Aquí no se está tomando como señal de alarma que falsimedia obedezca a la misma conducta, al mismo acto reflejo a la hora de «abordar» un caso como este, que ha secuestrado por completo al resto de la agenda por sus dimensiones.
Lo que sí tiene que saltar a la vista es la virulencia con la que tanto en redes sociales como en sus medios puntales (Runrunes, La Patilla) intensifican la crispación total del ambiente, llevando la demonización habitual de todo lo relativo al chavismo a proporciones (interesadamente) estratosféricas. En este momento estamos constantando un salto cualitativo en la guerra informativa.
La guerra informativa en su esqueleto
En este momento, desde un punto de vista estrictamente táctico (es decir, concentrándonos en todas las acciones en torno al crimen y su entorno político, y no al cuadro general) vemos que:
1) Se cifran dos mensajes a dos audiencias-objetivo: en la audiencia identificada plenamente dentro de la guarimba mental se exacerban los ánimos llevándolos a la celebración, a la construcción explosiva de los resortes del odio más elemental (Principio de vulgarización de Goebbels), a la legitimación del homicidio a partir de premisas emocionales y en un simplificado al extremo mapa de conflictividad nacional (Principio de orquestación).
Por el otro lado, en la audiencia-objetivo identificada con el chavismo el mismo resorte del odio elementalizado cumple con la misma función pero concentrando el chivo expiatorio en una supuesta «opinión común» del antichavismo en redes como acicate confrontacional directo, así como en la vulneración moral y afectiva del chavismo (por las proporciones simbólicas ya analizadas).
En el mismo envión desinformativo se puede vislumbrar un intento por minar y reventar los cimientos que sustentan la confianza en la relación pueblo-gobierno, magnificando las prefabricadas opiniones «críticas» y «disidentes» como tercera fuerza. Objetivo: atacar la unidad del chavismo y su relación de confianza con el Gobierno Bolivariano.
2) En el eje teórico intervienen con toda claridad los siguientes principios operativos de la guerra informativa: oscurecimiento («reformular una información de forma tal que se haga difícil de entender»), simplificación exagerada («técnica de desinformación que consiste en el uso de generalidades para contextualizar problemas complejos de la sociedad, ejemplos: ‘Esto se resuelve con compromiso’, ‘No se ha hecho nada por la inseguridad'») y demonización (distorsionar la imagen de una persona o elemento agregándole falsas atribuciones que vayan en contra de la línea de flotación de los aspectos positivos del objetivo).
Que estos patrones y principios operativos estén en ejecución sugiere que muchos más operan en este preciso momento en el marco de la guerra psicológica. Revisen el manual básico de términos y conceptos de la guerra de la información, aquí lo pueden descargar.
Intoxicar mientras se tensiona diciembre
El esquema infomercenario hace su tarea: detalladamente enturbia la «información» recabada mediante declaraciones y consultas a «expertos» que tributen exclusivamente a la matriz de la «inseguridad» y el «hampa común», en primer lugar, para luego valerse de ese contexto general para establecer las asociaciones que certifiquen un escenario demonizado/lumpenizado que justifique la matriz y submatrices que consoliden la referencia.
En ese sentido, se crea la ilusión de que se trata de un «trabajo periodísitico» redondo que ante la abundancia de «detalles» (con sus respectivos efectos especiales) nublen toda causa política, o todo contexto que relacione la actividad política que Serra (y María Herrera) venía(n) desempeñando (la investigación del caso Saleh) con su muerte.
Así, el tono, el contexto, las claves narrativas y el «consenso mediático» se sintetizan en una nota publicada por Runrun.es (el portal de Nelson Bocaranda), firmado por Ronna Rizquez: por donde se le vea, el crimen sólo pudo efectuarse producto del entorno de Serra, de quien a su vez se magnifican elementos personales «sugerentes» y sobre todo incompatibles con la gente «bienpensante» (audiencia objetivo). La nota privilegia solamente dos ejes centrales: presunto caos en las investigaciones y algunos aspectos de su vida personal, magnificando el papel de la santería en la vida de Serra apriorizándolo como un atributo negativo y directamente relacionado con su muerte.
