Si bien hay una convicción generalizada de que el gobierno comunista maquilla la tasa de crecimiento para ocultar la magnitud del frenazo, muchos economistas sostienen que la manipulación no es relevante a los efectos prácticos ya que otros datos oficiales, como la producción industrial, reflejan claramente la fuerte desaceleración
El escepticismo en cuanto a la exactitud de los datos oficiales del país se intensificó porque los inversores temen que la desaceleración económica sea peor de lo que Beijing admite. Pero, ¿y si las cifras subyacentes son confiables?
Que no se puede confiar en los datos económicos oficiales de China ahora es una opinión generalizada entre los economistas, inversores y legisladores occidentales. Pensar que los números están acreditados es ridículo: quienes creen esto son inocentes en el mejor de los casos y secuaces de propaganda comunista en el peor de ellos.
El problema de esta opinión generalizada es que, además de la tasa de crecimiento del producto bruto interno real vigilado de cerca y sensible a cuestiones políticas, otros datos oficiales reflejan claramente la desaceleración de la economía china que los escépticos insisten que se está ocultando. Si hay una conspiración para ocultar la magnitud de tiempos difíciles en China, esto es algo por de más superficial.
La sorpresiva devaluación de la moneda de China ocurrida en agosto alimentó el escepticismo en relación con los datos oficiales del PBI, ya que muchos interpretaron esto como una prueba de que Beijing estaba tomando medidas drásticas para rescatar una economía en serios problemas.
China publicó oficialmente un crecimiento del 7% del PBI real para el primer semestre de 2015, lo cual impactó en el objetivo para el año completo anunciado por el primer ministro Li Keqiang en marzo. Para los escépticos, fue conveniente e incoherente a la vez, ya que otros datos sugerían una desaceleración más profunda de la producción y la construcción de inmuebles residenciales, los pilares de la economía del país.
Expertos en datos de la contabilidad nacional de China, en general, concuerdan en que la cifra trimestral de crecimiento real está sujeta a una «amortiguación» del sector político destinada a reducir la aparición de fluctuaciones abruptas en la economía, especialmente en respuesta a sacudidas externas como la crisis financiera asiática de 1998 y la crisis financiera global de 2008.
El objetivo se logra principalmente modificando la métrica de inflación utilizada para la conversión de crecimiento nominal a real, conocida como «deflactor de PBI». Minimizando la inflación, los dueños de las estadísticas de China pueden generar la impresión de un crecimiento real más rápido.
Creación de tendencias
Así y todo, las deficiencias de este único punto de datos no nos impiden comprender las tendencias de la economía de China. No es necesario ver más allá de las cifras del PBI nominal, que expresan la producción económica en precios actuales, sin ajuste por inflación, para apreciar el precario estado de las principales industrias del país.
«China tiene uno de los crecimientos del PBI más volátiles en su especie del mundo, pero los datos del PBI nominal parecen más razonables en determinados aspectos clave», Wei Yao, economista chino del Société Générale, escribió el mes pasado.
El PBI nominal en el sector industrial de China, que incluye producción fabril, minería y servicios públicos, creció tan solo 1,2% en el segundo trimestre de 2015, en comparación con el 5% registrado en 2014. En cuanto a la construcción, el crecimiento durante el segundo trimestre fue del 4,1% en comparación con el 9,8% registrado el año pasado. Entretanto, los servicios constituyen el sector de crecimiento más rápido de la economía China.
El crecimiento nominal es más importante que su par ajustado por inflación para la mayoría de los propósitos. Una empresa que hace proyecciones de ingresos, por ejemplo, no sirve de mucho a los efectos de tasas de crecimiento real.
De igual modo, los exportadores de commodities de Latinoamérica y África ven la desaceleración de las importaciones chinas de estos productos reflejada en datos de aduana sobre volúmenes de importación y valor de productos.
Carsten Holz, profesor de economía de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong que también dictó clases en Harvard y Stanford, es un fiel defensor de los datos oficiales de China. Afirma que el uso de Beijing del deflactor como un factor de falseo de datos es «profundamente molesto para analistas orientados al detalle, pero solo marginalmente relevante a efectos prácticos».
