Marcelo Birmajer
En un reciente discurso desde el balcón de la Casa Rosada, con motivo de anunciar que aplicaría la ley antiterrorista a la empresa Donnelley por haberse declarado en quiebra, la presidenta advirtió a los medios de comunicación que no la corrieran por izquierda: “a mi izquierda está la pared”, dijo.
Tomando en cuenta el desbarajuste en la negociación con los holdouts, y la elección y el posterior rechazo de los tribunales neoyorquinos como sede judicial para resolver los desatinos argentinos, cabría preguntarse si lo que identifica a esta definición de izquierda es su ánimo distributivo o meramente su talante belicoso.
Por lo pronto, la parte redistributiva parece sepultada bajo la incertidumbre y el griterío. ¿Continúan definiendo algo, hoy día, las categorías de izquierda y derecha?
¿O acaso se está utilizando un paradigma anquilosado para simplemente robar sin que se note y ejercer el poder de modo autoritario con la conciencia tranquila?
Desde la revolución rusa en 1917 hasta la caída del imperio soviético a comienzos de los 90, cuando se les achacaba la inexistencia de libertades públicas detrás del Telón de Hierro, los propagandistas comunistas aducían que esa ausencia de libertad era sólo una percepción capitalista del modo de vida comunista y no una realidad; o bien que esa falta de libertades, soportable, era el precio a pagar por una mayor igualdad económica.
Los defensores de la dictadura castrista, cuando se encerraba a los homosexuales en campos de “reeducación”, repetían los argumentos que sus ancestros stalinistas habían acuñado apenas décadas atrás. En fecha tan temprana como 1950, escritores de fama y prestigio como el comunista Arthur Koestler, o el italiano Ignazio Silone, autor de “Pan y vino” y militante socialista vitalicio, revelaban que en la URSS y sus satélites la represión no sólo atenazaba cada espacio de la vida cotidiana, sino que privaba a los obreros de los derechos con los que al menos contaban en las democracias capitalistas.
¿ La izquierda es Corea del Norte, régimen espantoso e inescrutable? ¿Y la derecha sería Corea del Sur? El pasado viernes 8 de agosto, Clarín reseñaba el bombardeo norteamericano sobre zonas de Irak y Siria, y describía refiriéndose a los efectivos del grupo Califato Islámico: “Allí esta banda islamofascista encontró escasa resistencia debido a la descomposición del gobierno de Bagdad”. ¿La izquierda es el Califato que ya expulsó a más de 150 mil cristianos, mató a otros tantos y convirtió por la fuerza al resto; y la derecha sería Estados Unidos que los combate?
El final de la Guerra Fría derivó imperceptiblemente en un nuevo conflicto, no menos global, al que el politólogo Robert Kagan definió, en su breve ensayo de 2008 The return of History and the end of dreams, como la lucha entre la democracia y los sistemas autoritarios.
Contamos en la Argentina con devotos de Irán y Venezuela; ¿la izquierda son los acólitos de Maduro, que sólo ha distribuido el desabastecimiento; y la derecha sería Binner, que manifestó su apoyo a Capriles?
En 1938 León Trotsky, el líder de lo que se intuía como una izquierda civilizada, en contraste con el salvajismo stalinista, respondía así a unas preguntas del brasilero Mateo Fossa: Fossa: ¿Qué me puede decir sobre la lucha de liberación de los pueblos latinoamericanos y sus futuros problemas? ¿Cuál es su opinión sobre el aprismo?
