Periodista
En la ceremonia no estuvieron ni Dilma Roussef ni el ministro saliente, Guido Mantega. Tal vez por eso Joaquin Levy pudo afirmar libremente que el ajuste en Brasil empezó antes de su asunción como nuevo ministro de Hacienda y que la disciplina fiscal, como se preveía escucharle decir, es la llave de la confianza.
Levy fue puesto en funciones el lunes pasado por un funcionario interino de Economía y celebrado por la primera línea del empresariado brasileño, algo también previsible. Faltó el aplauso de la política. Cuando dijo que el ajuste ya estaba en marcha no era una hipérbole: mencionó los recortes a los subsidios del Banco de Desarrollo (BNDES) y otras restricciones previsionales y laborales recientes. Pero la tarea de Levy apenas si empezó y lo que tiene por delante, según todos los análisis, es un desafío enorme. Brasil, la séptima economía mundial y uno de los países de mayor proyección global de la última década, hace cuatro años que no crece y está en una fase que los economistas llaman depresión estructural.
La tarea que asuma Levy y la realidad del ajuste en Brasil invita a preguntarse por la del ministro de Economía del gobierno que viene en la Argentina, de aquí a nueve meses. Con una economía también estancada, una caída de la actividad industrial del orden de los 4 puntos, mayor déficit, inflación en los niveles más altos del mundo, aumento del desempleo y pérdida del poder del salario, es común escuchar que el traje del próximo ministro no seduce demasiado. Una columna en Clarín del reconocido periodista Alcadio Oña citó off the record a un ex ministro que supo de tempestades: «No me gustaría ser el primer ministro de Economía del próximo gobierno».
Sin embargo, on the record, nadie se siente intimidado y más que eso, si hay una palabra que no aparece en el diccionario de un eventual futuro ministro de Economía es precisamente ajuste.
Ricardo Delgado, director de Analytica, prefiere no hacer comparaciones con Brasil, una economía que, dice, no ha sufrido tantos desequilibrios como la Argentina. Delgado cree que a diferencia de Brasil, «donde las apuestas financieras han sido negativas desde antes de la reelección de Dilma», la Argentina «está fuera de radar y cualquier señal positiva va a hacer que los capitales vuelvan al país».
«Va a ser una agenda intensa», admite Delgado, quien trabaja en el equipo económico de Sergio Massa e introduce el concepto de reformas. «Va a resultar crítico cómo y con quién hacer las reformas: la experiencia de 2001 puede ser un activo para quien asuma. Lo central y obvio será atacar la inflación hay consenso que con un plan integral y gradual, manejar el tema subsidios los precios hoy alimentan el sobreconsumo y recuperar la inversión. La Argentina tiene mucho para ganar, incluso desde el minuto 0 del próximo gobierno.
El diputado Federico Sturzenegger, ex presidente del Banco Ciudad, dice que la economía argentina viene de cuatro años muy malos y que si se libera el potencial productivo del país, «lo que se abre es una oportunidad».
«El ajuste lo está haciendo el Gobierno hoy. Su única preocupación es mantener el tipo de cambio controlado, a costa de pérdida de 100 mil empleos el año pasado. No tiene acceso al financiamiento y financia el gasto con emisión, lo que produce a la vez inflación. Es un ajuste por la vía de un mega impuestazo», dice Sturzenegger, que integra el equipo económico de Mauricio Macri. Sorprende cuando afirma que mantendría el nivel de gasto, «constate, en términos reales». «No es necesario bajar el nivel de gasto. El agujero fiscal se irá corrigiendo con crecimiento. Por cada punto que crece el PBI, aumentan un 0,3 % los recursos. ¿Y para qué usarlos? Para sustituir el financiamiento vía emisión, bajar la inflación y bajar la carga impositiva, el IVA, el impuesto al trabajo».
Como los anteriores, pero incluso más enfático, Miguel Bein aclara que no es el próximo ministro de nadie. «Me cuesta ponerme en el rol de decir si el próximo ministro se sentirá intimidado», dice. Habitual asesor de Daniel Scioli, Bein considera que la economía brasileña enfrenta desafíos «muy específicos». «La gente está atragantada por el costo de los servicios financieros y Brasil no puede arrancar un ciclo de consumo estimulando el crédito si no baja dramáticamente la tasa de interés». Pero admite que los dos países comparten el problema del bajo nivel de inversión. «La tasa está por debajo del 20% del PBI, es una tasa consistente con un crecimiento de 2,5%, 3% máximo. Si quieren crecer al 5, 5,5%, necesitarán llevarla al 26, 27%».
Cuando se le habla de la agenda de Levy en Brasil, Bein, ex secretario de Política Económica, sostiene que no hay una agenda de ministros de Economía, «sino políticas». «El desafío será si la Argentina, en lugar retroceder como cada vez que llegó una restricción externa, esta vez puede virar y seguir adelante. Es un desafío de largo plazo, que también enfrenta Brasil: la posibilidad de pasar de una agenda de estímulo y consumo a una agenda de desarrollo».