Duda que Li o sus diputados hayan dado instrucciones al Instituto Nacional de Estadísticas de informar una cifra determinada de crecimiento, pero reconoce que el organismo enfrenta presión por cumplir objetivos y evitar que el pesimismo económico se avive. En teoría, el deflactor del PBI debería ser la medida más amplia de inflación para todos los bienes y servicios producidos en China, incluyendo aquellos no contemplados en el índice de precios al consumidor. El IPC incluye consumibles, pero no bienes de inversión o servicios jurídicos o de logística, por ejemplo.
El organismo de estadísticas oficiales da pocos detalles sobre cómo se calcula el deflactor del PBI. Pero Holz cree que solo la célula del partido comunista de cinco personas del instituto de estadísticas estaría al tanto de las deliberaciones finales. Dicho grupo incluye al comisionado Ma Jiantang y sus tres diputados, entre quienes se incluyen Xu Xianchun, director del departamento de contabilidad nacional.
«Xu Xianchun se sienta a la mesa y sabe, ‘Deberíamos subirlo un poco, si es posible’. Mira sus documentos y dice: ‘Podemos usar este deflactor, o podemos justificar el uso de tal otro deflactor. Bueno, usemos este porque generará una tasa de crecimiento un poquito más alta'», sostiene Holz.
Esta no es precisamente una visión de la compilación de datos de China que genere confianza. Pero Holz no ve una alternativa mejor. Puso a prueba las tasas oficiales de crecimiento utilizando deflactores alternativos basados en índices de precios publicados como el IPC y el índice de precios al productor, que hace un seguimiento de los bienes al por mayor.
Llega a la conclusión de que la tasa de crecimiento real anual promedio entre 1978 y 2011 (según fuentes oficiales, del 9,8%) podría haber sido tan baja como del 9,1% o tan alta como del 11%. Según lo anterior, la tasa oficial sigue siendo el mejor pronóstico.
«Prefiero los datos oficiales. Creo que son los mejores. Estoy de acuerdo en que hay diversas cifras [de crecimiento del PBI real] reales, y todas pueden justificarse por igual. La cifra del 7,0 [%] para 2015 podría incluirse en un intervalo de 6,5 a 7,0% o [incluso] 7,2%,» afirma Holz.
Xu, por su parte, el mes pasado usó el periódico People’s Daily, el portavoz del partido comunista, para defender a su departamento de acusaciones de que el deflactor del PBI minimizó la inflación nacional en los últimos trimestres al no haber realizado el ajuste correspondiente al impacto generado por precios de commodities en baja.
El principal antagonista intelectual de Holz es Harry Wu, profesor de economía de la Universidad Hitotsubashi de Tokio. Primero propuso una evaluación alternativa de los datos del PBI de China de 1995 y pasó 20 años perfeccionando su metodología.
Su última investigación revela que el crecimiento del PBI real anual promedio de China para el período 1978-2014 fue del 7,1%, 2,5 puntos porcentuales debajo de la cifra oficial del 9,6%. Esta cifra es más del doble del margen de error que calcula Holz. Wu sostiene que el año pasado el crecimiento fue del 3,9%, en comparación con la cifra oficial del 7%.
Wu, al principio, fue mentor de Holz, pero su disputa intelectual más tarde los distanció.
Seguir el debate entre Wu y Holz implica sumergirse en una madriguera de revisiones de referencias, cuadros de entrada y salida e hipótesis contradictorias sobre el crecimiento de la productividad en el sector de servicios. Pocos analistas trataron de ganar el partido golpe a golpe. Sin embargo, lo que llama la atención es el gran acuerdo entre ambos. En particular, ambos apuntan a problemas con la forma en que el organismo de estadísticas mide el sector industrial, pilar de la economía.
El Instituto Nacional de Estadísticas dejó de publicar las cifras en bruto de producción industrial en 2008. Los graves problemas se habían convertido en una vergüenza al punto que para 2007 los datos de producción mensual de empresas a gran escala demostraban que dicha producción fue mayor que la producción industrial total que surge de los datos trimestrales del PBI. Lógicamente, esto no es posible.
Estas paradojas se atribuyen a un exceso de informes de producción por parte de empresas y gobiernos locales. El crecimiento del PBI local fue tradicionalmente un factor importante utilizado por el partido comunista para evaluar el desempeño y decidir quién va conseguir ascender en las filas, aunque esto está cambiando poco a poco.
