Jueves 26 de febrero de 2015 | Publicado en edición impresa
EE.UU
La invitación de los republicanos al premier israelí para que hable en el Congreso genera malestar
Netanyahu, ayer, en Maale Adumim. Foto: Reuters
WASHINGTON.- En menos de una semana, la relación de los Estados Unidos con Israel, su aliado de hierro en Medio Oriente, pasará una inédita prueba de fuego.
Invitado por los republicanos, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, despotricará contra el presidente Barack Obama en una sesión especial del Capitolio, calificada ya de la peor manera por la Casa Blanca. Pese a eso, la convocatoria sigue adelante, impermeable a las presiones en contrario.
«Es una visita destructiva para el entramado» de la relación bilateral, dijo ayer la asesora de Seguridad Nacional, Susan Rice, una figura de llegada directa al presidente. «Con esto, se le está inyectando un color partidista» a la política exterior, añadió.
Muy lejos de ser casuales, los dichos de Rice suman a una escalada de señales de indisimulable malestar en la Casa Blanca para esta visita, que tuvo origen en una decisión del líder de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner.
«Tengo todo el derecho del mundo a formular este tipo de convocatorias para exponer en el Capitolio y no pienso retractarme», se plantó ayer el siempre bronceado legislador por Ohio.
Y tiene razón: su cargo le permite este tipo de convocatorias. Un mecanismo que también usó, por ejemplo, para el discurso que pronunciará el papa Francisco en septiembre ante las dos cámaras.
Al igual que ahora, la invitación se formuló sin consulta a la Casa Blanca, que se enteró casi al mismo tiempo que los periodistas. La diferencia es que con el caso del Papa, la comparecencia parlamentaria forma parte de una visita ya programada, mientras que en el caso de Netanyahu, su presencia en sí se está convirtiendo en un dolor de cabeza.
«Nunca recibimos a mandatarios en plena etapa electoral», tuvo que aclarar días atrás el propio Obama. Lo hizo para explicar su tajante decisión de no recibir a Netanyahu durante su estancia en Washington. No es el único: una veintena de legisladores de su partido piensa boicotear la comparecencia y no asistir al plenario.
De hecho, es difícil saber hoy qué personalidad del partido en el gobierno tendrá interacción con Netanyahu. El secretario de Estado, John Kerry, ya se excusó y lo mismo hizo el vicepresidente Joe Biden. Obama insiste en que no piensa recibirlo en la Casa Blanca. «No corresponde», dijo.
La Casa Blanca tiene la mejor de las excusas en su tradición de mantener «manos afuera» durante una campaña electoral. Netanyahu llegará para su gran comparecencia en Washington apenas dos semanas antes de las elecciones generales en Israel, previstas para el 17 de marzo.
Por debajo de todo eso está la inocultable tirantez entre ambos gobiernos. Netanyahu ha hecho causa con dinamitar las conversaciones que Estados Unidos mantiene con Irán con miras a un acuerdo de control nuclear.
«Yo no pienso permitir la existencia de un Irán con armamento nuclear, porque eso significaría poner en riesgo a Israel», repite el premier, en plena campaña para obtener la reelección.
Al igual que sus aliados en Europa y tras una campaña con sanciones económicas, Washington está en tratativas con Irán para lograr que abra su programa de desarrollo nuclear, algo que, hasta ahora, mantiene velado. Con ese paso daría garantías de que lo usa con fines militares.
Las expresiones de Netanyahu vienen molestando a la Casa Blanca. «Parece que las potencias occidentales cedieron en su compromiso de impedir que Irán obtenga armas nucleares. Aceptan que Irán adquiera gradualmente, en pocos años, la capacidad de fabricar material para muchas armas nucleares. Yo no estoy dispuesto a aceptarlo», embistió ayer el premier derechista desde Tel Aviv. «Me parece que está equivocado», lo descalificó Kerry.
En el gobierno existe la convicción de que el único objetivo de su visita a esta ciudad y de su discurso en el Congreso será encender los ánimos para complicar el acuerdo nuclear con Irán, la meta más ambiciosa de Obama en política exterior.
Lo otro que crece es la sospecha de que tanto Netanyahu como los republicanos quieren usar esa visita con fines de política interna. «Se le está incorporando a eso un ingrediente de politiquería» que afecta la relación entre ambos gobiernos, dijo Rice.
Obama hace un delicado equilibrio para mostrar que una cosa es separarse de esta «maniobra» y otra, mantener «el lazo inquebrantable» con Israel, más allá de que en esta ocasión no quiera verle la cara a su primer ministro, con el que el jefe de la Casa Blanca nunca se ha llevado bien..
