VIERNES 30 DE OCTUBRE
Dos de las primeras noticias tras la primera vuelta son las advertencias de muchos científi cos e investigadores en contra de una presidencia de Macri y la cada vez más agresiva campaña de Scioli, enfocada ya casi exclusivamente en atacarnos. La reacción de los científi cos nos sorprendió y fue creciendo desde el lunes: en sus páginas de Facebook y en comunicados de asociaciones, investigadores del Conicet o profesores de universidades públicas empezaron a decir que Cambiemos no tiene un plan para la ciencia, incluso que Macri desprecia la ciencia y que su plan secreto es cerrar el Conicet y despedir a los investigadores. Parte del enojo era con una respuesta en una entrevista vieja de Carlos Melo, director de ciencia del gobierno de la ciudad, quien decía que los investigadores que publicaran en revistas internacionales debían ser premiados y cobrar más que los investigadores que no lo hicieran. La respuesta de Melo era algo torpe pero también sacada de contexto y rodeada de una docena de respuestas sensatas en la misma entrevista.
El lunes, entonces, en medio de la euforia por el resultado y uno de los días de mejor humor de toda mi vida, tuve que interrumpir las celebraciones para rescatar el plan de ciencia y tecnología armado por Enrique Avogadro y Jorge Aguado, entre otros, que había quedado sin publicar porque había llegado un poco tarde a la cola de propuestas antes de las elecciones. En la introducción, escribí que en Cambiemos valoramos mucho de la gestión en ciencia y tecnología del gobierno actual, pero creemos que ahora hace falta conectar el conocimiento y la investigación con el mundo productivo y la vida cotidiana. Lo publicamos en la web el martes al mediodía y empezamos a compartirlo por redes privadas y también por redes sociales, incluyendo las redes de Mauricio. En un momento pareció que el temporal amainaba, 310 porque los científi cos que habían votado por Cambiemos ahora tenían material para argumentar en nuestro favor, pero el incremento de la campaña negativa de Scioli volvió a llevar la ciencia a un nuevo punto de hervor. Uno de los problemas es que no tenemos a nadie designado como vocero en el asunto: los medios piden a alguien y no sabemos a quién darles, porque tenemos varios especialistas y, a estas alturas de la campaña, nombrar a un vocero es prácticamente designarlo ministro, algo que no queremos hacer, no sólo en Ciencia y Tecnología sino en la mayor cantidad de carteras posible. Ayer a la tarde me llamaron de la UBA para invitarnos a un debate en Ciudad Universitaria con Daniel Filmus, el ministro del área en un hipotético gobierno de Da niel Scioli, moderado por Nora Bär, especialista en ciencia de La Nación, y tuvimos que declinar la invitación, en parte porque el escenario parecía demasiado hostil como para que alguien pudiera explayarse con calma y en parte porque no tenemos a quién mandar sin dar señales confusas. Otra razón, además, es que poco a poco nos vamos dando cuenta de que no hay que responder las mentiras, de que esto empieza a parecerse a una campaña y que tampoco hay que volverse locos por cada persona que anuncia el apocalipsis en caso de una victoria de Macri.