Trotsky: No conozco suficientemente la situación de cada uno de los países latinoamericanos como para permitirme una respuesta concreta a las cuestiones que usted plantea. De todos modos, me parece claro que las tareas internas de estos países no se pueden resolver sin una lucha revolucionaria simultánea contra el imperialismo. Los agentes de Estados Unidos, Inglaterra, Francia (Lewis, Jouhaux, Toledano, los stalinistas) tratan de sustituir la lucha contra el imperialismo por la lucha contra el fascismo. En el último congreso contra la guerra y el fascismo fuimos testigos de sus criminales esfuerzos en este sentido. En los países latinoamericanos los agentes del imperialismo ‘democrático’ son especialmente peligrosos, pues tienen más posibilidades de engañar a las masas que los agentes descubiertos de los bandidos fascistas. Tomemos el ejemplo más simple y obvio. En Brasil reina actualmente un régimen semifascista al que cualquier revolucionario sólo puede considerar con odio. Supongamos, empero, que el día de mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con Brasil. ¿De qué lado se ubicará la clase obrera en este conflicto? En este caso, yo personalmente estaría junto al Brasil ‘fascista’ contra la ‘democrática’ Gran Bretaña. Realmente, hay que ser muy cabeza hueca para reducir los antagonismos y conflictos militares mundiales a la lucha entre fascismo y democracia.
Precisamente el conflicto que Trotsky negaba, era el que definía la suerte del mundo, como descubriría la humanidad apenas cinco años “mucho” más tarde, ya con medio centenar de millones de muertos. ¿La izquierda era el Trotsky que se declaraba neutral respecto del nazismo, o el Churchill que lo enfrentó incluso desde el llano, durante años en completa soledad?
Abandonar el paradigma de izquierda y derecha es doloroso, porque nos deja a la intemperie. Pero mantenerlo sin sentido no mitigará el dolor, lo infectará.
Quizás tememos que una vez abandonada la falsa dicotomía entre izquierda y derecha la vida sea menos apasionante, como citaba Isaiah Berlin en su ensayo sobre la utopía: “ Nada prueba que, cuando encontremos la verdad, esta vaya a ser interesante”.
Gramsci proponía la crisis como un momento en que muere lo viejo pero no nace lo nuevo. Para los chinos pre y post maoístas, en cambio, crisis era definición de oportunidad. También Gramsci sugería analizar la realidad con el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. El pesimismo de la inteligencia para aceptar que las categorías de izquierda y derecha ya no sirven para nada; el optimismo de la voluntad para no caer en el nihilismo y enfrentar con osadía el misterio, en busca de igualdad de oportunidades y honestidad para todos.
En un reciente discurso desde el balcón de la Casa Rosada, con motivo de anunciar que aplicaría la ley antiterrorista a la empresa Donnelley por haberse declarado en quiebra, la presidenta advirtió a los medios de comunicación que no la corrieran por izquierda: “a mi izquierda está la pared”, dijo.
Tomando en cuenta el desbarajuste en la negociación con los holdouts, y la elección y el posterior rechazo de los tribunales neoyorquinos como sede judicial para resolver los desatinos argentinos, cabría preguntarse si lo que identifica a esta definición de izquierda es su ánimo distributivo o meramente su talante belicoso.
Por lo pronto, la parte redistributiva parece sepultada bajo la incertidumbre y el griterío. ¿Continúan definiendo algo, hoy día, las categorías de izquierda y derecha?
¿O acaso se está utilizando un paradigma anquilosado para simplemente robar sin que se note y ejercer el poder de modo autoritario con la conciencia tranquila?
Desde la revolución rusa en 1917 hasta la caída del imperio soviético a comienzos de los 90, cuando se les achacaba la inexistencia de libertades públicas detrás del Telón de Hierro, los propagandistas comunistas aducían que esa ausencia de libertad era sólo una percepción capitalista del modo de vida comunista y no una realidad; o bien que esa falta de libertades, soportable, era el precio a pagar por una mayor igualdad económica.
Los defensores de la dictadura castrista, cuando se encerraba a los homosexuales en campos de “reeducación”, repetían los argumentos que sus ancestros stalinistas habían acuñado apenas décadas atrás. En fecha tan temprana como 1950, escritores de fama y prestigio como el comunista Arthur Koestler, o el italiano Ignazio Silone, autor de “Pan y vino” y militante socialista vitalicio, revelaban que en la URSS y sus satélites la represión no sólo atenazaba cada espacio de la vida cotidiana, sino que privaba a los obreros de los derechos con los que al menos contaban en las democracias capitalistas.