En el extremo de ese extremo, el portal basura Maduradas exacerba ese dato al punto que parece que su nota la hubiera redactado la Conferencia Episcopal. La matriz de la «santería» (el mal, según el reparto de la moralina escuálida) con toda su carga católica ultramontana (racista, brutal, analfabeta) es y ha sido un elemento demonizador por excelencia. Pero su magnificación por eso mismo (una lógica de tiro seguro) puede sugerir también un nivel considerable de improvisación discursiva.
En otro frente, El Nacional consulta la «opinión» de otro «experto» en su edición de ayer, 5 de octubre, firmado por la siempre muy diligente Sandra Guerrero, titulando su entrega «Homicidio de Serra no tiene tinte político». El experto en cuestión es el excomisario Luis Godoy, jefe de la División de Investigaciones del CICPC en 2002.
Godoy, como lo recuerda la Defensoría del Pueblo, tuvo un papel activo en la persecusión y represión del 12 de abril de 2002. Una figura claramente politizada y con una definida posición política a la que se le despoja de toda carga propiamente política, dejándole su ilusión de «investidura».
Se podría tomar el título de Chúo y replantearlo más o menos así: «Oposición busca tapar las causas de la crisis con violencia política»
Cobra dimensiones simbólicas la respuesta a la observación de Ernesto Samper, actual Secretaro de Unasur, sobre la huella paramilitar en el asesinato de Robert y María. Por poco no se le acusó de injerencia.
El (verdadero) factor Chúo, en ejecución
En el frente formalmente «político», Torrealba tiene su verdadero debut. A propósito de su propio pa’ trás pa’ lante discursivo (no dice lo mismo en su entrevista a Carlos Croes el domingo que el discurso comeflor de «diálogo con el pueblo»), Torrealba da la nota sobre cuál es su verdadero análisis, titulando una nota en La Patilla: «Pueblo alerta: Gobierno busca tapar la crisis social con violencia política».
En un claramente estructurado y demagógico análisis situacional, Torrealba así lo titula a partir de unas editadas declaraciones del Presidente. Pero lo cierto, lo real, lo indiscutible es que si en algún lugar se ha expresado violencia política fue en el mismo asesinato (reorientando la politización). De hecho, se podría tomar el título de Chúo y replantearlo más o menos así: «Oposición busca tapar las causas de la crisis con violencia política».
Chúo Torrealba no está para relanzar ahí, fue designado para ejecutar una demolición controlada y hacer que los viejos partidos (reacios al nuevo estilo de violencia política) armonicen con las tesis ciudadanistas de «La Salida».
Weil, el reculito
En el campo simbólico-afectivo, la Orquídea de Platino se la llevó por todo el cañón el caricaturista Roberto Weil. Es normal que de un aborto de ciudadano con algo de talento sólo derive un aborto de noticia.
Su «censurada» caricatura destinada, presuntamente, a salir este domingo en su espacio en la revista dominical de Últimas Noticias describe a la perfección el interés (Weil es militante de Vente Venezuela, la «organización» de María Corina Machado, y promotor firmante del «Congreso Ciudadano») por desarrollar la estrategia de la tensión que con el asesinato de Serra agarró un demasiado conveniente punto de aceleración. Y Weil lo sabe.
En su descargo, Weil simula argumentar que esa caricatura fue escrita semanas atrás y que ese espacio en el folleto de ÚN no se ocupa de los temas políticos, porque esos los desarrolla en Tal Cual.
Pero lo primero es irrelevante cuando se trata precisamente de escoger el momento en que debe salir publicado, y la división entre político/no político es meramente ilusoria. Lo demuestra, además, la desnutrida defensa que recibió después de su agresión. Y ese amague que no se puede calificar de recule, sino de reculito.
Corte de caja
Hasta aquí hemos expuesto algunos aspectos mecánicos del andamiaje desinformativo en curso, cómo comienza a operar sobre un nuevo nivel discursivo que acentúa el enrarecimiento general, mientras la guerra económica del plano cotidiano se extiende a la intoxicación macroeconómica de los grupos de choque fachofinancieros, teniendo a mediano plazo, una vez más, el empantanamiento de diciembre.
La línea excepcionalista del fascismo criollo echa el resto para abarcar la línea de acción contra el Gobierno Bolivariano.
