El teórico político y analista del discurso Yannis Stavrakakis estudió Ciencia Política en Atenas y Análisis del Discurso en la Universidad de Essex, donde realizó su doctorado bajo la dirección de Ernesto Laclau. Miembro de la Escuela de Essex de Análisis del discurso, se desempeña como director adjunto en la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad Aristóteles de Tesalónica, en la que enseña Ciencia Política y Análisis del Discurso Político. Además, encabeza un importante proyecto de investigación sobre el populismo (www.populismus.gr). Sus libros Lacan y lo político (2007) y La izquierda lacaniana (2010) han sido traducidos al castellano.
-En el último tiempo, a partir de la delimitación de un adversario como la troika o los organismos financieros de crédito, ¿observa un acercamiento político de algunos países del sur de Europa con las experiencias populistas latinoamericanas?
-Durante las dos últimas décadas, tanto Europa como América Latina afrontaron dislocaciones económicas y sociales, relacionadas en gran medida con la crisis del capitalismo neoliberal. Las instituciones internacionales determinaron remediar las fallas del neoliberalismo con más neoliberalismo, a expensas de los estratos sociales de las clases medias y populares, que fueron condenadas al empobrecimiento. Esto produjo reacciones populares contra las políticas de austeridad y el giro autoritario que usualmente las acompaña. Por eso la emergencia de movimientos como el de los Indignados en España y Grecia siguieron el ejemplo de movilizaciones similares a las que en América Latina se habían producido en medio de la crisis de 15 o 20 años atrás. En Europa, la indignación popular finalmente se expresó a través de la formación de partidos como Syriza en Grecia y Podemos en España, que prometieron terminar con la austeridad y restaurar la soberanía popular. Hasta ese momento, las similitudes con Latinoamérica son notables: emergieron formas de un populismo igualitario muy prometedoras, como también soluciones hegemónicas a las crisis económicas que se transformaron en crisis de representación y de la democracia. La diferencia principal es que mientras en muchos países latinoamericanos las fuerzas populistas en el gobierno han logrado implementar al menos parte de su programa hegemonizando el campo político por largos períodos (kirchnerismo en Argentina), en el contexto europeo y especialmente dentro de la Eurozona, no se permite poner en cuestión las políticas dominantes y quien lo intente debe ser paradigmáticamente castigado y aplastado. En este sentido, en la Europa contemporánea el auténtico cambio tendrá que abarcar a todo el continente.
-El Estado griego pretendió independizarse del dictado de la troika y recuperar su soberanía, pero luego, con la firma del último rescate económico, se produjo un cambio hacia un ajuste.
-Hay varias razones que explican la incapacidad de escapar del marco extremadamente restrictivo que imponen las instituciones europeas internacionales. La primera reside en las dificultades que supone dejar una moneda para adoptar una nueva, así como en romper el acuerdo legal e institucional de la Eurozona y la Unión Europea, que se encuentra implicada en todos los aspectos de la vida económica y social en Grecia y en otros países europeos. Por lo menos en el corto plazo, es evidente que la situación podría haberse vuelto incontrolable o caótica. Además, ni SYRIZA ni ninguna otra fuerza política en Grecia parecía tener preparado un plan integral que hiciera esta opción remotamente atractiva y creíble a los ojos de los ciudadanos. También debe tenerse en cuenta que una desestabilización en la relación entre Grecia y la Unión Europea podría tener repercusiones en una variedad de dimensiones políticas, como en las relaciones exteriores, lo que es crucial en una región estratégica como en la que se sitúa Grecia.
-¿Sólo eso?
