Buen comentario de Oti:
Tiene razón Contradicto, no hay condiciones para que haya una agenda «opositora» practicable.
Pero, desde mi punto de vista, hay una faceta de la cuestión que encierra una gravedad inusitada.
El problema de la clase política opositora es que los efectos de la lucha oligárquica a través de los resortes mediáticos contra el gobierno produzcan una distorsión en el contenido de esa agenda.
En efecto, una agenda política opositora racional (pienso en la UCR) haría hincapié en las personas que ejecutarían mejor el modelo nacional que ya existe, sin cuestionar la esencia pero cuestionando las formas de ejecución y a las personas que las llevan a cabo.
La división de políticos de la UCR entre pro macristas y pro K, puede interpretarse como un efecto de la lucha oligárquica sobre el sistema político.
El interrogante que hay que hacerse es sobre los objetivos de la lucha oligárquica. ¿Están en una impugnación pro positiva, es decir, a favor de algún esquema practicable como en otras épocas históricas, y por eso necesitan acabar con el actual modelo de gobierno?
Y, aquí, es que veo grave la cosa. Porque la lucha oligárquica, por su naturaleza, no es nacional, sino que es global, es un efecto local de una dimensión global oligárquica. Y, viendo como está el mundo hoy, con una crisis monetaria, financiera y geopolítica tremenda y en proceso de empeorar, no de mejorar, me resulta extraordinariamente complicado que esa oligarquía pueda hacer funcionar un esquema a nivel local de administración de crisis (al modo de la década del ´30, por ej.).
Por lo tanto, si la oligarquía sabe que no puede gobernar qué sentido tiene su lucha? Y la única respuesta que obtengo es que si no puede ella que no pueda nadie, es decir, una especie de réplica local de lo que sucede a nivel global, donde la oligarquía Noroccidental no quiere que haya alternativas de alianzas de Estados nacionales a su sistema de gestión por austeridad y salvatajes financieros.
Lo peor que puede hacerse es ver lo que sucede con anteojeras ideológicos.
Fijarse lo que pasó con Peña Nieto en México, llegó porque era un liberal del gusto yanqui, y apenas insinuó alguna clase de arreglo con China que convenía económicamente a México, le ocurrió lo de la masacre de estudiantes y, a partir de allí, hay un cuestionamiento permanente a su gobierno. Lo de Nisman en Argentina y lo de Bachelet en Chile (también relacionado a su predisposición para acordar con China y sus cuestionamientos al tratado que les proponen los yanquis con un marcado sesgo antichino), son todas operaciones que tienen la misma familiaridad: desestabilizar, producir caos, impedir gobernar.
Los sectores oligárquicos noroccidentales (a predominio angloamericano) van a vender cara su derrota: ya lo están haciendo en Eurasia y lo intentarán hacer en todos lados.
En esta perspectiva, esta es la gravedad que veo en la coyuntura, mientras la situación internacional prosiga por el mismo camino de desintegración económica, financiera y geopolítica.
Pero, desde mi punto de vista, hay una faceta de la cuestión que encierra una gravedad inusitada.
El problema de la clase política opositora es que los efectos de la lucha oligárquica a través de los resortes mediáticos contra el gobierno produzcan una distorsión en el contenido de esa agenda.
En efecto, una agenda política opositora racional (pienso en la UCR) haría hincapié en las personas que ejecutarían mejor el modelo nacional que ya existe, sin cuestionar la esencia pero cuestionando las formas de ejecución y a las personas que las llevan a cabo.
La división de políticos de la UCR entre pro macristas y pro K, puede interpretarse como un efecto de la lucha oligárquica sobre el sistema político.
El interrogante que hay que hacerse es sobre los objetivos de la lucha oligárquica. ¿Están en una impugnación pro positiva, es decir, a favor de algún esquema practicable como en otras épocas históricas, y por eso necesitan acabar con el actual modelo de gobierno?
Y, aquí, es que veo grave la cosa. Porque la lucha oligárquica, por su naturaleza, no es nacional, sino que es global, es un efecto local de una dimensión global oligárquica. Y, viendo como está el mundo hoy, con una crisis monetaria, financiera y geopolítica tremenda y en proceso de empeorar, no de mejorar, me resulta extraordinariamente complicado que esa oligarquía pueda hacer funcionar un esquema a nivel local de administración de crisis (al modo de la década del ´30, por ej.).
Por lo tanto, si la oligarquía sabe que no puede gobernar qué sentido tiene su lucha? Y la única respuesta que obtengo es que si no puede ella que no pueda nadie, es decir, una especie de réplica local de lo que sucede a nivel global, donde la oligarquía Noroccidental no quiere que haya alternativas de alianzas de Estados nacionales a su sistema de gestión por austeridad y salvatajes financieros.
Lo peor que puede hacerse es ver lo que sucede con anteojeras ideológicos.
Fijarse lo que pasó con Peña Nieto en México, llegó porque era un liberal del gusto yanqui, y apenas insinuó alguna clase de arreglo con China que convenía económicamente a México, le ocurrió lo de la masacre de estudiantes y, a partir de allí, hay un cuestionamiento permanente a su gobierno. Lo de Nisman en Argentina y lo de Bachelet en Chile (también relacionado a su predisposición para acordar con China y sus cuestionamientos al tratado que les proponen los yanquis con un marcado sesgo antichino), son todas operaciones que tienen la misma familiaridad: desestabilizar, producir caos, impedir gobernar.
Los sectores oligárquicos noroccidentales (a predominio angloamericano) van a vender cara su derrota: ya lo están haciendo en Eurasia y lo intentarán hacer en todos lados.
En esta perspectiva, esta es la gravedad que veo en la coyuntura, mientras la situación internacional prosiga por el mismo camino de desintegración económica, financiera y geopolítica.