Ricardo Pignanelli se ríe cuando el fotógrafo de Tiempo Argentino le pregunta si puede retratarlo con el pucho en la mano. «Mirá si me va a molestar esa pavada», dice, con el mismo tono vehemente que dirá, minutos más tarde, que la reunificación de la Confederación General del Trabajo «no sirve para nada» si antes los sindicatos no se ponen de acuerdo sobre el rumbo del país.
Hombre contundente, Pignanelli, líder del sindicato de trabajadores mecánicos, el sector que tracciona el aún modesto desarrollo industrial del país. Un corazón que, desde hace un tiempo, funciona con marcapasos: «La industria está en un momento difícil por dos razones: el año electoral y la crisis en Brasil, porque nosotros estamos atados a ellos –reconoce–.
Entonces, más allá de que tengamos un mercado estable, mérito de la política económica del gobierno, la industria automotriz tiene que avanzar hacia un mayor contenido nacional. Esta pelea viene desde lejos, pero ahora impulsamos una ley en el Congreso para alcanzar el 55% de contenido nacional. Hoy está en un 23,25% aunque, si se desmenuza, seguro que de eso hay parte que también es importado. Eso hace que esta industria todavía no esté consolidada.
«Por más que gane Scioli, vamos a tener que andar con cuidado porque van a seguir presionando para imponer sus condiciones».
–¿La idea es que la mitad de un auto fabricado en el país sea de contenido local?
–Claro, porque si no, vamos a tener una industria que va a depender de la caja del gobierno, de las divisas que se tengan para traer autopartes de afuera. Pero además hay otra cosa: que la mitad de las autopartes sean argentinas implica más empleo, o sea más mercado, así que podríamos también estabilizar las ventas locales en 700, 750 mil autos al año, que sería el número ideal.
–¿Cómo golpea la crisis en Brasil?
–Y… se vende menos. Allá pasaron de cuatro a dos millones de unidades, porque la nueva clase media que motorizó las ventas de autos chicos y económicos en la época de Lula ahora no quiere gastar. Por eso insistimos con la ley: por cada punto de aporte nacional hay 5000 puestos de trabajo. Si llegamos al 50% se nos acaban los problemas y brindamos con champagne.
–Desde las empresas le van a decir que la industria automotriz requiere de abastecimiento global…
–Sabemos cómo son las cosas, por eso no planteamos volver al 100% que teníamos en los setenta, planteamos la mitad.
–¿Hay empresas que acompañen el proyecto?
–Lo estamos hablando. Y hay buenos ejemplos, como el de Toyota, que hizo grandes inversiones en autopartismo, y como no tiene problemas con su balanza comercial batió récord de ventas. Esa es una diferencia entre los japoneses y los europeos o los estadounidenses.
–Mientras el resto reclama que se modifique el tipo de cambio…
–Claro, porque para ellos la única variable es el salario, ya sea cuando discuten paritarias como cuando piden una megadevaluación, lo que buscan es maximizar renta reduciendo el costo de la mano de obra.
–¿Cómo se explica el comportamiento suicida del empresario local que busca ganar más reduciendo el poder de compra de sus empleados?
–La verdad es que no entiendo por qué piensan como piensan, lo que sí espero es que gane Daniel Scioli porque, si no, voy a terminar pensando que los argentinos metemos siempre la pata en el mismo pozo.
–Mauricio Macri dice que su triunfo implicaría un «shock de confianza» que promovería la inversión…
–Por favor, si eso pasa, vamos a volver para atrás. Porque una cosa es la productividad, que se hace con el lomo del trabajador, modificando los métodos de trabajo. Y la otra es la que se consigue viendo cómo vendemos o compramos de afuera. Para eso hay que hacer grandes inversiones, pero no las quieren hacer, quieren volver a cero con una devaluación. Y, por más que gane Scioli, vamos a tener que andar con cuidado porque van a seguir presionando para imponer sus condiciones al nuevo gobierno.
–¿Pasa sólo en la política o también en los sindicatos? Porque varios colegas suyos están trabajando con la oposición…
–Puede ser que algunos compañeros de los gremios de servicios, que no entienden la idiosincrasia de los gremios industriales, piensen que pueden sobrevivir con un modelo distinto. Quizá crean que no le van a ir a golpear la puerta. Pero, ojo, porque los gremios industriales le aportamos al país cuatro millones de trabajadores y, si se caen cuatro millones, como pasó en los noventa, se termina la calidad de vida para ellos y para los de servicios.
–¿Y eso lo discuten en la cúpula sindical?
–Es lo que tenemos que discutir si queremos una CGT unificada. Si no lo tenemos claro, la unificación de la CGT va a ser para la foto. Tenemos que discutir un objetivo claro: qué queremos para nuestro país. ¿Queremos que nos contemple a todos? Macanudo, entonces vamos todos por la misma ruta. No se puede andar por la banquina.