Aun así, es horrible leer mensajes como el de mi prima Cecilia, que me escribe para contarme que a sus dos hijos, estudiantes de la Universidad de La Plata, sendos profesores les interrumpieron clases para pedirles que no votaran por Macri y que votaran por Scioli. ¿Cómo puede ser que ocurra algo así?, me preguntaba mi prima, y me preguntaba también qué estábamos haciendo nosotros ante tanta locura. Historias como ésta aparecieron un montón en estos días: empleados con contratos temporarios en la Administración Nacional a quienes les dicen que si gana Macri no se les renovará en diciembre; empleados públicos de todo tipo obligados a votar y hacer campaña por Scioli entre sus OCTUBRE 311 amigos y parientes; revistas digitales surgidas de la nada donde se publican noticias falsas («Vidal tiene planeado despedir al 30% de los maestros de la provincia», «Vidal cancelará el programa ENVIÓN») que después son compartidas por funcionarios públicos de la provincia; papelería y folletos repartidos casa por casa (tenía uno hoy en el limpiaparabrisas de mi auto) donde se dice que Macri va a aumentar la edad jubilatoria y otros delirios. ¿Qué hacemos con esto? Hoy nos cruzamos unos mails sobre el tema, tratando de pensar cómo mantener una campaña proactiva (y no reactiva) y al mismo tiempo darles armas a nuestros voceros cuando van a la televisión y les dicen que el PRO votó en contra de la estatización de YPF, del matrimonio igualitario y de la ley de fertilización asistida. Para todas estas cosas hay respuestas buenas —votamos en contra del proyecto de confi scación de YPF, pero no de la estatización; casi la mitad del bloque votó a favor del matrimonio igualitario, una proporción similar a la del bloque ofi cialista—, pero no está claro cuál es la profundidad ideal de participación en este debate. «Si nos ponemos a discutir algo negativo que ellos dicen, sería un error», escribió en un momento Santiago Nieto. Un rato después, Fede Suárez dijo que, aunque nuestra campaña es proactiva, muchos voceros nos están reclamando material de este tipo porque quieren saber cómo responder. Zanjó Marcos con una de sus frases típicas: «No nos volvamos locos. Esperemos al lunes».
Después de la pausa post electoral, vuelven los desayunos de campaña. A las 8:30 nos encontramos con Marcos, De Godoy, Nachón, Jorge Grecco, De Andreis, Avelluto, Lucía Aboud, Gallo y Roberto Mayo. ¿Cómo volvemos a la actividad después de una semana en la que nos salió todo bien a nosotros y todo mal a ellos, en la que nosotros fuimos consistentes, alegres y magnánimos y ellos parecieron aleatorios, cascarrabias y mezquinos? ¿Cómo volver a la actividad, sobre todo, en el medio de una campaña tan negativa como la que están haciendo ellos en estos días, mintiendo cotidianamente («¡Macri va a subir la edad de jubilación, lo dijeron ellos mismos!»), exagerando coincidencias, construyendo hombres de paja, apelando a los más rancios estereotipos?
Lo mejor, queda claro enseguida, es no hacer nada. O no hacer casi nada. El eje es no ser reactivo, dice Marcos, no tenemos que hablar de nada de lo que ellos quieren. Ni de la «Alianza» (Scioli, en un truco malísimo, se refi ere a nosotros como «la Alianza», para agitar el cuco de 2001 y con la excusa de que nuestro nom- NOVIEMBRE 313 bre completo es «Alianza Cambiemos») ni de la devaluación ni del supuesto ajuste. El objetivo de la campaña sucia, nos ponemos de acuerdo, es hacernos entrar, sacarnos del eje de la esperanza y la alegría. Quieren mostrarnos enojados y defensivos, quieren que tengamos cola de paja, que demos explicaciones culposas, que transpiremos en nuestras sillas de acusados. Y nosotros no tenemos que darles ese placer ni esa oportunidad.
«Si no cometemos errores, tenemos la elección ganada», dice Marcos. Hay una encuesta propia reciente que nos pone entre doce y trece puntos porcentuales por encima de Scioli. Pero lo más alentador de los números son las métricas de imagen, que muestran un «nunca votaría» para Scioli similar al de los últimos meses, de casi 50%; y el «nunca votaría» para Macri más bajo en mucho tiempo, en alrededor de 30%. Bajemos la velocidad. Afl ojemos con la ansiedad. Esas cosas nos decimos. Estamos tranquilos, estamos bien. «Acompañemos el sentimiento de alegría de la gente», como diría Marcos. El mayor riesgo, estamos todos de acuerdo, es ponernos a repartir cargos y empezar a gobernar. Es malo que lo hagamos, pero sobre todo es malo si somos percibidos como que ya estamos repartiéndonos los ministerios y las embajadas.
