Prioridad peronista: “sciolizar” a Scioli

Daniel Scioli, campeón del mundo en hacer lo que la gente espera de él, esta vez hizo exactamente lo contrario. Empezó el segundo tiempo de la final por la Presidencia metiéndose un gol en contra, después de haber ganado con claridad el primer tiempo que fueron las PASO del domingo. Se fue a Italia en un viaje con algo de control médico y mucho de pretendido descanso, dejando a su provincia inundada y a los vecinos chapaleando en el agua, el barro, la bronca y el desamparo.
En cuanto lo alertaron del error pegó la vuelta. Punto a favor, dicen algunos, porque reconoció la pifiada. En todo caso no la agravó. Pero el gol en contra quedó firme.
Hay que ver, al terminar el partido, cuánto termina pesando en el resultado. Faltan diez semanas para la elección presidencial. Scioli tiene tiempo para mejorar y para empeorar también. Depende de él.
¿Qué le pasó? ¿Qué fue lo que le anestesió ese instinto siempre infalible para sintonizar con la sensibilidad de la gente que mira la política de lejos y es abrumadora mayoría a la hora de votar? La respuesta sólo la tiene Scioli en su fuero íntimo.
Sus allegados dicen que pagó tributo al endemoniado estrés de la campaña. Al gran esfuerzo “psíquico y físico” desplegado, como él mismo lo dijo ayer en su conferencia de prensa del regreso apurado. Es una explicación insuficiente. Todos los candidatos terminaron estresados. Mucho más los que perdieron. Pero ninguno, que se sepa, se desenfocó así de la circunstancia que lo rodea.
Hasta acá a Scioli se le perdonó casi todo. Es un mérito indudable de su construcción pública personal. La diferencia es que ahora está más expuesto que nunca. El destino de la elección presidencial está en sus manos, en su capacidad para el acierto y para el error. Y jamás había afrontado un desafío igual. En 2003 fue detrás de Néstor Kirchner como candidato a vice; en 2007 y 2011 ganó la gobernación bonaerense, pero la locomotora de aquellas elecciones fue Cristina. Ahora es él y está solo.
No tiene a nadie arriba. Las PASO lo dejaron más cerca del poder. Hay que saber sobrellevar ese vértigo.
Todo va a pasar pronto, dicen los colaboradores más cercanos de Scioli, y mucho más si el agua baja a partir del fin de semana como se esperanzan mirando el pronóstico del tiempo con la misma ansiedad con que hasta el sábado miraban las encuestas electorales.
Pero también habría que ver cuánto del estrés que argumentan Scioli y sus colaboradores para explicar el mal paso italiano se relaciona con las tensiones internas, indisimulables, que están alfombrando su camino hacia la elección decisiva.
La kirchnerización notoria del discurso de Scioli en el tramo final de la campaña hacia las PASO obedeció, según explicaron sus allegados, a la necesidad de evitar fisuras con la Presidenta que pudieran obstruir su desempeño electoral. La pregunta del millón es si consiguió el resultado buscado. Hay una respuesta posible y está en el escrutinio: el 38,4% de votos coloca a Scioli como el candidato claramente mejor ubicado en la carrera a la Presidencia. Pero si se queda solamente con esos votos, que son los que le entrega el kirchnerismo en su versión de despedida, su destino es perder la elección decisiva.
Scioli necesita sumar en aquellas franjas sociales que el domingo no votaron por el candidato del Gobierno. Tiene que romper ese círculo de hierro que puede terminar ahogándolo. Un asesor suyo lo definió antes de la elección: “Hay que deskirchnerizar el discurso”. Esta semana, uno de los candidatos de mejor desempeño en el GBA lo resumió de otro modo: “Para ganar tenemos que sciolizar a Scioli”. En el fondo es lo mismo, pero alude más directamente a la necesidad de que Scioli despegue y se recorte con perfil propio.
El reclamo de “sciolización” o “deskirchnerización” se hizo escuchar por parte de dirigentes peronistas de la Provincia y del interior. Fue en las oficinas de campaña el mismo lunes, horas después del acto del domingo en el Luna Park donde se pudo ver a un Scioli triunfal pero por momentos desencajado y agresivo.
Frente al reclamo de más peronismo, más búsqueda de voto independiente y menos foto de Cristina, agradecimientos a Carlos Zannini y recuerdos de Néstor, con los que Scioli matizó su discurso aquella noche, los sciolistas respondieron con la promesa tantas veces hecha: “Daniel vuelve de Italia y cambia”. Pero el viaje a Italia terminó inundado y el nuevo discurso otra vez tendrá que esperar.