–O sea que no ve cerca la reunificación…
–No, porque antes de discutir nombres tenemos que discutir objetivos. Y eso no está pasando.
–¿Y esto puede cambiar después de la elección?
–Y…, hay que ver… porque siempre pasa que ante un nuevo gobierno nos reunificamos para mostrar la fortaleza de la unidad, pero después, cuando empiezan los problemas, somos pocos los que nos quedamos a bancar. Muchos de los problemas que tuvo el gobierno fueron porque, cuando vinieron las dificultades, varios se fueron a la banquina para salvarse solos, mientras que otros pusimos la cara para seguir arriba de la ruta, porque sabíamos que este gobierno tenía que seguir hasta el final.
–¿Algún compañero le sugirió que no debía llegar?
–No, por favor, los cantores se juntan por la tonada…
–Soy malo para las metáforas…
–Nadie me va a venir a decir eso porque sabe que lo saco corriendo. De los 62 años que tengo, apenas viví 30 en democracia. Y me gusta vivir en democracia. Ahora, aquel que no reconoce nada positivo del gobierno es porque quiere cambiar el rumbo del país. Podemos criticar alguna cosa, pedir que se cambie esto o aquello, pero no puedo dejar de reconocer que este modelo puso al país de pie.
–Recién hablaba de «democracia», que es lo que se le suele cuestionar a los grandes gremios, donde se observa un ejercicio democrático limitado.
–Sí, que estamos atornillados… a mí nadie me puede decir eso porque tengo apenas cuatro años acá. Y en octubre nos sometemos a una votación.
–Va con lista única…
–Claro, llegamos a acuerdos, pero en las mayorías de las seccionales vamos con pibes jóvenes, porque estamos pensando en el trasvasamiento generacional. Ahora, si lo que dicen es que el trasvasamiento es sacar a un chico de una fábrica y ponerlo como secretario general, creo que es contraproducente, porque un gremio es mucho más que discutir paritarias.
–Antes dijo que está latente el riesgo de un retroceso a la depredación de los noventa. Sin embargo, los gremios no fueron ajenos a esa situación, muchos acompañaron esas políticas. ¿Puede volver a pasar?
–Si es por nosotros, no tenga dudas de que vamos a resistir. Y para muchos va a ser emocionante la resistencia, porque tiene épica. Pero para los viejos es un retroceso. Porque cuando vos tenés que resistir, te olvidás de crecer.
Hombre contundente, Pignanelli, líder del sindicato de trabajadores mecánicos, el sector que tracciona el aún modesto desarrollo industrial del país. Un corazón que, desde hace un tiempo, funciona con marcapasos: «La industria está en un momento difícil por dos razones: el año electoral y la crisis en Brasil, porque nosotros estamos atados a ellos –reconoce–.
Entonces, más allá de que tengamos un mercado estable, mérito de la política económica del gobierno, la industria automotriz tiene que avanzar hacia un mayor contenido nacional. Esta pelea viene desde lejos, pero ahora impulsamos una ley en el Congreso para alcanzar el 55% de contenido nacional. Hoy está en un 23,25% aunque, si se desmenuza, seguro que de eso hay parte que también es importado. Eso hace que esta industria todavía no esté consolidada.
«Por más que gane Scioli, vamos a tener que andar con cuidado porque van a seguir presionando para imponer sus condiciones».
–¿La idea es que la mitad de un auto fabricado en el país sea de contenido local?
–Claro, porque si no, vamos a tener una industria que va a depender de la caja del gobierno, de las divisas que se tengan para traer autopartes de afuera. Pero además hay otra cosa: que la mitad de las autopartes sean argentinas implica más empleo, o sea más mercado, así que podríamos también estabilizar las ventas locales en 700, 750 mil autos al año, que sería el número ideal.
–¿Cómo golpea la crisis en Brasil?
–Y… se vende menos. Allá pasaron de cuatro a dos millones de unidades, porque la nueva clase media que motorizó las ventas de autos chicos y económicos en la época de Lula ahora no quiere gastar. Por eso insistimos con la ley: por cada punto de aporte nacional hay 5000 puestos de trabajo. Si llegamos al 50% se nos acaban los problemas y brindamos con champagne.
–Desde las empresas le van a decir que la industria automotriz requiere de abastecimiento global…
–Sabemos cómo son las cosas, por eso no planteamos volver al 100% que teníamos en los setenta, planteamos la mitad.
–¿Hay empresas que acompañen el proyecto?
