Política Miércoles 3 de Septiembre de 2014
Fin de época
• VENÍA DESDE ALENDE, FUE JUEZ POR UCR Y AMIGO DEL PERONISMO
Por: Ignacio Zuleta
Manuel Humberto Blanco
Con la muerte ayer del juez federal Manuel Humberto Blanco desapareció uno de los tres magistrados con competencia electoral de mayor influencia que han custodiado el sistema bipartidista de la Argentina que peronismo y radicalismo intentan sostener vigente desde 1983 (los otros son María Servini de Cubría, de Capital Federal, y Ricado Bustos Fierro, de Córdoba). El magistrado fallecido ayer a los 70 años de un cáncer que lo atacó hace un lustro era el más jóven de los tres, pero quien tenía más años en esa competencia clave, la electoral, en un país con una institucionalidad más que tenue.
Aprendió pronto los oficios del fuero, que exige a los jueces como a sus clientes, los políticos, la ciencia pero también el olfato para resolver la coyuntura que es cada elección en la Argentina, en donde cada turno suele disputarse con normas nuevas que anulan las anteriores. De los tres era el menos audaz y quizás con menor cuerda jurídica. Bustos Fierro y Servini son jueces electorales de los años 90 y cada cual tiene fallos memorables o que merecen relectura, aunque más no fuera para decidir alguna disputa de parte. De Blanco no se espera un capítulo en la historia de la jurisprudencia electoral, ni aun por haber sido el avalista de primera instancia de las candidatura testimoniales que llevaron en 2009 a la derrota a la dupla Néstor Kirchner-Daniel Scioli. En lo que sí merecerá un acápite Blanco es en la historia, aún no escrita, del entramado electoral de la Argentina contemporánea, en el cual este magistrado jugó un rol principal y mostró un olfato pampa para ejercer su función sin herir a nadie en competencias que se libraban a sangre y fuego, como son las electorales. Ese recurso le hizo mudar, como a otros jueces del fuero, de apoyos políticos. Cuando asumió en 1984 al cargo, lo haría de la mano del entonces ministro de Educacón y Justicia de Raúl Alfonsín, Carlos Alconada Aramburu, quien además era uno de los hombres fuertes del radicalismo platense y patriarca de una etnia partidaria que dio más de un dirigente importante.
Esa proximidad al radicalismo no lo hacía a Blanco un hombre del partido. Venía de un palo pariente, el Partido Intransigente de Oscar Alende, en el cual militó hasta ser juez.
Desde ese cargo fue decisivo en la planificación del sistema bipartidario que imaginó aquel Gobierno desde el despacho del entonces ministro Antonio Troccoli.
Ese pergeño fue clave para la construcción del adversario peronista que quería el radicalismo alfonsinista y tuvo como pieza central la construcción de los padrones partidarios de los partidos y, más en los detalles, el rol de Julio Mera Figueroa como interventor del PJ provincial.
Mera era hombre de Vicente Saadi, que desde el Senado negociaba cargos de jueces y sin su concurso un Blanco no hubiera llegado
De ese armado surgió un peronismo ganador de las elecciones provinciales de 1987 y la construcción del duhaldismo como apoyo de la victorial nacional de Carlos Menem dos años más tarde.
Nada de aquello hubiera sido posible sin la mirada favorable de un juez Blanco.
El acceso del peronismo al poder nacional en 1989 y de Eduardo Duhalde como cacique dominante abrió otra etapa en la vida del magistrado, que en poco tiempo se convirtió en uno de los mejores amigos del expresidente. Duhalde gobernó Buenos Aires ocho años en concierto estrecho con el radicalismo al que le conservó posiciones en los tres poderes y eso lo liberó a Blanco de divorciarse de sus viejos amigos radicales. Ese sueño bipartidista estalló en 2001, después del presunto complot peronista-alfonsinista que derribó a Fernando de la Rúa, y dejó a Blanco sin clientes por lo menos para aquel proyecto.
La dispersión del duhaldismo acercó más al juez, en la tercera etapa de su gestión, a los apoderados del peronismo, en particular a Jorge Landau, con quien tenía amistad y a quien escuchaba en asuntos en los que el diputado de Escobar es experto, como los entresijos del kirchnerismo provincial. Esa relación se probó cuando Blanco admitió un pedido de cancelación de la personería del PJ provincial el año pasado por no renovar sus autoridades. Ese expediente fue uno de los padecimientos principales de Landau hasta que la Cámara Nacional Electoral consintió en darle al partido del oficialismo provincial un último plazo que se cumplió en forma.
En la vida privada fue un desvelado hincha de River, de los viajes, de la buena pinta y de la amistad, que cultivó en diversos grupos, el más notable la peña gastronómica que compartía con amigos estrechos como Alberto Piotti, Federico Scarabino y, entre otros, Ricardo Casal.
