Inesperada oportunidad para Massa

En Foco
Se escucha con frecuencia en el entorno de Sergio Massa: “Lo más difícil ya pasó, sin gestión para apoyarnos como Scioli o Macri, terminamos el año más complicado manteniéndonos primeros o segundos en las encuestas”. En verdad, alguna encuesta ya puso a Massa tercero. No es pecado el optimismo.
El propio Massa, dicen los que más lo conocen, acusa recibo de las dificultades que debió atravesar después de su estreno electoral con triunfo. Pero no está ni deprimido ni pesimista. Es bueno mantener arriba el ánimo.
Apenas terminado el brindis de Año Nuevo primereó a sus rivales. La encuesta de alcance nacional que inauguró el 2015 fue realizada por la consultora Polldata entre el viernes y el lunes pasados. Le dio a Massa un 26,3% de intención de voto, contra 24,5% de Scioli; 21,1% de Macri y 8,7% de Julio Cobos como candidato de UNEN. Sonrisa para la foto.
Las buenas noticias maquillan por un rato las dificultades. Pero no las eliminan. Y mientras por goteo se van sumando nombres al Frente Renovador –Francisco de Narváez es, de lejos, el que aporta más volumen– dentro del massismo persisten algunos desencuentros.
Tienen que ver con el estilo de construcción de Massa, que agrega y acumula sin definir jerarquías; pero también con la incertidumbre de algunos propios acerca de la verdadera potencia final que se alcanzará en este año decisivo.
Ese horizonte incierto reconoce, ahora, una inesperada ventana de oportunidad para Massa. Se debe al brusco estallido de la interna kirchnerista, con la jauría de Cristina ladrándole y mordiéndole los garrones a Scioli, que pecó sin perdón al concurrir el viernes pasado a la inauguración del Espacio Clarín.
Massa puede aspirar a una pesca sustanciosa de dirigentes y votantes si hay revuelo, confusión y dispersión en el universo kirchnerista. Fue así como acumuló parte de su capital político actual.
En la feroz pelea contra Scioli primero patalearon los otros precandidatos kirchneristas: Florencio Randazzo, Sergio Urribarri, Julián Domínguez, Agustín Rossi. Pero el conflicto escaló cuando Cristina involucró al Gobierno, mandando al jefe de Gabinete a echar rayos y centellas sobre el gobernador bonaerense. Jorge Capitanich, como siempre, cumplió con lo que se esperaba de él.
Para el kirchnerismo duro un eventual triunfo de Scioli es visto como la peor derrota del relato. Y es de tal intensidad la polémica desatada, que hoy se especula abiertamente con que Cristina pueda terminar consagrando a un candidato propio, y deje a Scioli afuera de las PASO del Frente para la Victoria. Aseguran que el propio Scioli no descarta ese escenario.
¿Suena descabellado? Pensemos de quiénes estamos hablando… Por eso mismo no resulta imposible.
Esa misma hipótesis de ruptura en el oficialismo se plantean, con preocupación, en la mesa chica del PRO. Los macristas perciben que la fragmentación del aparato oficialista y la eventual diáspora de parte de sus votos pueden terminar favoreciendo a Massa, con quien compiten directamente por la representación opositora.
“Como estamos vamos bien”, dicen quienes discuten política junto a Macri. El “como estamos” se refiere al escenario de dificultad económica pero sin estallidos, de desgaste político del Gobierno y de búsqueda a veces confusa de estrategia y discurso por parte de Massa. Cualquier alteración de esa escenografía, piensan, puede romper el encantamiento que ha hecho crecer sin pausa a Macri en el último año.
Mientras el eco del cruce entre los ultracristinistas y Scioli no se apaga, Massa parece encontrar algunos beneficios fuera de programa provenientes del Gobierno.
Fuentes ministeriales aseguran que esta semana se bajó la orden de “no pegarle a Sergio”. La indicación fue apuntarle con todo a Scioli, que debía ser escarmentado.
Primera evidencia de esto fue el cambio de blanco elegido por el conglomerado de intendentes Los Octubres, donde sobresale el promisorio Juan Patricio Mussi, de Berazategui. Salieron a criticarle a Scioli desde los descalabros de la gestión hasta la estética de su campaña. Detrás de los entusiasmos de este sector está la mano sabia y generosa de Julio De Vido.
