El macrismo es una organización permanente de distintas mesas. Grandes y chicas. Y cuando uno cree conocerlas todas, se genera otra, aun más chica. Lo difícil es llegar a integrarla. Casi como el juego de la silla vacía. Hay que correr para ocupar un lugar entre los influyentes, pero no es tarea fácil y casi nunca se llega.
Mesa grande. Bolívar, hoy Uspallata (por la calle), almuerzo colectivo y círculo de discusión política. Además del jefe, presentes Gaby, Marcos Peña, Horacio Rodríguez Larreta, Vidal, Pinedo, Santilli, Patricia Bullrich y, a veces, Ritondo. Cada uno tiene sus tres minutos. Qué le preocupa o propone, si calla no hay derecho a queja. Mesa de comunicación compuesta por Marcos Peña, Duran Barba, Miguel de Godoy y Santiago Nieto. La agencia de publicidad es Moya. Mesa de campaña, se suman Horacio Rodríguez Larreta y M.E. Vidal. Mesa de asuntos internacionales, Petrella, Pompeo, Pfirter, Guelar, Pinedo, Freire. Mesa de economía, el outsider Melconian, Frigerio, Lacunza. Nuevas incorporaciones,
Aranguren, con mucho peso energético, y Bastos, diseñador de un plan de infraestructura.
Mauricio ya no es el delfín. Ni el hijo subestimado por su padre. Ni el ingeniero criticado porque tenía en la cabeza sólo una pelota de fútbol. Transitó mucho y transpiró política, es hoy un hombre seguro de sí mismo. Oye con mucha intensidad, pero por poco tiempo. Y cuando opina o decide va hasta el hueso. Es democrático y participativo, pero sólo necesita de cinco a diez minutos para tomar una decisión.
Es el líder que marca rumbo. Y todos lo siguen. En el caso de la reforma de la ley petrolera, desoyó a Federico Sturzenegger y creyó en Galuccio, apoyó la ley. En el caso de ferrocarriles, escuchó distintas versiones y la aprobó.
La toma de decisiones es radial, muchas miradas van al centro para convertirse en la palabra final de Mauricio. Pero nadie alcanza la cima del poder ni la intimidad de las decisiones que comparte sólo con Nicki Caputo. Su confesor, asesor, coach y amigo de toda la vida. Fue quien pagó el rescate de su secuestro. Quien fundó con Mauricio la empresa Mirgor SA, de aire acondicionado para autos, entre otros rubros, hasta que en 1994 Mauricio se abrió. Ese negocio en 2010 llegó a facturar 1.700 millones de pesos con la ayuda de papá Macri. Pero Nicki siguió siendo el inseparable socio de Mauricio en las jugarretas deportivas y los negocios futboleros. Hasta que gana la Jefatura de la ciudad en 2007. Y Caputo, jefe de Gabinete sin papeles o asesor ad honórem. La oposición puso el grito en el cielo. Pero él no se movió un centímetro como su álter ego defendiendo el interés de su amigo. Ultimamente fue quien dio la bendición a la candidatura de Gaby, por conveniencia electoral, y dejó de lado las broncas de una interna impensada. Las grandes decisiones siempre se toman de a dos, o a veces de a tres. José Torello es otro íntimo que participa más o menos y sin cargo alguno en la toma de definiciones.
Marcos Peña tiene apenas 37 años y es el responsable de inyectar ideología al PRO. Respetado por leal, perseverante y dialoguista, define a Macri como transformador y liberal. Desde los 24 años está pegado a Mauricio, quien no da un paso sin consultarlo. Supervisa la campaña y ahora intentaría poner una impronta intelectual al PRO, que sobrevive desnudo de pensantes. Otro influyente es Emilio Monzó, quien desplazó como armador territorial a Humberto Schiavoni, y pudo concretar el operativo con los radicales. Siempre pegado al poder, estuvo con todos, y destaca de su jefe que es el más previsible. Lleva en su historial la buena elección de Miguel del Sel y el crecimiento del PRO en Santa Fe.
