Una joven y bella guatemalteca ha conseguido ser escuchada por millones de personas gracias a la febril viralización por Internet de sus encantos y sus clases políticas. Se llama Gloria Álvarez, tiene origen cubano y húngaro, ha trabajado en seis países y consigue que la entiendan hasta las piedras. Su salto a la fama se produjo cuando pronunció un discurso de excepcional contundencia en el Parlamento Iberoamericano de la Juventud celebrado el año pasado en Zaragoza, España. Hizo una disección implacable del populismo, un sistema que hoy seduce y destruye a muchos países del mundo. Luego se dedicó a disecar otros temas que suelen esquivarse por ser «políticamente incorrectos», pero urgentes de ser comprendidos en profundidad. Es una rebelde culta y lógica. No se la puede encasillar con los calificativos de moda, porque critica a la izquierda y la derecha. Pero defiende con brillo los valores de la libertad y la justicia.
Fue voluntaria en un campo de inmigrantes africanos, trabajó como locutora, vendedora, hostess de restaurantes, gerente de relaciones públicas, directora de proyectos y conductora de TV. Estuvo en la Argentina hace unos meses. Su popularidad no cesa de aumentar. Sus lecciones recorren el planeta con breves disertaciones didácticas que reproduce Internet. Brindan un gran servicio al progreso genuino, la democracia y la renovación de las ideas, tan necesaria en nuestra época oscurecida por la confusión. Verla y escucharla equivale al placer que regala la lección de un maestro.
Suele caracterizarse como libertaria: «Defendemos la libertad económica, no el proteccionismo ni los privilegios para ciertas empresas. Estamos a favor de la libre competencia». Afirma que llega a tanta gente porque brinda un resumen simple y práctico de lo que se necesita saber y realizar. «Mis mensajes usan palabras sencillas, no muy elaboradas. No equivalen a una cátedra ni algo muy serio, sino al sentido común.»
Sostiene de entrada, por ejemplo, que el discurso populista, en todo tiempo y espacio, aspira a dividir la sociedad en pueblo y antipueblo. Y el antipueblo es acusado de enemigo: disidentes, empresarios, estudiantes cuestionadores, ciertos periodistas, jueces y fiscales; todos los que objetan las medidas económicas y sociales del gobierno populista caen en esta categoría. La división genera el odio que consolida su poder y aliena la opinión pública. En todo régimen populista, siempre, los Congresos son cada vez más débiles y los legisladores se vuelven compinches del Ejecutivo. La Justicia debilita su relevancia, los temerosos fiscales dejan de hacer su trabajo.
Nunca falta la tentación de sancionar leyes que controlen los medios y limiten la libertad de expresión. «La propaganda nazi, los panfletos, los hemos visto. Ahora, con la tecnología, la comunicación es más rápida. Esto es un tablero de TEG, atacan en todos los frentes. En cada país que visito emerge un ejército de trolls. Todos insultan, humillan, hacen comentarios machistas. Me califican de neonazi, burguesa, anarquista o pagada por la derecha», dice.
El populismo quiere reformas constitucionales para conseguir reelecciones y crear nuevos organismos de control. No faltan las restricciones económicas, estatizaciones y nacionalizaciones (que no benefician al país, sino al gobierno y su corte), se vuelve más difícil hacer negocios, crecen la inflación y la escasez debido a los precios topes.
Cuando le preguntaron si conocía al peronismo, Gloria Álvarez respondió sin sonrojarse: «Sí; todos los países latinoamericanos tuvimos nuestro dictador pronazi. En Guatemala sufrimos a Jorge Ubico, que fue nuestra especie de Perón».
Denuncia que el populismo necesita votantes que no piensen, que no analicen, que no tengan buena memoria. Para eso mantiene la confusión mediante una obscena propaganda oficial. «Maduro dice que Chávez le habla bajo la forma de un pajarito. El único modo de que la gente no se le ría en la cara es teniéndola sometida a una educación muy pobre y con el cerebro deteriorado por extremas necesidades económicas.»
«La admiración que hay en países como el mío por el régimen cubano y por el régimen venezolano es absurda -dice-. Esa admiración no va guiada por la razón ni el conocimiento. Muy pocos son los que ven en esos regímenes las atrocidades y las violaciones de los derechos humanos. Los han convencido de que allí tienen educación gratis y salud gratis. Que eso es maravilloso, superlativo. Pero resulta que hay educación y salud gratis en otras partes sin tener que padecer el autoritarismo, la decadencia y el terror.»
Gloria es también crítica. Afirma que la exclusión de masas ha sido el principal origen de tanta violencia y tantas repúblicas fracasadas. «Yo vengo de un país con un 40% de población indígena. Esa gente tenía prohibido acumular propiedad privada entrado el siglo XX, y no podía votar. ¡Horrible! No se pueden implementar valores democráticos y republicanos en una parte de la población que es tratada como si no existiera. La inclusión es absolutamente necesaria, pero no es el populismo el que incluye. Al contrario, el populismo busca convertir a los pobres en borregos. Y eso no es lo que necesita América latina. Lo que necesita es ciudadanos críticos, que protesten, que se informen.»
¿Podemos culpar a la gente que vota por candidatos populistas? «Creo que no -agrega-. Excepto los que se benefician por la corrupción y los negocios sucios o son rehenes del puesto público o las limosnas de los planes sociales, se trata de gente que en toda su vida no ha conocido la justicia. Si a ellos los asesinan, los violan o un pandillero los extorsiona, no tienen policías ni justicia adonde ir. Entonces, cuando llega el candidato y les ofrece comida, piensan: «Bueno, por lo menos me da algo».»