-Hay otras consideraciones importantes que tienen que ver con las formas en que la identidad griega y la europea han estado históricamente entrelazadas, y ello puede ser analizado a través una perspectiva psicoanalítica que implica al superyó sádico y el rol de la mirada. Desde la formación del Estado moderno griego a principios del siglo XIX, para Grecia, Europa ha funcionado como un modelo y un observador. Estando bajo una observación constante, sintiendo la ambivalente mirada europea, tan fascinada como desilusionada por Grecia, se consolidó un tipo de identidad orientada hacia la continua necesidad de demostrarle a Europa el valor de la consecución de la Grecia moderna. Lo que continuamente se juzgaba aquí era el requerido «progreso» del nuevo Estado y su generosa aceptación dentro del mundo europeo «civilizado»: la Comunidad Económica Europea, la Unión Europea y, finalmente, la Eurozona. En la medida en que a lo largo del tiempo la mirada europea oscila entre la admiración y el desprecio, en Grecia la culpa alterna con la indignación. Aun en el siglo XIX, una dialéctica del endeudamiento marcó la regulación imaginaria de las identificaciones en juego: si la Grecia moderna le debió su independencia política y su supervivencia a Europa, ¿podía Europa ignorar el rol de la antigua Grecia, cuna de la civilización occidental? La Grecia moderna aparece como la variable dependiente, aquella que demanda reconocimiento, apoyo y afecto del Otro europeo. A lo largo de la historia moderna de Grecia, esta coreografía se intensificó hasta llegar a un clímax superyoico, en ocasiones involucrando la deuda y la bancarrota. Hoy nuevamente es el superyó europeo, en su aspecto “castigador, sádico y vengativo”, el que parece dominar la escena.
-Tsipras, si bien siempre afirmó que Grecia no se retiraría del Mercado Común Europeo ni del euro, capituló con la troika. ¿Qué efectos tuvo esta situación en el clima político de Grecia, en Syriza y las otras fracciones?
-En primer lugar, especialmente dentro de las filas del partido, el giro de los acontecimientos produjo resignación y un sentimiento de frustración y desesperanza. También llevó a toda una fracción del partido a hablar de traición y dejar la organización para fundar Unidad Popular. Sin embargo, las elecciones de septiembre mostraron que el pueblo sigue apoyando (a regañadientes) la orientación de Tsipras, aunque la abstención aumentó sustancialmente. Syriza perdió menos del 1% de los votos en comparación con las elecciones de Enero.
-¿Cómo se puede explicar el hecho de que Tsipras logró retener la mayoría del voto luego de haber aceptado su fracaso en las negociaciones con las instituciones internacionales?
-La percepción general es que Tsipras se esforzó por modificar las políticas europeas, arriesgando una salida del Euro y la imposición de los controles de capital. Es recompensado por ese esfuerzo, aún cuando no haya conseguido modificar las políticas implementadas. Y también por enfrentarse a Europa, dando voz a la indignación y el sufrimiento del pueblo griego, una voz que por primera vez fue oída dentro de las instituciones de la Unión Europea y en los medios de comunicación a un nivel paneuropeo; esas instituciones y los anteriores gobiernos insistían en que la austeridad estaba funcionando y que la deuda era sostenible. Frente al dogma de austeridad en la eurozona, TINA (“There Is No Alternative”), y su dependencia de la necesidad de reproducir para todos su “historia exitosa”, de pronto aparece un nuevo gobierno que quiebra el cordón sanitario y se compromete a representar la voz del pueblo excluido. Seguramente esto potenció la fortaleza del lazo populista entre Syriza y el electorado, lo que fue corroborado por las últimas elecciones. Syriza prometió introducir un programa paralelo con el objetivo de contrarrestar los aspectos más nefastos del nuevo acuerdo, ¿resultará posible? Imposible predecirlo.
-Del entusiasmo y potencia que se observaba en las calles de Grecia por la sensación esperanzadora, a la recaída a una posición de sometimiento a los organismos financieros.
-El afecto jugó un papel crucial en los sucesos sociopolíticos de los últimos años en Grecia. El miedo, que era utilizado para imponer la austeridad, comenzó a coincidir con la indignación. El último año le añadió una transformación de la indignación en esperanza y entusiasmo, que culminó con el referéndum del 5 de Julio. Este ya no es el sentimiento predominante entre la gente. En el mejor de los casos, adopta una “esperanza sin optimismo”, usando una expresión acuñada por Terry Eagleton. La subjetividad dominante en la Grecia de hoy es de un “optimismo cruel”. Es un concepto usado por Laurent Berlant para hablar acerca de una vida más o menos mala que agota a los sujetos, quienes no obstante, encuentran sus condiciones de posibilidad en este marco. En un mundo que colapsa (en el que aspiraciones como la movilidad ascendente, la estabilidad laboral, la igualdad, etc. se encuentran dañadas), el optimismo cruel se refiere a la tendencia de aferrarse a ciertas demandas desconociendo, sin embargo, de qué forma materializarlas. Nos encontramos en un período crítico, en el sentido que Gramsci le otorgó a esta palabra: una crisis consiste en el hecho de que lo viejo está muriendo y lo nuevo no termina de nacer. Este es el dilema actual en Grecia y en Europa en general.