Segundo momento del día. En Parque Patricios, poco después de almorzar. Reunión de gabinete ampliado, que esta vez es verdaderamente amplio, el auditorio del palacio municipal lleno hasta las puertas. Muchas personas (entre ellas, yo mismo) se sientan en los escalones entre las butacas. Habla primero HRL, que dice «todavía no ganamos nada» y después dice «bueno, la provincia de Buenos Aires ya la ganamos» y el auditorio estalla en una ovación para María Eugenia, parada a un costado del escenario en unos jeans azules y una camisa rosa. «Es emocionante lo que hicimos, 314 cambiamos en un día la política en la Argentina». Elogia después el esfuerzo de fi scalización (en el que muchos en el auditorio, funcionarios y legisladores porteños, tuvieron un rol fundamental) y vuelve a pedirnos que apretemos los dientes y sigamos laburando igual. Después toma el micrófono Emilio: «Nunca en mi vida política vi una organización como la que hubo el otro día en el Conurbano. Gracias. Tener el conurbano cubierto para nosotros es una gran tranquilidad». Explica que el 25 de octubre votaron 1.600.000 personas más que en las PASO y que casi tres de cada cuatro de esas personas votaron por Mauricio. Tenemos que hacer lo posible para que esa gente vuelva a votar. A Scioli no le fue tan mal, agrega: en casi todas las provincias (y en el total del país) sacó más votos que en las PASO. La diferencia fueron los nuevos: tenemos que mantenerlos. Emilio dice también que lo que pasó en Tucumán, hace un mes y medio, fue muy bueno para nosotros: no sólo porque hizo visibles los problemas del sistema electoral (y eso agitó la fi scalización) sino porque también perjudicó el crecimiento de Scioli en el norte, donde ahora es MM quien tiene mucho potencial para crecer sobre los votos de Massa.
Marcos dice algunas de las cosas que ya dijo en el desayuno: «Si hacemos las cosas bien, ganamos»; «tengamos grandeza, humildad y perseverancia», «no cambiemos lo que hemos hecho». Pide al público, compuesto por unas 300 personas de varios niveles, casi todas del PRO (veo a Mariana Zuvic y algún que otro radical, pero pocos), que sienta la alegría y la esperanza de la gente como una gran responsabilidad para nosotros: «La gente volvió a creer en sí misma, volvió a creer en que puede hacer algo con su voto. Nosotros tenemos que cuidar esto, con ejemplaridad, acercándonos al que piensa distinto».
No entremos en la campaña del miedo, insiste, no contestemos mentiras. «La diferencia es que nosotros confi amos en la gente, la gente no come vidrio», dice. Y nosotros, más que preguntarnos NOVIEMBRE 315 todo el tiempo si vimos tal o cual cosa escandalosa, tenemos que ayudar más a tranquilizar que a polarizar la campaña. Mantengamos el envión, canalicemos esta energía con alegría, ayudando a reducir miedos, escuchando: por cada ataque, llevar nuestras propuestas. ¿Cómo podríamos perder esta elección? Como dijo a la mañana Marcos que podíamos perderla: dando la sensación de que creemos que ya ganamos; y dando la sensación de que ya estamos gobernando.
