueron de la izquierda, eso incluye al mismo Chávez. Eran tiempos en los que sí había presos políticos. Durante la era de Chávez como Presidente, la dirigencia golpista de la Coordinadora Democrática y luego la MUD se encargaron de practicar impunemente el fascismo, los golpes, sabotajes petroleros y desestabilización. En todo ese tiempo nunca hubo un político preso, de talla notable, por crímenes que cometían abiertamente.
Al asumir Maduro la presidencia, Leopoldo López asume como su contraparte más notable, alcanzando incluso más liderazgo que Capriles entre los opositores. López comenzó a usar su enorme licencia política como licencia para matar de manera abierta e impune. Desafió a Maduro a que lo encarcelara. Y ahora está preso. Preguntémonos cuántos políticos opositores, golpistas y asesinos de la talla de Leopoldo Lopez fueron encarcelados en la era Chávez.
¿Cuántos? Podríamos hablar de que las circunstancias no eran las mismas, pero obvio es que las circunstancias alrededor de Maduro tampoco son nada fáciles. Otra pregunta que debemos hacernos: ¿Es débil Nicolás Maduro, o está siendo subestimado por la derecha y parte del mismo chavismo?
Cualquier miembro del movimiento comunero del país sabe, y puede testificar, que ha habido un cambio radical en la voluntad política del Gobierno para apalancar y acelerar (sin que se conviertan en decreto del Gobierno) la consolidación de las Comunas. El avance en sólo este último año ha sido vertiginoso. Las comunas, deuda política del mismo Chávez y parte de su idea fundamental para la transformación revolucionaria, se encontraban en letargo, ahogadas en burocracias y diferidas como proceso histórico. Maduro ha asumido la tarea y la situación está cambiando.
Maduro ha propuesto la transformación del Gobierno, de la gestión, de los mecanismos de atención a las demandas poblacionales. La solicitud de los cargos de todo el Gabinete no es parte de una coyuntura, es parte de un proceso sostenido y perenne que Maduro ha propuesto como fórmula para revitalizar al Gobierno, para transformarlo en instancias de eficacia política. Revisar metas, estrategias, metodologías de la gestión y hasta los perfiles de funcionarios era una tarea pendiente.
El viejo Estado ha sido un contrapeso enorme en lo político a la Revolución, y para transformarlo primero hay que demolerlo por partes, hay que tocar intereses, grupos, sectas, cónclaves, capataces y padrinazgos dentro del mismo Gobierno. Algunos podrían pensar que de ahí surgirán pugnas, conflictos de intereses y hasta la fragmentación de la dirigencia. En todo caso hay que tener cojones para asumir con seriedad esta demanda política, la de no seguir conviviendo con burocratismos y corruptelas. La solución a tales vicios estructurales es sistémica, sólo es posible con un cambio medular en la consciencia de los cuadros de dirección, pero hay reformas por hacer en el Gobierno. Maduro las está asumiendo.
Crear equilibrios económicos implicaba la regulación rigurosa del proceso de asignación de divisas para evitar el desangre, algo delicadísimo que era «intocable» porque eso tiene efectos directos en las importaciones-abastecimiento. Ese chantaje había sido el preámbulo de la desregulación y la corrupción. Ya no es así. Los equilibrios económicos consisten también en asumir el tema de la gasolina, otro supuesto «intocable», por aquello de la amenaza de un estallido social. Maduro convoca al debate sobre este tema y es seguro que la medida será tomada. Si la cuestión es darle sostenibilidad a Pdvsa para que pueda equilibrar sus recursos dado el altísimo costo del subsidio de la gasolina, se hará, y para eso se necesita liderazgo y voluntad política. Maduro no parece tener el estilo de «correr la arruga». Algunos lo acusan de «pragmático». Otros creemos que las decisiones son más o menos importantes de acuerdo a la voluntad y consistencia con que se tomen.