En lo que Holz y Wu disienten, en gran medida, es en su respuesta a estas falencias.
Holz confía ampliamente en que Xu del Instituto Nacional de Estadísticas, que actúa como guardián, es capaz de filtrar el más flagrante exceso de informes cuando su división de contabilidad nacional recibe datos de colegas de la división de estadísticas industriales y los transforma en el componente industrial del PBI. Para él, las cifras nominales del PBI son bastante exactas, lo que deja al deflactor como principal problema. Wu, por el contrario, considera que los datos del PBI industrial están irremediablemente viciados por la necesidad de los funcionarios locales de alcanzar los objetivos.
Ambos hombres ven las deficiencias en la recolección de datos de China, pero los cálculos de Wu difieren de los datos oficiales con mayor intensidad durante los períodos de crisis. Su conclusión es que el error «no está causado principalmente por deficiencias metodológicas, sino por influencias políticas».
Su escepticismo lo impulsó a crear una serie de datos en paralelo de la producción industrial en torno a una lista de estilo soviético de los nombres y las cantidades de productos industriales fabricados en China cada año a partir de tubos de acero para tostadoras.
Para Holz, las series alternativas de Wu, que contribuye a una revisión a la baja mucho mayor de las tasas de crecimiento real de China en las últimas décadas, no ofrece ninguna mejora con respecto a los datos oficiales que ambos consideran erróneos.
Wu afirma que su metodología incorpora presunciones razonables en términos de calidad de producto y nuevos desarrollos. Sin embargo, es un momento incómodo para que rechace rotundamente los datos de producción industrial de China. La serie relativa a la producción industrial mensual, que siempre consideró sospechosa, revela un descenso más pronunciado que el de la tasa global de crecimiento del PBI. De hecho, esta incongruencia es la mayor fuente de escepticismo acerca de la verdadera tasa de crecimiento del PBI de China.
La probabilidad de que la tasa de crecimiento esté sujeta a manipulación refleja la debilidad institucional, especialmente la falta de independencia del NBS. Pero también es el resultado de un análisis deficiente por parte de quienes evalúan a China y otras economías. Si el énfasis en esta única cifra no fuese tan excesivo, el incentivo para manipularla sería menor.
El escepticismo en cuanto a la exactitud de los datos oficiales del país se intensificó porque los inversores temen que la desaceleración económica sea peor de lo que Beijing admite. Pero, ¿y si las cifras subyacentes son confiables?
Que no se puede confiar en los datos económicos oficiales de China ahora es una opinión generalizada entre los economistas, inversores y legisladores occidentales. Pensar que los números están acreditados es ridículo: quienes creen esto son inocentes en el mejor de los casos y secuaces de propaganda comunista en el peor de ellos.
El problema de esta opinión generalizada es que, además de la tasa de crecimiento del producto bruto interno real vigilado de cerca y sensible a cuestiones políticas, otros datos oficiales reflejan claramente la desaceleración de la economía china que los escépticos insisten que se está ocultando. Si hay una conspiración para ocultar la magnitud de tiempos difíciles en China, esto es algo por de más superficial.
La sorpresiva devaluación de la moneda de China ocurrida en agosto alimentó el escepticismo en relación con los datos oficiales del PBI, ya que muchos interpretaron esto como una prueba de que Beijing estaba tomando medidas drásticas para rescatar una economía en serios problemas.
China publicó oficialmente un crecimiento del 7% del PBI real para el primer semestre de 2015, lo cual impactó en el objetivo para el año completo anunciado por el primer ministro Li Keqiang en marzo. Para los escépticos, fue conveniente e incoherente a la vez, ya que otros datos sugerían una desaceleración más profunda de la producción y la construcción de inmuebles residenciales, los pilares de la economía del país.
Expertos en datos de la contabilidad nacional de China, en general, concuerdan en que la cifra trimestral de crecimiento real está sujeta a una «amortiguación» del sector político destinada a reducir la aparición de fluctuaciones abruptas en la economía, especialmente en respuesta a sacudidas externas como la crisis financiera asiática de 1998 y la crisis financiera global de 2008.