-En sus trabajos diferencia democracia y posdemocracia y afirma que Europa y Estados Unidos se están moviendo en una dirección posdemocrática. En esta tendencia aparece la marginalización de los derechos sociales. ¿Observa en la Grecia actual una orientación posdemocrática?
-La “posdemocracia” se refiere a un régimen político en el que la cáscara formal de las instituciones representativas siguen vigentes, la toma de decisiones se reduce a la administración de empresas, despojada de los elementos de participación y deliberación democrática abierta, desprovista de cualquier elección verdadera entre alternativas diferentes, presa de instrucciones pretendidamente objetivas de expertos y tecnócratas. La primera fase de la implementación de la austeridad en plena crisis de Grecia señaló una profundización de la posdemocracia. Pero, en cuanto las resistencias contra lo que llamo la “Sociedad de la Deuda” empezaron a organizarse y los argumentos posdemocráticos menguaron, la implementación de las políticas impuestas dependió cada vez más de un tipo de dominación carente de argumentos para adquirir el perfil de lo que denominé “un nihilismo brutal”. Si, como observa Saskia Sassen, actualmente en el sur de Europa experimentamos una época de expulsión, un proceso brutal de distribución jerárquica de poblaciones y formas de vida (como la expulsión de las clases medias de sus trabajos, de los beneficios sociales e incluso de sus casas) además de la expulsión de los sectores populares de la participación e inclusión democráticas (sin mencionar las expulsiones a los refugiados a escala global), puede que estemos atravesando una mutación tiránica de la posdemocracia con implicancias más amplias.
-Es lo que mostró el ejemplo griego.
-Mostró es la impotencia de las actuales instituciones representativas para cambiar en un país, las políticas impuestas. Revitalizar esta democracia impotente va a requerir una coordinación paneuropea, si no global, y en este punto los vínculos entre Latinoamérica y el sur de Europa son sumamente importantes.
-En el último tiempo, a partir de la delimitación de un adversario como la troika o los organismos financieros de crédito, ¿observa un acercamiento político de algunos países del sur de Europa con las experiencias populistas latinoamericanas?
-Durante las dos últimas décadas, tanto Europa como América Latina afrontaron dislocaciones económicas y sociales, relacionadas en gran medida con la crisis del capitalismo neoliberal. Las instituciones internacionales determinaron remediar las fallas del neoliberalismo con más neoliberalismo, a expensas de los estratos sociales de las clases medias y populares, que fueron condenadas al empobrecimiento. Esto produjo reacciones populares contra las políticas de austeridad y el giro autoritario que usualmente las acompaña. Por eso la emergencia de movimientos como el de los Indignados en España y Grecia siguieron el ejemplo de movilizaciones similares a las que en América Latina se habían producido en medio de la crisis de 15 o 20 años atrás. En Europa, la indignación popular finalmente se expresó a través de la formación de partidos como Syriza en Grecia y Podemos en España, que prometieron terminar con la austeridad y restaurar la soberanía popular. Hasta ese momento, las similitudes con Latinoamérica son notables: emergieron formas de un populismo igualitario muy prometedoras, como también soluciones hegemónicas a las crisis económicas que se transformaron en crisis de representación y de la democracia. La diferencia principal es que mientras en muchos países latinoamericanos las fuerzas populistas en el gobierno han logrado implementar al menos parte de su programa hegemonizando el campo político por largos períodos (kirchnerismo en Argentina), en el contexto europeo y especialmente dentro de la Eurozona, no se permite poner en cuestión las políticas dominantes y quien lo intente debe ser paradigmáticamente castigado y aplastado. En este sentido, en la Europa contemporánea el auténtico cambio tendrá que abarcar a todo el continente.
