Por Bruno Sgarzini
Los neoconservadores estadounidenses desarrollan un plan para extorsionar a Argentina. Sus aliados internos se pelean por ver quién es más servil al imperio, en alianza con la burguesía agroexportadora y el capitalismo financiero.
El plan consiste en atacar la moneda, bloquear el financiamiento externo del país y desgastar la figura de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a través de dirigentes contratados o serviles a los intereses de los fondos buitre, según destacó la mandataria.
El objetivo: imponer sus condiciones para una eventual renegociación extorsiva que les reconozca el monto de dinero que exigen y que el país se vuelva a endeudar en condiciones desfavorables con la banca mundial, tomando como base el desenganche del eje de integración de los bloques alternativos y el reingreso al esquema regalón de los recursos naturales expresado en la Alianza del Pacífico-Estados Unidos.
Breve historia de un primer intento de golpe financiero
A principios del año, una parte del establishment financiero y la burguesía asociada a los ingresos exteriores aprovecharon la tensión cambiaria para producir una corrida financiera que devaluara rápidamente el peso (la moneda argentina), pero el Gobierno, a través de una intervención en el mercado cambiario (de facto tiene un control de cambio para cuidar las finanzas nacionales pero con mayor apertura que el venezolano), pudo contenerla y quebrar ese intento.
Sin embargo, este fue el primer paso de una escalada en la confrontación para desgastar al kirchnerismo, evitar que continúe siendo un proyecto viable de poder más allá de las elecciones presidenciales y tratar de que desaparezca como fuerza política de la escena nacional.
Argentina acuerda un intercambio con China por 11 mil millones de dólares para fortalecer el peso, mientras que se acerca a Rusia para sustituir a la Unión Europea y los aliados de Estados Unidos en su suministro de alimentos
En ese contexto, se dan los siguientes hechos:
Reimpulso de la ofensiva mediática y psicológica para instalar la idea de derrumbe económico y movilizar el sentimiento facho antipobre de los sectores medios-altos (mayormente urbanos), que con la devaluación mundial del dólar (ver transferencia de crisis del centro a las periferias) y el control de cambio han perdido poder de consumo simbólico y real (muy lejos a los estallidos sociales anteriores). Para esto, Clarín, el grupo mediático más importante, utiliza, por ejemplo, al Nelsón Boccaranda argentino, Jorge Lanata, quien realiza un programa televisivo a imagen y semejanza del Buenas Noches del extinto Globoterror.
En concordancia con lo anterior, la lucha entre la clase trabajadora y el capital nacional y externo comienza a agudizarse a través de la disputa por la renta, que se expresa en la inflación condicionada por los sectores concentrados internos (que como clase dominante tienen larga historia en imponerle la salida a los gobiernos y han provocado golpes de mercado, como el aplicado al presidente Ricardo Alfonsín en 1989) y el intento del kirchnerismo de imponer un control de precios en la primera parte del año para cuidar el poder adquisitivo, lo cual hace el centro del modelo económico neokeynesiano del gobierno, basado en el motor ascenso social-consumo del mercado interno.
A partir de ahí es que se presentan los candidatos políticos para darle una supuesta salida a la «crisis económica galopante» creada en el imaginario a través de los formadores de opinión mediáticos, que incluso toman de la mano a miembros de los gobiernos que llevaron a Argentina al desastre, como el exministro de Economía, Domingo Cavallo, famoso por el uno a uno de los 90 (un peso, un dólar), quien reimpulsó el esquema de acumulación basado en la especulación financiera y la venta del patrimonio nacional (YPF y diversas empresas estatales) y estatizó la deuda de los privados en los ochenta cuando era presidente del Banco Central argentino.
De estos candidatos opositores emergen dos de imagen fuerte y se intenta generar un atajaperros unitario antikirchnerista después de las elecciones primarias y un eventual balotaje: uno es Mauricio Macri, alcalde de Buenos Aires y miembro de uno de los grupos económicos que más se benefició con la dictadura militar y el capitalismo del desastre de los 90 para internacionalizarse; el otro es Sergio Massa, exjefe de Gabinete del kirchnerismo y alcalde de Tigre, ubicada en la provincia de Buenos Aires (el distrito con mayor electorado de Argentina).
