España no quiere perder un segundo para recuperar sus relaciones con Argentina, bajo mínimos tras más de 12 años de kirchnerismo. El titular de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, se ha convertido este domingo en el primer ministro extranjero en reunirse con el presidente electo Mauricio Macri, solo una semana después de su victoria en segunda vuelta sobre el peronista Daniel Scioli.
El ministro ha reconocido que puede parecer “chocante y contradictorio” que ningún jefe de la diplomacia española hubiera viajado oficialmente a Argentina desde 2007 (él mismo y Rajoy solo pisaron Buenos Aires en 2013 para asistir a la derrota de la candidatura olímpica de Madrid), a pesar de que en este país residen más de 400.000 españoles y España es el segundo inversor extranjero, con un stock acumulado de 13.000 millones de dólares. Y se ha propuesto remediarlo con una invitación oficial a Macri para que visite España.
En su opinión, la victoria del candidato conservador marcará un punto de inflexión en las relaciones entre ambos países, que vaticinó “espectaculares”. Y no solo por la sintonía política con Cambiemos, con un programa político “muy parecido” al del PP español, sino también por la “entrañable” amistad entre Rajoy y Macri –a quien recibió en Madrid en su condición de alcalde de Buenos Aires y llamó para felicitarle personalmente tras su victoria electoral— y entre él mismo y la nueva canciller, Susana Malcorra, jefa de gabinete del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
Si el Gobierno español no oculta su apuesta por Macri, el interés de éste en la relación con Madrid no es menor. Sin mayoría en las cámaras legislativas, con las reservas de divisas exhaustas, el grifo del crédito internacional cerrado y los poderosos sindicatos peronistas al acecho, el presidente electo necesita oxígeno de los inversores extranjeros.
Acabar con el control de cambios
Margallo puso al Gobierno español a disposición de Macri, pero advirtió de que la pelota está en el tejado del nuevo presidente y le animó a abordar “una liberalización de la economía sin miedo y sin complejos”, como la que hizo en España el Gobierno de Aznar. En concreto, le instó a acabar con el control de cambios, que ha abierto una brecha entre el precio oficial del peso y el del mercado negro; con el cepo cambiario, que impide la repatriación de divisas; con la declaración jurada de importaciones, que dificulta la compra de equipos por parte de la industria; y una revisión de las tarifas de los servicios públicos, que afectan a empresas españolas como Telefónica, Abertis o Gas Natural.
Tras una visita de cortesía al todavía canciller Héctor Timerman y una recepción con la colonia española, Margallo mantuvo un almuerzo con dos pesos pesados del nuevo equipo económico (los ministros in pectore de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, y de Producción, Francisco Cabrera), al que asistieron una veintena de empresarios españoles.
La expectación entre las más de 250 empresas españolas afincadas en el país ante el Gobierno de Macri es muy alta, especialmente tras su anuncio de un plan de infraestructuras por 33.000 millones de dólares. Pero la mayoría coinciden en que no bastan las palabras. La expropiación de YPF se saldó con un acuerdo indemnizatorio del que no salió malparada la petrolera Repsol, pero desde entonces las inversiones españolas se redujeron casi a cero. Hasta la reciente compra del 49% de Sol Líneas Aéreas por la española Air Nostrum, aunque sin desembolso monetario.
Además de cambiar la orientación de la política exterior argentina, el seísmo que ha supuesto la victoria de Macri puede tener réplicas más allá de sus fronteras. Así al menos lo cree Margallo, quien indicó que lo sucedido en Argentina, la victoria del centro-derecha frente al populismo, “se podría repetir en un futuro cercano” en algún otro país de la región, en alusión a las elecciones venezolanas del 6 de diciembre.
El ministro ha reconocido que puede parecer “chocante y contradictorio” que ningún jefe de la diplomacia española hubiera viajado oficialmente a Argentina desde 2007 (él mismo y Rajoy solo pisaron Buenos Aires en 2013 para asistir a la derrota de la candidatura olímpica de Madrid), a pesar de que en este país residen más de 400.000 españoles y España es el segundo inversor extranjero, con un stock acumulado de 13.000 millones de dólares. Y se ha propuesto remediarlo con una invitación oficial a Macri para que visite España.
En su opinión, la victoria del candidato conservador marcará un punto de inflexión en las relaciones entre ambos países, que vaticinó “espectaculares”. Y no solo por la sintonía política con Cambiemos, con un programa político “muy parecido” al del PP español, sino también por la “entrañable” amistad entre Rajoy y Macri –a quien recibió en Madrid en su condición de alcalde de Buenos Aires y llamó para felicitarle personalmente tras su victoria electoral— y entre él mismo y la nueva canciller, Susana Malcorra, jefa de gabinete del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
Si el Gobierno español no oculta su apuesta por Macri, el interés de éste en la relación con Madrid no es menor. Sin mayoría en las cámaras legislativas, con las reservas de divisas exhaustas, el grifo del crédito internacional cerrado y los poderosos sindicatos peronistas al acecho, el presidente electo necesita oxígeno de los inversores extranjeros.
Acabar con el control de cambios
Margallo puso al Gobierno español a disposición de Macri, pero advirtió de que la pelota está en el tejado del nuevo presidente y le animó a abordar “una liberalización de la economía sin miedo y sin complejos”, como la que hizo en España el Gobierno de Aznar. En concreto, le instó a acabar con el control de cambios, que ha abierto una brecha entre el precio oficial del peso y el del mercado negro; con el cepo cambiario, que impide la repatriación de divisas; con la declaración jurada de importaciones, que dificulta la compra de equipos por parte de la industria; y una revisión de las tarifas de los servicios públicos, que afectan a empresas españolas como Telefónica, Abertis o Gas Natural.
Tras una visita de cortesía al todavía canciller Héctor Timerman y una recepción con la colonia española, Margallo mantuvo un almuerzo con dos pesos pesados del nuevo equipo económico (los ministros in pectore de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, y de Producción, Francisco Cabrera), al que asistieron una veintena de empresarios españoles.
La expectación entre las más de 250 empresas españolas afincadas en el país ante el Gobierno de Macri es muy alta, especialmente tras su anuncio de un plan de infraestructuras por 33.000 millones de dólares. Pero la mayoría coinciden en que no bastan las palabras. La expropiación de YPF se saldó con un acuerdo indemnizatorio del que no salió malparada la petrolera Repsol, pero desde entonces las inversiones españolas se redujeron casi a cero. Hasta la reciente compra del 49% de Sol Líneas Aéreas por la española Air Nostrum, aunque sin desembolso monetario.
Además de cambiar la orientación de la política exterior argentina, el seísmo que ha supuesto la victoria de Macri puede tener réplicas más allá de sus fronteras. Así al menos lo cree Margallo, quien indicó que lo sucedido en Argentina, la victoria del centro-derecha frente al populismo, “se podría repetir en un futuro cercano” en algún otro país de la región, en alusión a las elecciones venezolanas del 6 de diciembre.