Por Mercedes D’Alessandro* y Santiago Rodriguez Rey**
Cinco precandidatos demócratas coincidieron en condenar la desigual distribución de la riqueza en los Estados Unidos.
Finalmente llegó el turno de los demócratas que aspiran a llegar a la Casa Blanca, tras dos debates entre republicanos con el millonario Donald Trump en el centro de la escena. Esta vez le tocó a Hillary Clinton ser el foco de atención, con Bernie Sanders pisándole los tacones y un trío de coristas que fueron poco más que parte del decorado.
El pasado martes 13 se enfrentaron cinco precandidatos en el primer debate del Partido Demócrata para las elecciones presidenciales de 2016. El evento transitó por diversos temas de la agenda económica, política y social: el control de armas, la situación en Siria, el cambio climático, Black Lives Matter y la discriminación contra negros e inmigrantes, regulaciones sobre Wall Street, educación y salud. El tono en general fue respetuoso y centrado en las discusiones sobre los tópicos, alejado de las agresiones personales que han caracterizado tanto al debate como la campaña republicana con Trump de protagonista de la mayoría de los insultos y el bullying mediático. El debate auspiciado por CNN y Facebook se llevó adelante en Las Vegas con simpatizantes de los distintos candidatos que hicieron escuchar su apoyo, algo que en particular Clinton supo utilizar.
Los contendientes
Hillary Clinton, primera en las encuestas, tuvo una fuerte caída en sus números desde agosto del año pasado a hoy. Algo similar a lo que le ocurrió en 2008 cuando finalmente perdió la nominación en manos del actual presidente Obama. Pero la ex secretaria de Estado y ex primera dama aspira a ser la primera mujer presidente de los Estados Unidos y se nota. A diferencia de 8 años atrás, donde su supuesta inevitabilidad le jugó una mala pasada en los debates, se mostró sólida y precisa en sus respuestas con una actitud muy distendida. Incluso frente a temas en los que se suponen son su debilidad: su responsabilidad en el atentado en Benghaz, Libia y el escándalo por el uso de servidores propios de email durante su gestión como Secretaria de Estado.
El otro gran protagonista de la noche fue Bernie Sanders, senador por Vermont, reconocido socialista demócrata de estilo abuelo cascarrabias, que habla igual que el famoso comediante Larry David. Sanders representa al ala más progresista del partido y en su campaña ha mostrado fuerza con convocatorias multitudinarias, en donde destaca una particular presencia de jóvenes. Hace una semana, su discurso en Boston fue escuchado por más de 20.000 personas.
Entre los dos ocuparon dos tercios del tiempo de exposición total y lideraron las menciones en redes sociales. El debate fue moderado por el conductor estrella de la CNN, Anderson Cooper, quien fue incisivo en sus preguntas y no buscó en ningún momento ser el centro de atención.
Martin O’Malley, ex gobernador de Maryland y ex alcalde de Baltimore es el candidato joven del quinteto, algo que escasea entre los demócratas, más aún si consideramos a Biden. Con mucho ruido antes del inicio de la campaña, que se desinfló fuertemente, hoy trata de llamar la atención con fotos en Twitter ejercitando mientras lee de una Tablet y tocando la guitarra mientras prepara para sus presentaciones. El personaje del alcalde de Baltimore en la serie The Wire es básicamente O’Malley, quien gestionó esa ciudad entre 1999 y 2006; según él, “la ciudad más violenta, adicta y abandonada de América“ antes de su mandato.
Lincoln Chafee, ex gobernador de Rhode Island, fue el que menos brilló a lo largo de las 2 horas y media de debate. Chafee, quien durante algún tiempo trabajó en establos haciendo herraduras de caballos, comenzó en la política dentro de las filas del partido republicano, pero un republicanismo de la Costa Este, muy distinto al que domina hoy al partido. Su primer frase en el debate fue tajante: “los estadounidenses no solo van a elegir un presidente el próximo año, también eligirán un líder mundial”. Después fue todo barranca abajo, incluso se excusó de haber votado a favor de la desregulación financiera de 1999 (que fue una de las causas de la crisis mundial del 2008) porque “recién había llegado a Washington y era mi primer votación”; los medios aún se ríen de él.
Por su parte, Jim Webb, ex senador de Virginia y ex combatiente de la guerra de Vietnam (algo que recordó en casi todas sus intervenciones), tuvo su momento de protagonismo cuando se les preguntó a todos los candidatos quién era su peor enemigo: “Como una vez dijo Franklin Delano Roosevelt, quiero que me juzguen por los enemigos que me he hecho”, planteó Cooper. Webb contestó que su peor enemigo fue el soldado que le arrojó una granada que lo hirió en el campo de batalla, pero que ya no estaba con nosotros, conteniendo una sonrisa algo maléfica. No todo fue sufrimiento, de su experiencia en combate también se trajo inspiración para unas 9 novelas de guerra, algunas de contenido erótico. Su esposa es, casualmente, “vietnamericana”.