Superar dos golpes de Estado estrenándose en una presidencia no es cualquier cosa. Aunque Maduro cuenta con un chavismo consolidado y que ha «madurado» políticamente, toda la consistencia del chavismo sería un castillo de naipes si él no hubiese actuado con la inteligencia y consistencia política con la que ha actuado en estos tiempos difíciles. En el marco de la coyuntura, consolidó su liderazgo.
La orientación medular del Gobierno también se basa en la orientación de la política social. En el fortalecimiento del Sistema de Misiones Sociales se erige la estructura del proyecto chavista igualitario y de inclusión. Perder eso de vista sería una catástrofe política y para la Revolución como proceso histórico. Maduro lo entendió así.
Contra las tesis (incluso venidas del mismo chavismo) como la de contener «el gasto social», Maduro más bien ha profundizado los ejes de atención prioritaria en materia social, ahora con una estrategia más focalizada de atención directa a los nodos de pobreza extrema, que son estructurales, y que han estado ahí durante más de 100 años de renta petrolera. Maduro asumió la deuda social que Chávez había comenzado a pagar.
Analizar la presidencia de Maduro como proceso político en desarrollo implica el reconocimiento de las circunstancias adversas propias del país, así como de las deficiencias estructurales, sostenidas, del mismo Gobierno. Esperar que Maduro elimine a corruptos y burócratas de un plumazo, además de imposible es absurdo. Esperar que Maduro no cometa desaciertos también lo es. Pero hay que dar lectura a lo sustantivo de lo que sucede. Hay elementos en curso que son de alto valor y significado, y quizá por miopía política nuestra no estamos analizando y discutiendo en profundidad.
Quienes asumimos con responsabilidad que la Revolución Bolivariana es un proceso colectivo, y que sin dejar de ser críticos y conscientes mantenemos la postura firme de que la cohesión revolucionaria debe ser inquebrantable, entendemos también que la presidencia de Maduro y la conducción política de la revolución merecen nuestro concurso, nuestro trabajo, nuestros aportes.
Los lenguajes derrotistas, fatalistas y desmovilizadores en poco contribuyen a nuestra tarea histórica. Sobre Maduro, muchos creemos que debe seguir superando sus contradicciones, reorientando siempre sus decisiones y equipos de trabajo, haciendo énfasis en dar lectura clara a lo que sucede para asumir las coyunturas y nudos críticos en la conducción del país, pero satisfechos estamos en que la orientación está clara.
Hay una frase del Comandante Fidel Castro que resume todas estas acciones importantes de Maduro en el Gobierno: «Maduro ha demostrado el talento, integridad y energía que el gran líder supuso en él». Fidel no anda jugando carrito. Por algo lo dice, y muchos estamos convencidos de que tiene razón.
Por otro lado, son sabidas las circunstancias de particulares ataques a la economía y desestabilización del país, guarimbas, amenazas de sanciones y constantes ataques internacionales. Maduro ha recibido hasta absurdos ataques internos en sectores sectarios del chavismo (los mismos cuatro gatos opinólogos y oráculos que tanto atacaban a Chávez) que han contribuido mucho al guión de la ultraderecha de debilitar la figura de Maduro y destruir al chavismo desde sus entrañas. Las circunstancias para Maduro son complejas, como lo serían para cualquiera que asumiera desde el chavismo la conducción de la Revolución, dada la partida física de Chávez.
