Una de las noticias que recientemente más impactaron a la opinión pública en el ámbito científico no fue algún descubrimiento de investigadores, sino la continuidad del ministro Lino Barañao, pese al cambio de gobierno. Pero no todos los dirigentes del ministerio aceptaron formar parte de la gestión Macri y se terminó renovando la casi totalidad del equipo que lleva adelante la política científica argentina.
Entre los cambios, el físico Alejandro Ceccatto dejó su cargo de secretario de Articulación Científica para asumir como presidente del directorio del Conicet. Se trata, nada menos, que del principal organismo ejecutor de la ciencia local y una de las agencias estatales más numerosas, integrada por casi 23 mil científicos y técnicos, y con un presupuesto para 2016 de $ 6.800 millones.
—Su antecesor, Roberto Salvarezza, criticó la decisión de Barañao y renunció. ¿Por qué decidió seguir?
—Porque creo que ahora las condiciones nacionales son propicias para poder encarar el cambio que necesita el Conicet. Por otra parte, me parece que la sociedad, y la dirigencia política en general, ya entendieron que hacer buena ciencia es algo fundamental para el desarrollo del país y también para la inclusión social. Creo que, finalmente, cambió lo que veíamos en el pasado, cuando se consideraba que los científicos tenían un rol social más bien decorativo. Hoy todas las personas entienden que la ciencia le puede cambiar la vida, en temas de salud, de economía, de competitividad, etc. Y ese avance cualititativo también me llevó a aceptar este cargo. Por otra parte, ya en un plano más personal, después de un camino de ocho años trabajando como secretario de Articulación, necesitaba renovarme y dejar que llegaran nuevas ideas. Por eso cuando Lino me convocó para este puesto no dudé y acepté el desafío con mucho placer.
—¿Qué proyectos tiene?
—Estamos preparando una serie de ideas para llevarle al directorio y consensuar allí los ejes de acción. Pero es clave tener en cuenta que si queremos que la ciencia argentina siga progresando, el Conicet así como está hoy es inviable y necesita de una transformación profunda. Por supuesto lo estamos planeando con cuidado porque esta institución es como un violín Stradivarius: se puede hacer bella música pero hay que ser muy consciente de lo que se tiene entre manos. No se puede jugar ni improvisar.
—¿Por qué es “inviable”?
—En doce años el personal prácticamente se cuadriplicó: hoy somos 9 mil investigadores, 10 mil becarios y 3 mil más como personal de apoyo y administrativos. Es una de las estructuras más complejas y grandes del Estado. Pero en la próxima década no vamos a seguir creciendo al mismo ritmo ¡porque superaríamos las 100 mil personas! Creo que debemos seguir creciendo hasta llegar a 30 mil en cuatro años. Y no podemos crecer porque sí, sino con un plan que le explique a la sociedad para qué servimos, qué podemos ofrecerle y cómo lo haremos.
—¿Cuáles serán los ejes de su gestión?
—Trataremos de equilibrar la institución para que no sólo haga investigación básica, sino que haya más diversidad en ciencia aplicada, con desarrollo y transferencia tecnológica. Históricamente estuvimos volcados a la ciencia básica. De los 9 mil investigadores habrá apenas 300 dedicados a desarrollo tecnológico en forma completa. No digo llevarlo al extremo de EE.UU., donde apenas el 18% de los doctores está en el sistema científico y el resto en empresas, pero sí orientar más recursos para desarrollo de tecnología. Y queremos hacerlo en forma conjunta con las universidades que forman a los doctores. Hoy se orientan más hacia la “academia”, con mucho énfasis en publicar papers. Para cambiar vamos a trabajar con las comisiones de posgrado y la Coneau. Empezaríamos por las ingenierías y luego lo extenderemos a otras carreras. Nuestro objetivo es llevar más doctores al sistema productivo o a estamentos estatales y no que necesariamente entren al Conicet.
—En la foto de asunción llamó la atención la ausencia de mujeres en cargos directivos…
—Creo que es una mera fluctuación estadística. En la gestión anterior había cuatro mujeres. Y cuando nos visitan de otros países se siguen sorprendiendo con la alta proporción femenina. La ciencia local tiene un balance casi ideal de géneros. De hecho hoy, en los estamentos iniciales, hay más mujeres que varones. Luego cambia, pero es un fenómeno social que pasa en otros ámbitos del Estado y en las empresas. Tampoco creo en un sistema de cupos porque en ciencia la mujer es tan competitiva que no tiene problemas para ganarse su lugar con su capacidad. Tal vez tenga sentido en otros ámbitos.
