Miami, pasión y locura de los argentinos por comprar

Sábado 03 de enero de 2015 | Publicado en edición impresa
Hábitos
Traer de todo y sentir que se cumplió con una aspiración de clase mueve el aluvión turístico a la ciudad del sol
Ana Cabanillas, que vive en Miami, intenta mostrarles a sus amigos otra cara de la ciudad más allá de los malls. Foto: LA NACION / Xime Etchart
Una familia tipo -matrimonio con dos hijos de seis y cuatro años- busca su asiento en la clase económica de un atestado Airbus con destino a la ciudad de Miami. Los cuatro -sí, los cuatro- llevan puestos buzos de «GAP» con las icónicas letras de la marca estampadas a fuego en el pecho y exhiben una felicidad voluptuosa. En la primera fila del avión, se ubica una joven pareja con pocos meses de embarazo con la misión aparente de comprar un cochecito, un huevito para el auto, ropa newly born y toda clase de inventos para su bebe en camino. Al fondo se acomodan cuatro chicas en plan viaje de amigas, aunque dejan entrever por sus conversaciones que se trata de la despedida de soltera de una de ellas. Y así el paisaje de argentinos en el avión empieza a reflejar distintos tonos de ansiedad mezclados con la satisfacción de haber logrado el gran objetivo turístico de la clase media argentina: viajar a Miami. Pero el show apenas comienza. El avión sería como el telón de fondo de un teatro aspiracional más hondo y complejo.
Miami, una ciudad catalogada de muy «noventas», en realidad se consolidó entre los argentinos como destino en estos últimos diez años más allá de las restricciones económicas y los gobiernos de turno. O, tal vez, alentado por esto, dado que los viajes a Miami se han incrementado en el último tiempo, alentados en parte por la imposibilidad de conseguir un iPhone, un cochecito de buena calidad a precios decentes o una remera de algodón que no cueste fortunas ni se desintegre en el primer lavado. Sea por las compras, por una cuestión cultural o por la belleza natural de la ciudad del sol, lo cierto es que las visitas de argentinos a «la capital de América latina» no paran de crecer. Durante los primeros nueve meses del 2014 ingresaron a Miami 334.075 viajeros argentinos, mientras que hace cuatro años entraban 231.000. Estas cifras fueron proporcionadas a LA NACION por Greater Miami Convention & Visitors Bureau (Gmcvb), entidad que promueve el turismo en esa ciudad y destaca con asombro el crecimiento de la cantidad de visitantes argentinos.
Buenos Aires figura como la cuarta ciudad del mundo con más turistas que viajan al paraíso de las celebridades latinas, con un gasto anual estimado en US$ 691, millones y sólo es superada por Londres en el tercer puesto, Caracas en segundo y San Pablo a la cabeza. Hay más: desde el sitio Despegar.com señalaron que la ciudad de Miami, durante las cuatro estaciones del año, es el destino internacional más elegido por los argentinos por sobre todos los países y maravillas naturales que existen en el mundo. «¡Fabuloso!», diría Susana, un ícono miamesco.
Un chaparrón se asoma sobre las playas de North Miami Beach, el barrio predilecto de los argentinos, y nadie se lamenta por la ausencia de sol. El flamante hotel Hilton Cabana, recientemente inaugurado en la avenida Collins y la 60, es testigo del éxodo de veraneantes que pocos minutos antes reposaban en las enormes piscinas frente al mar y ahora se apuran por correr al mall. Los que no tenemos ganas de manejar por enormes autopistas siendo esclavos del GPS contratamos una de las tantas combis (conocidas aquí como shuttles) que van a Sawgrass y Dolphin, los dos shoppings de descuento más importantes de la ciudad. De repente el chofer de la camioneta, un colombiano alegre y dicharachero, se ve rodeado de argentinos fanatizados por las compras. Verónica y Silvana, dos amigas de Ramos Mejía que rondan los treinta y cinco, comparan el precio de las Nike Running en el local de Lincoln Road con lo que sus amigas de la oficina les contaron que cuestan en el Dolphin. Enseguida se suma a la conversación Valeria, que viajó a Orlando con su marido, Gabriel, para «cumplir el sueño» de su hija Martina, de seis años, de conocer el castillo de las princesas de Disney. Las tres mujeres se enredan en una charla sobre el peso de las valijas para el viaje de vuelta e intercambian consejos sobre cómo aplastar la ropa, sacarle las bolsas y etiquetas a todo y hacer entrar las compras de un año entero en un equipaje de 20 kilos. Valeria cuenta que el día anterior fue a Costco, un supermercado mayorista ubicado en las afueras de la ciudad, y compró a precios irrisorios chocolates importados, cremas, champús y hasta tiras blanqueadoras de dientes a solo diez dólares. «¡Diez dólares!», grita desaforada. «¿Viste las tiras esas que promociona Shakira y allá casi ni se consiguen o cuestan una fortuna? Bueno, estaban a cien mangos, lo que te gastás en tomar dos cafés en Palermo», agrega. Al fondo de la combi van sentados un hombre con sus dos hijos, de 12 y 14. Los chicos, de acento cordobés, usan su nuevo iPhone de calculadora para analizar los costos de la próxima tarde de shopping. Todas las conversaciones dentro de la combi giran en torno a las compras. «¿Cómo vas a entrar ese iPhone?», le pregunta al chico de 12 una de las argentinas de Ramos. «Acá», dice, y acerca su mano al empeine, mientras explica que usará unas zapatillas dos talles más grandes y un par de medias gruesas para camuflar el aparato. La histeria de los argentinos por tener cosas que sólo se consiguen en Miami se evidencia mejor que nunca en esa camioneta repleta de consumidores compulsivos. Como si se tratara de épocas de ley seca, los iPhone, ropa o chicles de menta en tiras que no se consiguen en la Argentina, los compradores viajan aprisionados por tener todo eso que quienes no han podido llegar a Miami no tienen.