Fin de época
• VENÍA DESDE ALENDE, FUE JUEZ POR UCR Y AMIGO DEL PERONISMO
Por: Ignacio Zuleta
Manuel Humberto Blanco
Con la muerte ayer del juez federal Manuel Humberto Blanco desapareció uno de los tres magistrados con competencia electoral de mayor influencia que han custodiado el sistema bipartidista de la Argentina que peronismo y radicalismo intentan sostener vigente desde 1983 (los otros son María Servini de Cubría, de Capital Federal, y Ricado Bustos Fierro, de Córdoba). El magistrado fallecido ayer a los 70 años de un cáncer que lo atacó hace un lustro era el más jóven de los tres, pero quien tenía más años en esa competencia clave, la electoral, en un país con una institucionalidad más que tenue.
Aprendió pronto los oficios del fuero, que exige a los jueces como a sus clientes, los políticos, la ciencia pero también el olfato para resolver la coyuntura que es cada elección en la Argentina, en donde cada turno suele disputarse con normas nuevas que anulan las anteriores. De los tres era el menos audaz y quizás con menor cuerda jurídica. Bustos Fierro y Servini son jueces electorales de los años 90 y cada cual tiene fallos memorables o que merecen relectura, aunque más no fuera para decidir alguna disputa de parte. De Blanco no se espera un capítulo en la historia de la jurisprudencia electoral, ni aun por haber sido el avalista de primera instancia de las candidatura testimoniales que llevaron en 2009 a la derrota a la dupla Néstor Kirchner-Daniel Scioli. En lo que sí merecerá un acápite Blanco es en la historia, aún no escrita, del entramado electoral de la Argentina contemporánea, en el cual este magistrado jugó un rol principal y mostró un olfato pampa para ejercer su función sin herir a nadie en competencias que se libraban a sangre y fuego, como son las electorales. Ese recurso le hizo mudar, como a otros jueces del fuero, de apoyos políticos. Cuando asumió en 1984 al cargo, lo haría de la mano del entonces ministro de Educacón y Justicia de Raúl Alfonsín, Carlos Alconada Aramburu, quien además era uno de los hombres fuertes del radicalismo platense y patriarca de una etnia partidaria que dio más de un dirigente importante.
Esa proximidad al radicalismo no lo hacía a Blanco un hombre del partido. Venía de un palo pariente, el Partido Intransigente de Oscar Alende, en el cual militó hasta ser juez.
Desde ese cargo fue decisivo en la planificación del sistema bipartidario que imaginó aquel Gobierno desde el despacho del entonces ministro Antonio Troccoli.
Ese pergeño fue clave para la construcción del adversario peronista que quería el radicalismo alfonsinista y tuvo como pieza central la construcción de los padrones partidarios de los partidos y, más en los detalles, el rol de Julio Mera Figueroa como interventor del PJ provincial.
Mera era hombre de Vicente Saadi, que desde el Senado negociaba cargos de jueces y sin su concurso un Blanco no hubiera llegado
De ese armado surgió un peronismo ganador de las elecciones provinciales de 1987 y la construcción del duhaldismo como apoyo de la victorial nacional de Carlos Menem dos años más tarde.
Nada de aquello hubiera sido posible sin la mirada favorable de un juez Blanco.
El acceso del peronismo al poder nacional en 1989 y de Eduardo Duhalde como cacique dominante abrió otra etapa en la vida del magistrado, que en poco tiempo se convirtió en uno de los mejores amigos del expresidente. Duhalde gobernó Buenos Aires ocho años en concierto estrecho con el radicalismo al que le conservó posiciones en los tres poderes y eso lo liberó a Blanco de divorciarse de sus viejos amigos radicales. Ese sueño bipartidista estalló en 2001, después del presunto complot peronista-alfonsinista que derribó a Fernando de la Rúa, y dejó a Blanco sin clientes por lo menos para aquel proyecto.
La dispersión del duhaldismo acercó más al juez, en la tercera etapa de su gestión, a los apoderados del peronismo, en particular a Jorge Landau, con quien tenía amistad y a quien escuchaba en asuntos en los que el diputado de Escobar es experto, como los entresijos del kirchnerismo provincial. Esa relación se probó cuando Blanco admitió un pedido de cancelación de la personería del PJ provincial el año pasado por no renovar sus autoridades. Ese expediente fue uno de los padecimientos principales de Landau hasta que la Cámara Nacional Electoral consintió en darle al partido del oficialismo provincial un último plazo que se cumplió en forma.
En la vida privada fue un desvelado hincha de River, de los viajes, de la buena pinta y de la amistad, que cultivó en diversos grupos, el más notable la peña gastronómica que compartía con amigos estrechos como Alberto Piotti, Federico Scarabino y, entre otros, Ricardo Casal.
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