Una tormenta y la inexperiencia de una tripulación integrada por miembros de La Cámpora derivaron en la pérdida de un velero usado para adoctrinamiento
El velero militante La Sanmartiniana, antes del naufragio.Foto:Archivo
La Sanmartiniana, un velero de dos palos, fue un barco construido por Germán Frers hace más de 30 años, cuyo plan original era atravesar más de 20 ciudades costeras del sur de nuestro país, ofreciendo charlas, proyectando películas y organizando debates.
Nave insignia y barco escuela de la Fundación Interactiva para Promover la Cultura del Agua (Fipca), una organización militante kirchnerista cuyo objetivo consistiría en crear una sana conciencia marítima y apostar al desarrollo de las localidades costeras. Como se ve en la foto que ilustra este editorial, navegaba enarbolando la bandera argentina, pero también la de la agrupación ultraoficialista La Cámpora y una que reflejaba otra preocupación del Gobierno con la leyenda «Patrias sí, buitres no». El año pasado, tras realizar navegaciones de adoctrinamiento político para militantes, agrupaciones políticas y sociales por diversos puertos del litoral fluvial y marítimo, anunciaron que llegarían hasta Ushuaia, esgrimiendo que los futuros dirigentes no pueden defender lo que no conocen.
Tras zarpar de Puerto Parry, un apostadero naval en la Isla de los Estados, días pasados, una tormenta complicó los planes de continuar la navegación al punto de obligarlos a pedir auxilio. La embarcación más cercana era un buque pesquero factoría cinco veces más grande y con una tripulación de 50 personas, que recibió el aviso de la Prefectura y se puso a disposición para remolcar al velero en problemas cuando la tormenta lo permitiera. Los diez tripulantes, descompuestos y con hipotermia, fueron rescatados cuando una balsa pudo acercarse tras una dura noche, pero, camino al puerto de Río Grande, el amarre se cortó y la Sanmartiniana se perdió en las profundidades del océano Atlántico.
Hasta aquí los hechos. Según se indicó, la mayoría de los militantes que integraban la tripulación carecían de la experiencia náutica necesaria. De todas maneras, no dudaron en tomar el timón y lanzarse al mar más allá de las complicaciones climáticas. Los militantes kirchneristas no tuvieron con La Sanmartiniana la suerte de sus pares a cargo de la conducción de Aerolíneas Argentinas, empresa que, paradójicamente, hace agua desde hace mucho tiempo, con un déficit millonario, pero cuenta con el incesante aporte de las arcas del Estado nacional, que compensa los errores de quienes manejan la compañía.
Pese a que un viejo mito marino señala que, para evitar desgracias, jamás debe modificársele el nombre a una embarcación, aun cuando cambien sus dueños, eso no ocurrió con el velero militante. Había sido bautizado en 1982 como «Náutico» por los socios del Club Náutico San Isidro, que lo adoptaron como barco escuela. Hacia 2010, esta entidad tradicional en la zona Norte decidió venderlo y su compradora fue la Fipca, cuyo titular, Julio Urien -antiguo socio del club- fue un conocido militante de la izquierda peronista y de Montoneros, que fue detenido antes del golpe de Estado de 1976 y reivindicado por el gobierno de Néstor Kirchner con su designación como presidente de los Astilleros Río Santiago durante dos años.
Nunca está de más preguntarse de qué bolsillo salieron los fondos, ante la presunción de que podría haberse tratado directa o indirectamente de fondos públicos.
Los candidatos para las próximas elecciones han mostrado su posición de cara al futuro de La Cámpora. Aníbal Fernández adelantó que va a tener «a muchos pibes de La Cámpora en su gabinete». Desde la oposición, Sergio Massa fue rotundo al afirmar que los va «a rajar a todos», al tiempo que Mauricio Macri confirmó también una clara posición convencido de que «el Estado no puede ser un aguantadero de La Cámpora». Mientras tanto, Daniel Scioli, hace equilibrio con la agrupación que, sin duda, presiona por ser tenida en cuenta en su eventual gobierno.
Nada bueno podía salir de una aventura con mucho de política y poco de conocimiento naval. Para muchos, el naufragio de la embarcación camporista es una señal premonitoria del fin de un ciclo. Metafóricamente, quienes quieren tomar el control del timón de un país no pudieron mantener a flote un velero. Como dice el refrán, todos son marineros con buen viento. Pero nos aproximamos a una etapa en la que podemos recoger tempestades si no adrizamos debidamente las velas.