Ante la eventual capacidad de Massa de partirle el aparato de poder territorial al kirchnerismo (léase peronismo) y mezclar la fórmula de cambio y continuidad (aplicada discursivamente en Venezuela y Brasil), el Departamento de Estado lo recibe el 24 de marzo, aniversario del golpe de Estado argentino, y el títere se apura a apoyar entre líneas la presión de los fondos buitre con una postura ambigua, que se verá más adelante, y a respaldar a la burguesía argentina y extranjera, que busca la eliminación del kirchnerismo como proyecto de poder.
Sin nicmerevaniarla, acá está la disputa de fondo sobre el bis patria sí, colonia no, le guste a quien no le guste.
Las segundas partes, a veces, no son las mejores
En paralelo a esta situación interna se da la ofensiva neoconservadora contra la fracción imperialista que pretende un régimen global con centro en Estados Unidos y, sobre todo, los países que defienden su soberanía y plantean una regulación en el sistema financiero internacional y un marco legal para el pago de las deudas externas de los países periféricos, como hace Argentina en cada instancia global.
A partir de esto, los fondos buitre, bajo representación del especulador mayor, Paul Singer, comienzan a pagar páginas en diarios para respaldar su praneo económico y continúan con la ofensiva legal para que se les pague su extorsión financiera (acá especificada), lo que permitiría que más del 90% de los acreedores reclamen las mismas condiciones de pago (esto significa un re-endeudamiento para pagar exorbitantes sumas).
Se da una defensa natural de clase por evitar que una distribución de ingreso de carácter capitalista se esfume, como condición para que la clase dominante argentina y extranjera vuelva a endeudar al país para continuar internacionalizándose
En este marco, ocurren los siguientes hechos políticos:
Después del respaldo de la Corte Suprema de Estados Unidos (los mismos neocons que le dieron el triunfo «dudoso» a Bush) al praneo de los fondos buitre, el juez de Nueva York, Thomas Griesa, congela el pago que Argentina realiza a sus acreedores en el Banco de Nueva York. El Citibank hace lo mismo con otros bonos por miedo a ser sancionado por el poder judicial estadounidense, hasta que termina por ser autorizado por Griesa ante el lobby de la fracción financiera global que posiciona el caso argentino como el modelo a seguir en materia de renegociación de la deuda externa de los países periféricos (no por nada el Financial Times ha publicado duras criticas al juez, por ejemplo).
Buenos Aires reclama que esto viola hasta la propia legislación estadounidense, afirma que tiene voluntad de pago y amenaza con tomar represalias contra los bancos. En cambio, los mass media, los voceros del desastre y los fondos buitre agitan la bandera del default (lo que significaría que Argentina es un país insolvente para asumir cualquier tipo de compromiso financiero y lo saca de cualquier tipo de acceso viable a crédito externo).
El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner despliega una estrategia basada en mostrarse proclive a negociar con los fondos buitre bajo condiciones normales, mientras impulsa una Ley de Pagos Soberanos que establece que si la banca internacional (principalmente el Banco de Nueva York) no cumple con pagar a sus acreedores externos, el país los sustituirá con una cuenta en el Banco Central de Argentina.
En el medio, avisa que el fallo de Griesa para pagarle a los fondos buitre es «inviable» y que es una extorsión al país para que regale los recursos energéticos hallados en Vaca Muerta, uno de los yacimientos mundiales más importantes en gas de esquisto, según la Agencia de Energía de Estados Unidos y el marketing energético mundial (este es un tema largo y denso, pero China, por ejemplo, desestimó que tuviese los recursos que esta agencia decía que tenía, lo que le hubiese permitido ser autosuficiente en energía, como ahora le dicen a Argentina).