Si hubo un ausente en la jornada fue Joe Biden, el actual vicepresidente. Si bien no está lanzado a la carrera presidencial es fuertemente presionado por los medios para que se sume, algo que aclaró le interesaría. Participó de múltiples primarias, pero tras la muerte de su hijo no se encuentra con el estado emocional para enfrentar el peso de una campaña. Se considera que su postura moderada y proyección como una tercera presidencia de Obama podría enfrentar eficientemente con la inevitabilidad de Hillary.
Trump no quiso quedarse afuera y se entretuvo comentando el debate por twitter, aunque con menos gracia que en sus actuaciones en vivo. “Perdón, pero no hay ninguna estrella en el escenario esta noche”, se despachó ante sus seguidores. También reconoció el buen desempeño de Hillary aunque no sin señalar que los adversarios fueron demasiado gentiles. Fue efectivo para su presencia en la red social, fue el presidencial que más seguidores sumó durante el debate sin estar frente a un micrófono.
Momentos del debate
En un debate que a diferencia de su equivalente republicano no se destacó por fuertes cruces entre los candidatos, sí hubo varios momentos destacables. Para los que miramos el “Argentina debate” con entusiasmo, el protagonismo de ciertos moderadores fue inconveniente. Por el contrario, Anderson Cooper hizo una excelente tarea, con preguntas incisivas e incluso repreguntó en varias ocasiones con gran precisión sin arrogarse ser el representante de la audiencia o dar discursos sobre sí mismo. Quien no quedó muy contento fue Webb, que viendo como monopolizaban el tiempo Clinton y Sanders no tuvo mejor idea que atacar al moderador, en lugar de participar del debate.
El plano económico fue central en el debate, principalmente por las preguntas que se le realizaban a Sanders. El senador de Vermont, en principio dijo que cambiaría el sistema tributario: más impuestos a los ricos que se utilicen para educación de acceso gratuito y salud para todos. Clinton no lo contradijo. Después de la crisis del 2008, la desigualdad se acentuó en Estados Unidos y hoy es políticamente correcto, al menos entre de los demócratas, condenar las asimetrías en la distribución de la riqueza. Todos lo hicieron. En todo caso, las diferencias aparecen cuando se consideran fórmulas para reducir la desigualdad en un sistema económico que -tal como esta- tiende a ampliarla. Allí es donde Sanders se diferenció claramente del resto.
Sin embargo, cuando Sanders responsabilizó al sistema financiero de la crisis y la desigualdad y afirmó que había que romper con los bancos, aparecieron matices: “Wall Street, donde el modelo de negocios es el fraude, ayudó a destruir esta economía y la vida de millones de personas“. Copper entonces le preguntó si él se consideraba capitalista: “No me considero parte de este proceso de capitalismo-casino”, dijo Sanders en Las Vegas. Hillary respondió diciendo que para ella es confuso este planteo, que en todo caso corresponde actuar para salvar al capitalismo de sí mismo, de sus excesos y las injusticias que causa. Lejos de encontrar a Wall Street como un enemigo con quien romper -como Sanders- Hillary se mostró más inclinada a favorecer reformas y regulaciones en el sistema financiero.
El aplausómetro estalló cuando se puso sobre la mesa el escándalo de los emails de Hillary Clinton. Respondiendo a Cooper en forma aguda, Bernie Sander dijo “el pueblo estadounidense está cansado de escuchar sobre tus malditos emails”. No solo fue el momento más álgido del debate (todos habían aprovechado para bombardear sobre la candidata), sino que Hillary aprovechó para estrechar la mano de Sanders, imagen que se pareció mucho a la forma en la que Trump cerró sus intercambios con Jeb Bush y Ben Carson, poniendo final a las discusiones.
El debate dejó como conclusión que sólo Clinton y Sanders serán los contrincantes, a menos que Biden tercie entre ellos. Sanders a la izquierda y Clinton más al centro dejaron plasmadas sus (pocas) coincidencias y sus diferencias. No hay lugar para Webb y Chafee que parecieron parte del decorado, tanto por su escaso aporte como por el inexistente votante al que trataron de interpelar. O’Malley parece haber perdido la oportunidad para romper la dualidad. Tendrá que conformarse con perfilarse como vicepresidente.
