Apruebo el plan RER con corazón y cabeza. Corazón, porque los trenes metropolitanos matan sistemáticamente, de a uno por vez casi siempre, sus 450 personas por año sin que los medios se notifiquen salvo que el desastre sea inocultable incluso ante la coima más desaforada. De cabeza, porque es lógico y -coincido con Acosta- el momento mejor para instrumentarlo fue cuando se lo pensó por primera vez, en 1972, y había una administración única de los ferrocarriles y otra de los subtes, y ambas eran el estado nacional.
Esa situación idílica permitía todo: desde gestionar un único megacrédito crédito para una única obra escalonada y compleja con un país cuyo ratio deuda/PBI era bajísimo, y que podía conseguir dinero a bajos intereses.
Desde ya, que en lo institucional la obra no se podrá siquiera pensar hasta que todo este capital de vías superficiales y bajo tierra disperso entre licenciatarias ladronas y una municipalidad especialmente tramposa, la CABA, no vuelva al dueño original: el estado nacional.
La administración única es además -esto no lo dice Acosta y es un asunto capital- la clave para unificar la tecnología.
1) Las trochas y catenarias a unificar en una red única son disímiles, especialmente las de trenes y subtes, e incluso -gracias, Macri, gracias intendentes muy previos- las de propios los subtes entre sí.
2) Todo el sistema RER debe ser eléctrico. Sería una locura asesina meter unidades tan contaminantes como las locomotoras diesel en los subtes y ramales de tren que deban soterrarse. Obviamente, los planes de que las calles municipales en CABA y en el conurbano estén llenándose de “sapitos” de pasaje bajo las vías conspira contra todo plan masivo de soterramiento futuro.
3) La administración única y bajo tecnologías unificadas de propulsión y trocha permitiría re-articular la red RER con la del transporte de pasajeros a media y larga distancia, descentralizándolo de sus 4 viejos nodos residuales en CABA (Retiro, Constitución, Once, Lacroze). Eso permitiría “locuras” hoy impensables pero de lo más lógicas, como un rápido Marpla-Baires-Rosario-Córdoba, o agarrar un tren a Carmen de Patagones o a Bariloche o San Luis desde Avellaneda o desde Haedo. La RER se redistribuiría y federalizaría EN SERIO. Volvé, EFEA, te perdonamos todo.
4) La federalización sólo tiene sentido si los tendidos provinciales a) crecen y conquistan provincias sin servicio, o con servicios residuales casi testimoniales o cómicos (las bonaerenses y patagónicas son un ejemplo), y además b) si vuelven a adquirir la capilaridad que tenían dentro -al menos inicialmente- de las ecorregiones más productoras de “bulk commodities”, y no sólo hablo de la Pampa Húmeda sino de las nuevas provincias mineras, petroleras o simplemente productoras de termo, hidro, núcleo, mareo, eolo y geoelectricidad. ¿O se imaginan que un generador de vapor, un aspa de 40 metros, o una turbina de reemplazo para estos equipos inmensos puede viajar en camión? Nuestra falta de trenes explica, en parte, nuestros 4500 megavatios de déficit de capacidad instalada. ¿Cómo instalar una central geotérmica de 200 o 250 megavatios en Copahue o en el Domuyo sin un ramal ferroviario? ¿Cómo instalar una central mareomotriz en el Estrecho de Magallanes, o en Punta Loyola, sin una línea dedicada? Nuestra salvaje deuda gasífera, ese país con 60 años de reservas en Loma de la Lata en 1986, que de pronto se quedó sin gas (Menem lo hizo, no sin ayuda de De la Ruina y Duhalde) y donde la electricidad se genera casi exclusivamente con gas (Menem también lo hizo, no sin ayuda de Alfonsín), sólo puede ser revertido con más trenes. Los chacareros chicos que se funden fuera de la privilegiada soja núcleo de la Pampa Húmeda, se hunden no sólo porque la AFIP los persigue como si fueran lobizones, sino porque la vieja estación de trenes (pongamos algunos nombres desconocidos, como Huanguelén, Otoño y centenares más) ya no lleva la cosecha a Bahía Blanca. Lo hacen camiones carísimos. Hay millones de dobles acoplados viajando en impasable trencito de a seis o siete camiones (los de las cementeras, los de los acopiadores de grano) y absurdos colectivos de larga distancia de dos pisos (peligrosísimos, no deberían tener licencia de circulación). Toda esta chatarra asesina hay que sacarla de las carreteras, donde suplantan a un costo demencial en vidas, dólares y endeudamiento energético a los viejos trenes. Es mucho más barato que alfombrar el país de supercarreteras de 4 o 6 vías, como proponen otros ingenieros en transporte. No sólo hay que reconstruir lo que destruyó don “Ramal que para, ramal que cierrra”. Hay que reconstruir lo que destruyó Frondizi con su Plan Larkin, que no sé siquiera si había sido traducido del inglés cuando lo aplicó en frío el Ministro de Economía Álvaro Alsogaray, y cerró 13.000 kilómetros de ramales secundarios en 48 horas. Los ramales secundarios daban “capilaridad”, es decir penetración dentro del interior agropecuario, a los ramales primarios. Y estos, al perder cargas, empezaron a dar cada vez más déficit operativo…
Estoy pensando a medio siglo de distancia, como si eso en la Argentina fuera posible. Bueno, lo fue de algún modo, pero para los ingleses, cuando pusieron los ferrocarriles ellos. A su conveniencia, claro está.
Sí, esto -me anticipo a las sabias parolas de Master Abel- debería requerir un consenso político capaz de atravesar no medi siglo, pero sí al menos cuatro períodos presidenciales (12 años) como para poner en marcha una pelota de nieve que sólo pueda ser frenada por algún Grandísimo Hijo de Puta Sin Miedo a Pagar los Costos Políticos. Creo que el escenario abunda en HdPs, pero no veo ninguno lo suficientemente grande como para tenerle miedo HOY. Que es el momento de empezar el entramado político.
En la práctica, habría que empezar por vender y atornillar firmemente el plan Acosta entre los distintos sectores del peronismo, el único partido capaz de evitar el derrumbe del estado, aunque haya que curarlo con una dieta vegana de su costumbre inmemorial de vampirizar sangre del estado. Hay gente que compraría un plan así, lo ejecutaría y sería capaz de pasar la antorcha a la generación siguiente. Si eso lo hizo la CNEA, y logró durar 60 años, 30 protegida y 30 más perseguida que Martín Fierro, y hoy -gracias, don Néstor, y un saludo a Cristina- sigue viva, exporta fierros y know-how carísimos a través de INVAP y goza de buena salud… ¿No lo podemos lograr con una tecnología estratégica esencialmente más sencilla, que podemos generar íntegramente en el país, y que viene de principios del siglo XIX?
Vamos con el plan Acosta o como quieran llamarlo. No es entusiasmo fácil. Es realismo logístico y energético. Es respeto a la vida humana en un país de altísima siniestralidad en rutas. Trenes argentinos para la Argentina.
Daniel