En la reciente conferencia de la Organización Internacional del Trabajo, en Ginebra, la delegación de la Unión Industrial Argentina tuvo un objetivo adicional, especial: comprometer al Secretario General, Guy Ryder, a asistir al congreso de septiembre próximo de esa asociación de empleadores en la que se anunciaría, ante los candidatos presidenciales, la propuesta de celebrar un acuerdo social que consagraría la moderación salarial (salarios mas bajos), con cambio de modelo de negociación colectiva, sustituyendo, de facto, por el término de dos años la negociación por rama, sector, actividad o industria por una negociación de cúpula nacional, intersectorial y articulada con la negociación descentralizada a nivel de empresa.
Los empresarios consideran que el modelo de negociación dominante desfavorece a los empresarios y alienta, notablemente, la inflación consagrando altos aumentos sin productividad, y externalidades. Se trataría de sustituir el modelo de negociación de centralidad media por una negociación de máxima centralidad, prudente y moderada, ceñida a variables macro que internalizan y atenúan el aumento salarial. ¡Con la ventaja adicional de articularla a la negociación a nivel de la empresa, la cual es anhelada por empleadores de todo el mundo! Vía regia para reducir los salarios, bajo el manto pomposo de un acuerdo social.
Todo acuerdo social busca lograr concesiones de parte de quienes dialogan; si no hay predisposición para hacer concesiones, no hay acuerdo. A los sindicatos se les pediría “atenuar” sus demandas; en definitiva, reducir los salarios. J. Freyssinet, ilustre laboralista, hablando del diálogo social frustrado, dice que “las principales organizaciones patronales privilegian el restablecimiento de la rentabilidad y de la competitividad, que a sus ojos exige la reducción del costo salarial y la flexibilización de la relación de empleo. Los sindicatos se indignan que lo esencial del costo de la crisis sea soportado por los asalariados que en manera alguna son responsables de ella” (Informe sobre el Dialogo Social, Junio 2015).
Las empresas, en general, cuando se enfrentan con sindicatos fuertes necesitan garantizar moderación salarial y paz social, con fiabilidad en los objetivos, dando intervención a las organizaciones más importantes. De allí las conversaciones furtivas iniciadas, semanas atrás, en Ginebra, en búsqueda de un desarrollismo delirante, vaciando el modelo de negociación colectivo vigente.
Se buscaría “contornear el ajuste”, como si el diálogo ofrecido fuera un aporte decisivo, cuando tan solo es una fuente de compromisos evitables.
A la par, se mostraría a los empresarios teniendo un comportamiento cívico ejemplar y una trascendente conciencia y responsabilidad social.
La atenuación y prudencializacion de los salarios, sin negociación por rama, completaría el acuerdo-chaleco, reducido a procedimientos formales sin logros ni eficacia.
Los dirigentes, con simbólicos auspicios, esperan poder convencer a los sindicatos para que atenúen sus demandas, aceptando el acuerdo social, o -en caso contrario- quedando expuestos ante la opinión pública como enemigos sociales, aliados y promotores corporativos del flagelo inflacionario.
Resulta, a esta hora, inconcebible que algún sindicato pueda aceptar un acuerdo tendiente a perder capacidad negociadora de mejoras salariales, aun ante presiones de personalidades inimaginables e inaceptables.
Los sindicatos solo aceptan acuerdos estando débiles, o cuando se presentan muy concesivos, o como vías de reforma, como ha sido el caso en la Europa de post guerra y con políticas de destinadas a sostener el bienestar.
Hoy los empleadores desean el diálogo porque el modelo de negociación con sindicatos fuertes no les satisface.
Hay antecedentes de inconsecuencias: es el caso de la posición adoptada por la Unión Industrial Argentina en 1996, ante el Consejo del Trabajo y del Empleo, cuya constitución se frustró por su oposición.
En una investigación dirigida por Richard Hyman se destaca que “con la negociación a nivel sectorial (la nuestra, que nos quieren cambiar) los sindicatos se benefician de economías de escala en el proceso de negociación con resultados mas transparentes”. Deberíamos agregar que el resultado también es solidario.
Son contados los países que han podido preservar, sin ficciones, una efectiva negociación colectiva por rama, sector, actividad. Los sindicatos, en la mayoría de los países, como también lo describe Richard Hyman, “ya no regulan aumentos salariales reales a nivel sectorial sino que establecen tan solo parámetros generales para la descentralización o para una aplicación unilateral por la dirección empresaria.”
