Hay una palabra que define a Marina Silva: autenticidad. Protagonista de una biografía alucinante, honesta, idealista, preparada, con sentido del humor, habla con sencillez acerca de su vida, de sus ideas, de sus sueños. Expresa lo que piensa y no teme decir lo políticamente incorrecto.
Amenazada permanentemente por la muerte, contagia entusiasmo por la vida. Se alfabetizó a los 16 años, pero hace gala de una cultura sofisticada. Militó en el Partido Revolucionario Comunista y el PT, pero tiene puesta la mirada en el futuro, lejos de las consignas de la izquierda anacrónica. Marina vive lo que predica. Lucha por una nueva forma de hacer política, y su mensaje es convincente porque es distinta a los viejos políticos de cualquier edad.
En 2009 dejó el PT para impulsar una utopía, no por ambiciones, ni rencillas personales. No combatió a Lula ni a su gobierno porque es fanática de la lealtad, grata con la vida y con quienes la ayudaron. Algunos le aconsejaron atacarlo para hacerse espacio en la oposición, pero luego de confesar que lloró durante la noche por dejar su partido, dijo en su discurso del 30 de agosto: “Mi generación ayudó a redemocratizar el país porque tuvo gente que mantuvo las utopías, como Chico Méndez, Florestán Fernández, Paulo Freire, Luis Ignácio Lula Da Silva, Fernando Henrique Cardoso, personas que sustentaron nuestros sueños y fueron nuestros referentes. Ahora, a mis 51 años, quiero hacer lo que ellos hicieron por mí, mantener utopías y movilizar con ellas a la gente”.
Terminó leyendo uno de sus poemas: “Del arco que impulsa la flecha/ quiero la fuerza que empuja,/ de la flecha que penetra en el blanco/ quiero la certeza de la mira./ Del blanco al que apunta la mira/ quiero lo que le hace deseable,/ del deseo que busca al blanco/ quiero el amor por la razón./ Sólo así no habrá más armas/ sólo así no haremos guerras,/ y sólo así tendrá sentido/ mi paso por esta tierra./ Soy el arco/ soy la flecha/ soy el todo en pedazos/ soy las partes que se mezclan/ en los propósitos/ y en las voluntades/. Busca lo mejor de mí/ y tendrás lo mejor de mí/ daré lo mejor de mí/ en donde lo necesite el mundo”.
Cuando conocí a Marina Silva me sorprendió con la frase: “No quiero conseguir votos, ni ganar elecciones, quiero luchar por la vida de la Amazonía, por una educación que nos transforme, por una salud para todos”. Le respondí que alguien así llegaría a presidente. Los hijos de la galaxia Internet están cansados de la impostura, de la solemnidad anacrónica, quieren un cambio radical y creen en quien se lo ofrece con autenticidad.
En las próximas semanas entregaremos en PERFIL varias notas sobre la vida de Marina Silva, la lógica de su éxito y las perspectivas reales de que sea presidenta del Brasil.
*Consultor político.
Amenazada permanentemente por la muerte, contagia entusiasmo por la vida. Se alfabetizó a los 16 años, pero hace gala de una cultura sofisticada. Militó en el Partido Revolucionario Comunista y el PT, pero tiene puesta la mirada en el futuro, lejos de las consignas de la izquierda anacrónica. Marina vive lo que predica. Lucha por una nueva forma de hacer política, y su mensaje es convincente porque es distinta a los viejos políticos de cualquier edad.
En 2009 dejó el PT para impulsar una utopía, no por ambiciones, ni rencillas personales. No combatió a Lula ni a su gobierno porque es fanática de la lealtad, grata con la vida y con quienes la ayudaron. Algunos le aconsejaron atacarlo para hacerse espacio en la oposición, pero luego de confesar que lloró durante la noche por dejar su partido, dijo en su discurso del 30 de agosto: “Mi generación ayudó a redemocratizar el país porque tuvo gente que mantuvo las utopías, como Chico Méndez, Florestán Fernández, Paulo Freire, Luis Ignácio Lula Da Silva, Fernando Henrique Cardoso, personas que sustentaron nuestros sueños y fueron nuestros referentes. Ahora, a mis 51 años, quiero hacer lo que ellos hicieron por mí, mantener utopías y movilizar con ellas a la gente”.
Terminó leyendo uno de sus poemas: “Del arco que impulsa la flecha/ quiero la fuerza que empuja,/ de la flecha que penetra en el blanco/ quiero la certeza de la mira./ Del blanco al que apunta la mira/ quiero lo que le hace deseable,/ del deseo que busca al blanco/ quiero el amor por la razón./ Sólo así no habrá más armas/ sólo así no haremos guerras,/ y sólo así tendrá sentido/ mi paso por esta tierra./ Soy el arco/ soy la flecha/ soy el todo en pedazos/ soy las partes que se mezclan/ en los propósitos/ y en las voluntades/. Busca lo mejor de mí/ y tendrás lo mejor de mí/ daré lo mejor de mí/ en donde lo necesite el mundo”.
Cuando conocí a Marina Silva me sorprendió con la frase: “No quiero conseguir votos, ni ganar elecciones, quiero luchar por la vida de la Amazonía, por una educación que nos transforme, por una salud para todos”. Le respondí que alguien así llegaría a presidente. Los hijos de la galaxia Internet están cansados de la impostura, de la solemnidad anacrónica, quieren un cambio radical y creen en quien se lo ofrece con autenticidad.
En las próximas semanas entregaremos en PERFIL varias notas sobre la vida de Marina Silva, la lógica de su éxito y las perspectivas reales de que sea presidenta del Brasil.
*Consultor político.