¿Juliana? Sólo comparte con ella la mesa familiar. Y en política se destaca la buena relación que mantiene con Gaby, su candidata a vice, otra decisión pragmática de Macri. Muy de ingeniero.
*Socióloga y periodista.
¿Te gustó este artículo?
Mesa grande. Bolívar, hoy Uspallata (por la calle), almuerzo colectivo y círculo de discusión política. Además del jefe, presentes Gaby, Marcos Peña, Horacio Rodríguez Larreta, Vidal, Pinedo, Santilli, Patricia Bullrich y, a veces, Ritondo. Cada uno tiene sus tres minutos. Qué le preocupa o propone, si calla no hay derecho a queja. Mesa de comunicación compuesta por Marcos Peña, Duran Barba, Miguel de Godoy y Santiago Nieto. La agencia de publicidad es Moya. Mesa de campaña, se suman Horacio Rodríguez Larreta y M.E. Vidal. Mesa de asuntos internacionales, Petrella, Pompeo, Pfirter, Guelar, Pinedo, Freire. Mesa de economía, el outsider Melconian, Frigerio, Lacunza. Nuevas incorporaciones,
Aranguren, con mucho peso energético, y Bastos, diseñador de un plan de infraestructura.
Mauricio ya no es el delfín. Ni el hijo subestimado por su padre. Ni el ingeniero criticado porque tenía en la cabeza sólo una pelota de fútbol. Transitó mucho y transpiró política, es hoy un hombre seguro de sí mismo. Oye con mucha intensidad, pero por poco tiempo. Y cuando opina o decide va hasta el hueso. Es democrático y participativo, pero sólo necesita de cinco a diez minutos para tomar una decisión.
Es el líder que marca rumbo. Y todos lo siguen. En el caso de la reforma de la ley petrolera, desoyó a Federico Sturzenegger y creyó en Galuccio, apoyó la ley. En el caso de ferrocarriles, escuchó distintas versiones y la aprobó.
La toma de decisiones es radial, muchas miradas van al centro para convertirse en la palabra final de Mauricio. Pero nadie alcanza la cima del poder ni la intimidad de las decisiones que comparte sólo con Nicki Caputo. Su confesor, asesor, coach y amigo de toda la vida. Fue quien pagó el rescate de su secuestro. Quien fundó con Mauricio la empresa Mirgor SA, de aire acondicionado para autos, entre otros rubros, hasta que en 1994 Mauricio se abrió. Ese negocio en 2010 llegó a facturar 1.700 millones de pesos con la ayuda de papá Macri. Pero Nicki siguió siendo el inseparable socio de Mauricio en las jugarretas deportivas y los negocios futboleros. Hasta que gana la Jefatura de la ciudad en 2007. Y Caputo, jefe de Gabinete sin papeles o asesor ad honórem. La oposición puso el grito en el cielo. Pero él no se movió un centímetro como su álter ego defendiendo el interés de su amigo. Ultimamente fue quien dio la bendición a la candidatura de Gaby, por conveniencia electoral, y dejó de lado las broncas de una interna impensada. Las grandes decisiones siempre se toman de a dos, o a veces de a tres. José Torello es otro íntimo que participa más o menos y sin cargo alguno en la toma de definiciones.
Marcos Peña tiene apenas 37 años y es el responsable de inyectar ideología al PRO. Respetado por leal, perseverante y dialoguista, define a Macri como transformador y liberal. Desde los 24 años está pegado a Mauricio, quien no da un paso sin consultarlo. Supervisa la campaña y ahora intentaría poner una impronta intelectual al PRO, que sobrevive desnudo de pensantes. Otro influyente es Emilio Monzó, quien desplazó como armador territorial a Humberto Schiavoni, y pudo concretar el operativo con los radicales. Siempre pegado al poder, estuvo con todos, y destaca de su jefe que es el más previsible. Lleva en su historial la buena elección de Miguel del Sel y el crecimiento del PRO en Santa Fe.
¿Juliana? Sólo comparte con ella la mesa familiar. Y en política se destaca la buena relación que mantiene con Gaby, su candidata a vice, otra decisión pragmática de Macri. Muy de ingeniero.
*Socióloga y periodista.
¿Te gustó este artículo?