Se les hace necesario recrudecer la guerra informativa suprimiendo cualquier base mínima de convivencialidad.
La guerra arrecia, adentro y afuera.
Lo que sí tiene que saltar a la vista es la virulencia con la que tanto en redes sociales como en sus medios puntales (Runrunes, La Patilla) intensifican la crispación total del ambiente, llevando la demonización habitual de todo lo relativo al chavismo a proporciones (interesadamente) estratosféricas. En este momento estamos constantando un salto cualitativo en la guerra informativa.
La guerra informativa en su esqueleto
En este momento, desde un punto de vista estrictamente táctico (es decir, concentrándonos en todas las acciones en torno al crimen y su entorno político, y no al cuadro general) vemos que:
1) Se cifran dos mensajes a dos audiencias-objetivo: en la audiencia identificada plenamente dentro de la guarimba mental se exacerban los ánimos llevándolos a la celebración, a la construcción explosiva de los resortes del odio más elemental (Principio de vulgarización de Goebbels), a la legitimación del homicidio a partir de premisas emocionales y en un simplificado al extremo mapa de conflictividad nacional (Principio de orquestación).
Por el otro lado, en la audiencia-objetivo identificada con el chavismo el mismo resorte del odio elementalizado cumple con la misma función pero concentrando el chivo expiatorio en una supuesta «opinión común» del antichavismo en redes como acicate confrontacional directo, así como en la vulneración moral y afectiva del chavismo (por las proporciones simbólicas ya analizadas).
En el mismo envión desinformativo se puede vislumbrar un intento por minar y reventar los cimientos que sustentan la confianza en la relación pueblo-gobierno, magnificando las prefabricadas opiniones «críticas» y «disidentes» como tercera fuerza. Objetivo: atacar la unidad del chavismo y su relación de confianza con el Gobierno Bolivariano.
2) En el eje teórico intervienen con toda claridad los siguientes principios operativos de la guerra informativa: oscurecimiento («reformular una información de forma tal que se haga difícil de entender»), simplificación exagerada («técnica de desinformación que consiste en el uso de generalidades para contextualizar problemas complejos de la sociedad, ejemplos: ‘Esto se resuelve con compromiso’, ‘No se ha hecho nada por la inseguridad'») y demonización (distorsionar la imagen de una persona o elemento agregándole falsas atribuciones que vayan en contra de la línea de flotación de los aspectos positivos del objetivo).
Que estos patrones y principios operativos estén en ejecución sugiere que muchos más operan en este preciso momento en el marco de la guerra psicológica. Revisen el manual básico de términos y conceptos de la guerra de la información, aquí lo pueden descargar.
Intoxicar mientras se tensiona diciembre
El esquema infomercenario hace su tarea: detalladamente enturbia la «información» recabada mediante declaraciones y consultas a «expertos» que tributen exclusivamente a la matriz de la «inseguridad» y el «hampa común», en primer lugar, para luego valerse de ese contexto general para establecer las asociaciones que certifiquen un escenario demonizado/lumpenizado que justifique la matriz y submatrices que consoliden la referencia.
En ese sentido, se crea la ilusión de que se trata de un «trabajo periodísitico» redondo que ante la abundancia de «detalles» (con sus respectivos efectos especiales) nublen toda causa política, o todo contexto que relacione la actividad política que Serra (y María Herrera) venía(n) desempeñando (la investigación del caso Saleh) con su muerte.
Así, el tono, el contexto, las claves narrativas y el «consenso mediático» se sintetizan en una nota publicada por Runrun.es (el portal de Nelson Bocaranda), firmado por Ronna Rizquez: por donde se le vea, el crimen sólo pudo efectuarse producto del entorno de Serra, de quien a su vez se magnifican elementos personales «sugerentes» y sobre todo incompatibles con la gente «bienpensante» (audiencia objetivo). La nota privilegia solamente dos ejes centrales: presunto caos en las investigaciones y algunos aspectos de su vida personal, magnificando el papel de la santería en la vida de Serra apriorizándolo como un atributo negativo y directamente relacionado con su muerte.