Estas reflexiones no agotan el repertorio de Gloria Álvarez. Tampoco pueden reflejar la contundencia de sus clases. Su estilo es único y, aunque la partitura parezca conocida, la interpretación que ella brinda con el arpa de su voz es magistral..
Fue voluntaria en un campo de inmigrantes africanos, trabajó como locutora, vendedora, hostess de restaurantes, gerente de relaciones públicas, directora de proyectos y conductora de TV. Estuvo en la Argentina hace unos meses. Su popularidad no cesa de aumentar. Sus lecciones recorren el planeta con breves disertaciones didácticas que reproduce Internet. Brindan un gran servicio al progreso genuino, la democracia y la renovación de las ideas, tan necesaria en nuestra época oscurecida por la confusión. Verla y escucharla equivale al placer que regala la lección de un maestro.
Suele caracterizarse como libertaria: «Defendemos la libertad económica, no el proteccionismo ni los privilegios para ciertas empresas. Estamos a favor de la libre competencia». Afirma que llega a tanta gente porque brinda un resumen simple y práctico de lo que se necesita saber y realizar. «Mis mensajes usan palabras sencillas, no muy elaboradas. No equivalen a una cátedra ni algo muy serio, sino al sentido común.»
Sostiene de entrada, por ejemplo, que el discurso populista, en todo tiempo y espacio, aspira a dividir la sociedad en pueblo y antipueblo. Y el antipueblo es acusado de enemigo: disidentes, empresarios, estudiantes cuestionadores, ciertos periodistas, jueces y fiscales; todos los que objetan las medidas económicas y sociales del gobierno populista caen en esta categoría. La división genera el odio que consolida su poder y aliena la opinión pública. En todo régimen populista, siempre, los Congresos son cada vez más débiles y los legisladores se vuelven compinches del Ejecutivo. La Justicia debilita su relevancia, los temerosos fiscales dejan de hacer su trabajo.
Nunca falta la tentación de sancionar leyes que controlen los medios y limiten la libertad de expresión. «La propaganda nazi, los panfletos, los hemos visto. Ahora, con la tecnología, la comunicación es más rápida. Esto es un tablero de TEG, atacan en todos los frentes. En cada país que visito emerge un ejército de trolls. Todos insultan, humillan, hacen comentarios machistas. Me califican de neonazi, burguesa, anarquista o pagada por la derecha», dice.
El populismo quiere reformas constitucionales para conseguir reelecciones y crear nuevos organismos de control. No faltan las restricciones económicas, estatizaciones y nacionalizaciones (que no benefician al país, sino al gobierno y su corte), se vuelve más difícil hacer negocios, crecen la inflación y la escasez debido a los precios topes.
Cuando le preguntaron si conocía al peronismo, Gloria Álvarez respondió sin sonrojarse: «Sí; todos los países latinoamericanos tuvimos nuestro dictador pronazi. En Guatemala sufrimos a Jorge Ubico, que fue nuestra especie de Perón».
Denuncia que el populismo necesita votantes que no piensen, que no analicen, que no tengan buena memoria. Para eso mantiene la confusión mediante una obscena propaganda oficial. «Maduro dice que Chávez le habla bajo la forma de un pajarito. El único modo de que la gente no se le ría en la cara es teniéndola sometida a una educación muy pobre y con el cerebro deteriorado por extremas necesidades económicas.»
«La admiración que hay en países como el mío por el régimen cubano y por el régimen venezolano es absurda -dice-. Esa admiración no va guiada por la razón ni el conocimiento. Muy pocos son los que ven en esos regímenes las atrocidades y las violaciones de los derechos humanos. Los han convencido de que allí tienen educación gratis y salud gratis. Que eso es maravilloso, superlativo. Pero resulta que hay educación y salud gratis en otras partes sin tener que padecer el autoritarismo, la decadencia y el terror.»
Gloria es también crítica. Afirma que la exclusión de masas ha sido el principal origen de tanta violencia y tantas repúblicas fracasadas. «Yo vengo de un país con un 40% de población indígena. Esa gente tenía prohibido acumular propiedad privada entrado el siglo XX, y no podía votar. ¡Horrible! No se pueden implementar valores democráticos y republicanos en una parte de la población que es tratada como si no existiera. La inclusión es absolutamente necesaria, pero no es el populismo el que incluye. Al contrario, el populismo busca convertir a los pobres en borregos. Y eso no es lo que necesita América latina. Lo que necesita es ciudadanos críticos, que protesten, que se informen.»
¿Podemos culpar a la gente que vota por candidatos populistas? «Creo que no -agrega-. Excepto los que se benefician por la corrupción y los negocios sucios o son rehenes del puesto público o las limosnas de los planes sociales, se trata de gente que en toda su vida no ha conocido la justicia. Si a ellos los asesinan, los violan o un pandillero los extorsiona, no tienen policías ni justicia adonde ir. Entonces, cuando llega el candidato y les ofrece comida, piensan: «Bueno, por lo menos me da algo».»
Estas reflexiones no agotan el repertorio de Gloria Álvarez. Tampoco pueden reflejar la contundencia de sus clases. Su estilo es único y, aunque la partitura parezca conocida, la interpretación que ella brinda con el arpa de su voz es magistral..