Cuando habla María Eugenia, el auditorio se concentra y la escucha mucho más atentamente. Algo que he notado en las últimas semanas en María Eugenia es cuánto efecto logra con apenas unas pocas palabras; deja frases cortas sueltas en el aire, para que el público las mire y las absorba, sin sentirse presionada a reemplazarla inmediatamente por otra frase. Cuando ella cree que una frase ha sido bien absorbida y ha logrado el impacto que quería obtener, recién ahí, después de dos o más segundos de silencio, vuelve a lanzar otra serie de burbujas a fl otar por el auditorio. «Cuando empecé —dice en un momento— muchos no creían que este camino fuera posible. Pero ustedes venían y me decían ‘hiciste bien’, o me ofrecían ayuda. Eso sirvió. Lo que hizo el equipo de la Ciudad, mi equipo, y los que se sumaron después, sirvió mucho. Los que me tomaban de la mano y me decían ‘Dale para adelante'». Después de una pausa, en la que nadie dice nada, agrega: «Si hay algo que no me puedo sacar de la cabeza, son las caras. Las caras de la gente que conocí en estos dos años. Siento que tengo dos razones para seguir trabajando: 1) esa gente, esas caras que no me olvido, porque nos están esperando, están esperando que no los defraudemos, están esperando que lleguemos a ayudarlos, y 2) la mayoría de los que estamos acá estamos acá porque hubo una persona que apostó por nosotros, que es Mauricio. Estamos acá porque él creyó en nosotros. Y ahora nos necesita. Mauricio nos bancó siempre; los que son parte del go- 316 bierno lo saben bien. Ahora lo tenemos que bancar nosotros a él. La Argentina de verdad cambia si el 22 él es el presidente de los argentinos». Y el auditorio se viene abajo.
Mauricio, que había estado escuchándola sentado en los escalones, tres o cuatro metros debajo mío, trota hasta el escenario en medio de la ovación. El clima es increíble, porque es difícil creer lo lejos que ha llegado su candidatura; y al mismo tiempo no me sorprende, porque casi nunca dudé de que íbamos a llegar a este momento. Es rarísimo lo que me pasa, porque de repente somos los favoritos para ganar la presidencia del país —a esta altura si no la ganamos será porque nosotros la perdimos— y al mismo tiempo me parece que no podría haber sido de otra manera. En fi n. Mauricio dice que el 25 de octubre la Argentina «se sacó una tapa y vio el cielo» por primera vez en mucho tiempo. «Siento que la decisión la sociedad la tiene tomada, pero que es una decisión precaria, porque mucha gente la tomó con miedo. No miedo por lo que está diciendo el Gobierno, esto es otra cosa. Miedo a animarse a soñar y después verse decepcionada». En las calles, dice Mauricio, sólo escucho dos cosas: «qué alegría», por el resultado; y «no nos fallen», por el futuro.
Después hace una advertencia, casi en un susurro, que se transforma en un momento muy fuerte. «Lo que más va en contra nuestro es el ego», dice, en alusión a la preocupación de cada uno de los miembros del público por su futuro laboral y político después del 10 de diciembre. «Si tanto creen que puedo liderarlos, confíen en mí en que voy a encontrar el mejor lugar para cada uno de ustedes. Si nos empezamos a preocupar por los cargos, esto no funciona. Hay tanto por hacer…» Los miembros del pú- blico, genuinamente preocupados por su futuro pero al mismo tiempo culposos de sentirse tan preocupados, lo interrumpimos con una ovación.
Tercer momento del día, mientras oscurece, en el segundo piso de Balcarce. Marcos, de espaldas a la ventana, micrófono en mano, habla frente a los que trabajan directamente en la campaña, veinteañeros y veinteañeras que pagan alquiler y llevan dos tercios de su vida adulta trabajando para el PRO. Otra vez uno de los temas es el asunto laboral del futuro: otra vez Marcos hace una mezcla de advertencia y consolación. Dice, por un lado: «El ejemplo que dé cada uno es importante: nuestro único foco es ganar la elección el 22, fi scalizar la elección, festejar o no esa noche y recién el 23 empezar a pensar en eso». Eso es la organización, si ganamos, del gobierno. Y, por otro, dice: «Pero no se preocupen, no los vamos a dejar en banda. No los íbamos a dejar en banda si las cosas salían mal y menos los vamos a dejar en banda ahora cuando vamos a necesitar gente seguro en la Ciudad y en la Provincia». Quedan trece días hábiles de campaña, dice Marcos y nos da un escalofrío en la espalda. «Transmitamos alegría. La alegría mata el miedo. Conectemos con esa alegría. Muchas gracias y a trabajar».