En el frente político, el Congreso argentino sanciona la Ley de Pagos Soberanos con la predecible negativa del bloque de Massa, Macri y otras fuerzas políticas de derecha e izquierda simbólica (el trotskismo internacionalista siempre dando la nota). En este contexto, el kirchnerismo también sanciona un paquete de leyes cuyo nudo fuerte es el control de los precios de toda la economía y centralmente de los insumos (acero, aluminio, entre otros) que impactan en el resto de las actividades económicas. Obviamente, los representantes de Massa y Macri amenazan con derogar el paquete si llegan al Gobierno, acorde con lo que pregona el famoso grupo de los Seis, conformado por la Cámara Argentina de la Construcción, la Unión Industrial Argentina, la Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino, la Cámara Argentina de Comercio, la Bolsa de Comercio y la Sociedad Rural Argentina.
Lo que se dice un nuevo caso que de vaina no termina en una quema de la ley para homenajear a aquellos golpistas del 2002 venezolano.
Rearmar para desarmar en medio de un nuevo intento de golpe financiero
Alrededor de estos hechos políticos sigue sobrevolando la ofensiva financiera y económica, que se traduce en una nueva escalada del dólar paralelo (denominado «blue» en esos lares), mientras la banca internacional y el establishment global se pelean por definir si en Argentina hay o no hay default, lo que, incluso, deriva en el apoyo de uno de los padres de la especulación, George Soros, quien, acorde con su ganar-ganar constante, compra una parte del paquete accionario de YPF por su apuesta al yacimiento de Vaca Muerta, todo un sinónimo de lo que puede haber detrás de la presunta burbuja del gas de esquisto (conocido en el marketing como fracking).
Incluso, en esta ofensiva integral de carácter desestabilizador, Argentina acuerda un intercambio de monedas con China por 11 mil millones de dólares para fortalecer el peso, mientras que se acerca a Rusia para sustituir a la Unión Europea y los aliados de Estados Unidos en su suministro de alimentos a través de un comercio en monedas propias, lo que fortalece a mediano y largo plazo la posición alternativa de desdolarizar la economía mundial.
En este panorama:
Los fondos buitre contratan como asesora a la secretaria de Estado de Bush padre, Madeleine Albright; American Airlines anuncia que restringe la venta de pasajes aéreos por noventa días debido a la falta de «acceso a divisas» (igual que en Venezuela); el encargado de Negocios de Estados Unidos en Argentina declara que el país está en default y la Presidenta alerta que hay una jugada global para extorsionar a Argentina.
Mientras esto sucede, el kichnerismo entra en un debate por definir un candidato propio que le permita saltearse la figura de Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires y supuesto «sucesor» natural del peronismo y «portador» del legado del kirchnerismo. Scioli es duramente resistido por la base social del Gobierno debido a sus posiciones «conservadoras» (siempre está fino recordar que en 2012 dijo que si fuese venezolano, hubiese votado por Capriles), pero hasta el momento es el único que podría ganar en una eventual segunda vuelta en la que el voto antikirchnerista se iría hasta con un muñequito del Capitán América, expresado en la actualidad, por ejemplo, con el vendepatria «tenemos que honrar nuestros compromisos externos» para defender a los buitres y posicionarse en contra del kirchnerismo en modo escuálido escuchando Unión Radio.
Ante esto, los sectores internos del kichnerismo lanzan sus propias candidaturas y el brazo político de Cristina Fernández de Kirchner, La Campora, presenta en público al hijo del matrimonio, Máximo Kirchner, como dirigente político, e incluso desafía a los sectores de poder con una reelección de la Presidenta, algo considerado como remoto pero que parece ser un globo de ensayo para probar el famoso y gaseoso «humor social».
Así se da una contradicción de carne en el pueblo argentino entre patria o colonia, y también se da una defensa natural de clase por evitar que una distribución de ingreso de carácter capitalista se esfume, como condición para que la clase dominante argentina y extranjera vuelva a endeudar al país para continuar internacionalizándose y después el resto pague sus platos rotos por haber hipotecado los recursos naturales en el casino financiero.
Pero esto no es un hecho aislado, sino que forma parte de un despliegue global neocon en el que los corazones psicológicos ya son parte de una guerra de baja intensidad por remasterizar el Orden Mundial y llenar de luces el descolorido abismo imperial.