El objetivo se logra principalmente modificando la métrica de inflación utilizada para la conversión de crecimiento nominal a real, conocida como «deflactor de PBI». Minimizando la inflación, los dueños de las estadísticas de China pueden generar la impresión de un crecimiento real más rápido.
Creación de tendencias
Así y todo, las deficiencias de este único punto de datos no nos impiden comprender las tendencias de la economía de China. No es necesario ver más allá de las cifras del PBI nominal, que expresan la producción económica en precios actuales, sin ajuste por inflación, para apreciar el precario estado de las principales industrias del país.
«China tiene uno de los crecimientos del PBI más volátiles en su especie del mundo, pero los datos del PBI nominal parecen más razonables en determinados aspectos clave», Wei Yao, economista chino del Société Générale, escribió el mes pasado.
El PBI nominal en el sector industrial de China, que incluye producción fabril, minería y servicios públicos, creció tan solo 1,2% en el segundo trimestre de 2015, en comparación con el 5% registrado en 2014. En cuanto a la construcción, el crecimiento durante el segundo trimestre fue del 4,1% en comparación con el 9,8% registrado el año pasado. Entretanto, los servicios constituyen el sector de crecimiento más rápido de la economía China.
El crecimiento nominal es más importante que su par ajustado por inflación para la mayoría de los propósitos. Una empresa que hace proyecciones de ingresos, por ejemplo, no sirve de mucho a los efectos de tasas de crecimiento real.
De igual modo, los exportadores de commodities de Latinoamérica y África ven la desaceleración de las importaciones chinas de estos productos reflejada en datos de aduana sobre volúmenes de importación y valor de productos.
Carsten Holz, profesor de economía de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong que también dictó clases en Harvard y Stanford, es un fiel defensor de los datos oficiales de China. Afirma que el uso de Beijing del deflactor como un factor de falseo de datos es «profundamente molesto para analistas orientados al detalle, pero solo marginalmente relevante a efectos prácticos».
Duda que Li o sus diputados hayan dado instrucciones al Instituto Nacional de Estadísticas de informar una cifra determinada de crecimiento, pero reconoce que el organismo enfrenta presión por cumplir objetivos y evitar que el pesimismo económico se avive. En teoría, el deflactor del PBI debería ser la medida más amplia de inflación para todos los bienes y servicios producidos en China, incluyendo aquellos no contemplados en el índice de precios al consumidor. El IPC incluye consumibles, pero no bienes de inversión o servicios jurídicos o de logística, por ejemplo.
El organismo de estadísticas oficiales da pocos detalles sobre cómo se calcula el deflactor del PBI. Pero Holz cree que solo la célula del partido comunista de cinco personas del instituto de estadísticas estaría al tanto de las deliberaciones finales. Dicho grupo incluye al comisionado Ma Jiantang y sus tres diputados, entre quienes se incluyen Xu Xianchun, director del departamento de contabilidad nacional.
«Xu Xianchun se sienta a la mesa y sabe, ‘Deberíamos subirlo un poco, si es posible’. Mira sus documentos y dice: ‘Podemos usar este deflactor, o podemos justificar el uso de tal otro deflactor. Bueno, usemos este porque generará una tasa de crecimiento un poquito más alta'», sostiene Holz.
Esta no es precisamente una visión de la compilación de datos de China que genere confianza. Pero Holz no ve una alternativa mejor. Puso a prueba las tasas oficiales de crecimiento utilizando deflactores alternativos basados en índices de precios publicados como el IPC y el índice de precios al productor, que hace un seguimiento de los bienes al por mayor.
Llega a la conclusión de que la tasa de crecimiento real anual promedio entre 1978 y 2011 (según fuentes oficiales, del 9,8%) podría haber sido tan baja como del 9,1% o tan alta como del 11%. Según lo anterior, la tasa oficial sigue siendo el mejor pronóstico.
«Prefiero los datos oficiales. Creo que son los mejores. Estoy de acuerdo en que hay diversas cifras [de crecimiento del PBI real] reales, y todas pueden justificarse por igual. La cifra del 7,0 [%] para 2015 podría incluirse en un intervalo de 6,5 a 7,0% o [incluso] 7,2%,» afirma Holz.