Aunque la mayoría de los argentinos que van a Miami se comportan de manera desaforada en los shoppings, a veces se genera una imagen distorsionada de la ciudad.
La guionista argentina Carolina Aguirre suele escaparse a la tranquilidad de Miami, donde alquila un condo con pileta y se dedica a leer, hacer shopping y salir por las noches con amigos. «Miami para los argentinos está asociado a la frivolidad, a la corrupción, al menemismo, pero la verdad es que lo que haya hecho cada uno con Miami no es Miami. Es de cada uno. Yo no veo a nadie allá cargando 4 LED y 50 bombachas de Victoria Secret, salvo a los argentinos. Así que en todo caso, eso es la Argentina, no Miami. Miami es una ciudad con gente relajada, con mucha vida al aire libre, una arquitectura art déco alucinante, playas divinas y un clima perfecto. Para mí es el Delano, comer algo en la ventanita de Café Versailles y arena blanca en los pies. Si no entendiste eso, es que todavía no entendiste Miami», dice.
Miami ha dejado de ser sólo ese spot turístico relacionado con la frivolidad veraniega para convertirse en uno de los centros artísticos de mayor crecimiento en los últimos años. Con Art Basel como plato fuerte de esta movida artística y el extraordinario Pérez Art Museum recientemente inaugurado, la ciudad del sol vio multiplicada su vida social y cultural en dimensiones sin precedente. Así lo ve Ana Cabanillas, que trabaja en marketing y vive en Miami desde hace unos años. Lejos de los daiquiris extra large Ocean Drive y el Rolls Royce de Susana paseándose por las calles de South Beach, esta argentina que ronda los 30 y se muestra muy elegante y sofisticada es parte de la nueva movida artística, cultural y de negocios que atrajo en este último tiempo a una generación diferente de latinoamericanos. Cada vez que recibe a sus compatriotas se encarga de mostrarles el otro Miami, ese que está creciendo y que a ella tanto le gusta. «Para salir a comer o tomar algo siempre andamos por Wynwood, Midtown o Design District. Son tres barrios que están pegados uno al otro y donde prácticamente no encontrás turistas. Esta zona está creciendo muchísimo y siempre hay un lugar nuevo para conocer.»
Jerónimo Pizarro, otro argentino que vive en Miami desde hace cuatro años y trabaja en Turner Broadcasting, opina algo similar. Cuando recibe amigos en su departamento de Miami Beach, deja que vayan uno o dos días a los inevitables malls de descuento, aunque después intenta mostrarles nuevas zonas de la ciudad en pleno auge. «Desde que llegué a Miami veo que la ciudad no para de crecer. Cada mes los art walks en Wynwood (el segundo sábado de cada mes) ofrecen más galerías abiertas, restaurantes, ferias, food trucks, y eso hace que cada vez vaya más gente. También abrieron un par de museos muy buenos (el Pérez Art Museum es espectacular); en el Design District abren cada vez más marcas de lujo y la zona de playa se está extendiendo al Norte con nuevos emprendimientos», explica.
Sin embargo, Opy Morales, un referente argentino en la ciudad de Miami a cargo del canal local América TV, insiste en que el atractivo principal de Miami sigue siendo, para la mayoría de los turistas argentinos, el combo básico de siempre. «Los argentinos vienen a Miami por las playas, la oferta en diversión nocturna, las compras, los precios y el idioma», reflexiona, y dentro de este contexto desliza algunas novedades para los visitantes que siguen buscando shopping y playa. «El nuevo Ikea (algo así como el Zara de la decoración) cerca del Dolphin Mall atraerá muchos argentinos. El túnel al puerto de Miami, con mayor accesibilidad para tomar cruceros, también promete. En Lincoln Road creció la oferta de tiendas de ropa como H&M, Forever 21, Zara, un Gap enorme y pronto un nuevo local de Apple», describe. A todo esto se suma el gran emprendimiento del que habla toda la ciudad y que llega de la mano de un argentino, nada menos que Alan Faena. El lugar se llama, obvio, «Forum Faena» y abrirá en diciembre de 2015 junto con el «Faena District».
La única ciudad de América donde una población venida de otro país, de otra cultura y con otra lengua se adueña del territorio en sólo una generación, como tan bien lo describe Tom Wolfe en su última novela Bloody Miami, se encuentra en pleno auge y muchos argentinos, adictos al lujo verdadero y falso que define a este rincón del mundo, no están dispuestos a perderse la posibilidad de experimentar unas vacaciones a pleno: playa, algo de arte, diversión nocturna, mucho shopping y hasta un teléfono para alardear. Todo incluido en un paquete semanal de 12 cuotas sin interés..

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