—¿Qué otros proyectos tienen en carpeta?
—Queremos federalizar la ciencia, no en forma voluntarista sino basada en la racionalidad y alentar grupos que tengan que ver con el entorno. Por ejemplo, impulsar la radioastronomía en Salta, porque tiene el mejor cielo para esa disciplina. También pensamos que el Conicet debería tener proyectos emblemáticos, como la CNEA con el reactor Carem o la Conea el cohete Tronador. Pienso en un par de proyectos “insignia”, con financiación adecuada, que puedan generar un impacto social trascendente.
—Algunos investigadores hablan de falta de transparencia…
—No creo que tengamos ese problema. Tal vez sí falta más información sobre los criterios usados para tomar decisiones. Por otra parte, es cierto que puede haber conflictos de interés, por ejemplo en alguna evaluación, algo característico de un país con una comunidad científica pequeña. Pero se puede mejorar. Por ejemplo, para evaluar proyectos grandes hemos traído árbitros internacionales.
“Ser becario no es una promesa de trabajo”
Una de las voces más criticas a la gestión del Conicet fue la del movimiento Jóvenes Científicos Precarizados, becarios que reclaman –entre otras cosas– mejoras laborales. Para el flamante presidente del Conicet, Alejandro Ceccatto, la situación de los becarios ha cambiado. “Ahora tienen vacaciones, licencias y otros beneficios. Me parece que quedan pocas reivindicaciones sin cumplir pero siempre estamos abiertos a discutir lo que falte. Lo que no pensamos es aceptar que los becarios tengan una carrera laboral permanente. Ser becario no es una promesa de trabajo, sino una formación: las becas no son un derecho para entrar en la carrera”, afirmó Ceccatto. En cuanto a los reclamos de los científicos por mejoras salariales, el doctor en física sostuvo: “Recién se completó una rejerarquización para volver a las escalas históricas y para que la diferencia de los extremos de la pirámide salarial vuelvan a ser 3 a 1, que tampoco es tan grande. Respecto a las actualizaciones seguimos los índices de la administración pública en general”. Por último, se refirió a la excesiva burocracia del Conicet que es una queja recurrente de los investigadores: “Haremos una reingeniería de la gestión para delegar más tareas en las gerencias y empoderarlas para que resuelvan lo reglamentario y que al directorio sólo llegue la excepcionalidad. Éste se debe abocar al planeamiento estratégico. Vamos a volver a descentralizar; un proceso que había comenzado en 2005, pero luego se frenó.
Entre los cambios, el físico Alejandro Ceccatto dejó su cargo de secretario de Articulación Científica para asumir como presidente del directorio del Conicet. Se trata, nada menos, que del principal organismo ejecutor de la ciencia local y una de las agencias estatales más numerosas, integrada por casi 23 mil científicos y técnicos, y con un presupuesto para 2016 de $ 6.800 millones.
—Su antecesor, Roberto Salvarezza, criticó la decisión de Barañao y renunció. ¿Por qué decidió seguir?
—Porque creo que ahora las condiciones nacionales son propicias para poder encarar el cambio que necesita el Conicet. Por otra parte, me parece que la sociedad, y la dirigencia política en general, ya entendieron que hacer buena ciencia es algo fundamental para el desarrollo del país y también para la inclusión social. Creo que, finalmente, cambió lo que veíamos en el pasado, cuando se consideraba que los científicos tenían un rol social más bien decorativo. Hoy todas las personas entienden que la ciencia le puede cambiar la vida, en temas de salud, de economía, de competitividad, etc. Y ese avance cualititativo también me llevó a aceptar este cargo. Por otra parte, ya en un plano más personal, después de un camino de ocho años trabajando como secretario de Articulación, necesitaba renovarme y dejar que llegaran nuevas ideas. Por eso cuando Lino me convocó para este puesto no dudé y acepté el desafío con mucho placer.
—¿Qué proyectos tiene?
—Estamos preparando una serie de ideas para llevarle al directorio y consensuar allí los ejes de acción. Pero es clave tener en cuenta que si queremos que la ciencia argentina siga progresando, el Conicet así como está hoy es inviable y necesita de una transformación profunda. Por supuesto lo estamos planeando con cuidado porque esta institución es como un violín Stradivarius: se puede hacer bella música pero hay que ser muy consciente de lo que se tiene entre manos. No se puede jugar ni improvisar.
—¿Por qué es “inviable”?