Después de todo, ahí nunca fuimos bienvenidos, lo dijo el Che, lo vivimos nosotros.
El plan consiste en atacar la moneda, bloquear el financiamiento externo del país y desgastar la figura de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a través de dirigentes contratados o serviles a los intereses de los fondos buitre, según destacó la mandataria.
El objetivo: imponer sus condiciones para una eventual renegociación extorsiva que les reconozca el monto de dinero que exigen y que el país se vuelva a endeudar en condiciones desfavorables con la banca mundial, tomando como base el desenganche del eje de integración de los bloques alternativos y el reingreso al esquema regalón de los recursos naturales expresado en la Alianza del Pacífico-Estados Unidos.
Breve historia de un primer intento de golpe financiero
A principios del año, una parte del establishment financiero y la burguesía asociada a los ingresos exteriores aprovecharon la tensión cambiaria para producir una corrida financiera que devaluara rápidamente el peso (la moneda argentina), pero el Gobierno, a través de una intervención en el mercado cambiario (de facto tiene un control de cambio para cuidar las finanzas nacionales pero con mayor apertura que el venezolano), pudo contenerla y quebrar ese intento.
Sin embargo, este fue el primer paso de una escalada en la confrontación para desgastar al kirchnerismo, evitar que continúe siendo un proyecto viable de poder más allá de las elecciones presidenciales y tratar de que desaparezca como fuerza política de la escena nacional.
Argentina acuerda un intercambio con China por 11 mil millones de dólares para fortalecer el peso, mientras que se acerca a Rusia para sustituir a la Unión Europea y los aliados de Estados Unidos en su suministro de alimentos
En ese contexto, se dan los siguientes hechos:
Reimpulso de la ofensiva mediática y psicológica para instalar la idea de derrumbe económico y movilizar el sentimiento facho antipobre de los sectores medios-altos (mayormente urbanos), que con la devaluación mundial del dólar (ver transferencia de crisis del centro a las periferias) y el control de cambio han perdido poder de consumo simbólico y real (muy lejos a los estallidos sociales anteriores). Para esto, Clarín, el grupo mediático más importante, utiliza, por ejemplo, al Nelsón Boccaranda argentino, Jorge Lanata, quien realiza un programa televisivo a imagen y semejanza del Buenas Noches del extinto Globoterror.
En concordancia con lo anterior, la lucha entre la clase trabajadora y el capital nacional y externo comienza a agudizarse a través de la disputa por la renta, que se expresa en la inflación condicionada por los sectores concentrados internos (que como clase dominante tienen larga historia en imponerle la salida a los gobiernos y han provocado golpes de mercado, como el aplicado al presidente Ricardo Alfonsín en 1989) y el intento del kirchnerismo de imponer un control de precios en la primera parte del año para cuidar el poder adquisitivo, lo cual hace el centro del modelo económico neokeynesiano del gobierno, basado en el motor ascenso social-consumo del mercado interno.
A partir de ahí es que se presentan los candidatos políticos para darle una supuesta salida a la «crisis económica galopante» creada en el imaginario a través de los formadores de opinión mediáticos, que incluso toman de la mano a miembros de los gobiernos que llevaron a Argentina al desastre, como el exministro de Economía, Domingo Cavallo, famoso por el uno a uno de los 90 (un peso, un dólar), quien reimpulsó el esquema de acumulación basado en la especulación financiera y la venta del patrimonio nacional (YPF y diversas empresas estatales) y estatizó la deuda de los privados en los ochenta cuando era presidente del Banco Central argentino.
De estos candidatos opositores emergen dos de imagen fuerte y se intenta generar un atajaperros unitario antikirchnerista después de las elecciones primarias y un eventual balotaje: uno es Mauricio Macri, alcalde de Buenos Aires y miembro de uno de los grupos económicos que más se benefició con la dictadura militar y el capitalismo del desastre de los 90 para internacionalizarse; el otro es Sergio Massa, exjefe de Gabinete del kirchnerismo y alcalde de Tigre, ubicada en la provincia de Buenos Aires (el distrito con mayor electorado de Argentina).