¿ La izquierda es Corea del Norte, régimen espantoso e inescrutable? ¿Y la derecha sería Corea del Sur? El pasado viernes 8 de agosto, Clarín reseñaba el bombardeo norteamericano sobre zonas de Irak y Siria, y describía refiriéndose a los efectivos del grupo Califato Islámico: “Allí esta banda islamofascista encontró escasa resistencia debido a la descomposición del gobierno de Bagdad”. ¿La izquierda es el Califato que ya expulsó a más de 150 mil cristianos, mató a otros tantos y convirtió por la fuerza al resto; y la derecha sería Estados Unidos que los combate?
El final de la Guerra Fría derivó imperceptiblemente en un nuevo conflicto, no menos global, al que el politólogo Robert Kagan definió, en su breve ensayo de 2008 The return of History and the end of dreams, como la lucha entre la democracia y los sistemas autoritarios.
Contamos en la Argentina con devotos de Irán y Venezuela; ¿la izquierda son los acólitos de Maduro, que sólo ha distribuido el desabastecimiento; y la derecha sería Binner, que manifestó su apoyo a Capriles?
En 1938 León Trotsky, el líder de lo que se intuía como una izquierda civilizada, en contraste con el salvajismo stalinista, respondía así a unas preguntas del brasilero Mateo Fossa: Fossa: ¿Qué me puede decir sobre la lucha de liberación de los pueblos latinoamericanos y sus futuros problemas? ¿Cuál es su opinión sobre el aprismo?
Trotsky: No conozco suficientemente la situación de cada uno de los países latinoamericanos como para permitirme una respuesta concreta a las cuestiones que usted plantea. De todos modos, me parece claro que las tareas internas de estos países no se pueden resolver sin una lucha revolucionaria simultánea contra el imperialismo. Los agentes de Estados Unidos, Inglaterra, Francia (Lewis, Jouhaux, Toledano, los stalinistas) tratan de sustituir la lucha contra el imperialismo por la lucha contra el fascismo. En el último congreso contra la guerra y el fascismo fuimos testigos de sus criminales esfuerzos en este sentido. En los países latinoamericanos los agentes del imperialismo ‘democrático’ son especialmente peligrosos, pues tienen más posibilidades de engañar a las masas que los agentes descubiertos de los bandidos fascistas. Tomemos el ejemplo más simple y obvio. En Brasil reina actualmente un régimen semifascista al que cualquier revolucionario sólo puede considerar con odio. Supongamos, empero, que el día de mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con Brasil. ¿De qué lado se ubicará la clase obrera en este conflicto? En este caso, yo personalmente estaría junto al Brasil ‘fascista’ contra la ‘democrática’ Gran Bretaña. Realmente, hay que ser muy cabeza hueca para reducir los antagonismos y conflictos militares mundiales a la lucha entre fascismo y democracia.
Precisamente el conflicto que Trotsky negaba, era el que definía la suerte del mundo, como descubriría la humanidad apenas cinco años “mucho” más tarde, ya con medio centenar de millones de muertos. ¿La izquierda era el Trotsky que se declaraba neutral respecto del nazismo, o el Churchill que lo enfrentó incluso desde el llano, durante años en completa soledad?
Abandonar el paradigma de izquierda y derecha es doloroso, porque nos deja a la intemperie. Pero mantenerlo sin sentido no mitigará el dolor, lo infectará.
Quizás tememos que una vez abandonada la falsa dicotomía entre izquierda y derecha la vida sea menos apasionante, como citaba Isaiah Berlin en su ensayo sobre la utopía: “ Nada prueba que, cuando encontremos la verdad, esta vaya a ser interesante”.
Gramsci proponía la crisis como un momento en que muere lo viejo pero no nace lo nuevo. Para los chinos pre y post maoístas, en cambio, crisis era definición de oportunidad. También Gramsci sugería analizar la realidad con el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. El pesimismo de la inteligencia para aceptar que las categorías de izquierda y derecha ya no sirven para nada; el optimismo de la voluntad para no caer en el nihilismo y enfrentar con osadía el misterio, en busca de igualdad de oportunidades y honestidad para todos.
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