La muy sesgada revista británica The Economist –que se ha especializado en amenazar y desinformar para promover su agenda globalista– anuncia que el mundo ha entrado a una nueva era nuclear.
El mundo nunca salió de la era nuclear. Una cosa es que –a consecuencia de la disolución de la URSS– Washington y Moscú hayan negociado en forma sensata y creativa la disminución sustancial de su arsenal nuclear, y otra la posesión de bombas atómicas tanto por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (CS) de la ONU –Estados Unidos, Gran Bretaña, Rusia, Francia y China– como por otros países: Israel, India, Pakistán y Corea del Norte.
Mientras Israel, que goza de aberrantes canonjías celestiales del CS, no firme el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y no admita la inspección de su arsenal clandestino en Dimona por la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), la cifra de sus bombas atómicas será elusiva entre 80 y 400. El único país que se ha despojado esos artefactos ha sido Sudáfrica –lo que ni siquiera le agradecen los habitantes del planeta, si es que están enterados de ello.
En las asíntotas del debate cartesiano se podría asentar tangencialmente que las tres ex repúblicas escindidas de Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán se despojaron de su arsenal nuclear –que era propiedad de la URSS– y pasó bajo control de Moscú en la fase de la balcanización de Rusia, que aún desea pulverizar Stratfor hasta la ignominia, como si fuera tan sencillo en la fase de Vlady Putin (http://goo.gl/bMPs47).
The Economist –propiedad, con The Financial Times, del Grupo Pearson, subsidiaria de Black Rock, máximo banco de inversiones del mundo, dirigido por el israelí-estadounidense Larry Fink, quien se despachó con la cuchara grande con el petróleo de México– ni siquiera cita el arsenal clandestino de Israel, país que desde su creación, hace 67 años, se ha consagrado a librar guerras mesiánicas contra sus vecinos y que ahora busca que Estados Unidos destruya a Irán a su cuenta.
¿Cuántos países y nacionalidades lleva destruidos Israel en Medio Oriente? Lo más absurdo de The Economist es que abulta, como mayor peligro que la dotación clandestina de su aliado israelí, la capacidad tecnológica nuclear de Irán –que no posee arma atómica alguna y es firmante del TNP– a punto de concretar sus negociaciones con EU (bajo el formato del P5 más 1).
No está en tela de juicio la tóxica desinformación de The Economist, que cumple su misión asignada por la plutocracia financierista global y que se pasa por el arco del triunfo que EU es el único país del planeta que ha arrojado dos bombas atómicas sobre poblaciones civiles (Hiroshima y Nagasaki) –lo cual parece haber olvidado el belicoso primer ministro de Japón, Shinzo Abe–, sino la ambientación negativa que diseña contra Rusia, una superpotencia nuclear, y su presidente puerilmente demonizado Vlady Putin.
Los banqueros globalistas han entrado en pánico escénico con el inminente derrumbe de su depredador modelo financierista –al unísono del desorden geopolítico global que han creado con sus fútiles guerras en los cuatro rincones del planeta– y que llega a su paroxismo con su intervencionismo en Ucrania, donde se puede desatar la Tercera Guerra Mundial nuclear.
Hasta Lech Walesa , premio Nobel de la Paz y de las pocas voces sensatas que quedan en Polonia, extraviada en un frenético revanchismo bélico azuzado por los súperhalcones neoconservadores straussianos de EU, advierte que si la Unión Europea (UE) armase a Ucrania, provocaría una guerra nuclear (http://goo.gl/Z8294d ).
Además de la inesperada resurrección de Rusia –contra la que Wall Street y la City (sector financiero de Londres) ejercen su sicalíptica guerra financierista–, lo que más temen los banqueros globalistas es la virtual insurrección de sus propias poblaciones en los países que han devastado, por lo que han empezado a comprar refugios ocultos en los lugares más recónditos de la Vía Láctea.
En su informe anual de 2014, el fundador del fondo inversionista británico RIT Capital, Jacob Rothschild –presidente honorario del Institute for Jewish Policy Research, cuya familia se encuentra detrás de la creación de Israel–, diagnosticó que el mundo se enfrenta a los mayores riesgos geopolíticos desde la Segunda Guerra Mundial y externó su exasperación por el bajo crecimiento del PIB mundial pese a todos los incentivos monetarios y las bajas tasas de interés (http://goo.gl/uKwyWn ).
