A veces se equivoca tanto la Sra. Fernández… Pienso en la última Cumbre de las Américas, cuando un presidente norteamericano dijo “Que el presidente Raúl Castro y yo estemos sentados aquí es un momento histórico para el continente”, mientras la Sra. Fernández se dedicaba al recuento de ocurrencias pretéritas: “Perón decía que se vuelve de cualquier lugar, menos del ridículo. Y es ridículo considerarnos una amenaza”. El Ministerio de Relaciones Exteriores le había dictado esas líneas de compromiso con un régimen que tiene compromisos con otros regímenes, pero ese desvío de la atención de lo que estaba sucediendo fue un error conceptual tan penoso como el que fundamentó, durante una década que recordaremos con cierta confusión, una política económica organizada alrededor de la figura del hombre endeudado.
La adhesión de la pequeña burguesía al capitalismo, su carácter fundamental del actual sistema “democrático” se sustenta en la creencia de que es posible una vida de holgura a crédito (por qué no se aplica el mismo concepto a los países, no se sabe). Pero el sistema capitalista, en su trance actual, ya no está en condiciones de proponer esa vida a crédito de manera sostenida y duradera. El problema es que somos incapaces de imaginar un modelo de intercambio que se diferencie de ese sistema dominante, y en esa incapacidad se funda la actual crisis mundial.
Durante la celebración del Día de la Bandera, la Sra. Fernández se dejó llevar hacia otros lugares oscuros de pensamiento, reivindicando “política y Estado para hacer pueblo y Nación” (confusión típica del peronismo, que no casualmente se identifica con los peores momentos de Hegel, que son muchos). La tarea del Estado es formar ciudadanía para que ésta, por su cuenta, se organice políticamente y haga lo imposible: pueblo (o Pueblo). “Ser Uno Solo”, como quiere la Sra. Fernández, es, sino una fantasía concentracionaria, una vez más el delirio del Espíritu buscando su emancipación. Pero no seamos injustos: este último enunciado, como la mitad de los que públicamente pronuncia por cadena, están dirigidos a los peronistas de la interna, particularmente a aquellos enojados por el asunto Florencio.
Vivo como un error grave haber obligado al Sr. Randazzo a un renunciamiento que es, al mismo tiempo, la negación de la institucionalidad tan cacareada y que, además, me priva del único regocijo político compartido con mi madre: los dos queríamos a Randazzo (aunque tal vez por diferentes motivos). Yo por su cabello crespo y su nombre, ambas características tan de principios del XX. Y por la amorosa ingenuidad de creer que, en el movimiento peronista, la eficacia de gestión tiene algún valor. Que en paz descanse.
Hegeliana (pero nunca de izquierda), fanática de los deudores (pero no del crédito), desconfiada (pero nunca sobre sus propias razones), pragmática: no sé cuál vicio de pensamiento es peor. Tal vez ya no importe.
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La adhesión de la pequeña burguesía al capitalismo, su carácter fundamental del actual sistema “democrático” se sustenta en la creencia de que es posible una vida de holgura a crédito (por qué no se aplica el mismo concepto a los países, no se sabe). Pero el sistema capitalista, en su trance actual, ya no está en condiciones de proponer esa vida a crédito de manera sostenida y duradera. El problema es que somos incapaces de imaginar un modelo de intercambio que se diferencie de ese sistema dominante, y en esa incapacidad se funda la actual crisis mundial.
Durante la celebración del Día de la Bandera, la Sra. Fernández se dejó llevar hacia otros lugares oscuros de pensamiento, reivindicando “política y Estado para hacer pueblo y Nación” (confusión típica del peronismo, que no casualmente se identifica con los peores momentos de Hegel, que son muchos). La tarea del Estado es formar ciudadanía para que ésta, por su cuenta, se organice políticamente y haga lo imposible: pueblo (o Pueblo). “Ser Uno Solo”, como quiere la Sra. Fernández, es, sino una fantasía concentracionaria, una vez más el delirio del Espíritu buscando su emancipación. Pero no seamos injustos: este último enunciado, como la mitad de los que públicamente pronuncia por cadena, están dirigidos a los peronistas de la interna, particularmente a aquellos enojados por el asunto Florencio.
Vivo como un error grave haber obligado al Sr. Randazzo a un renunciamiento que es, al mismo tiempo, la negación de la institucionalidad tan cacareada y que, además, me priva del único regocijo político compartido con mi madre: los dos queríamos a Randazzo (aunque tal vez por diferentes motivos). Yo por su cabello crespo y su nombre, ambas características tan de principios del XX. Y por la amorosa ingenuidad de creer que, en el movimiento peronista, la eficacia de gestión tiene algún valor. Que en paz descanse.
Hegeliana (pero nunca de izquierda), fanática de los deudores (pero no del crédito), desconfiada (pero nunca sobre sus propias razones), pragmática: no sé cuál vicio de pensamiento es peor. Tal vez ya no importe.
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