-El Estado griego pretendió independizarse del dictado de la troika y recuperar su soberanía, pero luego, con la firma del último rescate económico, se produjo un cambio hacia un ajuste.
-Hay varias razones que explican la incapacidad de escapar del marco extremadamente restrictivo que imponen las instituciones europeas internacionales. La primera reside en las dificultades que supone dejar una moneda para adoptar una nueva, así como en romper el acuerdo legal e institucional de la Eurozona y la Unión Europea, que se encuentra implicada en todos los aspectos de la vida económica y social en Grecia y en otros países europeos. Por lo menos en el corto plazo, es evidente que la situación podría haberse vuelto incontrolable o caótica. Además, ni SYRIZA ni ninguna otra fuerza política en Grecia parecía tener preparado un plan integral que hiciera esta opción remotamente atractiva y creíble a los ojos de los ciudadanos. También debe tenerse en cuenta que una desestabilización en la relación entre Grecia y la Unión Europea podría tener repercusiones en una variedad de dimensiones políticas, como en las relaciones exteriores, lo que es crucial en una región estratégica como en la que se sitúa Grecia.
-¿Sólo eso?
-Hay otras consideraciones importantes que tienen que ver con las formas en que la identidad griega y la europea han estado históricamente entrelazadas, y ello puede ser analizado a través una perspectiva psicoanalítica que implica al superyó sádico y el rol de la mirada. Desde la formación del Estado moderno griego a principios del siglo XIX, para Grecia, Europa ha funcionado como un modelo y un observador. Estando bajo una observación constante, sintiendo la ambivalente mirada europea, tan fascinada como desilusionada por Grecia, se consolidó un tipo de identidad orientada hacia la continua necesidad de demostrarle a Europa el valor de la consecución de la Grecia moderna. Lo que continuamente se juzgaba aquí era el requerido «progreso» del nuevo Estado y su generosa aceptación dentro del mundo europeo «civilizado»: la Comunidad Económica Europea, la Unión Europea y, finalmente, la Eurozona. En la medida en que a lo largo del tiempo la mirada europea oscila entre la admiración y el desprecio, en Grecia la culpa alterna con la indignación. Aun en el siglo XIX, una dialéctica del endeudamiento marcó la regulación imaginaria de las identificaciones en juego: si la Grecia moderna le debió su independencia política y su supervivencia a Europa, ¿podía Europa ignorar el rol de la antigua Grecia, cuna de la civilización occidental? La Grecia moderna aparece como la variable dependiente, aquella que demanda reconocimiento, apoyo y afecto del Otro europeo. A lo largo de la historia moderna de Grecia, esta coreografía se intensificó hasta llegar a un clímax superyoico, en ocasiones involucrando la deuda y la bancarrota. Hoy nuevamente es el superyó europeo, en su aspecto “castigador, sádico y vengativo”, el que parece dominar la escena.
-Tsipras, si bien siempre afirmó que Grecia no se retiraría del Mercado Común Europeo ni del euro, capituló con la troika. ¿Qué efectos tuvo esta situación en el clima político de Grecia, en Syriza y las otras fracciones?
-En primer lugar, especialmente dentro de las filas del partido, el giro de los acontecimientos produjo resignación y un sentimiento de frustración y desesperanza. También llevó a toda una fracción del partido a hablar de traición y dejar la organización para fundar Unidad Popular. Sin embargo, las elecciones de septiembre mostraron que el pueblo sigue apoyando (a regañadientes) la orientación de Tsipras, aunque la abstención aumentó sustancialmente. Syriza perdió menos del 1% de los votos en comparación con las elecciones de Enero.
-¿Cómo se puede explicar el hecho de que Tsipras logró retener la mayoría del voto luego de haber aceptado su fracaso en las negociaciones con las instituciones internacionales?
