Cristina tiene un nuevo cepo. Un cepo secreto. No tiene nada que ver con el dólar, ni con las importaciones ni con la venta de casas, de departamentos o de acciones. El cepo de la Presidenta es mediático y restringe las declaraciones que pueda hacer Daniel Scioli, el candidato que nunca quiso pero que deberá soportar. Asi lo señalan las encuestas, que lo muestran como el único capaz de darle una victoria al kirchnerismo o al menos asegurarle una derrota ajustada que no la obligue a exiliarse del poder.
Pero la Presidenta es brava y no quiere que Scioli tenga en la campaña nada parecido a una señal de independencia. Por eso ha diseñado el cepo mediático. Cada uno de los ministros del gobernador tiene un mail con 30 (si, treinta) temas en los que ni él ni sus colaboradores podrán ser criticos o dubitativos. La amplitud de la lista es tan notable que le impide al sciolismo participar razonablemente de debate alguno, salvo que se sometan a recitar el dogma elogioso del relato kirchnerista en todas sus variantes.
Militantes de la resignación, los funcionarios sciolistas se muestran unos a otros y entre sonrisas sus smartphones con la lista de los 30 temas que no pueden abordar con libertad de criterio. Obviamente, el cepo al dólar, la inflación y la pobreza creciente encabezan el PDF adjunto enviado por las usinas kirchneristas, que también incluye al déficit fiscal, el crecimiento nulo, la caída del consumo, el fracaso del Cedin, el déficit energético, el declive del precio de la soja o el derrumbe de la actividad industrial. El listado tiene algunos items que provocan cierto asombro en los sciolistas como referirse con escepticismo a la minería, a los acuerdos con China y con Rusia o a las tardías inversiones en ferrocarriles que lleva adelante el compañero, adversario interno y hasta anoche candidato, Florencio Randazzo.
No hay vías de escape para zafar del cepo mediático K. La asignación universal por hijo no admite más que alabanzas rotundas, lo mismo que los programas de distribución escolar de computadoras, los créditos hipotecarios a tasa blanda y los precios cuidados para maquillar el fantasma inflacionario.
Claro que todo eso no es suficiente para calmar el enano estalinista que lleva incorporado el kirchnerismo. El ministro de Economía, Axel Kicillof, aprovecha la atención que le dispensa Scioli en estos tiempos y le ha hecho llegar algunas copias impresas de sus declaraciones con frases inconvenientes del gobernador marcadas con resaltador verde. Ese mismo color fue el que usó para censurar los conceptos imprudentes del economista Miguel Bein, cuando éste se pronunció con su vehemencia característica a favor de eliminar el dólar ahorro que erosiona las arcas del Banco Central pero mantiene en cierta calma a los sensibles sectores medios de la sociedad argentina.
Paradojas del destino. El mismo Kicillof que le corrige sus declaraciones públicas podría terminar siendo el candidato a vicepresidente de Scioli. Es el preferido de la Presidenta y el más vilipendiado por los ministros bonaerenses: algunos lo aborrecen y otros no lo respetan. La pesadilla mayor del sciolismo es una telaraña electoral que, además de Axel, incluya a Máximo Kirchner como candidato a diputado nacional y a Cristina candidata al misterio del Parlasur.
Convencido del sendero tortuoso que ha elegido para llegar a presidente, Scioli agacha la cabeza y se ciñe con obediencia a la dictadura del cepo mediático de Cristina. Todavía trastabilla al hablar de inflación pero ya no la menciona con preocupación y hasta Karina Rabolini jura que le cree a las estadísticas truchas del Indec. Claro que ninguna frase del gobernador generó más entusiasmo en la Casa Rosada que las duras críticas que le dedicó a Alberto Nisman, y a la denuncia del fiscal muerto sospechosamente que involucraba a la Presidenta con el imperdonable pacto con Irán por AMIA.