Xu, por su parte, el mes pasado usó el periódico People’s Daily, el portavoz del partido comunista, para defender a su departamento de acusaciones de que el deflactor del PBI minimizó la inflación nacional en los últimos trimestres al no haber realizado el ajuste correspondiente al impacto generado por precios de commodities en baja.
El principal antagonista intelectual de Holz es Harry Wu, profesor de economía de la Universidad Hitotsubashi de Tokio. Primero propuso una evaluación alternativa de los datos del PBI de China de 1995 y pasó 20 años perfeccionando su metodología.
Su última investigación revela que el crecimiento del PBI real anual promedio de China para el período 1978-2014 fue del 7,1%, 2,5 puntos porcentuales debajo de la cifra oficial del 9,6%. Esta cifra es más del doble del margen de error que calcula Holz. Wu sostiene que el año pasado el crecimiento fue del 3,9%, en comparación con la cifra oficial del 7%.
Wu, al principio, fue mentor de Holz, pero su disputa intelectual más tarde los distanció.
Seguir el debate entre Wu y Holz implica sumergirse en una madriguera de revisiones de referencias, cuadros de entrada y salida e hipótesis contradictorias sobre el crecimiento de la productividad en el sector de servicios. Pocos analistas trataron de ganar el partido golpe a golpe. Sin embargo, lo que llama la atención es el gran acuerdo entre ambos. En particular, ambos apuntan a problemas con la forma en que el organismo de estadísticas mide el sector industrial, pilar de la economía.
El Instituto Nacional de Estadísticas dejó de publicar las cifras en bruto de producción industrial en 2008. Los graves problemas se habían convertido en una vergüenza al punto que para 2007 los datos de producción mensual de empresas a gran escala demostraban que dicha producción fue mayor que la producción industrial total que surge de los datos trimestrales del PBI. Lógicamente, esto no es posible.
Estas paradojas se atribuyen a un exceso de informes de producción por parte de empresas y gobiernos locales. El crecimiento del PBI local fue tradicionalmente un factor importante utilizado por el partido comunista para evaluar el desempeño y decidir quién va conseguir ascender en las filas, aunque esto está cambiando poco a poco.
En lo que Holz y Wu disienten, en gran medida, es en su respuesta a estas falencias.
Holz confía ampliamente en que Xu del Instituto Nacional de Estadísticas, que actúa como guardián, es capaz de filtrar el más flagrante exceso de informes cuando su división de contabilidad nacional recibe datos de colegas de la división de estadísticas industriales y los transforma en el componente industrial del PBI. Para él, las cifras nominales del PBI son bastante exactas, lo que deja al deflactor como principal problema. Wu, por el contrario, considera que los datos del PBI industrial están irremediablemente viciados por la necesidad de los funcionarios locales de alcanzar los objetivos.
Ambos hombres ven las deficiencias en la recolección de datos de China, pero los cálculos de Wu difieren de los datos oficiales con mayor intensidad durante los períodos de crisis. Su conclusión es que el error «no está causado principalmente por deficiencias metodológicas, sino por influencias políticas».
Su escepticismo lo impulsó a crear una serie de datos en paralelo de la producción industrial en torno a una lista de estilo soviético de los nombres y las cantidades de productos industriales fabricados en China cada año a partir de tubos de acero para tostadoras.
Para Holz, las series alternativas de Wu, que contribuye a una revisión a la baja mucho mayor de las tasas de crecimiento real de China en las últimas décadas, no ofrece ninguna mejora con respecto a los datos oficiales que ambos consideran erróneos.
Wu afirma que su metodología incorpora presunciones razonables en términos de calidad de producto y nuevos desarrollos. Sin embargo, es un momento incómodo para que rechace rotundamente los datos de producción industrial de China. La serie relativa a la producción industrial mensual, que siempre consideró sospechosa, revela un descenso más pronunciado que el de la tasa global de crecimiento del PBI. De hecho, esta incongruencia es la mayor fuente de escepticismo acerca de la verdadera tasa de crecimiento del PBI de China.
La probabilidad de que la tasa de crecimiento esté sujeta a manipulación refleja la debilidad institucional, especialmente la falta de independencia del NBS. Pero también es el resultado de un análisis deficiente por parte de quienes evalúan a China y otras economías. Si el énfasis en esta única cifra no fuese tan excesivo, el incentivo para manipularla sería menor.