—En doce años el personal prácticamente se cuadriplicó: hoy somos 9 mil investigadores, 10 mil becarios y 3 mil más como personal de apoyo y administrativos. Es una de las estructuras más complejas y grandes del Estado. Pero en la próxima década no vamos a seguir creciendo al mismo ritmo ¡porque superaríamos las 100 mil personas! Creo que debemos seguir creciendo hasta llegar a 30 mil en cuatro años. Y no podemos crecer porque sí, sino con un plan que le explique a la sociedad para qué servimos, qué podemos ofrecerle y cómo lo haremos.
—¿Cuáles serán los ejes de su gestión?
—Trataremos de equilibrar la institución para que no sólo haga investigación básica, sino que haya más diversidad en ciencia aplicada, con desarrollo y transferencia tecnológica. Históricamente estuvimos volcados a la ciencia básica. De los 9 mil investigadores habrá apenas 300 dedicados a desarrollo tecnológico en forma completa. No digo llevarlo al extremo de EE.UU., donde apenas el 18% de los doctores está en el sistema científico y el resto en empresas, pero sí orientar más recursos para desarrollo de tecnología. Y queremos hacerlo en forma conjunta con las universidades que forman a los doctores. Hoy se orientan más hacia la “academia”, con mucho énfasis en publicar papers. Para cambiar vamos a trabajar con las comisiones de posgrado y la Coneau. Empezaríamos por las ingenierías y luego lo extenderemos a otras carreras. Nuestro objetivo es llevar más doctores al sistema productivo o a estamentos estatales y no que necesariamente entren al Conicet.
—En la foto de asunción llamó la atención la ausencia de mujeres en cargos directivos…
—Creo que es una mera fluctuación estadística. En la gestión anterior había cuatro mujeres. Y cuando nos visitan de otros países se siguen sorprendiendo con la alta proporción femenina. La ciencia local tiene un balance casi ideal de géneros. De hecho hoy, en los estamentos iniciales, hay más mujeres que varones. Luego cambia, pero es un fenómeno social que pasa en otros ámbitos del Estado y en las empresas. Tampoco creo en un sistema de cupos porque en ciencia la mujer es tan competitiva que no tiene problemas para ganarse su lugar con su capacidad. Tal vez tenga sentido en otros ámbitos.
—¿Qué otros proyectos tienen en carpeta?
—Queremos federalizar la ciencia, no en forma voluntarista sino basada en la racionalidad y alentar grupos que tengan que ver con el entorno. Por ejemplo, impulsar la radioastronomía en Salta, porque tiene el mejor cielo para esa disciplina. También pensamos que el Conicet debería tener proyectos emblemáticos, como la CNEA con el reactor Carem o la Conea el cohete Tronador. Pienso en un par de proyectos “insignia”, con financiación adecuada, que puedan generar un impacto social trascendente.
—Algunos investigadores hablan de falta de transparencia…
—No creo que tengamos ese problema. Tal vez sí falta más información sobre los criterios usados para tomar decisiones. Por otra parte, es cierto que puede haber conflictos de interés, por ejemplo en alguna evaluación, algo característico de un país con una comunidad científica pequeña. Pero se puede mejorar. Por ejemplo, para evaluar proyectos grandes hemos traído árbitros internacionales.
“Ser becario no es una promesa de trabajo”
Una de las voces más criticas a la gestión del Conicet fue la del movimiento Jóvenes Científicos Precarizados, becarios que reclaman –entre otras cosas– mejoras laborales. Para el flamante presidente del Conicet, Alejandro Ceccatto, la situación de los becarios ha cambiado. “Ahora tienen vacaciones, licencias y otros beneficios. Me parece que quedan pocas reivindicaciones sin cumplir pero siempre estamos abiertos a discutir lo que falte. Lo que no pensamos es aceptar que los becarios tengan una carrera laboral permanente. Ser becario no es una promesa de trabajo, sino una formación: las becas no son un derecho para entrar en la carrera”, afirmó Ceccatto. En cuanto a los reclamos de los científicos por mejoras salariales, el doctor en física sostuvo: “Recién se completó una rejerarquización para volver a las escalas históricas y para que la diferencia de los extremos de la pirámide salarial vuelvan a ser 3 a 1, que tampoco es tan grande. Respecto a las actualizaciones seguimos los índices de la administración pública en general”. Por último, se refirió a la excesiva burocracia del Conicet que es una queja recurrente de los investigadores: “Haremos una reingeniería de la gestión para delegar más tareas en las gerencias y empoderarlas para que resuelvan lo reglamentario y que al directorio sólo llegue la excepcionalidad. Éste se debe abocar al planeamiento estratégico. Vamos a volver a descentralizar; un proceso que había comenzado en 2005, pero luego se frenó.