–Lo estamos hablando. Y hay buenos ejemplos, como el de Toyota, que hizo grandes inversiones en autopartismo, y como no tiene problemas con su balanza comercial batió récord de ventas. Esa es una diferencia entre los japoneses y los europeos o los estadounidenses.
–Mientras el resto reclama que se modifique el tipo de cambio…
–Claro, porque para ellos la única variable es el salario, ya sea cuando discuten paritarias como cuando piden una megadevaluación, lo que buscan es maximizar renta reduciendo el costo de la mano de obra.
–¿Cómo se explica el comportamiento suicida del empresario local que busca ganar más reduciendo el poder de compra de sus empleados?
–La verdad es que no entiendo por qué piensan como piensan, lo que sí espero es que gane Daniel Scioli porque, si no, voy a terminar pensando que los argentinos metemos siempre la pata en el mismo pozo.
–Mauricio Macri dice que su triunfo implicaría un «shock de confianza» que promovería la inversión…
–Por favor, si eso pasa, vamos a volver para atrás. Porque una cosa es la productividad, que se hace con el lomo del trabajador, modificando los métodos de trabajo. Y la otra es la que se consigue viendo cómo vendemos o compramos de afuera. Para eso hay que hacer grandes inversiones, pero no las quieren hacer, quieren volver a cero con una devaluación. Y, por más que gane Scioli, vamos a tener que andar con cuidado porque van a seguir presionando para imponer sus condiciones al nuevo gobierno.
–¿Pasa sólo en la política o también en los sindicatos? Porque varios colegas suyos están trabajando con la oposición…
–Puede ser que algunos compañeros de los gremios de servicios, que no entienden la idiosincrasia de los gremios industriales, piensen que pueden sobrevivir con un modelo distinto. Quizá crean que no le van a ir a golpear la puerta. Pero, ojo, porque los gremios industriales le aportamos al país cuatro millones de trabajadores y, si se caen cuatro millones, como pasó en los noventa, se termina la calidad de vida para ellos y para los de servicios.
–¿Y eso lo discuten en la cúpula sindical?
–Es lo que tenemos que discutir si queremos una CGT unificada. Si no lo tenemos claro, la unificación de la CGT va a ser para la foto. Tenemos que discutir un objetivo claro: qué queremos para nuestro país. ¿Queremos que nos contemple a todos? Macanudo, entonces vamos todos por la misma ruta. No se puede andar por la banquina.
–O sea que no ve cerca la reunificación…
–No, porque antes de discutir nombres tenemos que discutir objetivos. Y eso no está pasando.
–¿Y esto puede cambiar después de la elección?
–Y…, hay que ver… porque siempre pasa que ante un nuevo gobierno nos reunificamos para mostrar la fortaleza de la unidad, pero después, cuando empiezan los problemas, somos pocos los que nos quedamos a bancar. Muchos de los problemas que tuvo el gobierno fueron porque, cuando vinieron las dificultades, varios se fueron a la banquina para salvarse solos, mientras que otros pusimos la cara para seguir arriba de la ruta, porque sabíamos que este gobierno tenía que seguir hasta el final.
–¿Algún compañero le sugirió que no debía llegar?
–No, por favor, los cantores se juntan por la tonada…
–Soy malo para las metáforas…
–Nadie me va a venir a decir eso porque sabe que lo saco corriendo. De los 62 años que tengo, apenas viví 30 en democracia. Y me gusta vivir en democracia. Ahora, aquel que no reconoce nada positivo del gobierno es porque quiere cambiar el rumbo del país. Podemos criticar alguna cosa, pedir que se cambie esto o aquello, pero no puedo dejar de reconocer que este modelo puso al país de pie.
–Recién hablaba de «democracia», que es lo que se le suele cuestionar a los grandes gremios, donde se observa un ejercicio democrático limitado.
–Sí, que estamos atornillados… a mí nadie me puede decir eso porque tengo apenas cuatro años acá. Y en octubre nos sometemos a una votación.
–Va con lista única…
–Claro, llegamos a acuerdos, pero en las mayorías de las seccionales vamos con pibes jóvenes, porque estamos pensando en el trasvasamiento generacional. Ahora, si lo que dicen es que el trasvasamiento es sacar a un chico de una fábrica y ponerlo como secretario general, creo que es contraproducente, porque un gremio es mucho más que discutir paritarias.
–Antes dijo que está latente el riesgo de un retroceso a la depredación de los noventa. Sin embargo, los gremios no fueron ajenos a esa situación, muchos acompañaron esas políticas. ¿Puede volver a pasar?
–Si es por nosotros, no tenga dudas de que vamos a resistir. Y para muchos va a ser emocionante la resistencia, porque tiene épica. Pero para los viejos es un retroceso. Porque cuando vos tenés que resistir, te olvidás de crecer.