Nadie decide por fuera del Frente de Izquierda

Como es ampliamente conocido, el Frente de Izquierda se constituyó y se desarrolló sobre la base de un acuerdo programático y sobre un método de representación política. En las elecciones del año pasado, fue la única fuerza política que se presentó munida de un Manifiesto Político. Opuso al carrerismo electoral que caracteriza a los partidos o etiquetas tradicionales, una alternativa política homogénea. El Frente de Izquierda es un frente único de un sector de los trabajadores en el terreno político y electoral. Lo distingue la unidad de fuerzas contra los representantes de las patronales y el capital. Como expresión de esta homogeneidad política, estableció la rotación de los cargos electos y la gestión colectiva de las bancadas parlamentarias. Esta metodología, con independencia de su aplicación no siempre consecuente, apuntó a solidificar ese frente único en la acción cotidiana.
La proclamación reciente de ‘precandidatos’ que se arroga la representación del Frente de Izquierda constituye una usurpación política, por la simple razón de que se trata de una decisión unilateral, que solamente compromete a quien la ha asumido, dado que el método establecido del Frente de Izquierda es el acuerdo común sobre las candidaturas. Esa proclamación no ha sido avalada por el conjunto de los partidos que integran el Frente. Choca abiertamente con los métodos y objetivos del Frente de Izquierda, pues lo convierte, sin consulta, en un campo de disputas, cuando se trata, más que nunca, de fortalecer su carácter de frente único de los trabajadores. Si el propósito de esa proclamación unilateral es plasmar una disputa en las Paso, debería ser calificada como un ultimátum, pues incluso esta posibilidad de seleccionar las candidaturas en las Paso debe contar antes con el acuerdo de la totalidad del Frente de Izquierda. Rechazamos el ultimátum como método político admisible en el seno de la izquierda y en el socialismo.
De todos modos, las Paso son, como ya se ha probado, una primera ronda de las elecciones generales; no representan estrictamente ninguna interna. Convertirlas en tales, dentro de la izquierda, es desplazar la luchas contra los adversarios capitalistas hacia una pelea interna faccional. Debilita (y mucho) el propósito de presentar al Frente de Izquierda como una alternativa de poder de los trabajadores. Destruiría el método de candidaturas comunes, rotación de cargos y gestión colectiva, esto porque entrega el binomio presidencial entero a la fuerza que haya obtenido el primer lugar, y porque la aplicación de la representación proporcional podría dejar sin representación a una o dos de las fuerzas del Frente de Izquierda en diferentes distritos. Hemos advertido, en 2013, que el recurso a una interna iría acompañado por una distribución de candidaturas proporcional a los votos conseguidos. Es claro que método del faccionalismo pone en peligro al Frente de Izquierda. En definitiva, admitir el ultimátum y el faccionalismo en perjuicio del acuerdo político desnuda un propósito liquidacionista.
Nosotros, el Partido Obrero, hemos advertido contra estas tendencias negativas en varias ocasiones. Luego de las elecciones de 2011, hubo un intento de suplantar al Frente de Izquierda por un “partido de trabajadores”. Hicimos la misma advertencia ante distintos “encuentros sindicales” que incorporaban, sin acuerdos políticos claros, a fuerzas hostiles al Frente de Izquierda. Esos “encuentros” fueron afectados enseguida por esas contradicciones y no cumplieron ninguno de los objetivos de “coordinación de las luchas” que se adjudicaron. Hemos denunciado también la usurpación de la banca por Mendoza, que fuera conquistada por el Frente de Izquierda colectivamente, pero que no funciona de esa manera. Semanas atrás, y en el marco de un intercambio de cartas entre nuestras organizaciones, propusimos una reunión de la mesa del Frente de Izquierda, con una amplia agenda política. Esta propuesta no fue aceptada, y como toda respuesta tenemos ahora esta proclamación unilateral. Existe una línea de ruptura de los acuerdos políticos del Frente de Izquierda y de su metodología. Reiteramos esta caracterización, que fuera señalada ya varias veces.
En diversas ocasiones, la misma corriente que hoy se refugia en el ultimátum presentó como caballito de batalla un obrerismo infantil, que insistía en privilegiar las candidaturas de sindicalistas por sobre los constructores políticos y clasistas de los partidos de izquierda, y hasta se empeñó en que esos candidatos obreros fueran en ropa de trabajo a los estudios de televisión. Ahora asistimos a un volantazo: se buscan candidatos que tengan el perfil de los profesores universitarios de la española Podemos. En la misma línea, tenemos que recordar que el Partido Obrero fue calificado de “electoralista” cuando propuso iniciar la campaña electoral de 2013 en el verano de ese año, y ahora resulta que nuestros críticos se lanzan a su propia campaña auto proclamatoria incluso antes de que empiecen las vacaciones. El anuncio de “precandidatos” 96 horas antes de la realización del Congreso del movimiento obrero y la izquierda es una maniobra confusionista burda. Razón de más para pelear por el éxito de la convocatoria al Luna.
Está planteada, una vez más, la defensa el Frente de Izquierda. La transición del estadio de grupúsculo y de sectarismo, por un lado, a una fuerza revolucionaria de masas, por el otro, se desarrolla, como no podría ser de otra manera, por medio de contradicciones e incluso amenazas de retrocesos. Para asegurar un desarrollo positivo de esta transición es necesario que cada militante y cada trabajador intervengan con una caracterización adecuada de la situación y de cada uno de los protagonistas. El núcleo de esta caracterización es que hoy, más que nunca, está a la orden del día el frente único en el campo político y electoral, que se ha convertido en el canal de un desarrollo de la conciencia y organización de clase de los trabajadores. Advertimos que cualquier ruptura faccional del Frente de Izquierda implicará un suicidio político para quien se anime a ese despropósito.
Es precisamente por la necesidad de reforzar el frente único que hemos luchado durante todo el año por un Congreso del movimiento obrero y la izquierda convocado por el Frente de Izquierda. Es por eso también que nunca hemos proclamado “precandidatos” del Partido Obrero. Altamira recibe la calificación de «presidenciable» por su crecimiento en los sondeos de opinión, no por una autoproclamación de nuestra parte. Fue, además, el candidato a presidente del Frente en 2011 y ha cerrado todos los actos públicos, absolutamente todos, convocados u organizados por la totalidad del Frente de Izquierda. Es, para los trabajadores, un constructor político de la clase y la expresión de una trayectoria infatigable y consecuente por alcanzar la independencia política del movimiento obrero. Su ubicación en la opinión pública popular es, incuestionablemente, una conquista política de todo el Frente de Izquierda. Es a partir de aquí que recoge el desafío de reivindicar una candidatura frente a las candidaturas ya proclamadas por los partidos patronales. De diferentes modos, la mayor representatividad de nuestro partido ha sido reconocida por todos los partidos del Frente. La autoproclamación de “precandidatos” es un claro rechazo a iniciar una campaña electoral del conjunto del Frente de Izquierda. Proclama una ruptura largamente deseada.
El conjunto de la crisis del régimen actual -desde la economía hasta cada uno de sus partidos- anticipa que 2015 puede convertirse en un año bisagra para que la izquierda revolucionaria conquiste una base de masas. Sería un avance de varias dimensiones, porque más allá de la perspectiva de ascenso que supondría en Argentina, sería una gran victoria sobre la izquierda de conciliación de clases en América Latina y pondría fin a su hegemonía política en el movimiento obrero.
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