Mientras tanto, se prolonga la tensión interna. El lunes hubo llamados de una media docena de gobernadores a Mauricio Mazzón, el hijo más vinculado a la política de Juan Carlos “Chueco” Mazzón, el histórico operador peronista fallecido el viernes antes de las PASO. Los llamados fueron para transmitirle a Mauricio y a su familia la solidaridad y el enojo de los mandatarios provinciales por la frialdad evidente y el desagrado con que Zannini había reaccionado ante la mención emocionada de Scioli a su padre, en el discurso del Luna Park.
Zannini y Mazzón habían librado una guerra silenciosa durante años, ocupando oficinas cercanas en la Casa Rosada. Cristina, a quien siempre fastidió la autonomía del armador peronista que Néstor había heredado de Duhalde, decidió echar a Mazzón en marzo. Fue cuando le llevaron el cuento de sus operaciones para la confección de listas en Santa Fe y Mendoza, que no encajaban con las órdenes que bajaba Zannini desde la Casa Rosada, antes todavía de ser candidato a vice. Mazzón trabajaba desde entonces a tiempo completo para Scioli, que era su modo de trabajar para el triunfo del peronismo. A su hijo Mauricio es habitual verlo cerca de Alberto Pérez, jefe de Gabinete sciolista.
La relación Scioli-Zannini es cordial en lo personal y tensa en lo político, dicen quienes la ven de cerca. Y otro punto de fricción es la relación con Aníbal Fernández, el candidato a gobernador que Scioli no quería llevar en su boleta. Desde que empezó a subir la temperatura de esa interna los sciolistas puros decían temerle a la espantada de votos que pueda causarles el jefe de Gabinete, poniéndole una valla a Scioli para acceder a los imprescindibles votos independientes y de la clase media.
Les resultaba mucho más cómodo tener a Julián Domínguez de candidato y Scioli jugó de modo prudente pero evidente en ese sentido. Pero entre el amplio conocimiento popular de Aníbal y la montaña de fichas que el Gobierno le apostó al final, la balanza interna se terminó volcando.
Ahora los sciolistas miran con cariño a Felipe Solá, el candidato a gobernador que salió vivo de las PASO juntando los votos de Sergio Massa y de José De la Sota. Y es tanto lo que los preocupa el fantasma de Aníbal que hasta les resulta simpática María Eugenia Vidal, la sorpresa que venía en la boleta de Mauricio Macri, terminó siendo la más votada en Provincia y ahora es la principal competidora por la gobernación.
Todo muy lindo. Pero Aníbal ganó la interna y ya es tarde para lágrimas.
Rapidísimo de reflejos, Aníbal está mandando decir que hasta octubre será el tipo más orgánico, calmado y disciplinado que cualquiera pueda imaginarse. Los comandantes sciolistas le creen poco. Y plantean como objetivo de máxima “que Aníbal no moleste” en la campaña.
El camporista Eduardo De Pedro, secretario general de la Presidencia y primer candidato a diputado por la Provincia, le hizo llegar un mensaje de arriba. Y Aníbal buscó cerrar un poco las heridas profundas que dejó la interna. Fue una formalidad, pero tuvo su valor: se reunió con sus rivales Julián Domínguez y Fernando Espinoza. Lo hizo junto a su compañero de fórmula, Martín Sabbatella. Aníbal los sentó a los tres del otro lado de su escritorio. Se vio en la foto que distribuyeron. Todo un gesto.
Otro gesto de Aníbal: mientras Scioli estaba de ida y vuelta a Italia salió a recorrer zonas inundadas en su doble carácter de candidato a gobernador y jefe de Gabinete.
En conferencia de prensa dijo dos cosas: “No hablé con Scioli, no sé de su viaje” y “el Estado nacional está siempre presente más allá de lo que haga la Provincia”.
Toda una señal de cómo podría ser la futura convivencia con Scioli si los dos ganan en octubre. Desde su prudente retiro en Olivos, Cristina debe haber aplaudido.
Otro detalle sugestivo para anotar y guardar: sin demora el mismo lunes, después del triunfo en las PASO bonaerense, Cristina recibió a Aníbal y Sabbatella. Se difundió foto de Presidencia y se informó que la reunión duró media hora. En cambio, no hay noticias de saludo, felicitación y mucho menos foto con Scioli.
¿La Presidenta creerá que Scioli perdió el domingo? ¿O acaso cree que la que perdió fue ella?

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