*Doctora en Economía
**Director técnico y politólogo
Cinco precandidatos demócratas coincidieron en condenar la desigual distribución de la riqueza en los Estados Unidos.
Finalmente llegó el turno de los demócratas que aspiran a llegar a la Casa Blanca, tras dos debates entre republicanos con el millonario Donald Trump en el centro de la escena. Esta vez le tocó a Hillary Clinton ser el foco de atención, con Bernie Sanders pisándole los tacones y un trío de coristas que fueron poco más que parte del decorado.
El pasado martes 13 se enfrentaron cinco precandidatos en el primer debate del Partido Demócrata para las elecciones presidenciales de 2016. El evento transitó por diversos temas de la agenda económica, política y social: el control de armas, la situación en Siria, el cambio climático, Black Lives Matter y la discriminación contra negros e inmigrantes, regulaciones sobre Wall Street, educación y salud. El tono en general fue respetuoso y centrado en las discusiones sobre los tópicos, alejado de las agresiones personales que han caracterizado tanto al debate como la campaña republicana con Trump de protagonista de la mayoría de los insultos y el bullying mediático. El debate auspiciado por CNN y Facebook se llevó adelante en Las Vegas con simpatizantes de los distintos candidatos que hicieron escuchar su apoyo, algo que en particular Clinton supo utilizar.
Los contendientes
Hillary Clinton, primera en las encuestas, tuvo una fuerte caída en sus números desde agosto del año pasado a hoy. Algo similar a lo que le ocurrió en 2008 cuando finalmente perdió la nominación en manos del actual presidente Obama. Pero la ex secretaria de Estado y ex primera dama aspira a ser la primera mujer presidente de los Estados Unidos y se nota. A diferencia de 8 años atrás, donde su supuesta inevitabilidad le jugó una mala pasada en los debates, se mostró sólida y precisa en sus respuestas con una actitud muy distendida. Incluso frente a temas en los que se suponen son su debilidad: su responsabilidad en el atentado en Benghaz, Libia y el escándalo por el uso de servidores propios de email durante su gestión como Secretaria de Estado.
El otro gran protagonista de la noche fue Bernie Sanders, senador por Vermont, reconocido socialista demócrata de estilo abuelo cascarrabias, que habla igual que el famoso comediante Larry David. Sanders representa al ala más progresista del partido y en su campaña ha mostrado fuerza con convocatorias multitudinarias, en donde destaca una particular presencia de jóvenes. Hace una semana, su discurso en Boston fue escuchado por más de 20.000 personas.
Entre los dos ocuparon dos tercios del tiempo de exposición total y lideraron las menciones en redes sociales. El debate fue moderado por el conductor estrella de la CNN, Anderson Cooper, quien fue incisivo en sus preguntas y no buscó en ningún momento ser el centro de atención.
Martin O’Malley, ex gobernador de Maryland y ex alcalde de Baltimore es el candidato joven del quinteto, algo que escasea entre los demócratas, más aún si consideramos a Biden. Con mucho ruido antes del inicio de la campaña, que se desinfló fuertemente, hoy trata de llamar la atención con fotos en Twitter ejercitando mientras lee de una Tablet y tocando la guitarra mientras prepara para sus presentaciones. El personaje del alcalde de Baltimore en la serie The Wire es básicamente O’Malley, quien gestionó esa ciudad entre 1999 y 2006; según él, “la ciudad más violenta, adicta y abandonada de América“ antes de su mandato.
Lincoln Chafee, ex gobernador de Rhode Island, fue el que menos brilló a lo largo de las 2 horas y media de debate. Chafee, quien durante algún tiempo trabajó en establos haciendo herraduras de caballos, comenzó en la política dentro de las filas del partido republicano, pero un republicanismo de la Costa Este, muy distinto al que domina hoy al partido. Su primer frase en el debate fue tajante: “los estadounidenses no solo van a elegir un presidente el próximo año, también eligirán un líder mundial”. Después fue todo barranca abajo, incluso se excusó de haber votado a favor de la desregulación financiera de 1999 (que fue una de las causas de la crisis mundial del 2008) porque “recién había llegado a Washington y era mi primer votación”; los medios aún se ríen de él.
Por su parte, Jim Webb, ex senador de Virginia y ex combatiente de la guerra de Vietnam (algo que recordó en casi todas sus intervenciones), tuvo su momento de protagonismo cuando se les preguntó a todos los candidatos quién era su peor enemigo: “Como una vez dijo Franklin Delano Roosevelt, quiero que me juzguen por los enemigos que me he hecho”, planteó Cooper. Webb contestó que su peor enemigo fue el soldado que le arrojó una granada que lo hirió en el campo de batalla, pero que ya no estaba con nosotros, conteniendo una sonrisa algo maléfica. No todo fue sufrimiento, de su experiencia en combate también se trajo inspiración para unas 9 novelas de guerra, algunas de contenido erótico. Su esposa es, casualmente, “vietnamericana”.