EE.UU
La invitación de los republicanos al premier israelí para que hable en el Congreso genera malestar
Netanyahu, ayer, en Maale Adumim. Foto: Reuters
WASHINGTON.- En menos de una semana, la relación de los Estados Unidos con Israel, su aliado de hierro en Medio Oriente, pasará una inédita prueba de fuego.
Invitado por los republicanos, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, despotricará contra el presidente Barack Obama en una sesión especial del Capitolio, calificada ya de la peor manera por la Casa Blanca. Pese a eso, la convocatoria sigue adelante, impermeable a las presiones en contrario.
«Es una visita destructiva para el entramado» de la relación bilateral, dijo ayer la asesora de Seguridad Nacional, Susan Rice, una figura de llegada directa al presidente. «Con esto, se le está inyectando un color partidista» a la política exterior, añadió.
Muy lejos de ser casuales, los dichos de Rice suman a una escalada de señales de indisimulable malestar en la Casa Blanca para esta visita, que tuvo origen en una decisión del líder de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner.
«Tengo todo el derecho del mundo a formular este tipo de convocatorias para exponer en el Capitolio y no pienso retractarme», se plantó ayer el siempre bronceado legislador por Ohio.
Y tiene razón: su cargo le permite este tipo de convocatorias. Un mecanismo que también usó, por ejemplo, para el discurso que pronunciará el papa Francisco en septiembre ante las dos cámaras.
Al igual que ahora, la invitación se formuló sin consulta a la Casa Blanca, que se enteró casi al mismo tiempo que los periodistas. La diferencia es que con el caso del Papa, la comparecencia parlamentaria forma parte de una visita ya programada, mientras que en el caso de Netanyahu, su presencia en sí se está convirtiendo en un dolor de cabeza.
«Nunca recibimos a mandatarios en plena etapa electoral», tuvo que aclarar días atrás el propio Obama. Lo hizo para explicar su tajante decisión de no recibir a Netanyahu durante su estancia en Washington. No es el único: una veintena de legisladores de su partido piensa boicotear la comparecencia y no asistir al plenario.
De hecho, es difícil saber hoy qué personalidad del partido en el gobierno tendrá interacción con Netanyahu. El secretario de Estado, John Kerry, ya se excusó y lo mismo hizo el vicepresidente Joe Biden. Obama insiste en que no piensa recibirlo en la Casa Blanca. «No corresponde», dijo.
La Casa Blanca tiene la mejor de las excusas en su tradición de mantener «manos afuera» durante una campaña electoral. Netanyahu llegará para su gran comparecencia en Washington apenas dos semanas antes de las elecciones generales en Israel, previstas para el 17 de marzo.
Por debajo de todo eso está la inocultable tirantez entre ambos gobiernos. Netanyahu ha hecho causa con dinamitar las conversaciones que Estados Unidos mantiene con Irán con miras a un acuerdo de control nuclear.
«Yo no pienso permitir la existencia de un Irán con armamento nuclear, porque eso significaría poner en riesgo a Israel», repite el premier, en plena campaña para obtener la reelección.
Al igual que sus aliados en Europa y tras una campaña con sanciones económicas, Washington está en tratativas con Irán para lograr que abra su programa de desarrollo nuclear, algo que, hasta ahora, mantiene velado. Con ese paso daría garantías de que lo usa con fines militares.
Las expresiones de Netanyahu vienen molestando a la Casa Blanca. «Parece que las potencias occidentales cedieron en su compromiso de impedir que Irán obtenga armas nucleares. Aceptan que Irán adquiera gradualmente, en pocos años, la capacidad de fabricar material para muchas armas nucleares. Yo no estoy dispuesto a aceptarlo», embistió ayer el premier derechista desde Tel Aviv. «Me parece que está equivocado», lo descalificó Kerry.
En el gobierno existe la convicción de que el único objetivo de su visita a esta ciudad y de su discurso en el Congreso será encender los ánimos para complicar el acuerdo nuclear con Irán, la meta más ambiciosa de Obama en política exterior.
Lo otro que crece es la sospecha de que tanto Netanyahu como los republicanos quieren usar esa visita con fines de política interna. «Se le está incorporando a eso un ingrediente de politiquería» que afecta la relación entre ambos gobiernos, dijo Rice.
Obama hace un delicado equilibrio para mostrar que una cosa es separarse de esta «maniobra» y otra, mantener «el lazo inquebrantable» con Israel, más allá de que en esta ocasión no quiera verle la cara a su primer ministro, con el que el jefe de la Casa Blanca nunca se ha llevado bien..
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