Dos de las primeras noticias tras la primera vuelta son las advertencias de muchos científi cos e investigadores en contra de una presidencia de Macri y la cada vez más agresiva campaña de Scioli, enfocada ya casi exclusivamente en atacarnos. La reacción de los científi cos nos sorprendió y fue creciendo desde el lunes: en sus páginas de Facebook y en comunicados de asociaciones, investigadores del Conicet o profesores de universidades públicas empezaron a decir que Cambiemos no tiene un plan para la ciencia, incluso que Macri desprecia la ciencia y que su plan secreto es cerrar el Conicet y despedir a los investigadores. Parte del enojo era con una respuesta en una entrevista vieja de Carlos Melo, director de ciencia del gobierno de la ciudad, quien decía que los investigadores que publicaran en revistas internacionales debían ser premiados y cobrar más que los investigadores que no lo hicieran. La respuesta de Melo era algo torpe pero también sacada de contexto y rodeada de una docena de respuestas sensatas en la misma entrevista.
El lunes, entonces, en medio de la euforia por el resultado y uno de los días de mejor humor de toda mi vida, tuve que interrumpir las celebraciones para rescatar el plan de ciencia y tecnología armado por Enrique Avogadro y Jorge Aguado, entre otros, que había quedado sin publicar porque había llegado un poco tarde a la cola de propuestas antes de las elecciones. En la introducción, escribí que en Cambiemos valoramos mucho de la gestión en ciencia y tecnología del gobierno actual, pero creemos que ahora hace falta conectar el conocimiento y la investigación con el mundo productivo y la vida cotidiana. Lo publicamos en la web el martes al mediodía y empezamos a compartirlo por redes privadas y también por redes sociales, incluyendo las redes de Mauricio. En un momento pareció que el temporal amainaba, 310 porque los científi cos que habían votado por Cambiemos ahora tenían material para argumentar en nuestro favor, pero el incremento de la campaña negativa de Scioli volvió a llevar la ciencia a un nuevo punto de hervor. Uno de los problemas es que no tenemos a nadie designado como vocero en el asunto: los medios piden a alguien y no sabemos a quién darles, porque tenemos varios especialistas y, a estas alturas de la campaña, nombrar a un vocero es prácticamente designarlo ministro, algo que no queremos hacer, no sólo en Ciencia y Tecnología sino en la mayor cantidad de carteras posible. Ayer a la tarde me llamaron de la UBA para invitarnos a un debate en Ciudad Universitaria con Daniel Filmus, el ministro del área en un hipotético gobierno de Da niel Scioli, moderado por Nora Bär, especialista en ciencia de La Nación, y tuvimos que declinar la invitación, en parte porque el escenario parecía demasiado hostil como para que alguien pudiera explayarse con calma y en parte porque no tenemos a quién mandar sin dar señales confusas. Otra razón, además, es que poco a poco nos vamos dando cuenta de que no hay que responder las mentiras, de que esto empieza a parecerse a una campaña y que tampoco hay que volverse locos por cada persona que anuncia el apocalipsis en caso de una victoria de Macri.
