La crisis en Francia ha roto la unidad del Gobierno de Manuel Valls, que presentó hoy la dimisión de su gabinete y formará mañana un nuevo equipo, sin díscolos y «en coherencia con las orientaciones económicas» que él mismo y François Hollande han definido para el país. La catarsis política la ha provocado el responsable de Economía, Arnaud Montebourg, quien durante el fin de semana ha criticado la política económica del presidente y el primer ministro.
Hollande recibió esta mañana al primer ministro, quien le presentó la dimisión de su gobierno, formado hace cinco meses, tras la histórica derrota de los socialistas en las elecciones municipales del pasado marzo.
El primer ministro está recibiendo esta mañana uno por uno a todos los miembros de su gabinete recién dimitido, de cara a diseñar el nuevo equipo ejecutivo que será presentado mañana. Para los analistas políticos, Valls no tenía otra salida, pues no podía mantener a un ministro de Economía que critica las medidas que su propio Gobierno ha aprobado y que se opone de manera tan abierta a la política diseñada por el jefe de Estado.
La ministra de Cultura, Aurélie Filippetti, ya ha expresado a Valls y Hollande su deseo de no formar parte del nuevo equipo. Prefiere, ha asegurado, «ser fiel a sus ideas» que seguir en el Gobierno. «Tengo un deber de solidaridad, pero también de responsabilidad frente a los que nos han hecho lo que somos. Elijo por mi parte la lealtad a mis ideas», ha escrito en una misiva dirigida al primer ministro y el presidente.
Poco antes, Montebourg había señalado en la emisora Europe 1 que no se planteaba dimitir. «No me parece que se deje de ser ministro por la simple razón de aportar proposiciones a un debate justificado», dijo Montebourg, quien aseguró que no consideraba haber faltado a la «solidaridad gubernamental».
Hace semanas que varios dirigentes socialistas piden un cambio de rumbo en la política con la que el presidente trata de hacer frente a la crisis, una rebelión a la se han sumado en los últimos días varios ministros, que creen que París debería abandonar las medidas de austeridad y apostar más por el crecimiento.
El díscolo que abrió la caja de Pandora fue Montebourg, titular de Economía, quien pidió ayer a Hollande y Valls «una inflexión mayor» en la política económica. «Ante la gravedad de la situación, me veo en el deber de proponer soluciones alternativas», dijo. Días antes ya había advertido que la prioridad ahora «debe ser salir de la crisis y dejar pasar a un segundo plano la reducción dogmática del déficit, que sólo nos conduce a la austeridad y al paro».
Sus palabras fueron apoyadas por el titular de Educación, Benoît Hamon, que criticó la política de austeridad de Francia y aseguró que hay que relanzar el consumo. «Es la condición para que la política de la oferta que se lleva haciendo desde hace dos años tenga éxito. No podemos venderles nada a los franceses si no tienen ingresos suficientes», apuntaba ayer al diario Le Parisien.
Rechazan modificar la hoja de ruta
Tanto François Hollande como Manuel Valls han venido reiterando que no van a modificar su hoja de ruta prevista, que pasa por estimular el crecimiento pero también por seguir recortando gastos para reducir el déficit. Para Hollande, cambiar de política ahora «haría incoherente» la gestión del Gobierno. Tajante también, para el primer ministro, esta posibilidad «está fuera de cuestión».
Sin embargo, con el crecimiento estancado y el paro en ascenso, la corriente anti austeridad dentro del Ejecutivo no ha cesado de ganar adeptos. La semana pasada la ex ministra de Vivienda, Cécile Douflot, criticaba abiertamente en un libro la política económica de Hollande, que «nunca debió ser presidente de nadie». «François Hollande contra la deuda es peor que Sísifo con la piedra», ironizaba.
Para Montebourg «la reducción del déficit es una aberración económica que agrava el paro, un absurdo financiero porque hace imposible la recuperación de las cuentas públicas, una política siniestra porque lanza a los europeos a los brazos de los partidos extremistas». El ministro de Economía cree que el presidente debería «elevar el tono» con Angela Merkel, propulsora de las medidas de austeridad. Para Hamon, la canciller «ya no puede ser la que decida la orientación europea, pues Alemania sólo vela por sus intereses personales».
La sinceridad del titular de Economía ha desatado la crisis gubernamental. Ya ayer el entorno de Manuel Valls confesaba que Montebourg «ha pasado una línea roja» y que el primer ministro «está decidido a actuar» al respecto. «Un ministro de Economía no puede expresarse así sobre la línea económica del Gobierno y sobre un socio europeo como Alemania».
Roto el Gobierno francés, los pilares del poder en Francia se tambalean. La situación del presidente de la República es más delicada que nunca. Este es el segundo cambio de Gobierno en menos de un año y en la Asamblea cada vez más socialistas se oponen a su política de austeridad.
