Si Daniel Scioli gana las elecciones, las posibilidades de una nueva política eonómica se esfuman. Más aún si retiene a Kicilloff en su cargo, tal como lo prometió
Los inversores hace tiempo que esperaban el momento en que Cristina Fernández desocupe el sillón presidencial argentino en diciembre. Después de ocho años en el poder y sin posibilidades de ejercer un tercer mandato, muchos asumían que su salida inevitablemente presagiaba una nueva etapa prometedora para el país, libre de retórica antiimperialista y políticas económicas populistas.
Ahora ya no están tan seguros.
Los activos argentinos, después de un año de recuperación, cayeron la semana pasada después de que Daniel Scioli, el principal candidato para las elecciones presidenciales de octubre, anunció que uno de los asesores más cercanos de Fernández lo acompañará en la fórmula como vicepresidente.
La designación de Carlos Zannini, el asesor legal de Fernández, es considerado como un intento de la presidente de ejercer poder después de finalizado su mandato a cambio de su apoyo político, pese a que ella confirmó el sábado que no ocupará ningún otro cargo electivo en las próximas elecciones.
El anuncio también dejó a muchos preguntándose si la elección representará otro retroceso de la «marea rosa» de gobiernos izquierdistas que crecieron en todo América latina y ahora están con problemas en países como Brasil y Venezuela.
Los dos candidatos más fuertes para ser el próximo presidente de Argentina son Scioli, el gobernador de la provincia de Buenos Aires de 58 años, que predica la continuidad con el partido de Fernández, y Mauricio Macri, el alcalde de centro derecha de la Ciudad de Buenos Aires, de 56 años, que se presenta como el candidato que representa el cambio.
«Es una carrera completamente abierta, que se ha polarizado fuertemente entre estos dos candidatos. Ambos tienen sólidas posibilidades», aseguró Carlos Germano, analista político. Las encuestas los muestran cabeza a cabeza con cerca de 30% cada uno, si bien Scioli tiene una leve ventaja.
Frente a eso, los dos hombres representan visiones diametralmente opuestas sobre hacia dónde debería ir Argentina.
Scioli admitió la necesidad de reactivar la moribunda economía. Sus asesores económicos también aceptan la necesidad de resolver la maraña de controles cambiarios y al comercio, y reducir la inflación de dos dígitos restringiendo el gasto fiscal, si bien cualquier cambio probablemente sería gradual.
Pero la designación de Zannini ahora «presagia pésimamente el panorama de la política pos-electoral porque limitará la capacidad de Scioli de hacer cambios serios», comentó la consultora de riesgo Eurasia Group.
Un acontecimiento aún peor para los inversores que esperaban que las elecciones podrían fin a la larga disputa de Argentina con los holdouts es Scioli «ha insinuado que mantendría al actual ministro de Economía Axel Kicillof en su cargo», agregó Eurasia.
Por el contrario, Macri, ex presidente del club Boca Juniors, apunta a lo que el asesor económico Federico Sturzenegger describe como un «shock de credibilidad». Eso abriría las compuertas de la tan necesitada inversión extranjera e implicaría transmitir una «señal fuerte» de que el Poder Judicial es independiente y «dejar de mentir sobre todo» como con las estadísticas, señaló el candidato.
La pregunta que se hacen los inversores ahora es, dada la designación de Zannini, en qué medida podría hacer cambios un gobierno de Scioli, aunque éste quisiera introducir reformas.
Están los que argumentan que las diferencias entre las propuestas económicas de los dos candidatos «no son tan impresionantes», y que mayormente tienen que ver con el ritmo de la implementación. Además, aseguran que Zannini como vicepresidente tendrá poco poder real.
Mientras tanto, los inversores observan de cerca. Daniel Friefeld, director de la firma de inversión Callaway Capital Management, señaló que el próximo presidente de Argentina sería un «tonto» si no tomara las me didas económicas necesarias para apuntalar la confianza de los inversores y atraer la tan necesitada inversión extranjera.