En el extremo de ese extremo, el portal basura Maduradas exacerba ese dato al punto que parece que su nota la hubiera redactado la Conferencia Episcopal. La matriz de la «santería» (el mal, según el reparto de la moralina escuálida) con toda su carga católica ultramontana (racista, brutal, analfabeta) es y ha sido un elemento demonizador por excelencia. Pero su magnificación por eso mismo (una lógica de tiro seguro) puede sugerir también un nivel considerable de improvisación discursiva.
En otro frente, El Nacional consulta la «opinión» de otro «experto» en su edición de ayer, 5 de octubre, firmado por la siempre muy diligente Sandra Guerrero, titulando su entrega «Homicidio de Serra no tiene tinte político». El experto en cuestión es el excomisario Luis Godoy, jefe de la División de Investigaciones del CICPC en 2002.
Godoy, como lo recuerda la Defensoría del Pueblo, tuvo un papel activo en la persecusión y represión del 12 de abril de 2002. Una figura claramente politizada y con una definida posición política a la que se le despoja de toda carga propiamente política, dejándole su ilusión de «investidura».
Se podría tomar el título de Chúo y replantearlo más o menos así: «Oposición busca tapar las causas de la crisis con violencia política»
Cobra dimensiones simbólicas la respuesta a la observación de Ernesto Samper, actual Secretaro de Unasur, sobre la huella paramilitar en el asesinato de Robert y María. Por poco no se le acusó de injerencia.
El (verdadero) factor Chúo, en ejecución
En el frente formalmente «político», Torrealba tiene su verdadero debut. A propósito de su propio pa’ trás pa’ lante discursivo (no dice lo mismo en su entrevista a Carlos Croes el domingo que el discurso comeflor de «diálogo con el pueblo»), Torrealba da la nota sobre cuál es su verdadero análisis, titulando una nota en La Patilla: «Pueblo alerta: Gobierno busca tapar la crisis social con violencia política».
En un claramente estructurado y demagógico análisis situacional, Torrealba así lo titula a partir de unas editadas declaraciones del Presidente. Pero lo cierto, lo real, lo indiscutible es que si en algún lugar se ha expresado violencia política fue en el mismo asesinato (reorientando la politización). De hecho, se podría tomar el título de Chúo y replantearlo más o menos así: «Oposición busca tapar las causas de la crisis con violencia política».
Chúo Torrealba no está para relanzar ahí, fue designado para ejecutar una demolición controlada y hacer que los viejos partidos (reacios al nuevo estilo de violencia política) armonicen con las tesis ciudadanistas de «La Salida».
Weil, el reculito
En el campo simbólico-afectivo, la Orquídea de Platino se la llevó por todo el cañón el caricaturista Roberto Weil. Es normal que de un aborto de ciudadano con algo de talento sólo derive un aborto de noticia.
Su «censurada» caricatura destinada, presuntamente, a salir este domingo en su espacio en la revista dominical de Últimas Noticias describe a la perfección el interés (Weil es militante de Vente Venezuela, la «organización» de María Corina Machado, y promotor firmante del «Congreso Ciudadano») por desarrollar la estrategia de la tensión que con el asesinato de Serra agarró un demasiado conveniente punto de aceleración. Y Weil lo sabe.
En su descargo, Weil simula argumentar que esa caricatura fue escrita semanas atrás y que ese espacio en el folleto de ÚN no se ocupa de los temas políticos, porque esos los desarrolla en Tal Cual.
Pero lo primero es irrelevante cuando se trata precisamente de escoger el momento en que debe salir publicado, y la división entre político/no político es meramente ilusoria. Lo demuestra, además, la desnutrida defensa que recibió después de su agresión. Y ese amague que no se puede calificar de recule, sino de reculito.
Corte de caja
Hasta aquí hemos expuesto algunos aspectos mecánicos del andamiaje desinformativo en curso, cómo comienza a operar sobre un nuevo nivel discursivo que acentúa el enrarecimiento general, mientras la guerra económica del plano cotidiano se extiende a la intoxicación macroeconómica de los grupos de choque fachofinancieros, teniendo a mediano plazo, una vez más, el empantanamiento de diciembre.
La línea excepcionalista del fascismo criollo echa el resto para abarcar la línea de acción contra el Gobierno Bolivariano.
Se les hace necesario recrudecer la guerra informativa suprimiendo cualquier base mínima de convivencialidad.
La guerra arrecia, adentro y afuera.