Ante la eventual capacidad de Massa de partirle el aparato de poder territorial al kirchnerismo (léase peronismo) y mezclar la fórmula de cambio y continuidad (aplicada discursivamente en Venezuela y Brasil), el Departamento de Estado lo recibe el 24 de marzo, aniversario del golpe de Estado argentino, y el títere se apura a apoyar entre líneas la presión de los fondos buitre con una postura ambigua, que se verá más adelante, y a respaldar a la burguesía argentina y extranjera, que busca la eliminación del kirchnerismo como proyecto de poder.
Sin nicmerevaniarla, acá está la disputa de fondo sobre el bis patria sí, colonia no, le guste a quien no le guste.
Las segundas partes, a veces, no son las mejores
En paralelo a esta situación interna se da la ofensiva neoconservadora contra la fracción imperialista que pretende un régimen global con centro en Estados Unidos y, sobre todo, los países que defienden su soberanía y plantean una regulación en el sistema financiero internacional y un marco legal para el pago de las deudas externas de los países periféricos, como hace Argentina en cada instancia global.
A partir de esto, los fondos buitre, bajo representación del especulador mayor, Paul Singer, comienzan a pagar páginas en diarios para respaldar su praneo económico y continúan con la ofensiva legal para que se les pague su extorsión financiera (acá especificada), lo que permitiría que más del 90% de los acreedores reclamen las mismas condiciones de pago (esto significa un re-endeudamiento para pagar exorbitantes sumas).
Se da una defensa natural de clase por evitar que una distribución de ingreso de carácter capitalista se esfume, como condición para que la clase dominante argentina y extranjera vuelva a endeudar al país para continuar internacionalizándose
En este marco, ocurren los siguientes hechos políticos:
Después del respaldo de la Corte Suprema de Estados Unidos (los mismos neocons que le dieron el triunfo «dudoso» a Bush) al praneo de los fondos buitre, el juez de Nueva York, Thomas Griesa, congela el pago que Argentina realiza a sus acreedores en el Banco de Nueva York. El Citibank hace lo mismo con otros bonos por miedo a ser sancionado por el poder judicial estadounidense, hasta que termina por ser autorizado por Griesa ante el lobby de la fracción financiera global que posiciona el caso argentino como el modelo a seguir en materia de renegociación de la deuda externa de los países periféricos (no por nada el Financial Times ha publicado duras criticas al juez, por ejemplo).
Buenos Aires reclama que esto viola hasta la propia legislación estadounidense, afirma que tiene voluntad de pago y amenaza con tomar represalias contra los bancos. En cambio, los mass media, los voceros del desastre y los fondos buitre agitan la bandera del default (lo que significaría que Argentina es un país insolvente para asumir cualquier tipo de compromiso financiero y lo saca de cualquier tipo de acceso viable a crédito externo).
El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner despliega una estrategia basada en mostrarse proclive a negociar con los fondos buitre bajo condiciones normales, mientras impulsa una Ley de Pagos Soberanos que establece que si la banca internacional (principalmente el Banco de Nueva York) no cumple con pagar a sus acreedores externos, el país los sustituirá con una cuenta en el Banco Central de Argentina.
En el medio, avisa que el fallo de Griesa para pagarle a los fondos buitre es «inviable» y que es una extorsión al país para que regale los recursos energéticos hallados en Vaca Muerta, uno de los yacimientos mundiales más importantes en gas de esquisto, según la Agencia de Energía de Estados Unidos y el marketing energético mundial (este es un tema largo y denso, pero China, por ejemplo, desestimó que tuviese los recursos que esta agencia decía que tenía, lo que le hubiese permitido ser autosuficiente en energía, como ahora le dicen a Argentina).