El velero militante La Sanmartiniana, antes del naufragio.Foto:Archivo
La Sanmartiniana, un velero de dos palos, fue un barco construido por Germán Frers hace más de 30 años, cuyo plan original era atravesar más de 20 ciudades costeras del sur de nuestro país, ofreciendo charlas, proyectando películas y organizando debates.
Nave insignia y barco escuela de la Fundación Interactiva para Promover la Cultura del Agua (Fipca), una organización militante kirchnerista cuyo objetivo consistiría en crear una sana conciencia marítima y apostar al desarrollo de las localidades costeras. Como se ve en la foto que ilustra este editorial, navegaba enarbolando la bandera argentina, pero también la de la agrupación ultraoficialista La Cámpora y una que reflejaba otra preocupación del Gobierno con la leyenda «Patrias sí, buitres no». El año pasado, tras realizar navegaciones de adoctrinamiento político para militantes, agrupaciones políticas y sociales por diversos puertos del litoral fluvial y marítimo, anunciaron que llegarían hasta Ushuaia, esgrimiendo que los futuros dirigentes no pueden defender lo que no conocen.
Tras zarpar de Puerto Parry, un apostadero naval en la Isla de los Estados, días pasados, una tormenta complicó los planes de continuar la navegación al punto de obligarlos a pedir auxilio. La embarcación más cercana era un buque pesquero factoría cinco veces más grande y con una tripulación de 50 personas, que recibió el aviso de la Prefectura y se puso a disposición para remolcar al velero en problemas cuando la tormenta lo permitiera. Los diez tripulantes, descompuestos y con hipotermia, fueron rescatados cuando una balsa pudo acercarse tras una dura noche, pero, camino al puerto de Río Grande, el amarre se cortó y la Sanmartiniana se perdió en las profundidades del océano Atlántico.
Hasta aquí los hechos. Según se indicó, la mayoría de los militantes que integraban la tripulación carecían de la experiencia náutica necesaria. De todas maneras, no dudaron en tomar el timón y lanzarse al mar más allá de las complicaciones climáticas. Los militantes kirchneristas no tuvieron con La Sanmartiniana la suerte de sus pares a cargo de la conducción de Aerolíneas Argentinas, empresa que, paradójicamente, hace agua desde hace mucho tiempo, con un déficit millonario, pero cuenta con el incesante aporte de las arcas del Estado nacional, que compensa los errores de quienes manejan la compañía.
Pese a que un viejo mito marino señala que, para evitar desgracias, jamás debe modificársele el nombre a una embarcación, aun cuando cambien sus dueños, eso no ocurrió con el velero militante. Había sido bautizado en 1982 como «Náutico» por los socios del Club Náutico San Isidro, que lo adoptaron como barco escuela. Hacia 2010, esta entidad tradicional en la zona Norte decidió venderlo y su compradora fue la Fipca, cuyo titular, Julio Urien -antiguo socio del club- fue un conocido militante de la izquierda peronista y de Montoneros, que fue detenido antes del golpe de Estado de 1976 y reivindicado por el gobierno de Néstor Kirchner con su designación como presidente de los Astilleros Río Santiago durante dos años.
Nunca está de más preguntarse de qué bolsillo salieron los fondos, ante la presunción de que podría haberse tratado directa o indirectamente de fondos públicos.
Los candidatos para las próximas elecciones han mostrado su posición de cara al futuro de La Cámpora. Aníbal Fernández adelantó que va a tener «a muchos pibes de La Cámpora en su gabinete». Desde la oposición, Sergio Massa fue rotundo al afirmar que los va «a rajar a todos», al tiempo que Mauricio Macri confirmó también una clara posición convencido de que «el Estado no puede ser un aguantadero de La Cámpora». Mientras tanto, Daniel Scioli, hace equilibrio con la agrupación que, sin duda, presiona por ser tenida en cuenta en su eventual gobierno.
Nada bueno podía salir de una aventura con mucho de política y poco de conocimiento naval. Para muchos, el naufragio de la embarcación camporista es una señal premonitoria del fin de un ciclo. Metafóricamente, quienes quieren tomar el control del timón de un país no pudieron mantener a flote un velero. Como dice el refrán, todos son marineros con buen viento. Pero nos aproximamos a una etapa en la que podemos recoger tempestades si no adrizamos debidamente las velas.
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