Desde Madrid
“El cepo cambiario nos ha afectado en forma terrible. Tuvimos que cerrar e irnos de la Argentina en abril”, aseguró, sin atenuantes, Isidoro Alanís, presidente de Global Exchange, la tercera mayor casa de cambio del mundo, con 150 oficinas en 15 países. “Tuvimos que cerrar porque estábamos perdiendo US$ 100 mil todos los meses”. Confirmó que no puede volver, aunque “si tuviera una oportunidad, iría de cabeza”.
El intercambio entre Alanís y PERFIL tuvo lugar en el marco de LatAm Global, un foro apoyado por el World Economic Forum, en Madrid. Global Exchange está presente en 13 países latinoamericanos, en 47 aeropuertos, 35 de ellos en América Latina, y estuvo presente en todos los aeropuertos de Argentina, con los que aún mantiene contrato, pero no puede operar más. Argentina fue su trampolín para saltar a toda la región. Pero hoy, la tierra de Cristina Fernández es sólo un mal recuerdo.
Alanís recuerda que decidieron internacionalizarse a la Argentina cuando se le achicó el negocio en España tras la entrada en vigencia del euro.
Llegaron a nuestro país en un contexto poco favorable. “Abrimos en octubre de 2001, a pesar de que el riesgo país estaba en 1.000 puntos, y en diciembre de 2001, llegó el corralito y el corralón”. Es decir, no se trata de una empresa fácil de incomodar. Tras la devaluación, aprovecharon el alza del turismo para crecer en toda la región, pero desde que empezó a haber restricciones al dólar, todo cambió.
—¿Cuál fue el impacto de las restricciones al dólar?
—Pues, nos ha afectado en una forma terrible. Nosotros estuvimos hasta el año 2012 gestionando todos los aeropuertos en Argentina, el 7 de septiembre de 2012 teníamos a 150 personas trabajando, y esa tarde, recibimos un comunicado del Banco Central de Argentina diciendo que se prohibía nuestra actividad en los aeropuertos porque sólo era permitida la del Banco de la Nación. A partir de ahí empezó un calvario que nos llevó un año y medio casi dos, hasta que en abril de este año, y después de 14 años, tuvimos que cerrar y salir de Argentina.
—¿No puede reciclar de alguna forma su negocio?
—Nosotros, después de este cierre en los aeropuertos, intentamos abrir en las calles, en Buenos Aires, en Mendoza y en Bariloche. ¿Pero qué pasa? Que con el mercado blue, que es el mercado negro, el de la economía sumergida, no pudimos. Se nos ponían cuatro personas delante de la puerta de nuestro local, “los arbolitos”, que les llaman, y claro que cuando viene un turista y le dicen oiga: no entre aquí que le van a robar, porque yo le voy a pagar el doble de lo que le pagan aquí, ¿pues cómo podemos competir? Imposible.
—¿Y tiene pensado que su empresa vuelva a la Argentina en algún momento?
—Tuvimos que cerrar e irnos en abril, con una pena terrible porque sabemos que va a ser muy difícil volver, porque los sistemas del Banco Central no permiten fácilmente tener las licencias. Creo que la situación de Argentina cada vez va peor y creo que Argentina tendrá que volver a recuperar el gran país que tiene y volverá otro ciclo de estabilidad política.
Recuerdos de la peseta
“En el año 1996, cuando aún existía la peseta, en Europa teníamos muchas monedas, y cada persona que iba a un país europeo tenía que cambiar sus monedas”, cuenta Isidoro Alanís, sobre por qué decidieron llegar al país. Pero “a sólo diez días de la entrada del euro en vigor, desaparecieron 12 monedas y con ellas, todos nuestros clientes. Nuestra producción, en ese lapso, pasó del 100% al 4%”.
“Nos planteamos qué hacer: o cerrábamos o nos internacionalizábamos”, dice. “Pero no podíamos irnos a Portugal o a Francia, teníamos que optar por un mercado lejano y eso nos llevó en la primera oportunidad que tuvimos a agarrarnos a un clavo ardiendo: la Argentina”, detalla.