En el frente político, el Congreso argentino sanciona la Ley de Pagos Soberanos con la predecible negativa del bloque de Massa, Macri y otras fuerzas políticas de derecha e izquierda simbólica (el trotskismo internacionalista siempre dando la nota). En este contexto, el kirchnerismo también sanciona un paquete de leyes cuyo nudo fuerte es el control de los precios de toda la economía y centralmente de los insumos (acero, aluminio, entre otros) que impactan en el resto de las actividades económicas. Obviamente, los representantes de Massa y Macri amenazan con derogar el paquete si llegan al Gobierno, acorde con lo que pregona el famoso grupo de los Seis, conformado por la Cámara Argentina de la Construcción, la Unión Industrial Argentina, la Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino, la Cámara Argentina de Comercio, la Bolsa de Comercio y la Sociedad Rural Argentina.
Lo que se dice un nuevo caso que de vaina no termina en una quema de la ley para homenajear a aquellos golpistas del 2002 venezolano.
Rearmar para desarmar en medio de un nuevo intento de golpe financiero
Alrededor de estos hechos políticos sigue sobrevolando la ofensiva financiera y económica, que se traduce en una nueva escalada del dólar paralelo (denominado «blue» en esos lares), mientras la banca internacional y el establishment global se pelean por definir si en Argentina hay o no hay default, lo que, incluso, deriva en el apoyo de uno de los padres de la especulación, George Soros, quien, acorde con su ganar-ganar constante, compra una parte del paquete accionario de YPF por su apuesta al yacimiento de Vaca Muerta, todo un sinónimo de lo que puede haber detrás de la presunta burbuja del gas de esquisto (conocido en el marketing como fracking).
Incluso, en esta ofensiva integral de carácter desestabilizador, Argentina acuerda un intercambio de monedas con China por 11 mil millones de dólares para fortalecer el peso, mientras que se acerca a Rusia para sustituir a la Unión Europea y los aliados de Estados Unidos en su suministro de alimentos a través de un comercio en monedas propias, lo que fortalece a mediano y largo plazo la posición alternativa de desdolarizar la economía mundial.
En este panorama:
Los fondos buitre contratan como asesora a la secretaria de Estado de Bush padre, Madeleine Albright; American Airlines anuncia que restringe la venta de pasajes aéreos por noventa días debido a la falta de «acceso a divisas» (igual que en Venezuela); el encargado de Negocios de Estados Unidos en Argentina declara que el país está en default y la Presidenta alerta que hay una jugada global para extorsionar a Argentina.
Mientras esto sucede, el kichnerismo entra en un debate por definir un candidato propio que le permita saltearse la figura de Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires y supuesto «sucesor» natural del peronismo y «portador» del legado del kirchnerismo. Scioli es duramente resistido por la base social del Gobierno debido a sus posiciones «conservadoras» (siempre está fino recordar que en 2012 dijo que si fuese venezolano, hubiese votado por Capriles), pero hasta el momento es el único que podría ganar en una eventual segunda vuelta en la que el voto antikirchnerista se iría hasta con un muñequito del Capitán América, expresado en la actualidad, por ejemplo, con el vendepatria «tenemos que honrar nuestros compromisos externos» para defender a los buitres y posicionarse en contra del kirchnerismo en modo escuálido escuchando Unión Radio.
Ante esto, los sectores internos del kichnerismo lanzan sus propias candidaturas y el brazo político de Cristina Fernández de Kirchner, La Campora, presenta en público al hijo del matrimonio, Máximo Kirchner, como dirigente político, e incluso desafía a los sectores de poder con una reelección de la Presidenta, algo considerado como remoto pero que parece ser un globo de ensayo para probar el famoso y gaseoso «humor social».
Así se da una contradicción de carne en el pueblo argentino entre patria o colonia, y también se da una defensa natural de clase por evitar que una distribución de ingreso de carácter capitalista se esfume, como condición para que la clase dominante argentina y extranjera vuelva a endeudar al país para continuar internacionalizándose y después el resto pague sus platos rotos por haber hipotecado los recursos naturales en el casino financiero.
Pero esto no es un hecho aislado, sino que forma parte de un despliegue global neocon en el que los corazones psicológicos ya son parte de una guerra de baja intensidad por remasterizar el Orden Mundial y llenar de luces el descolorido abismo imperial.
Después de todo, ahí nunca fuimos bienvenidos, lo dijo el Che, lo vivimos nosotros.