Sin lugar a dudas la antología de esta reciente pero agitadísima presidencia de Maduro se basa en la construcción de un liderazgo con características propias: atributos propios, estilos propios, errores propios, incongruencias propias, en un contexto de circunstancias estructurales y de otras nuevas. Pero hay algo que no debemos eludir de lo que sí ha hecho Maduro: su énfasis en mantener una línea política de identidad con la labor de Chávez, esto pese a las contradicciones, pues hasta el mismo Chávez las tuvo. El saldo sociopolítico de la gestión de Maduro se aprecia básicamente en elementos sensibles que se componen de temas que Chávez no abordó o que abordó con poca consistencia, en corregir errores de Chávez, en profundizar lo que hizo Chávez o en continuar lo que deja inconcluso Chávez. Esos elementos destacados a saber son:
Hay una frase del Comandante Fidel Castro que resume todas estas acciones importantes de Maduro en el Gobierno: «Maduro ha demostrado el talento, integridad y energía que el gran líder supuso en él»
En 30 años de control cambiario intermitente, con un sistema de adjudicación de dólares captados por la renta petrolera y otorgados a precio subsidiado a los privados, nunca, léase bien, nunca, ni siquiera en los 15 años de Chávez, hubo un proceso de remisión masiva a la Fiscalía General de la República de casos y denuncias de fraude de divisas y a la nación.
La corruptela más grande del país, que se mantuvo intocable, es ahora el epicentro de centenas de casos remitidos a la justicia por parte del Cencoex, por fraudes milmillonarios cometidos por empresas y funcionarios corruptos. El desangre de Cadivi es el preámbulo del primer y único proceso judicial masivo de fraude corporativo en 100 años de renta petrolera en Venezuela. Es un proceso que nadie había hecho. Sólo Maduro lo está haciendo.
Durante la Cuarta República, los únicos presos que anduvieron metidos en política fueron de la izquierda, eso incluye al mismo Chávez. Eran tiempos en los que sí había presos políticos. Durante la era de Chávez como Presidente, la dirigencia golpista de la Coordinadora Democrática y luego la MUD se encargaron de practicar impunemente el fascismo, los golpes, sabotajes petroleros y desestabilización. En todo ese tiempo nunca hubo un político preso, de talla notable, por crímenes que cometían abiertamente.
Al asumir Maduro la presidencia, Leopoldo López asume como su contraparte más notable, alcanzando incluso más liderazgo que Capriles entre los opositores. López comenzó a usar su enorme licencia política como licencia para matar de manera abierta e impune. Desafió a Maduro a que lo encarcelara. Y ahora está preso. Preguntémonos cuántos políticos opositores, golpistas y asesinos de la talla de Leopoldo Lopez fueron encarcelados en la era Chávez.
¿Cuántos? Podríamos hablar de que las circunstancias no eran las mismas, pero obvio es que las circunstancias alrededor de Maduro tampoco son nada fáciles. Otra pregunta que debemos hacernos: ¿Es débil Nicolás Maduro, o está siendo subestimado por la derecha y parte del mismo chavismo?
Cualquier miembro del movimiento comunero del país sabe, y puede testificar, que ha habido un cambio radical en la voluntad política del Gobierno para apalancar y acelerar (sin que se conviertan en decreto del Gobierno) la consolidación de las Comunas. El avance en sólo este último año ha sido vertiginoso. Las comunas, deuda política del mismo Chávez y parte de su idea fundamental para la transformación revolucionaria, se encontraban en letargo, ahogadas en burocracias y diferidas como proceso histórico. Maduro ha asumido la tarea y la situación está cambiando.
Maduro ha propuesto la transformación del Gobierno, de la gestión, de los mecanismos de atención a las demandas poblacionales. La solicitud de los cargos de todo el Gabinete no es parte de una coyuntura, es parte de un proceso sostenido y perenne que Maduro ha propuesto como fórmula para revitalizar al Gobierno, para transformarlo en instancias de eficacia política. Revisar metas, estrategias, metodologías de la gestión y hasta los perfiles de funcionarios era una tarea pendiente.
El viejo Estado ha sido un contrapeso enorme en lo político a la Revolución, y para transformarlo primero hay que demolerlo por partes, hay que tocar intereses, grupos, sectas, cónclaves, capataces y padrinazgos dentro del mismo Gobierno. Algunos podrían pensar que de ahí surgirán pugnas, conflictos de intereses y hasta la fragmentación de la dirigencia. En todo caso hay que tener cojones para asumir con seriedad esta demanda política, la de no seguir conviviendo con burocratismos y corruptelas. La solución a tales vicios estructurales es sistémica, sólo es posible con un cambio medular en la consciencia de los cuadros de dirección, pero hay reformas por hacer en el Gobierno. Maduro las está asumiendo.
