Cuando el 11 de agosto Julieta Arosteguy salió de dar su primera clase, lo primero que recibió fue un llamado: “Una reunión urgente”, le dijeron. Eran las autoridades de la Fundación Lactancia y Maternidad (Fundalam) que, acoplada a la Universidad de San Martin (UNSAM), dicta la carrera de Puericultura y Crianza. Julieta acababa de dar su primera clase de Bioética, materia de la cual era profesora adjunta. El llamado la sobresaltó, pero la urgencia encontró hueco recién una semana más tarde, 15 minutos antes de la que debía ser su segunda clase.
“Para mi sorpresa, el viernes antes de la reunión, me enviaron un mail anunciándome que no iba a haber clases ese lunes”, contó Arosteguy a Notas. Y siguió: “Ahí mismo me dijeron que era inadmisible que yo me presentara en clase como ‘atea, feminista y abortista’ (esas fueron sus palabras textuales) porque Fundalam creía que había vida desde la concepción”.
Las acusaciones se basaban en una grabación que una estudiante había realizado a escondidas de la docente. En el audio se la escuchaba explicar que un feto hasta la cuarta semana de gestación no siente dolor debido a que todavía no se desarrolló su sistema nervioso, y hacer algunas bromas en su presentación como “madre, divorciada y peronista”. También les había dicho a las estudiantes que ella no solía dar aborto en clase porque le costaba mucho ser objetiva: “Les dije que yo era militante por la legalización del aborto y que tenía una posición tomada al respecto. Pero que, si a ellas les interesaba el tema, yo estaba dispuesta a darlo”.
Julieta no había tenido queja alguna durante los cuatro años que dictó clases en la Fundalam.
-¿Qué actitud tomaron los directivos de la UNSAM?
-Apenas salí de la reunión nefasta en la que me echaron, llamé a una querida abogada tucumana: ella me asesoró para que presentara una nota en Rectorado, explicando la situación y pidiendo que me asegurara la continuidad en mi cargo.
Inmediatamente se puso en contacto conmigo Ana Castellani, secretaria de Relaciones Interinstitucionales de la UNSAM, y me expresó el total apoyo del rector y la Universidad. Me dijo que asistiera a mi clase normalmente la semana siguiente, que desde rectorado se iban a comunicar con el decano Rodriguez Isarn para informarle de la situación y pedirle que asegurara la continuidad de mi cargo.
El lunes siguiente, sin embargo, tampoco pude dar clase. Me interceptó la directora de la carrera y me informó que las alumnas estaban en una reunión organizada por Fundalam en la que se iba a “enmarcar lo que había sucedido” y se le iba a dar a las alumnas la posibilidad de “manifestar por escrito su disconformidad con mi clase”.
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A base de reiterados reclamos, Julieta logró comunicarse con el decano, quien le informó su decisión: como solución, iba a crear una nueva cátedra paralela para asegurar así su continuidad y la libertad de las estudiantes para cursar o no con ella. “Acepté su propuesta, aclarándole que, si el lunes siguiente yo iba a dar clases y no tenía ninguna alumna, iba a considerar que su decisión no aseguraba la continuidad en mi cargo sino sólo mi sueldo y que no aseguraba tampoco la libertad de las alumnas (en un contexto tan persecutorio, hay que ser muy estúpida o muy valiente para desafiar a esta dirección y anotarse en la cátedra que la dirección desaprueba)”, explica Julieta. La semana siguiente, tal como esperaba, se encontró con el aula vacía.
-¿Tuviste algún contacto directo con el rector de la UNSAM, Carlos Ruta?
-No hablé nunca directamente con Ruta. Pero él solicitó que se inicie una investigación sumaria a la decisión del Decano pero, hasta donde sé, la investigación no se inició. A pesar de que considero que las decisiones del rector fueron acertadas, no puedo dejar de señalar que fueron completamente inefectivas para evitar los atropellos de los que fui víctima.
Figuritas repetidas
La historia de Julieta no es la primera, aunque admite que nunca antes había escuchado de un caso en el que la expulsión fuese tan burda. El modus operandi fue siempre, más bien, el de la no renovación, ya que la mayoría de los docentes son contratados. Sin embargo, a raiz de su situación, estudiantes le contaron un caso muy especial.
“Una puericultora que era docente de la carrera decidió, en su práctica profesional, acompañar en la lactancia a una pareja de madres. Ambas querían dar la teta, a pesar de que sólo una de ellas era la madre biológica del niño”, cuenta Julieta. Entonces “desde la Fundalam hicieron un escándalo, circularon la nota a escondidas de la docente, les dijeron a las alumnas que lo que ella había hecho era inmoral, que perjudicaban el desarrollo psíquico del bebé. Nunca le renovaron la designación a cargo de la materia que estaba dando, ni a ella ni a la otra docente que la acompañaba”.
Fue en 2010, poco después de sancionada la Ley de matrimonio igualitario, y bastante antes de que se designara a Bergoglio como papa y de que su influencia hiciera mella en más de un espacio educativo y político.
-¿Cuál fue la reacción de tus estudiantes y los colegas?
-Con las estudiantes de este año yo no volví nunca a establecer contacto. Algunas alumnas manifestaron no querer involucrarse en la situación, por temor a recibir sanciones por parte de la Fundalam. También manifestaron, sin embargo, su disgusto ante lo sucedido, dejando trascender que fueron coaccionadas para inscribirse en la otra cátedra y firmar la carta en la que se quejaban de que yo hablaba `recurrentemente´ de temas problemáticos como ‘equidad de género, aborto y religión’. Sí encontré en ex alumnas un apoyo muy grande.
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Julieta cuenta su historia, pero hace hincapié en algo: lo anecdótico no debe superar a lo político. Ella, como docente, ocupa un cargo interino y su situación se traslada a la mayoría de sus colegas de establecimientos públicos. La UNSAM no es la excepción. Además, denuncia: “La Fundalam está usando a la UNSAM para formar miembros del equipo de salud destinados a obstaculizar de manera sistemática los derechos de las mujeres”. Y amplía: “Que Fundalam esté a cargo de la carrera y que no haya rendido cuentas de lo que hacía o dejaba de hacer en todos estos años es el resultado de la tercerización inadmisible de la educación pública en manos privadas. La UNSAM delegó en Fundalam tareas indelegables como la selección de docentes y el control de contenidos”.
“Los mismos sectores que impiden que se discuta de aborto y derechos sexuales y reproductivos en el aula son los que impiden que se discutan el aborto y los derechos reproductivos en el Congreso. Y es inaceptable que una universidad nacional avale estos atropellos bajo la excusa de un convenio de dudosa legitimidad”, concluyó.
Carolina Rosales Zeiger – @caroerrezeta
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