Hollande, el presidente más impopular de la V República, no cuenta con el respaldo de la población (el 80% de los franceses no confía en sus medidas para sacar al país de la crisis, según la última encuesta de Ifop) y la oposición pide la disolución de la Asamblea y nuevas elecciones.
Hollande recibió esta mañana al primer ministro, quien le presentó la dimisión de su gobierno, formado hace cinco meses, tras la histórica derrota de los socialistas en las elecciones municipales del pasado marzo.
El primer ministro está recibiendo esta mañana uno por uno a todos los miembros de su gabinete recién dimitido, de cara a diseñar el nuevo equipo ejecutivo que será presentado mañana. Para los analistas políticos, Valls no tenía otra salida, pues no podía mantener a un ministro de Economía que critica las medidas que su propio Gobierno ha aprobado y que se opone de manera tan abierta a la política diseñada por el jefe de Estado.
La ministra de Cultura, Aurélie Filippetti, ya ha expresado a Valls y Hollande su deseo de no formar parte del nuevo equipo. Prefiere, ha asegurado, «ser fiel a sus ideas» que seguir en el Gobierno. «Tengo un deber de solidaridad, pero también de responsabilidad frente a los que nos han hecho lo que somos. Elijo por mi parte la lealtad a mis ideas», ha escrito en una misiva dirigida al primer ministro y el presidente.
Poco antes, Montebourg había señalado en la emisora Europe 1 que no se planteaba dimitir. «No me parece que se deje de ser ministro por la simple razón de aportar proposiciones a un debate justificado», dijo Montebourg, quien aseguró que no consideraba haber faltado a la «solidaridad gubernamental».
Hace semanas que varios dirigentes socialistas piden un cambio de rumbo en la política con la que el presidente trata de hacer frente a la crisis, una rebelión a la se han sumado en los últimos días varios ministros, que creen que París debería abandonar las medidas de austeridad y apostar más por el crecimiento.
El díscolo que abrió la caja de Pandora fue Montebourg, titular de Economía, quien pidió ayer a Hollande y Valls «una inflexión mayor» en la política económica. «Ante la gravedad de la situación, me veo en el deber de proponer soluciones alternativas», dijo. Días antes ya había advertido que la prioridad ahora «debe ser salir de la crisis y dejar pasar a un segundo plano la reducción dogmática del déficit, que sólo nos conduce a la austeridad y al paro».
Sus palabras fueron apoyadas por el titular de Educación, Benoît Hamon, que criticó la política de austeridad de Francia y aseguró que hay que relanzar el consumo. «Es la condición para que la política de la oferta que se lleva haciendo desde hace dos años tenga éxito. No podemos venderles nada a los franceses si no tienen ingresos suficientes», apuntaba ayer al diario Le Parisien.
Rechazan modificar la hoja de ruta
Tanto François Hollande como Manuel Valls han venido reiterando que no van a modificar su hoja de ruta prevista, que pasa por estimular el crecimiento pero también por seguir recortando gastos para reducir el déficit. Para Hollande, cambiar de política ahora «haría incoherente» la gestión del Gobierno. Tajante también, para el primer ministro, esta posibilidad «está fuera de cuestión».
Sin embargo, con el crecimiento estancado y el paro en ascenso, la corriente anti austeridad dentro del Ejecutivo no ha cesado de ganar adeptos. La semana pasada la ex ministra de Vivienda, Cécile Douflot, criticaba abiertamente en un libro la política económica de Hollande, que «nunca debió ser presidente de nadie». «François Hollande contra la deuda es peor que Sísifo con la piedra», ironizaba.
Para Montebourg «la reducción del déficit es una aberración económica que agrava el paro, un absurdo financiero porque hace imposible la recuperación de las cuentas públicas, una política siniestra porque lanza a los europeos a los brazos de los partidos extremistas». El ministro de Economía cree que el presidente debería «elevar el tono» con Angela Merkel, propulsora de las medidas de austeridad. Para Hamon, la canciller «ya no puede ser la que decida la orientación europea, pues Alemania sólo vela por sus intereses personales».
La sinceridad del titular de Economía ha desatado la crisis gubernamental. Ya ayer el entorno de Manuel Valls confesaba que Montebourg «ha pasado una línea roja» y que el primer ministro «está decidido a actuar» al respecto. «Un ministro de Economía no puede expresarse así sobre la línea económica del Gobierno y sobre un socio europeo como Alemania».
Roto el Gobierno francés, los pilares del poder en Francia se tambalean. La situación del presidente de la República es más delicada que nunca. Este es el segundo cambio de Gobierno en menos de un año y en la Asamblea cada vez más socialistas se oponen a su política de austeridad.
Hollande, el presidente más impopular de la V República, no cuenta con el respaldo de la población (el 80% de los franceses no confía en sus medidas para sacar al país de la crisis, según la última encuesta de Ifop) y la oposición pide la disolución de la Asamblea y nuevas elecciones.
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