Palabras como crisis, drama, tragedia, catástrofe y odisea son herencia directa del griego antiguo en nuestro idioma castellano y representan con bastante precisión lo que hoy viven los atribulados griegos, víctimas de la primera confiscación de depósitos ocurrida en un país desarrollado. Desde el lunes pasado, los ciudadanos de Grecia conocen en carne propia lo que sintieron los argentinos en 2001, aunque pocos de ellos deben haberse enterado de lo que sucedía en nuestro país en ese momento.
Ahora que saben lo que es no poder disponer de sus ahorros libremente, la angustia los invade frente al futuro inmediato: ¿conviene aceptar los términos del acuerdo económico propuesto por el Eurogrupo (que reúne a los ministros de Finanzas de la zona euro), a pesar de que impliquen más ajustes y retrasar la edad jubilatoria, para garantizar la permanencia dentro de la moneda común? ¿O será mejor votar por el «no» en el referéndum organizado por el gobierno griego este próximo domingo para, como sostuvo el primer ministro Alexis Tsipras, darle más poder en la negociación con las instituciones europeas?
En realidad, a la mayoría de los ciudadanos helenos los angustia más no saber cuándo se va a levantar el corralito (el gobierno promete mantener los bancos y la bolsa cerrados hasta el lunes tras el referéndum, sin decir qué hará a partir de ese día) y qué va a pasar con el pago de las jubilaciones y los sueldos. Sin embargo, la experiencia de recientes controles de capitales para evitar la fuga masiva de depósitos (en Islandia en 2008 y en Chipre en 2013) muestran que los procesos se ponen en práctica muy rápido (a veces sólo es necesario un fin de semana, aunque en el caso chipriota los bancos permanecieron cerrados 12 días), pero pueden tardar mucho tiempo en desmantelarse. En el caso de Chipre duró dos años, mientras que en Islandia todavía se mantiene (de manera parcial) luego de 7 años.
De hecho, en su momento las autoridades islandesas asesoraron a sus pares chipriotas sobre las medidas a tomar y les advirtieron que cuanto más durara el corralito, más difícil sería la reactivación económica.
En el mismo sentido, esta semana el ex secretario de Finanzas Guillermo Nielsen, quien formó parte del equipo del ex ministro de Economía Roberto Lavagna encargado de poner fin al corralito argentino (un año después de su implementación), fue contactado por las autoridades griegas para conocer su experiencia al respecto. «Lo de Grecia estaba anunciado, es una agonía que ya lleva seis años. Hubo una serie de errores iniciales y hoy el problema es bancario. Grecia entra en default [se declaró oficialmente el martes pasado, N.del R.] porque, además en paralelo con el problema de la deuda, hay una pérdida muy fuerte de los depósitos», afirmó esta semana Nielsen. Para tener una idea de magnitudes, desde 2010 se fugaron de los bancos griegos más de 80.000 millones de euros (hasta el lunes pasado había libre circulación de capitales) y hoy sólo el 15% del total de depósitos sigue en manos extranjeras.
Hasta ahora, las normas implementadas junto con el corralito griego permiten retirar 60 euros por día a cada ahorrista (es lo que allí cuesta una comida para una familia tipo en un restaurante o la compra semanal del supermercado). Pero, al igual que en la experiencia argentina, resulta muy escaso para afrontar gastos mayores como intervenciones hospitalarias o pagos a proveedores del exterior. De ahí que el gobierno de Tsipras evalúe otras alternativas en caso de que las negociaciones con el Eurogrupo duren más de lo previsto, o directamente fracasen.
Dardo Rocha es griego
Es por eso que es tan interesante para Grecia la experiencia argentina en materia de dar liquidez a un sistema monetario que sufre de sequía, por más que ésta sea transitoria. En 2001 la Provincia de Buenos Aires se vio obligada a emitir un bono de emergencia (el célebre «Patacón», que llevaba en sus billetes la figura de Dardo Rocha, fundador de La Plata) para suplir la falta de efectivo y evitar que el consumo se detuviera por completo. Si bien en un principio su circulación fue polémica (el único respaldo que tenía era la deuda provincial), al final la experiencia fue exitosa y ayudó a amortiguar la crisis. Hubo muchas provincias que se plegaron al experimento bonaerense, convirtiendo a la Argentina en un festival de bonos (Lecor, Cecacor, Bocade, Federal, Quebracho, Bocanfor, Petrom y Huarpes).
En el caso griego, si el gobierno llega rápido a un acuerdo con el Eurogrupo y asume el ajuste exigido para recibir más financiamiento, no existen dudas de que la moneda oficial seguirá siendo el euro. Y lo mismo se puede decir si finalmente Tsipras y su equipo deciden optar por la solución más drástica, es decir la salida del euro y la adopción de una nueva moneda (probablemente volvería el viejo dracma), que lógicamente debería fijar su tipo de cambio respecto al euro y a las demás monedas.
Las dudas surgen en el caso de que la negociación con el Eurogrupo se alargue, o que Grecia se niegue a abandonar la zona euro si no se llega a un acuerdo. Para los analistas, se entraría en ese caso en un limbo jurídico y monetario, en el que puede ocurrir que siga existiendo el euro en territorio griego, pero que su gobierno se decante por usar una versión de los patacones para aceitar la economía helena, mientras trata de definir su situación política. Sin embargo, si con la introducción de las cuasimonedas no alcanza para recuperar el crecimiento económico, Grecia siempre tendrá como medida extrema la alternativa de fomentar los clubes de trueque, sistema que ya fue probado durante un cierto tiempo en la Argentina.