Por estas razones, deben rechazarse, pues, las promesas antiinflacionarias que toman la vía del acuerdo social. Se trata de confundir y de lograr vender “gato por liebre”, para que se anule la negociación de centralidad media, excepcional y exitosa, que demuestra justamente en estos meses su eficacia irremplazable.
Lucio Garzón Maceda
Abogado laboralista
Los empresarios consideran que el modelo de negociación dominante desfavorece a los empresarios y alienta, notablemente, la inflación consagrando altos aumentos sin productividad, y externalidades. Se trataría de sustituir el modelo de negociación de centralidad media por una negociación de máxima centralidad, prudente y moderada, ceñida a variables macro que internalizan y atenúan el aumento salarial. ¡Con la ventaja adicional de articularla a la negociación a nivel de la empresa, la cual es anhelada por empleadores de todo el mundo! Vía regia para reducir los salarios, bajo el manto pomposo de un acuerdo social.
Todo acuerdo social busca lograr concesiones de parte de quienes dialogan; si no hay predisposición para hacer concesiones, no hay acuerdo. A los sindicatos se les pediría “atenuar” sus demandas; en definitiva, reducir los salarios. J. Freyssinet, ilustre laboralista, hablando del diálogo social frustrado, dice que “las principales organizaciones patronales privilegian el restablecimiento de la rentabilidad y de la competitividad, que a sus ojos exige la reducción del costo salarial y la flexibilización de la relación de empleo. Los sindicatos se indignan que lo esencial del costo de la crisis sea soportado por los asalariados que en manera alguna son responsables de ella” (Informe sobre el Dialogo Social, Junio 2015).
Las empresas, en general, cuando se enfrentan con sindicatos fuertes necesitan garantizar moderación salarial y paz social, con fiabilidad en los objetivos, dando intervención a las organizaciones más importantes. De allí las conversaciones furtivas iniciadas, semanas atrás, en Ginebra, en búsqueda de un desarrollismo delirante, vaciando el modelo de negociación colectivo vigente.
Se buscaría “contornear el ajuste”, como si el diálogo ofrecido fuera un aporte decisivo, cuando tan solo es una fuente de compromisos evitables.
A la par, se mostraría a los empresarios teniendo un comportamiento cívico ejemplar y una trascendente conciencia y responsabilidad social.
La atenuación y prudencializacion de los salarios, sin negociación por rama, completaría el acuerdo-chaleco, reducido a procedimientos formales sin logros ni eficacia.
Los dirigentes, con simbólicos auspicios, esperan poder convencer a los sindicatos para que atenúen sus demandas, aceptando el acuerdo social, o -en caso contrario- quedando expuestos ante la opinión pública como enemigos sociales, aliados y promotores corporativos del flagelo inflacionario.
Resulta, a esta hora, inconcebible que algún sindicato pueda aceptar un acuerdo tendiente a perder capacidad negociadora de mejoras salariales, aun ante presiones de personalidades inimaginables e inaceptables.
Los sindicatos solo aceptan acuerdos estando débiles, o cuando se presentan muy concesivos, o como vías de reforma, como ha sido el caso en la Europa de post guerra y con políticas de destinadas a sostener el bienestar.
Hoy los empleadores desean el diálogo porque el modelo de negociación con sindicatos fuertes no les satisface.
Hay antecedentes de inconsecuencias: es el caso de la posición adoptada por la Unión Industrial Argentina en 1996, ante el Consejo del Trabajo y del Empleo, cuya constitución se frustró por su oposición.
En una investigación dirigida por Richard Hyman se destaca que “con la negociación a nivel sectorial (la nuestra, que nos quieren cambiar) los sindicatos se benefician de economías de escala en el proceso de negociación con resultados mas transparentes”. Deberíamos agregar que el resultado también es solidario.
Son contados los países que han podido preservar, sin ficciones, una efectiva negociación colectiva por rama, sector, actividad. Los sindicatos, en la mayoría de los países, como también lo describe Richard Hyman, “ya no regulan aumentos salariales reales a nivel sectorial sino que establecen tan solo parámetros generales para la descentralización o para una aplicación unilateral por la dirección empresaria.”
Por estas razones, deben rechazarse, pues, las promesas antiinflacionarias que toman la vía del acuerdo social. Se trata de confundir y de lograr vender “gato por liebre”, para que se anule la negociación de centralidad media, excepcional y exitosa, que demuestra justamente en estos meses su eficacia irremplazable.
Lucio Garzón Maceda
Abogado laboralista
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