Si hubo un ausente en la jornada fue Joe Biden, el actual vicepresidente. Si bien no está lanzado a la carrera presidencial es fuertemente presionado por los medios para que se sume, algo que aclaró le interesaría. Participó de múltiples primarias, pero tras la muerte de su hijo no se encuentra con el estado emocional para enfrentar el peso de una campaña. Se considera que su postura moderada y proyección como una tercera presidencia de Obama podría enfrentar eficientemente con la inevitabilidad de Hillary.
Trump no quiso quedarse afuera y se entretuvo comentando el debate por twitter, aunque con menos gracia que en sus actuaciones en vivo. “Perdón, pero no hay ninguna estrella en el escenario esta noche”, se despachó ante sus seguidores. También reconoció el buen desempeño de Hillary aunque no sin señalar que los adversarios fueron demasiado gentiles. Fue efectivo para su presencia en la red social, fue el presidencial que más seguidores sumó durante el debate sin estar frente a un micrófono.
Momentos del debate
En un debate que a diferencia de su equivalente republicano no se destacó por fuertes cruces entre los candidatos, sí hubo varios momentos destacables. Para los que miramos el “Argentina debate” con entusiasmo, el protagonismo de ciertos moderadores fue inconveniente. Por el contrario, Anderson Cooper hizo una excelente tarea, con preguntas incisivas e incluso repreguntó en varias ocasiones con gran precisión sin arrogarse ser el representante de la audiencia o dar discursos sobre sí mismo. Quien no quedó muy contento fue Webb, que viendo como monopolizaban el tiempo Clinton y Sanders no tuvo mejor idea que atacar al moderador, en lugar de participar del debate.
El plano económico fue central en el debate, principalmente por las preguntas que se le realizaban a Sanders. El senador de Vermont, en principio dijo que cambiaría el sistema tributario: más impuestos a los ricos que se utilicen para educación de acceso gratuito y salud para todos. Clinton no lo contradijo. Después de la crisis del 2008, la desigualdad se acentuó en Estados Unidos y hoy es políticamente correcto, al menos entre de los demócratas, condenar las asimetrías en la distribución de la riqueza. Todos lo hicieron. En todo caso, las diferencias aparecen cuando se consideran fórmulas para reducir la desigualdad en un sistema económico que -tal como esta- tiende a ampliarla. Allí es donde Sanders se diferenció claramente del resto.
Sin embargo, cuando Sanders responsabilizó al sistema financiero de la crisis y la desigualdad y afirmó que había que romper con los bancos, aparecieron matices: “Wall Street, donde el modelo de negocios es el fraude, ayudó a destruir esta economía y la vida de millones de personas“. Copper entonces le preguntó si él se consideraba capitalista: “No me considero parte de este proceso de capitalismo-casino”, dijo Sanders en Las Vegas. Hillary respondió diciendo que para ella es confuso este planteo, que en todo caso corresponde actuar para salvar al capitalismo de sí mismo, de sus excesos y las injusticias que causa. Lejos de encontrar a Wall Street como un enemigo con quien romper -como Sanders- Hillary se mostró más inclinada a favorecer reformas y regulaciones en el sistema financiero.
El aplausómetro estalló cuando se puso sobre la mesa el escándalo de los emails de Hillary Clinton. Respondiendo a Cooper en forma aguda, Bernie Sander dijo “el pueblo estadounidense está cansado de escuchar sobre tus malditos emails”. No solo fue el momento más álgido del debate (todos habían aprovechado para bombardear sobre la candidata), sino que Hillary aprovechó para estrechar la mano de Sanders, imagen que se pareció mucho a la forma en la que Trump cerró sus intercambios con Jeb Bush y Ben Carson, poniendo final a las discusiones.
El debate dejó como conclusión que sólo Clinton y Sanders serán los contrincantes, a menos que Biden tercie entre ellos. Sanders a la izquierda y Clinton más al centro dejaron plasmadas sus (pocas) coincidencias y sus diferencias. No hay lugar para Webb y Chafee que parecieron parte del decorado, tanto por su escaso aporte como por el inexistente votante al que trataron de interpelar. O’Malley parece haber perdido la oportunidad para romper la dualidad. Tendrá que conformarse con perfilarse como vicepresidente.
*Doctora en Economía
**Director técnico y politólogo
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