-La percepción general es que Tsipras se esforzó por modificar las políticas europeas, arriesgando una salida del Euro y la imposición de los controles de capital. Es recompensado por ese esfuerzo, aún cuando no haya conseguido modificar las políticas implementadas. Y también por enfrentarse a Europa, dando voz a la indignación y el sufrimiento del pueblo griego, una voz que por primera vez fue oída dentro de las instituciones de la Unión Europea y en los medios de comunicación a un nivel paneuropeo; esas instituciones y los anteriores gobiernos insistían en que la austeridad estaba funcionando y que la deuda era sostenible. Frente al dogma de austeridad en la eurozona, TINA (“There Is No Alternative”), y su dependencia de la necesidad de reproducir para todos su “historia exitosa”, de pronto aparece un nuevo gobierno que quiebra el cordón sanitario y se compromete a representar la voz del pueblo excluido. Seguramente esto potenció la fortaleza del lazo populista entre Syriza y el electorado, lo que fue corroborado por las últimas elecciones. Syriza prometió introducir un programa paralelo con el objetivo de contrarrestar los aspectos más nefastos del nuevo acuerdo, ¿resultará posible? Imposible predecirlo.
-Del entusiasmo y potencia que se observaba en las calles de Grecia por la sensación esperanzadora, a la recaída a una posición de sometimiento a los organismos financieros.
-El afecto jugó un papel crucial en los sucesos sociopolíticos de los últimos años en Grecia. El miedo, que era utilizado para imponer la austeridad, comenzó a coincidir con la indignación. El último año le añadió una transformación de la indignación en esperanza y entusiasmo, que culminó con el referéndum del 5 de Julio. Este ya no es el sentimiento predominante entre la gente. En el mejor de los casos, adopta una “esperanza sin optimismo”, usando una expresión acuñada por Terry Eagleton. La subjetividad dominante en la Grecia de hoy es de un “optimismo cruel”. Es un concepto usado por Laurent Berlant para hablar acerca de una vida más o menos mala que agota a los sujetos, quienes no obstante, encuentran sus condiciones de posibilidad en este marco. En un mundo que colapsa (en el que aspiraciones como la movilidad ascendente, la estabilidad laboral, la igualdad, etc. se encuentran dañadas), el optimismo cruel se refiere a la tendencia de aferrarse a ciertas demandas desconociendo, sin embargo, de qué forma materializarlas. Nos encontramos en un período crítico, en el sentido que Gramsci le otorgó a esta palabra: una crisis consiste en el hecho de que lo viejo está muriendo y lo nuevo no termina de nacer. Este es el dilema actual en Grecia y en Europa en general.
-En sus trabajos diferencia democracia y posdemocracia y afirma que Europa y Estados Unidos se están moviendo en una dirección posdemocrática. En esta tendencia aparece la marginalización de los derechos sociales. ¿Observa en la Grecia actual una orientación posdemocrática?
-La “posdemocracia” se refiere a un régimen político en el que la cáscara formal de las instituciones representativas siguen vigentes, la toma de decisiones se reduce a la administración de empresas, despojada de los elementos de participación y deliberación democrática abierta, desprovista de cualquier elección verdadera entre alternativas diferentes, presa de instrucciones pretendidamente objetivas de expertos y tecnócratas. La primera fase de la implementación de la austeridad en plena crisis de Grecia señaló una profundización de la posdemocracia. Pero, en cuanto las resistencias contra lo que llamo la “Sociedad de la Deuda” empezaron a organizarse y los argumentos posdemocráticos menguaron, la implementación de las políticas impuestas dependió cada vez más de un tipo de dominación carente de argumentos para adquirir el perfil de lo que denominé “un nihilismo brutal”. Si, como observa Saskia Sassen, actualmente en el sur de Europa experimentamos una época de expulsión, un proceso brutal de distribución jerárquica de poblaciones y formas de vida (como la expulsión de las clases medias de sus trabajos, de los beneficios sociales e incluso de sus casas) además de la expulsión de los sectores populares de la participación e inclusión democráticas (sin mencionar las expulsiones a los refugiados a escala global), puede que estemos atravesando una mutación tiránica de la posdemocracia con implicancias más amplias.
-Es lo que mostró el ejemplo griego.
-Mostró es la impotencia de las actuales instituciones representativas para cambiar en un país, las políticas impuestas. Revitalizar esta democracia impotente va a requerir una coordinación paneuropea, si no global, y en este punto los vínculos entre Latinoamérica y el sur de Europa son sumamente importantes.