Scioli ha dejado de ser aquel dirigente que intentaba diferenciarse del kirchnerismo y se abraza a la figura de Cristina confiado en que los votos independientes, que tanto lo ayudaron en otras ocasiones, volverán a quedarse a su lado. «Así llegué hasta acá; por eso ahora no voy a cambiar», es su frase preferida de estos días. La elección presidencial le servirá para comprobar si aferrarse al libreto kirchnerista fue una decisión acertada o si fue el camino maldito hacia la derrota.
Pero la Presidenta es brava y no quiere que Scioli tenga en la campaña nada parecido a una señal de independencia. Por eso ha diseñado el cepo mediático. Cada uno de los ministros del gobernador tiene un mail con 30 (si, treinta) temas en los que ni él ni sus colaboradores podrán ser criticos o dubitativos. La amplitud de la lista es tan notable que le impide al sciolismo participar razonablemente de debate alguno, salvo que se sometan a recitar el dogma elogioso del relato kirchnerista en todas sus variantes.
Militantes de la resignación, los funcionarios sciolistas se muestran unos a otros y entre sonrisas sus smartphones con la lista de los 30 temas que no pueden abordar con libertad de criterio. Obviamente, el cepo al dólar, la inflación y la pobreza creciente encabezan el PDF adjunto enviado por las usinas kirchneristas, que también incluye al déficit fiscal, el crecimiento nulo, la caída del consumo, el fracaso del Cedin, el déficit energético, el declive del precio de la soja o el derrumbe de la actividad industrial. El listado tiene algunos items que provocan cierto asombro en los sciolistas como referirse con escepticismo a la minería, a los acuerdos con China y con Rusia o a las tardías inversiones en ferrocarriles que lleva adelante el compañero, adversario interno y hasta anoche candidato, Florencio Randazzo.
No hay vías de escape para zafar del cepo mediático K. La asignación universal por hijo no admite más que alabanzas rotundas, lo mismo que los programas de distribución escolar de computadoras, los créditos hipotecarios a tasa blanda y los precios cuidados para maquillar el fantasma inflacionario.
Claro que todo eso no es suficiente para calmar el enano estalinista que lleva incorporado el kirchnerismo. El ministro de Economía, Axel Kicillof, aprovecha la atención que le dispensa Scioli en estos tiempos y le ha hecho llegar algunas copias impresas de sus declaraciones con frases inconvenientes del gobernador marcadas con resaltador verde. Ese mismo color fue el que usó para censurar los conceptos imprudentes del economista Miguel Bein, cuando éste se pronunció con su vehemencia característica a favor de eliminar el dólar ahorro que erosiona las arcas del Banco Central pero mantiene en cierta calma a los sensibles sectores medios de la sociedad argentina.
Paradojas del destino. El mismo Kicillof que le corrige sus declaraciones públicas podría terminar siendo el candidato a vicepresidente de Scioli. Es el preferido de la Presidenta y el más vilipendiado por los ministros bonaerenses: algunos lo aborrecen y otros no lo respetan. La pesadilla mayor del sciolismo es una telaraña electoral que, además de Axel, incluya a Máximo Kirchner como candidato a diputado nacional y a Cristina candidata al misterio del Parlasur.
Convencido del sendero tortuoso que ha elegido para llegar a presidente, Scioli agacha la cabeza y se ciñe con obediencia a la dictadura del cepo mediático de Cristina. Todavía trastabilla al hablar de inflación pero ya no la menciona con preocupación y hasta Karina Rabolini jura que le cree a las estadísticas truchas del Indec. Claro que ninguna frase del gobernador generó más entusiasmo en la Casa Rosada que las duras críticas que le dedicó a Alberto Nisman, y a la denuncia del fiscal muerto sospechosamente que involucraba a la Presidenta con el imperdonable pacto con Irán por AMIA.
Scioli ha dejado de ser aquel dirigente que intentaba diferenciarse del kirchnerismo y se abraza a la figura de Cristina confiado en que los votos independientes, que tanto lo ayudaron en otras ocasiones, volverán a quedarse a su lado. «Así llegué hasta acá; por eso ahora no voy a cambiar», es su frase preferida de estos días. La elección presidencial le servirá para comprobar si aferrarse al libreto kirchnerista fue una decisión acertada o si fue el camino maldito hacia la derrota.