Aun así, es horrible leer mensajes como el de mi prima Cecilia, que me escribe para contarme que a sus dos hijos, estudiantes de la Universidad de La Plata, sendos profesores les interrumpieron clases para pedirles que no votaran por Macri y que votaran por Scioli. ¿Cómo puede ser que ocurra algo así?, me preguntaba mi prima, y me preguntaba también qué estábamos haciendo nosotros ante tanta locura. Historias como ésta aparecieron un montón en estos días: empleados con contratos temporarios en la Administración Nacional a quienes les dicen que si gana Macri no se les renovará en diciembre; empleados públicos de todo tipo obligados a votar y hacer campaña por Scioli entre sus OCTUBRE 311 amigos y parientes; revistas digitales surgidas de la nada donde se publican noticias falsas («Vidal tiene planeado despedir al 30% de los maestros de la provincia», «Vidal cancelará el programa ENVIÓN») que después son compartidas por funcionarios públicos de la provincia; papelería y folletos repartidos casa por casa (tenía uno hoy en el limpiaparabrisas de mi auto) donde se dice que Macri va a aumentar la edad jubilatoria y otros delirios. ¿Qué hacemos con esto? Hoy nos cruzamos unos mails sobre el tema, tratando de pensar cómo mantener una campaña proactiva (y no reactiva) y al mismo tiempo darles armas a nuestros voceros cuando van a la televisión y les dicen que el PRO votó en contra de la estatización de YPF, del matrimonio igualitario y de la ley de fertilización asistida. Para todas estas cosas hay respuestas buenas —votamos en contra del proyecto de confi scación de YPF, pero no de la estatización; casi la mitad del bloque votó a favor del matrimonio igualitario, una proporción similar a la del bloque ofi cialista—, pero no está claro cuál es la profundidad ideal de participación en este debate. «Si nos ponemos a discutir algo negativo que ellos dicen, sería un error», escribió en un momento Santiago Nieto. Un rato después, Fede Suárez dijo que, aunque nuestra campaña es proactiva, muchos voceros nos están reclamando material de este tipo porque quieren saber cómo responder. Zanjó Marcos con una de sus frases típicas: «No nos volvamos locos. Esperemos al lunes».
Después de la pausa post electoral, vuelven los desayunos de campaña. A las 8:30 nos encontramos con Marcos, De Godoy, Nachón, Jorge Grecco, De Andreis, Avelluto, Lucía Aboud, Gallo y Roberto Mayo. ¿Cómo volvemos a la actividad después de una semana en la que nos salió todo bien a nosotros y todo mal a ellos, en la que nosotros fuimos consistentes, alegres y magnánimos y ellos parecieron aleatorios, cascarrabias y mezquinos? ¿Cómo volver a la actividad, sobre todo, en el medio de una campaña tan negativa como la que están haciendo ellos en estos días, mintiendo cotidianamente («¡Macri va a subir la edad de jubilación, lo dijeron ellos mismos!»), exagerando coincidencias, construyendo hombres de paja, apelando a los más rancios estereotipos?
Lo mejor, queda claro enseguida, es no hacer nada. O no hacer casi nada. El eje es no ser reactivo, dice Marcos, no tenemos que hablar de nada de lo que ellos quieren. Ni de la «Alianza» (Scioli, en un truco malísimo, se refi ere a nosotros como «la Alianza», para agitar el cuco de 2001 y con la excusa de que nuestro nom- NOVIEMBRE 313 bre completo es «Alianza Cambiemos») ni de la devaluación ni del supuesto ajuste. El objetivo de la campaña sucia, nos ponemos de acuerdo, es hacernos entrar, sacarnos del eje de la esperanza y la alegría. Quieren mostrarnos enojados y defensivos, quieren que tengamos cola de paja, que demos explicaciones culposas, que transpiremos en nuestras sillas de acusados. Y nosotros no tenemos que darles ese placer ni esa oportunidad.
«Si no cometemos errores, tenemos la elección ganada», dice Marcos. Hay una encuesta propia reciente que nos pone entre doce y trece puntos porcentuales por encima de Scioli. Pero lo más alentador de los números son las métricas de imagen, que muestran un «nunca votaría» para Scioli similar al de los últimos meses, de casi 50%; y el «nunca votaría» para Macri más bajo en mucho tiempo, en alrededor de 30%. Bajemos la velocidad. Afl ojemos con la ansiedad. Esas cosas nos decimos. Estamos tranquilos, estamos bien. «Acompañemos el sentimiento de alegría de la gente», como diría Marcos. El mayor riesgo, estamos todos de acuerdo, es ponernos a repartir cargos y empezar a gobernar. Es malo que lo hagamos, pero sobre todo es malo si somos percibidos como que ya estamos repartiéndonos los ministerios y las embajadas.