(Es probable que después de desmentir lo que aquí se informa venga alguna andanada sobre Massa. Son así de obvios).
Hay otras cuestiones, otros vínculos, que tienen que ver con la historia y las personas. Intendentes del grupo original que acompaña a Massa tuvieron siempre buena relación con quienes deciden sobre los fondos para la obra pública. “Julio y José María”, dicen, en alusión a De Vido y su mano derecha, Olazagasti. Todos se conocen con todos. No en vano pasaron juntos casi toda la década ganada.
Con cierta malicia, en oficinas del Gobierno llaman Grupo Sergio a un puñado de tres o cuatro de esos intendentes con los que se mantiene diálogo. ¿Están construyendo un puente para ellos mismos o son una vía de comunicación que Massa mantiene con un sector kirchnerista? Sería interesante conocer la respuesta, si es que hubiese una sola.
Desde esas oficinas ya hubo gentilezas pasadas hacia Massa. Por ejemplo, el contacto con el radical correntino Nito Artaza, correligionario arrimado desde hace algunos meses a la caravana massista.
Ricardo Colombi, también radical y gobernador de Corrientes, denunció en su momento que Artaza le daba pelea en la provincia ayudado por De Vido.
En su carácter de artista, sin dejar de ser senador, Artaza estuvo el viernes pasado en el lanzamiento del Espacio Clarín. Como la macrista María Eugenia Vidal y otro radical, Ernesto Sanz. La espada flamígera de Cristina todavía no cayó sobre ellos.
Así como cierto accionar de oficinas del Gobierno le ofrece facilidades que no estaban en los cálculos, Massa debe lidiar con algunos guisos espesos que se cocinan al interior de su propia fuerza.
Habida cuenta de que el trasvasamiento aluvional desde el kirchnerismo quedó en ilusión del verano pasado, hay quienes empujan para volcar al massismo a un acuerdo firme con otras variantes del peronismo opositor, encarnadas en figuras como José Manuel de la Sota o Adolfo Rodríguez Saá, El cordobés y el puntano hablaron mucho con Massa en el último año, pero nada se concretó. Fue todo parte de la franela de 2014.
Para esos sectores del massimo peronista, la llegada de De Narváez es en cierto modo una buena noticia. Aunque al mismo tiempo es una jugada que echa puñados de sal sobre la herida más aguda del Frente Renovador, que es la indefinición interna en la Provincia.
Darío Giustozzi, Gustavo Posse, Felipe Solá, Jesús Cariglino, Mónica López y ahora De Narváez son aspirantes a la candidatura a gobernador. Algunos incluso se sienten con derechos adquiridos por encima de los demás, o son portadores de algunas de las muchas promesas que desparramó Massa para ir subiéndolos a todos en su carro. Demasiada gente detrás de un mismo puesto. Difícil que termine bien. Y sin contar que falta lo más revulsivo, que sería la llegada estelar de Martín Insaurralde, con la misma aspiración.
Al derrotado candidato kirchnerista de octubre de 2013 sus competidores ya le avisaron que no es bienvenido. Posse tiró públicamente que no está dispuesto a competir con un representante de los negocios del juego. Giustozzi dice a quien quiera escucharlo que con Insaurralde llegarían al massismo los viejos amigos y compinches del procesado vicepresidente Amado Boudou (que alguna vez fue amigo y compinche de Massa).
Se menciona, en argumentaciones acaloradas, que el 70% de la recaudación de los bingos de la Costa está en negro. Y que ese dinero se blanquea a través de hoteles y boliches en las localidades playeras.
“No hay nada personal contra Martín, pero puede ser un coche bomba dentro del Frente Renovador”, dijo sin medir palabras uno de los dirigentes enojados. Otro alertó: “¿Y si nos desdibujamos como alternativa opositora y se nos fuga el electorado?”. Un tercero apuntó: “¿Alcanza con que Sergio se muestre cada tanto con Lavagna para taponar la desconfianza que a veces nosotros mismos creamos?”.
Hay demasiadas preguntas abiertas, demasiada incertidumbre. Seguramente Massa estará previendo maniobras de contención por si algunos de sus delfines amaga buscar otro rumbo, creyendo que puede haber otro tren que lo deje más cerca de donde pretende llegar su ambición.
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