Los inversores hace tiempo que esperaban el momento en que Cristina Fernández desocupe el sillón presidencial argentino en diciembre. Después de ocho años en el poder y sin posibilidades de ejercer un tercer mandato, muchos asumían que su salida inevitablemente presagiaba una nueva etapa prometedora para el país, libre de retórica antiimperialista y políticas económicas populistas.
Ahora ya no están tan seguros.
Los activos argentinos, después de un año de recuperación, cayeron la semana pasada después de que Daniel Scioli, el principal candidato para las elecciones presidenciales de octubre, anunció que uno de los asesores más cercanos de Fernández lo acompañará en la fórmula como vicepresidente.
La designación de Carlos Zannini, el asesor legal de Fernández, es considerado como un intento de la presidente de ejercer poder después de finalizado su mandato a cambio de su apoyo político, pese a que ella confirmó el sábado que no ocupará ningún otro cargo electivo en las próximas elecciones.
El anuncio también dejó a muchos preguntándose si la elección representará otro retroceso de la «marea rosa» de gobiernos izquierdistas que crecieron en todo América latina y ahora están con problemas en países como Brasil y Venezuela.
Los dos candidatos más fuertes para ser el próximo presidente de Argentina son Scioli, el gobernador de la provincia de Buenos Aires de 58 años, que predica la continuidad con el partido de Fernández, y Mauricio Macri, el alcalde de centro derecha de la Ciudad de Buenos Aires, de 56 años, que se presenta como el candidato que representa el cambio.
«Es una carrera completamente abierta, que se ha polarizado fuertemente entre estos dos candidatos. Ambos tienen sólidas posibilidades», aseguró Carlos Germano, analista político. Las encuestas los muestran cabeza a cabeza con cerca de 30% cada uno, si bien Scioli tiene una leve ventaja.
Frente a eso, los dos hombres representan visiones diametralmente opuestas sobre hacia dónde debería ir Argentina.
Scioli admitió la necesidad de reactivar la moribunda economía. Sus asesores económicos también aceptan la necesidad de resolver la maraña de controles cambiarios y al comercio, y reducir la inflación de dos dígitos restringiendo el gasto fiscal, si bien cualquier cambio probablemente sería gradual.
Pero la designación de Zannini ahora «presagia pésimamente el panorama de la política pos-electoral porque limitará la capacidad de Scioli de hacer cambios serios», comentó la consultora de riesgo Eurasia Group.
Un acontecimiento aún peor para los inversores que esperaban que las elecciones podrían fin a la larga disputa de Argentina con los holdouts es Scioli «ha insinuado que mantendría al actual ministro de Economía Axel Kicillof en su cargo», agregó Eurasia.
Por el contrario, Macri, ex presidente del club Boca Juniors, apunta a lo que el asesor económico Federico Sturzenegger describe como un «shock de credibilidad». Eso abriría las compuertas de la tan necesitada inversión extranjera e implicaría transmitir una «señal fuerte» de que el Poder Judicial es independiente y «dejar de mentir sobre todo» como con las estadísticas, señaló el candidato.
La pregunta que se hacen los inversores ahora es, dada la designación de Zannini, en qué medida podría hacer cambios un gobierno de Scioli, aunque éste quisiera introducir reformas.
Están los que argumentan que las diferencias entre las propuestas económicas de los dos candidatos «no son tan impresionantes», y que mayormente tienen que ver con el ritmo de la implementación. Además, aseguran que Zannini como vicepresidente tendrá poco poder real.
Mientras tanto, los inversores observan de cerca. Daniel Friefeld, director de la firma de inversión Callaway Capital Management, señaló que el próximo presidente de Argentina sería un «tonto» si no tomara las me didas económicas necesarias para apuntalar la confianza de los inversores y atraer la tan necesitada inversión extranjera.