Justamente las medidas menos simpáticas que debe adoptar el Gobierno hayan sido las menos bien explicadas. Los aumentos de las tarifas eléctricas, por ejemplo. Que lejos de ser incrementos, sobre todo para el Área Metropolitana, son retiros de absurdos subsidios que llevaron al servicio a la catástrofe. La energía más cara de todas es la que no se consigue. La Argentina retrocedió casi 30 años gracias al kirchnerismo en materia de energía eléctrica y gas. Hace calor, se corta la luz; hace frío, escasea el gas. ¿Cuál es el precio del kw/h cuando hay que comprarse un equipo electrógeno portátil, colocarlo en la puerta de un comercio y hacerlo funcionar a nafta para poder seguir trabajando? Delirios a los que llevó el país la gestión K, que causó una crisis monumental en diciembre de 2014 que hasta causó la muerte de personas acaloradas viviendo en piso altos sin luz y sin agua.
El anuncio de una tarifa social es una buena noticia, siempre que se adecue a ciertos niveles de consumo, como se anunció. ¿Pero se les aplicará el IVA? ¿Las injustas y regresivas tasas municipales? ¿El Fondo para subsidiar a los ricos santacruceños y además a los pobres? Esa ley está vencida desde tiempos de Fernando de la Rúa, que necesitado de acuerdos fiscales la prorrogó con un DNU. A los kirchneristas entonces no les pareció mal la injusta y regresiva medida.
¿Se llenará de impuestos y tasas injustificables la tarifa social? Sería un sinsentido.
Algunas medidas postergadas deberían moderar los incrementos y los enojos que causan. La baja de la altísima presión de Ganancias a los asalariados, prometida hace rato y largamente postergada. Algo hay, con las devoluciones de los gastos con tarjeta en el exterior, pero falta. Quienes no han estado pagando tarifa plena en servicios eléctricos y de gas han estado abonando los impuestos más altos de la historia del país. Lo advirtió al inicio del sistema en estas páginas Daniel Montamat, quien fue objeto de múltiples críticas del gobierno K de entonces cuando dijo que lo que no se pagara en tarifas se abonaría en tributos. Tuvo toda la razón. Hoy la suba de tarifas y el retiro de subsidios debería ser acompañada, como se prometió, por la baja de impuestos, en particular de Ganancias. Pero para hacerlo más progresivo, como se dijo, también del IVA y de los aportes municipales en las facturas alcanzadas por la tarifa social. Basta revisar las liquidaciones en algunas zonas del conurbano bonaerense para advertir que en ocasiones esos conceptos se llevan hasta casi la mitad de lo que se abona. No es justo.
El ministro Aranguren está volviendo al esquema que medía la eficiencia de los servicios por la calidad de la prestación, en lugar de decirles a las empresas prestadoras qué deben hacer. Es el modelo más eficiente, dice Juan Carlos de Pablo. Así lo explica: «Cuando hay un corte, con el sistema de inversiones obligatorias las empresas corren a buscar el último papel que les firmaron aprobando lo hecho. Cuando hay obligación de calidad de servicio, corren a reestablecerlo. Este esquema es mucho mejor para el usuario.
Los sistema de inversiones obligatorias ponen la responsabilidad de la prestación en que se cumpla con lo que el Estado exige. No es el mejor. Se puede cumplir con los caprichos estatales y no tener prestación. ¿O no tapizó el ineficaz Julio de Vido la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con costosos generadores portátiles para ver cómo en el último verano del kirchnerismo los cortes abundaban y complicaban la vida de miles de porteños, mientras se dilapidaba dinero a raudales?
¿Cuál fue el costo de la electricidad para los que acarrearon baldes de agua por las escaleras de sus edificios o tuvieron que dormir en casas de amigos o parientes o en hoteles? ¿Cuál será el costo de volver a la modernidad de la que nos expulsó el kirchnerismo en una época de increíble afluencia de dólares, que no parece que pueda volver a verse pronto? ¿Quién prohibió exportar cuando lo que producía la Argentina valía más que nunca? ¿Cuándo un kilo de carne, como decía el economista español José Juan Ruiz, valía más que un kilo de Audi?
El anuncio de una tarifa social es una buena noticia, siempre que se adecue a ciertos niveles de consumo, como se anunció. ¿Pero se les aplicará el IVA? ¿Las injustas y regresivas tasas municipales? ¿El Fondo para subsidiar a los ricos santacruceños y además a los pobres? Esa ley está vencida desde tiempos de Fernando de la Rúa, que necesitado de acuerdos fiscales la prorrogó con un DNU. A los kirchneristas entonces no les pareció mal la injusta y regresiva medida.
¿Se llenará de impuestos y tasas injustificables la tarifa social? Sería un sinsentido.
Algunas medidas postergadas deberían moderar los incrementos y los enojos que causan. La baja de la altísima presión de Ganancias a los asalariados, prometida hace rato y largamente postergada. Algo hay, con las devoluciones de los gastos con tarjeta en el exterior, pero falta. Quienes no han estado pagando tarifa plena en servicios eléctricos y de gas han estado abonando los impuestos más altos de la historia del país. Lo advirtió al inicio del sistema en estas páginas Daniel Montamat, quien fue objeto de múltiples críticas del gobierno K de entonces cuando dijo que lo que no se pagara en tarifas se abonaría en tributos. Tuvo toda la razón. Hoy la suba de tarifas y el retiro de subsidios debería ser acompañada, como se prometió, por la baja de impuestos, en particular de Ganancias. Pero para hacerlo más progresivo, como se dijo, también del IVA y de los aportes municipales en las facturas alcanzadas por la tarifa social. Basta revisar las liquidaciones en algunas zonas del conurbano bonaerense para advertir que en ocasiones esos conceptos se llevan hasta casi la mitad de lo que se abona. No es justo.
El ministro Aranguren está volviendo al esquema que medía la eficiencia de los servicios por la calidad de la prestación, en lugar de decirles a las empresas prestadoras qué deben hacer. Es el modelo más eficiente, dice Juan Carlos de Pablo. Así lo explica: «Cuando hay un corte, con el sistema de inversiones obligatorias las empresas corren a buscar el último papel que les firmaron aprobando lo hecho. Cuando hay obligación de calidad de servicio, corren a reestablecerlo. Este esquema es mucho mejor para el usuario.
Los sistema de inversiones obligatorias ponen la responsabilidad de la prestación en que se cumpla con lo que el Estado exige. No es el mejor. Se puede cumplir con los caprichos estatales y no tener prestación. ¿O no tapizó el ineficaz Julio de Vido la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con costosos generadores portátiles para ver cómo en el último verano del kirchnerismo los cortes abundaban y complicaban la vida de miles de porteños, mientras se dilapidaba dinero a raudales?
¿Cuál fue el costo de la electricidad para los que acarrearon baldes de agua por las escaleras de sus edificios o tuvieron que dormir en casas de amigos o parientes o en hoteles? ¿Cuál será el costo de volver a la modernidad de la que nos expulsó el kirchnerismo en una época de increíble afluencia de dólares, que no parece que pueda volver a verse pronto? ¿Quién prohibió exportar cuando lo que producía la Argentina valía más que nunca? ¿Cuándo un kilo de carne, como decía el economista español José Juan Ruiz, valía más que un kilo de Audi?