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“El cepo cambiario nos ha afectado en forma terrible. Tuvimos que cerrar e irnos de la Argentina en abril”, aseguró, sin atenuantes, Isidoro Alanís, presidente de Global Exchange, la tercera mayor casa de cambio del mundo, con 150 oficinas en 15 países. “Tuvimos que cerrar porque estábamos perdiendo US$ 100 mil todos los meses”. Confirmó que no puede volver, aunque “si tuviera una oportunidad, iría de cabeza”.
El intercambio entre Alanís y PERFIL tuvo lugar en el marco de LatAm Global, un foro apoyado por el World Economic Forum, en Madrid. Global Exchange está presente en 13 países latinoamericanos, en 47 aeropuertos, 35 de ellos en América Latina, y estuvo presente en todos los aeropuertos de Argentina, con los que aún mantiene contrato, pero no puede operar más. Argentina fue su trampolín para saltar a toda la región. Pero hoy, la tierra de Cristina Fernández es sólo un mal recuerdo.
Alanís recuerda que decidieron internacionalizarse a la Argentina cuando se le achicó el negocio en España tras la entrada en vigencia del euro.
Llegaron a nuestro país en un contexto poco favorable. “Abrimos en octubre de 2001, a pesar de que el riesgo país estaba en 1.000 puntos, y en diciembre de 2001, llegó el corralito y el corralón”. Es decir, no se trata de una empresa fácil de incomodar. Tras la devaluación, aprovecharon el alza del turismo para crecer en toda la región, pero desde que empezó a haber restricciones al dólar, todo cambió.
—¿Cuál fue el impacto de las restricciones al dólar?
—Pues, nos ha afectado en una forma terrible. Nosotros estuvimos hasta el año 2012 gestionando todos los aeropuertos en Argentina, el 7 de septiembre de 2012 teníamos a 150 personas trabajando, y esa tarde, recibimos un comunicado del Banco Central de Argentina diciendo que se prohibía nuestra actividad en los aeropuertos porque sólo era permitida la del Banco de la Nación. A partir de ahí empezó un calvario que nos llevó un año y medio casi dos, hasta que en abril de este año, y después de 14 años, tuvimos que cerrar y salir de Argentina.
—¿No puede reciclar de alguna forma su negocio?
—Nosotros, después de este cierre en los aeropuertos, intentamos abrir en las calles, en Buenos Aires, en Mendoza y en Bariloche. ¿Pero qué pasa? Que con el mercado blue, que es el mercado negro, el de la economía sumergida, no pudimos. Se nos ponían cuatro personas delante de la puerta de nuestro local, “los arbolitos”, que les llaman, y claro que cuando viene un turista y le dicen oiga: no entre aquí que le van a robar, porque yo le voy a pagar el doble de lo que le pagan aquí, ¿pues cómo podemos competir? Imposible.
—¿Y tiene pensado que su empresa vuelva a la Argentina en algún momento?
—Tuvimos que cerrar e irnos en abril, con una pena terrible porque sabemos que va a ser muy difícil volver, porque los sistemas del Banco Central no permiten fácilmente tener las licencias. Creo que la situación de Argentina cada vez va peor y creo que Argentina tendrá que volver a recuperar el gran país que tiene y volverá otro ciclo de estabilidad política.
Recuerdos de la peseta
“En el año 1996, cuando aún existía la peseta, en Europa teníamos muchas monedas, y cada persona que iba a un país europeo tenía que cambiar sus monedas”, cuenta Isidoro Alanís, sobre por qué decidieron llegar al país. Pero “a sólo diez días de la entrada del euro en vigor, desaparecieron 12 monedas y con ellas, todos nuestros clientes. Nuestra producción, en ese lapso, pasó del 100% al 4%”.
“Nos planteamos qué hacer: o cerrábamos o nos internacionalizábamos”, dice. “Pero no podíamos irnos a Portugal o a Francia, teníamos que optar por un mercado lejano y eso nos llevó en la primera oportunidad que tuvimos a agarrarnos a un clavo ardiendo: la Argentina”, detalla.
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