Segundo momento del día. En Parque Patricios, poco después de almorzar. Reunión de gabinete ampliado, que esta vez es verdaderamente amplio, el auditorio del palacio municipal lleno hasta las puertas. Muchas personas (entre ellas, yo mismo) se sientan en los escalones entre las butacas. Habla primero HRL, que dice «todavía no ganamos nada» y después dice «bueno, la provincia de Buenos Aires ya la ganamos» y el auditorio estalla en una ovación para María Eugenia, parada a un costado del escenario en unos jeans azules y una camisa rosa. «Es emocionante lo que hicimos, 314 cambiamos en un día la política en la Argentina». Elogia después el esfuerzo de fi scalización (en el que muchos en el auditorio, funcionarios y legisladores porteños, tuvieron un rol fundamental) y vuelve a pedirnos que apretemos los dientes y sigamos laburando igual. Después toma el micrófono Emilio: «Nunca en mi vida política vi una organización como la que hubo el otro día en el Conurbano. Gracias. Tener el conurbano cubierto para nosotros es una gran tranquilidad». Explica que el 25 de octubre votaron 1.600.000 personas más que en las PASO y que casi tres de cada cuatro de esas personas votaron por Mauricio. Tenemos que hacer lo posible para que esa gente vuelva a votar. A Scioli no le fue tan mal, agrega: en casi todas las provincias (y en el total del país) sacó más votos que en las PASO. La diferencia fueron los nuevos: tenemos que mantenerlos. Emilio dice también que lo que pasó en Tucumán, hace un mes y medio, fue muy bueno para nosotros: no sólo porque hizo visibles los problemas del sistema electoral (y eso agitó la fi scalización) sino porque también perjudicó el crecimiento de Scioli en el norte, donde ahora es MM quien tiene mucho potencial para crecer sobre los votos de Massa.
Marcos dice algunas de las cosas que ya dijo en el desayuno: «Si hacemos las cosas bien, ganamos»; «tengamos grandeza, humildad y perseverancia», «no cambiemos lo que hemos hecho». Pide al público, compuesto por unas 300 personas de varios niveles, casi todas del PRO (veo a Mariana Zuvic y algún que otro radical, pero pocos), que sienta la alegría y la esperanza de la gente como una gran responsabilidad para nosotros: «La gente volvió a creer en sí misma, volvió a creer en que puede hacer algo con su voto. Nosotros tenemos que cuidar esto, con ejemplaridad, acercándonos al que piensa distinto».
No entremos en la campaña del miedo, insiste, no contestemos mentiras. «La diferencia es que nosotros confi amos en la gente, la gente no come vidrio», dice. Y nosotros, más que preguntarnos NOVIEMBRE 315 todo el tiempo si vimos tal o cual cosa escandalosa, tenemos que ayudar más a tranquilizar que a polarizar la campaña. Mantengamos el envión, canalicemos esta energía con alegría, ayudando a reducir miedos, escuchando: por cada ataque, llevar nuestras propuestas. ¿Cómo podríamos perder esta elección? Como dijo a la mañana Marcos que podíamos perderla: dando la sensación de que creemos que ya ganamos; y dando la sensación de que ya estamos gobernando.
