La ambulancia de Sergio Massa, que recoge a los heridos de otros partidos para sumarlos al Frente Renovador, no cesa su marcha.
De izquierdas, de derechas, populistas, republicanos, mediáticos, universitarios, con prontuario, impolutos. Un cambalache donde «no hay aplazaos ni escalafón».
La última incorporación fue la de Walter Martello y otros cincuenta referentes de la Coalición Cívica que venían acusando falta de diálogo interno en el partido de Elisa Carrió.
Massa lo podrá computar como un doble éxito. Por un lado, suma dirigentes de la provincia de Buenos Aires, la madre de todas las batallas, donde sufraga el 37% del padrón nacional. Por otro, neutraliza las críticas de un sector político que lo venía acechando.
«Dentro del espacio de Massa conviven Mario Meoni, Sergio Villordo, Luis Barrionuevo, Aldo Rico, Adrián Pérez. Conducir ese espacio resulta casi inviable hasta para el más ducho de la política argentina; ni Perón estaría en condiciones de conducir lo que hoy armó Massa», atacó Martello en 2013, cuando ni imaginaba que su nombre sería parte de esa ensalada.
Martello investigó durante años el negocio del juego en el distrito bonaerense. En su libro No va más figuran historias sobre los vínculos de la política con empresarios del rubro, como Cristóbal López y Daniel Angelici, entre otros. Si bien el ex lilito nunca ligó directamente a Massa con el casino de Tigre, cuya concesión depende del Estado provincial, sí lo vinculó a un tema aún más sensible como el narcotráfico.
«El Departamento Judicial de San Isidro, que incluye a Tigre, es la región de la provincia donde se registra la incidencia más importante de los delitos relacionados con la violación de la Ley de Estupefacientes», expresó en un comunicado donde tildó de Barón del Conurbano al líder del Frente Renovador, un mote que los jefes comunales se ganaron en el distrito por sus prácticas non sanctas.
La ambulancia massista también anduvo por el sur y subió a la camilla a Alberto Weretilneck, acaso el herido de mayor peso específico de toda la recorrida. El gobernador de Río Negro mantiene una feroz interna con Miguel Ángel Pichetto, quien le había vaciado su gabinete y se oponía al acuerdo que la provincia cerró con la petrolera brasileña Petrobras.
Weretilneck encuentra en Massa un atajo frente a la presión de la Nación por su resistencia a la Ley de Hidrocarburos, y Massa encuentra en Weretilneck el primer mandatario en bancar su candidatura presidencial.
El salto convulsionó las aguas provinciales. El Frente Grande, el partido en el que milita el gobernador, adscribe al kirchnerismo. Por eso sus autoridades debieron aclarar que las palabras aduladoras del afiliado provincial más emblemático –había dicho que «Massa es la persona que el país necesita»– fueron a título personal y no comprometían al resto.
Weretilneck siempre se presentó como un dirigente de centroizquierda, aunque las circunstancias le hacían compartir un espacio con Pichetto, un transversal del PJ con escalas en el menemismo, el duhaldismo y el kirchnerismo.
Las vueltas de la vida: el mandatario históricamente cuestionó al senador por su vieja militancia liberal en los ’90 y hoy aterriza en el massismo en simultáneo con Eduardo Menem, otro referente incontrastable de esa década.
El riojano tiene ansias de gobernador y ya anunció que en su provincia natal se presentará bajo el sello del Frente Renovador. ¿Sorprende? Poco y nada si se tiene en cuenta que Massa se formó en la Ucedé, el partido de Álvaro Alsogaray que no sólo se alió sino que además conformó el núcleo duro del menemismo.
La laxitud del espacio también permitió la incorporación de Florencia Arietto, la abogada penalista que enfrentó a la violencia en el fútbol como jefa de Seguridad de Independiente.
Arietto fue convocada por Diego Kravetz, armador del Frente Renovador porteño, pese a que en todos estos años no había sido contemplativa con Massa. Su rasgo es la inclemencia. Incluso por estos días mantiene la catilinaria contra Hugo Moyano por su ascendencia sobre los barras del Rojo. «Debería estar en el banquillo de los acusados», atizó.
A Massa no le cayó simpática semejante afrenta, ya que augura un cierre con el líder de la CGT, pero son los riesgos que corre. Otro Moyano, Facundo, quien ya está jugando abiertamente con el diputado, salió indemne. «Este hijo no tiene nada que ver con el padre. Otra cosa es Pablo», redondeó Arietto, extendiéndole un salvoconducto a uno de los herederos del camionero y haciéndole la cruz al otro.
Como si se tratara de dos caras de una misma moneda, la abogada anti-violencia convivirá en un espacio con un intendente, como Raúl Othacehé, de Merlo, denunciado ante la justica por aprietes, amenazas y torturas.
Del mismo modo, Adrián Pérez, adalid de la lucha contra la corrupción, podría codearse con Luis Barrionuevo, el dirigente gastronómico que nos enseñó que «nadie hace plata trabajando».
¿Compartirán un acto Weretilneck y Menem, agua y aceite en los ’90 en materia política, económica y social? ¿Lo harán Aldo Rico y Mario Meoni, o sea, el cabecilla de los levantamientos carapintada contra Raúl Alfonsín y el funcionario de aquel gobierno radical acechado por los militares sublevados? Ejemplos de posturas encontradas, confrontativas o antagónicas sobran, aunque hay que ser justos: no es una característica privativa del massismo.
A esta altura, al líder de Frente Renovador lo único que le preocupa es reunir masa crítica para llegar fortalecido a 2015. La manera, y con quiénes, en este siglo XX, cambalache, problemático y febril, son para él un mero detalle.