Ahora que saben lo que es no poder disponer de sus ahorros libremente, la angustia los invade frente al futuro inmediato: ¿conviene aceptar los términos del acuerdo económico propuesto por el Eurogrupo (que reúne a los ministros de Finanzas de la zona euro), a pesar de que impliquen más ajustes y retrasar la edad jubilatoria, para garantizar la permanencia dentro de la moneda común? ¿O será mejor votar por el «no» en el referéndum organizado por el gobierno griego este próximo domingo para, como sostuvo el primer ministro Alexis Tsipras, darle más poder en la negociación con las instituciones europeas?
En realidad, a la mayoría de los ciudadanos helenos los angustia más no saber cuándo se va a levantar el corralito (el gobierno promete mantener los bancos y la bolsa cerrados hasta el lunes tras el referéndum, sin decir qué hará a partir de ese día) y qué va a pasar con el pago de las jubilaciones y los sueldos. Sin embargo, la experiencia de recientes controles de capitales para evitar la fuga masiva de depósitos (en Islandia en 2008 y en Chipre en 2013) muestran que los procesos se ponen en práctica muy rápido (a veces sólo es necesario un fin de semana, aunque en el caso chipriota los bancos permanecieron cerrados 12 días), pero pueden tardar mucho tiempo en desmantelarse. En el caso de Chipre duró dos años, mientras que en Islandia todavía se mantiene (de manera parcial) luego de 7 años.
De hecho, en su momento las autoridades islandesas asesoraron a sus pares chipriotas sobre las medidas a tomar y les advirtieron que cuanto más durara el corralito, más difícil sería la reactivación económica.
En el mismo sentido, esta semana el ex secretario de Finanzas Guillermo Nielsen, quien formó parte del equipo del ex ministro de Economía Roberto Lavagna encargado de poner fin al corralito argentino (un año después de su implementación), fue contactado por las autoridades griegas para conocer su experiencia al respecto. «Lo de Grecia estaba anunciado, es una agonía que ya lleva seis años. Hubo una serie de errores iniciales y hoy el problema es bancario. Grecia entra en default [se declaró oficialmente el martes pasado, N.del R.] porque, además en paralelo con el problema de la deuda, hay una pérdida muy fuerte de los depósitos», afirmó esta semana Nielsen. Para tener una idea de magnitudes, desde 2010 se fugaron de los bancos griegos más de 80.000 millones de euros (hasta el lunes pasado había libre circulación de capitales) y hoy sólo el 15% del total de depósitos sigue en manos extranjeras.
Hasta ahora, las normas implementadas junto con el corralito griego permiten retirar 60 euros por día a cada ahorrista (es lo que allí cuesta una comida para una familia tipo en un restaurante o la compra semanal del supermercado). Pero, al igual que en la experiencia argentina, resulta muy escaso para afrontar gastos mayores como intervenciones hospitalarias o pagos a proveedores del exterior. De ahí que el gobierno de Tsipras evalúe otras alternativas en caso de que las negociaciones con el Eurogrupo duren más de lo previsto, o directamente fracasen.
Dardo Rocha es griego
Es por eso que es tan interesante para Grecia la experiencia argentina en materia de dar liquidez a un sistema monetario que sufre de sequía, por más que ésta sea transitoria. En 2001 la Provincia de Buenos Aires se vio obligada a emitir un bono de emergencia (el célebre «Patacón», que llevaba en sus billetes la figura de Dardo Rocha, fundador de La Plata) para suplir la falta de efectivo y evitar que el consumo se detuviera por completo. Si bien en un principio su circulación fue polémica (el único respaldo que tenía era la deuda provincial), al final la experiencia fue exitosa y ayudó a amortiguar la crisis. Hubo muchas provincias que se plegaron al experimento bonaerense, convirtiendo a la Argentina en un festival de bonos (Lecor, Cecacor, Bocade, Federal, Quebracho, Bocanfor, Petrom y Huarpes).
En el caso griego, si el gobierno llega rápido a un acuerdo con el Eurogrupo y asume el ajuste exigido para recibir más financiamiento, no existen dudas de que la moneda oficial seguirá siendo el euro. Y lo mismo se puede decir si finalmente Tsipras y su equipo deciden optar por la solución más drástica, es decir la salida del euro y la adopción de una nueva moneda (probablemente volvería el viejo dracma), que lógicamente debería fijar su tipo de cambio respecto al euro y a las demás monedas.
Las dudas surgen en el caso de que la negociación con el Eurogrupo se alargue, o que Grecia se niegue a abandonar la zona euro si no se llega a un acuerdo. Para los analistas, se entraría en ese caso en un limbo jurídico y monetario, en el que puede ocurrir que siga existiendo el euro en territorio griego, pero que su gobierno se decante por usar una versión de los patacones para aceitar la economía helena, mientras trata de definir su situación política. Sin embargo, si con la introducción de las cuasimonedas no alcanza para recuperar el crecimiento económico, Grecia siempre tendrá como medida extrema la alternativa de fomentar los clubes de trueque, sistema que ya fue probado durante un cierto tiempo en la Argentina.