El muy controvertido banquero Rothschild, de 78 años y cuya familia practicó el esclavismo (literal), no comparte el espejismo de los monetaristas centralbanquistas del G-7 y juzga que los mayores riesgos geopolíticos derivan del caos expansivo en Medio Oriente y de una debilitada (¡supersic!) Europa amenazada por el horripilante desempleo, en no menor medida causado por el fracaso de concretar reformas estructurales en varios de los países que forman parte de la UE. ¿Se revirtieron a los banqueros globalistas sus perversas jugadas financieras y bélicas que practican desde Waterloo?
Los Rothschild, supremos manipuladores del oro (http://goo.gl/9FtCHn ), ni aparecen en el poco riguroso ranking de los hombres más ricos del mundo de Forbes, cuando hace cinco años los analistas chinos colocaron su fortuna dinástica en 5 billones de dólares (http://goo.gl/NFJosi ).
Dejando de lado tanto la extraña adquisición hereditaria de una patente de semiconductores por Jacob Rothschild, gracias a la rocambolesca desaparición del avión de Malasia MH370 (http://goo.gl/AwNQ7C ), como el intervencionismo de su presunto prestanombres George Soros en Ucrania –al unísono de su presunto aliado, el banquero Iho Kolomoyskyi, con una fortuna de 6 mil 500 milllones de dólares, quien ostenta la triple nacionalidad ucraniana, israelí y chipriota (http://goo.gl/jZd15K)–, el banquero globalista coloca en relieve el caos y el extremismo en Medio Oriente, la agresión (¡supersic!) y expansión rusa.
La dinastía Rothschild se encumbró gracias a sus macabros juegos financieros a los dos lados del Canal de la Mancha, cuando amasaron una enorme fortuna sobre los cadáveres de Waterloo, el 15 de junio de 1815, con la derrota de Napoleón. El triunfo secesionista rusófilo en Debáltsevo (http://goo.gl/lpqvuR ), que trastocó la correlación geopolítica de fuerzas en Eurasia, ¿será el anti Waterloo de los Rothschild?
Los banqueros globalistas cosechan ahora las tempestades de los vientos que sembraron con su desregulada globalización financierista –una subrepticia guerra financiera global que no se atreve a pronunciar su nombre y que superó los medios del estratega prusiano Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz–, en sincronía con sus fallidas guerras en Eurasia: en los linderos del RIC (Rusia, India y China), al que buscan vulcanizar y balcanizar mediante la carta bárbára del yihadismo global, invento de EU y sus aliados (vgr. Israel), según el general Wesley Clark, ex comandante supremo de la OTAN.
Lo único que puede quitar el sueño a un Rothschild es un Putin.
El mundo nunca salió de la era nuclear. Una cosa es que –a consecuencia de la disolución de la URSS– Washington y Moscú hayan negociado en forma sensata y creativa la disminución sustancial de su arsenal nuclear, y otra la posesión de bombas atómicas tanto por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (CS) de la ONU –Estados Unidos, Gran Bretaña, Rusia, Francia y China– como por otros países: Israel, India, Pakistán y Corea del Norte.
Mientras Israel, que goza de aberrantes canonjías celestiales del CS, no firme el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y no admita la inspección de su arsenal clandestino en Dimona por la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), la cifra de sus bombas atómicas será elusiva entre 80 y 400. El único país que se ha despojado esos artefactos ha sido Sudáfrica –lo que ni siquiera le agradecen los habitantes del planeta, si es que están enterados de ello.
En las asíntotas del debate cartesiano se podría asentar tangencialmente que las tres ex repúblicas escindidas de Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán se despojaron de su arsenal nuclear –que era propiedad de la URSS– y pasó bajo control de Moscú en la fase de la balcanización de Rusia, que aún desea pulverizar Stratfor hasta la ignominia, como si fuera tan sencillo en la fase de Vlady Putin (http://goo.gl/bMPs47).
The Economist –propiedad, con The Financial Times, del Grupo Pearson, subsidiaria de Black Rock, máximo banco de inversiones del mundo, dirigido por el israelí-estadounidense Larry Fink, quien se despachó con la cuchara grande con el petróleo de México– ni siquiera cita el arsenal clandestino de Israel, país que desde su creación, hace 67 años, se ha consagrado a librar guerras mesiánicas contra sus vecinos y que ahora busca que Estados Unidos destruya a Irán a su cuenta.
¿Cuántos países y nacionalidades lleva destruidos Israel en Medio Oriente? Lo más absurdo de The Economist es que abulta, como mayor peligro que la dotación clandestina de su aliado israelí, la capacidad tecnológica nuclear de Irán –que no posee arma atómica alguna y es firmante del TNP– a punto de concretar sus negociaciones con EU (bajo el formato del P5 más 1).