De izquierdas, de derechas, populistas, republicanos, mediáticos, universitarios, con prontuario, impolutos. Un cambalache donde «no hay aplazaos ni escalafón».
La última incorporación fue la de Walter Martello y otros cincuenta referentes de la Coalición Cívica que venían acusando falta de diálogo interno en el partido de Elisa Carrió.
Massa lo podrá computar como un doble éxito. Por un lado, suma dirigentes de la provincia de Buenos Aires, la madre de todas las batallas, donde sufraga el 37% del padrón nacional. Por otro, neutraliza las críticas de un sector político que lo venía acechando.
«Dentro del espacio de Massa conviven Mario Meoni, Sergio Villordo, Luis Barrionuevo, Aldo Rico, Adrián Pérez. Conducir ese espacio resulta casi inviable hasta para el más ducho de la política argentina; ni Perón estaría en condiciones de conducir lo que hoy armó Massa», atacó Martello en 2013, cuando ni imaginaba que su nombre sería parte de esa ensalada.
Martello investigó durante años el negocio del juego en el distrito bonaerense. En su libro No va más figuran historias sobre los vínculos de la política con empresarios del rubro, como Cristóbal López y Daniel Angelici, entre otros. Si bien el ex lilito nunca ligó directamente a Massa con el casino de Tigre, cuya concesión depende del Estado provincial, sí lo vinculó a un tema aún más sensible como el narcotráfico.
«El Departamento Judicial de San Isidro, que incluye a Tigre, es la región de la provincia donde se registra la incidencia más importante de los delitos relacionados con la violación de la Ley de Estupefacientes», expresó en un comunicado donde tildó de Barón del Conurbano al líder del Frente Renovador, un mote que los jefes comunales se ganaron en el distrito por sus prácticas non sanctas.
La ambulancia massista también anduvo por el sur y subió a la camilla a Alberto Weretilneck, acaso el herido de mayor peso específico de toda la recorrida. El gobernador de Río Negro mantiene una feroz interna con Miguel Ángel Pichetto, quien le había vaciado su gabinete y se oponía al acuerdo que la provincia cerró con la petrolera brasileña Petrobras.
Weretilneck encuentra en Massa un atajo frente a la presión de la Nación por su resistencia a la Ley de Hidrocarburos, y Massa encuentra en Weretilneck el primer mandatario en bancar su candidatura presidencial.
El salto convulsionó las aguas provinciales. El Frente Grande, el partido en el que milita el gobernador, adscribe al kirchnerismo. Por eso sus autoridades debieron aclarar que las palabras aduladoras del afiliado provincial más emblemático –había dicho que «Massa es la persona que el país necesita»– fueron a título personal y no comprometían al resto.
Weretilneck siempre se presentó como un dirigente de centroizquierda, aunque las circunstancias le hacían compartir un espacio con Pichetto, un transversal del PJ con escalas en el menemismo, el duhaldismo y el kirchnerismo.
Las vueltas de la vida: el mandatario históricamente cuestionó al senador por su vieja militancia liberal en los ’90 y hoy aterriza en el massismo en simultáneo con Eduardo Menem, otro referente incontrastable de esa década.
El riojano tiene ansias de gobernador y ya anunció que en su provincia natal se presentará bajo el sello del Frente Renovador. ¿Sorprende? Poco y nada si se tiene en cuenta que Massa se formó en la Ucedé, el partido de Álvaro Alsogaray que no sólo se alió sino que además conformó el núcleo duro del menemismo.
La laxitud del espacio también permitió la incorporación de Florencia Arietto, la abogada penalista que enfrentó a la violencia en el fútbol como jefa de Seguridad de Independiente.
Arietto fue convocada por Diego Kravetz, armador del Frente Renovador porteño, pese a que en todos estos años no había sido contemplativa con Massa. Su rasgo es la inclemencia. Incluso por estos días mantiene la catilinaria contra Hugo Moyano por su ascendencia sobre los barras del Rojo. «Debería estar en el banquillo de los acusados», atizó.
A Massa no le cayó simpática semejante afrenta, ya que augura un cierre con el líder de la CGT, pero son los riesgos que corre. Otro Moyano, Facundo, quien ya está jugando abiertamente con el diputado, salió indemne. «Este hijo no tiene nada que ver con el padre. Otra cosa es Pablo», redondeó Arietto, extendiéndole un salvoconducto a uno de los herederos del camionero y haciéndole la cruz al otro.
Como si se tratara de dos caras de una misma moneda, la abogada anti-violencia convivirá en un espacio con un intendente, como Raúl Othacehé, de Merlo, denunciado ante la justica por aprietes, amenazas y torturas.
Del mismo modo, Adrián Pérez, adalid de la lucha contra la corrupción, podría codearse con Luis Barrionuevo, el dirigente gastronómico que nos enseñó que «nadie hace plata trabajando».
¿Compartirán un acto Weretilneck y Menem, agua y aceite en los ’90 en materia política, económica y social? ¿Lo harán Aldo Rico y Mario Meoni, o sea, el cabecilla de los levantamientos carapintada contra Raúl Alfonsín y el funcionario de aquel gobierno radical acechado por los militares sublevados? Ejemplos de posturas encontradas, confrontativas o antagónicas sobran, aunque hay que ser justos: no es una característica privativa del massismo.
A esta altura, al líder de Frente Renovador lo único que le preocupa es reunir masa crítica para llegar fortalecido a 2015. La manera, y con quiénes, en este siglo XX, cambalache, problemático y febril, son para él un mero detalle.