Cuando se realicen las elecciones presidenciales en Octubre de 2015, se habrán cumplido doce años de una gobernabilidad política, de una cultura política – aunque el paso del tiempo le dará aún más sustancia en perspectiva histórica – de un modo de organizar intereses y valores, y de administrar conflictos; de un “estilo” de ejercicio del poder que reúne o conjuga tradiciones liberales- capitalistas/keynesianas (la Presidenta de la República se ha referido en más de una oportunidad al “capitalismo sano”) basadas en un “círculo virtuoso” en el cual el incremento del consumo interno revitaliza un, todavía deficitario, andamiaje productivo. Una versión reparadora/transformadora del peronismo, el movimiento político-cultural que tensó los hilos de la armadura liberal. Nombrémoslo de una vez: El Kirchnerismo, esa “anomalía” que pareciera presentarse como inmutable, aunque sabemos que en un mundo globalizado y en una sociedad como la nuestra, abierta e interdependiente de ese mundo, el peso de las hegemonías mundiales influye y determina las relaciones entre la Sociedad y el Estado.
¿Podemos llamarle modelo? O, ¿proyecto político? El Kircherismo es aún una experiencia política muy joven pero sí podemos aventurar que en el kirchnerismo no existe todavía un dogma o literatura política propia que defina cómo es el nuevo modelo. En palabras de Ricardo Rouvier, “el kirchnerismo expresa una serie de políticas denunciativas del esquema liberal sin proponer alternativas. Las leyes sociales o derechos individuales, que son una marca importante de la década, significan una modernización de la República burguesa, pero el discurso es de interpelación del poder, o de un poder (que a veces es muy abstracto y otras veces es concreto) Ese poder en general es capitalista y liberal (las hegemonías mundiales), y el kirchnerismo no es antihegemónico en el sentido de proponer una alternativa superadora. En realidad, tiende a la reparación expresada en reformas como las del Código Civil y Comercial, Código Procesal, las leyes contra el femicidio” y, agrego, una larga lista de medidas reparadoras que ya forman parte indisoluble de la cultura política del kirchnerismo.
¿Podemos llamarle modelo? O, ¿proyecto político? El Kircherismo es aún una experiencia política muy joven pero sí podemos aventurar que en el kirchnerismo no existe todavía un dogma o literatura política propia que defina cómo es el nuevo modelo. En palabras de Ricardo Rouvier, “el kirchnerismo expresa una serie de políticas denunciativas del esquema liberal sin proponer alternativas. Las leyes sociales o derechos individuales, que son una marca importante de la década, significan una modernización de la República burguesa, pero el discurso es de interpelación del poder, o de un poder (que a veces es muy abstracto y otras veces es concreto) Ese poder en general es capitalista y liberal (las hegemonías mundiales), y el kirchnerismo no es antihegemónico en el sentido de proponer una alternativa superadora. En realidad, tiende a la reparación expresada en reformas como las del Código Civil y Comercial, Código Procesal, las leyes contra el femicidio” y, agrego, una larga lista de medidas reparadoras que ya forman parte indisoluble de la cultura política del kirchnerismo.