No está en tela de juicio la tóxica desinformación de The Economist, que cumple su misión asignada por la plutocracia financierista global y que se pasa por el arco del triunfo que EU es el único país del planeta que ha arrojado dos bombas atómicas sobre poblaciones civiles (Hiroshima y Nagasaki) –lo cual parece haber olvidado el belicoso primer ministro de Japón, Shinzo Abe–, sino la ambientación negativa que diseña contra Rusia, una superpotencia nuclear, y su presidente puerilmente demonizado Vlady Putin.
Los banqueros globalistas han entrado en pánico escénico con el inminente derrumbe de su depredador modelo financierista –al unísono del desorden geopolítico global que han creado con sus fútiles guerras en los cuatro rincones del planeta– y que llega a su paroxismo con su intervencionismo en Ucrania, donde se puede desatar la Tercera Guerra Mundial nuclear.
Hasta Lech Walesa , premio Nobel de la Paz y de las pocas voces sensatas que quedan en Polonia, extraviada en un frenético revanchismo bélico azuzado por los súperhalcones neoconservadores straussianos de EU, advierte que si la Unión Europea (UE) armase a Ucrania, provocaría una guerra nuclear (http://goo.gl/Z8294d ).
Además de la inesperada resurrección de Rusia –contra la que Wall Street y la City (sector financiero de Londres) ejercen su sicalíptica guerra financierista–, lo que más temen los banqueros globalistas es la virtual insurrección de sus propias poblaciones en los países que han devastado, por lo que han empezado a comprar refugios ocultos en los lugares más recónditos de la Vía Láctea.
En su informe anual de 2014, el fundador del fondo inversionista británico RIT Capital, Jacob Rothschild –presidente honorario del Institute for Jewish Policy Research, cuya familia se encuentra detrás de la creación de Israel–, diagnosticó que el mundo se enfrenta a los mayores riesgos geopolíticos desde la Segunda Guerra Mundial y externó su exasperación por el bajo crecimiento del PIB mundial pese a todos los incentivos monetarios y las bajas tasas de interés (http://goo.gl/uKwyWn ).
El muy controvertido banquero Rothschild, de 78 años y cuya familia practicó el esclavismo (literal), no comparte el espejismo de los monetaristas centralbanquistas del G-7 y juzga que los mayores riesgos geopolíticos derivan del caos expansivo en Medio Oriente y de una debilitada (¡supersic!) Europa amenazada por el horripilante desempleo, en no menor medida causado por el fracaso de concretar reformas estructurales en varios de los países que forman parte de la UE. ¿Se revirtieron a los banqueros globalistas sus perversas jugadas financieras y bélicas que practican desde Waterloo?
Los Rothschild, supremos manipuladores del oro (http://goo.gl/9FtCHn ), ni aparecen en el poco riguroso ranking de los hombres más ricos del mundo de Forbes, cuando hace cinco años los analistas chinos colocaron su fortuna dinástica en 5 billones de dólares (http://goo.gl/NFJosi ).
Dejando de lado tanto la extraña adquisición hereditaria de una patente de semiconductores por Jacob Rothschild, gracias a la rocambolesca desaparición del avión de Malasia MH370 (http://goo.gl/AwNQ7C ), como el intervencionismo de su presunto prestanombres George Soros en Ucrania –al unísono de su presunto aliado, el banquero Iho Kolomoyskyi, con una fortuna de 6 mil 500 milllones de dólares, quien ostenta la triple nacionalidad ucraniana, israelí y chipriota (http://goo.gl/jZd15K)–, el banquero globalista coloca en relieve el caos y el extremismo en Medio Oriente, la agresión (¡supersic!) y expansión rusa.
La dinastía Rothschild se encumbró gracias a sus macabros juegos financieros a los dos lados del Canal de la Mancha, cuando amasaron una enorme fortuna sobre los cadáveres de Waterloo, el 15 de junio de 1815, con la derrota de Napoleón. El triunfo secesionista rusófilo en Debáltsevo (http://goo.gl/lpqvuR ), que trastocó la correlación geopolítica de fuerzas en Eurasia, ¿será el anti Waterloo de los Rothschild?
Los banqueros globalistas cosechan ahora las tempestades de los vientos que sembraron con su desregulada globalización financierista –una subrepticia guerra financiera global que no se atreve a pronunciar su nombre y que superó los medios del estratega prusiano Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz–, en sincronía con sus fallidas guerras en Eurasia: en los linderos del RIC (Rusia, India y China), al que buscan vulcanizar y balcanizar mediante la carta bárbára del yihadismo global, invento de EU y sus aliados (vgr. Israel), según el general Wesley Clark, ex comandante supremo de la OTAN.
Lo único que puede quitar el sueño a un Rothschild es un Putin.