En la ceremonia no estuvieron ni Dilma Roussef ni el ministro saliente, Guido Mantega. Tal vez por eso Joaquin Levy pudo afirmar libremente que el ajuste en Brasil empezó antes de su asunción como nuevo ministro de Hacienda y que la disciplina fiscal, como se preveía escucharle decir, es la llave de la confianza.
Levy fue puesto en funciones el lunes pasado por un funcionario interino de Economía y celebrado por la primera línea del empresariado brasileño, algo también previsible. Faltó el aplauso de la política. Cuando dijo que el ajuste ya estaba en marcha no era una hipérbole: mencionó los recortes a los subsidios del Banco de Desarrollo (BNDES) y otras restricciones previsionales y laborales recientes. Pero la tarea de Levy apenas si empezó y lo que tiene por delante, según todos los análisis, es un desafío enorme. Brasil, la séptima economía mundial y uno de los países de mayor proyección global de la última década, hace cuatro años que no crece y está en una fase que los economistas llaman depresión estructural.
La tarea que asuma Levy y la realidad del ajuste en Brasil invita a preguntarse por la del ministro de Economía del gobierno que viene en la Argentina, de aquí a nueve meses. Con una economía también estancada, una caída de la actividad industrial del orden de los 4 puntos, mayor déficit, inflación en los niveles más altos del mundo, aumento del desempleo y pérdida del poder del salario, es común escuchar que el traje del próximo ministro no seduce demasiado. Una columna en Clarín del reconocido periodista Alcadio Oña citó off the record a un ex ministro que supo de tempestades: «No me gustaría ser el primer ministro de Economía del próximo gobierno».
Sin embargo, on the record, nadie se siente intimidado y más que eso, si hay una palabra que no aparece en el diccionario de un eventual futuro ministro de Economía es precisamente ajuste.
Ricardo Delgado, director de Analytica, prefiere no hacer comparaciones con Brasil, una economía que, dice, no ha sufrido tantos desequilibrios como la Argentina. Delgado cree que a diferencia de Brasil, «donde las apuestas financieras han sido negativas desde antes de la reelección de Dilma», la Argentina «está fuera de radar y cualquier señal positiva va a hacer que los capitales vuelvan al país».
«Va a ser una agenda intensa», admite Delgado, quien trabaja en el equipo económico de Sergio Massa e introduce el concepto de reformas. «Va a resultar crítico cómo y con quién hacer las reformas: la experiencia de 2001 puede ser un activo para quien asuma. Lo central y obvio será atacar la inflación hay consenso que con un plan integral y gradual, manejar el tema subsidios los precios hoy alimentan el sobreconsumo y recuperar la inversión. La Argentina tiene mucho para ganar, incluso desde el minuto 0 del próximo gobierno.
El diputado Federico Sturzenegger, ex presidente del Banco Ciudad, dice que la economía argentina viene de cuatro años muy malos y que si se libera el potencial productivo del país, «lo que se abre es una oportunidad».
«El ajuste lo está haciendo el Gobierno hoy. Su única preocupación es mantener el tipo de cambio controlado, a costa de pérdida de 100 mil empleos el año pasado. No tiene acceso al financiamiento y financia el gasto con emisión, lo que produce a la vez inflación. Es un ajuste por la vía de un mega impuestazo», dice Sturzenegger, que integra el equipo económico de Mauricio Macri. Sorprende cuando afirma que mantendría el nivel de gasto, «constate, en términos reales». «No es necesario bajar el nivel de gasto. El agujero fiscal se irá corrigiendo con crecimiento. Por cada punto que crece el PBI, aumentan un 0,3 % los recursos. ¿Y para qué usarlos? Para sustituir el financiamiento vía emisión, bajar la inflación y bajar la carga impositiva, el IVA, el impuesto al trabajo».
Como los anteriores, pero incluso más enfático, Miguel Bein aclara que no es el próximo ministro de nadie. «Me cuesta ponerme en el rol de decir si el próximo ministro se sentirá intimidado», dice. Habitual asesor de Daniel Scioli, Bein considera que la economía brasileña enfrenta desafíos «muy específicos». «La gente está atragantada por el costo de los servicios financieros y Brasil no puede arrancar un ciclo de consumo estimulando el crédito si no baja dramáticamente la tasa de interés». Pero admite que los dos países comparten el problema del bajo nivel de inversión. «La tasa está por debajo del 20% del PBI, es una tasa consistente con un crecimiento de 2,5%, 3% máximo. Si quieren crecer al 5, 5,5%, necesitarán llevarla al 26, 27%».
Cuando se le habla de la agenda de Levy en Brasil, Bein, ex secretario de Política Económica, sostiene que no hay una agenda de ministros de Economía, «sino políticas». «El desafío será si la Argentina, en lugar retroceder como cada vez que llegó una restricción externa, esta vez puede virar y seguir adelante. Es un desafío de largo plazo, que también enfrenta Brasil: la posibilidad de pasar de una agenda de estímulo y consumo a una agenda de desarrollo».