Cuando habla María Eugenia, el auditorio se concentra y la escucha mucho más atentamente. Algo que he notado en las últimas semanas en María Eugenia es cuánto efecto logra con apenas unas pocas palabras; deja frases cortas sueltas en el aire, para que el público las mire y las absorba, sin sentirse presionada a reemplazarla inmediatamente por otra frase. Cuando ella cree que una frase ha sido bien absorbida y ha logrado el impacto que quería obtener, recién ahí, después de dos o más segundos de silencio, vuelve a lanzar otra serie de burbujas a fl otar por el auditorio. «Cuando empecé —dice en un momento— muchos no creían que este camino fuera posible. Pero ustedes venían y me decían ‘hiciste bien’, o me ofrecían ayuda. Eso sirvió. Lo que hizo el equipo de la Ciudad, mi equipo, y los que se sumaron después, sirvió mucho. Los que me tomaban de la mano y me decían ‘Dale para adelante'». Después de una pausa, en la que nadie dice nada, agrega: «Si hay algo que no me puedo sacar de la cabeza, son las caras. Las caras de la gente que conocí en estos dos años. Siento que tengo dos razones para seguir trabajando: 1) esa gente, esas caras que no me olvido, porque nos están esperando, están esperando que no los defraudemos, están esperando que lleguemos a ayudarlos, y 2) la mayoría de los que estamos acá estamos acá porque hubo una persona que apostó por nosotros, que es Mauricio. Estamos acá porque él creyó en nosotros. Y ahora nos necesita. Mauricio nos bancó siempre; los que son parte del go- 316 bierno lo saben bien. Ahora lo tenemos que bancar nosotros a él. La Argentina de verdad cambia si el 22 él es el presidente de los argentinos». Y el auditorio se viene abajo.
Mauricio, que había estado escuchándola sentado en los escalones, tres o cuatro metros debajo mío, trota hasta el escenario en medio de la ovación. El clima es increíble, porque es difícil creer lo lejos que ha llegado su candidatura; y al mismo tiempo no me sorprende, porque casi nunca dudé de que íbamos a llegar a este momento. Es rarísimo lo que me pasa, porque de repente somos los favoritos para ganar la presidencia del país —a esta altura si no la ganamos será porque nosotros la perdimos— y al mismo tiempo me parece que no podría haber sido de otra manera. En fi n. Mauricio dice que el 25 de octubre la Argentina «se sacó una tapa y vio el cielo» por primera vez en mucho tiempo. «Siento que la decisión la sociedad la tiene tomada, pero que es una decisión precaria, porque mucha gente la tomó con miedo. No miedo por lo que está diciendo el Gobierno, esto es otra cosa. Miedo a animarse a soñar y después verse decepcionada». En las calles, dice Mauricio, sólo escucho dos cosas: «qué alegría», por el resultado; y «no nos fallen», por el futuro.
Después hace una advertencia, casi en un susurro, que se transforma en un momento muy fuerte. «Lo que más va en contra nuestro es el ego», dice, en alusión a la preocupación de cada uno de los miembros del público por su futuro laboral y político después del 10 de diciembre. «Si tanto creen que puedo liderarlos, confíen en mí en que voy a encontrar el mejor lugar para cada uno de ustedes. Si nos empezamos a preocupar por los cargos, esto no funciona. Hay tanto por hacer…» Los miembros del pú- blico, genuinamente preocupados por su futuro pero al mismo tiempo culposos de sentirse tan preocupados, lo interrumpimos con una ovación.
Tercer momento del día, mientras oscurece, en el segundo piso de Balcarce. Marcos, de espaldas a la ventana, micrófono en mano, habla frente a los que trabajan directamente en la campaña, veinteañeros y veinteañeras que pagan alquiler y llevan dos tercios de su vida adulta trabajando para el PRO. Otra vez uno de los temas es el asunto laboral del futuro: otra vez Marcos hace una mezcla de advertencia y consolación. Dice, por un lado: «El ejemplo que dé cada uno es importante: nuestro único foco es ganar la elección el 22, fi scalizar la elección, festejar o no esa noche y recién el 23 empezar a pensar en eso». Eso es la organización, si ganamos, del gobierno. Y, por otro, dice: «Pero no se preocupen, no los vamos a dejar en banda. No los íbamos a dejar en banda si las cosas salían mal y menos los vamos a dejar en banda ahora cuando vamos a necesitar gente seguro en la Ciudad y en la Provincia». Quedan trece días hábiles de campaña, dice Marcos y nos da un escalofrío en la espalda. «Transmitamos alegría. La alegría mata el miedo. Conectemos con esa alegría. Muchas gracias y a trabajar».