Crear equilibrios económicos implicaba la regulación rigurosa del proceso de asignación de divisas para evitar el desangre, algo delicadísimo que era «intocable» porque eso tiene efectos directos en las importaciones-abastecimiento. Ese chantaje había sido el preámbulo de la desregulación y la corrupción. Ya no es así. Los equilibrios económicos consisten también en asumir el tema de la gasolina, otro supuesto «intocable», por aquello de la amenaza de un estallido social. Maduro convoca al debate sobre este tema y es seguro que la medida será tomada. Si la cuestión es darle sostenibilidad a Pdvsa para que pueda equilibrar sus recursos dado el altísimo costo del subsidio de la gasolina, se hará, y para eso se necesita liderazgo y voluntad política. Maduro no parece tener el estilo de «correr la arruga». Algunos lo acusan de «pragmático». Otros creemos que las decisiones son más o menos importantes de acuerdo a la voluntad y consistencia con que se tomen.
Superar dos golpes de Estado estrenándose en una presidencia no es cualquier cosa. Aunque Maduro cuenta con un chavismo consolidado y que ha «madurado» políticamente, toda la consistencia del chavismo sería un castillo de naipes si él no hubiese actuado con la inteligencia y consistencia política con la que ha actuado en estos tiempos difíciles. En el marco de la coyuntura, consolidó su liderazgo.
La orientación medular del Gobierno también se basa en la orientación de la política social. En el fortalecimiento del Sistema de Misiones Sociales se erige la estructura del proyecto chavista igualitario y de inclusión. Perder eso de vista sería una catástrofe política y para la Revolución como proceso histórico. Maduro lo entendió así.
Contra las tesis (incluso venidas del mismo chavismo) como la de contener «el gasto social», Maduro más bien ha profundizado los ejes de atención prioritaria en materia social, ahora con una estrategia más focalizada de atención directa a los nodos de pobreza extrema, que son estructurales, y que han estado ahí durante más de 100 años de renta petrolera. Maduro asumió la deuda social que Chávez había comenzado a pagar.
Analizar la presidencia de Maduro como proceso político en desarrollo implica el reconocimiento de las circunstancias adversas propias del país, así como de las deficiencias estructurales, sostenidas, del mismo Gobierno. Esperar que Maduro elimine a corruptos y burócratas de un plumazo, además de imposible es absurdo. Esperar que Maduro no cometa desaciertos también lo es. Pero hay que dar lectura a lo sustantivo de lo que sucede. Hay elementos en curso que son de alto valor y significado, y quizá por miopía política nuestra no estamos analizando y discutiendo en profundidad.
Quienes asumimos con responsabilidad que la Revolución Bolivariana es un proceso colectivo, y que sin dejar de ser críticos y conscientes mantenemos la postura firme de que la cohesión revolucionaria debe ser inquebrantable, entendemos también que la presidencia de Maduro y la conducción política de la revolución merecen nuestro concurso, nuestro trabajo, nuestros aportes.
Los lenguajes derrotistas, fatalistas y desmovilizadores en poco contribuyen a nuestra tarea histórica. Sobre Maduro, muchos creemos que debe seguir superando sus contradicciones, reorientando siempre sus decisiones y equipos de trabajo, haciendo énfasis en dar lectura clara a lo que sucede para asumir las coyunturas y nudos críticos en la conducción del país, pero satisfechos estamos en que la orientación está clara.
Hay una frase del Comandante Fidel Castro que resume todas estas acciones importantes de Maduro en el Gobierno: «Maduro ha demostrado el talento, integridad y energía que el gran líder supuso en él». Fidel no anda jugando carrito. Por algo lo dice, y muchos estamos convencidos de que tiene razón.