Ante el debilitamiento del crecimiento global, gran parte del mundo espera colgarse de la locomotora de Estados Unidos. El problema, no obstante, es que la economía estadounidense tal vez no tenga la suficiente potencia para remolcar al resto del mundo.
El colapso de los precios de las materias primas y la desaceleración de China han vapuleado a economías que habían mostrado un gran desempeño, llevando a muchos encargados de políticas y a empresas a volcar su mirada hacia EE.UU., una economía relativamente robusta impulsada por el consumo.
El Banco Mundial estima que el año pasado EE.UU. representó casi 23% del crecimiento global, su mayor contribución desde 2003. Este año, se espera que ese país aporte 21%, una cifra que sigue siendo sólida, con un crecimiento más acelerado que el de muchos países desarrollados. El Fondo Monetario Internacional proyecta que EE.UU. se expandirá un respetable 2,6% este año y el próximo, aunque los economistas del sector privado prevén un crecimiento ligeramente más modesto.
Large
Si bien la atención internacional habla bien del momento que atraviesa la economía estadounidense, a algunos expertos y autoridades les preocupa que se genere una dependencia excesiva. El poderío relativo de EE.UU., advierten, tiene sus límites y no puede sacar a la economía global de su postración.
«La economía de EE.UU. por sí sola no puede tirar de la economía mundial. Sencillamente no tenemos la fuerza suficiente», indica Timothy Adams, director del Instituto de Finanzas Internacionales, una entidad que representa a las instituciones financieras.
Los líderes estadounidenses han aprovechado eventos como la reciente reunión de ministros de Finanzas del Grupo de los 20 para exhortar a otros países a que estimulen un consumo más acelerado en grandes economías como China y Alemania.
«El mundo no puede depender de que EE.UU. sea el consumidor de primera y última instancia», dijo el secretario del Tesoro, Jacob Lew, en una reciente entrevista con The Wall Street Journal. «No es un motor lo suficientemente potente como para impulsar a toda la economía mundial. Por lo tanto, es necesario que haya más demanda en otros lugares donde existe la capacidad para generarla».
De todos modos, los hábitos de compra de los hogares estadounidenses han pasado a ser una preocupación global. El año pasado, el gasto del consumidor en EE.UU. creció 3,1%, el aumento anual más rápido desde 2005.
Aunque los sectores orientados a las exportaciones han sufrido el impacto de las turbulencias globales y la fortaleza del dólar, que encarece los productos estadounidenses, la economía del país norteamericano ha tenido un buen desempeño y se ha beneficiado de una caída del desempleo y de los menores precios de la energía, lo que ha apuntalado el poder adquisitivo de los consumidores. Sólo alrededor de una octava parte de la producción de EE.UU. se corresponde con las exportaciones, mientras que el consumo constituye más de dos tercios del Producto Interno Bruto.
«El hecho de que EE.UU. haya logrado desacoplar sus propias perspectivas económicas de las de casi todo el resto del mundo es bastante notable», dice Eswar Prasad, economista de la Universidad de Cornell. «Mucha gente, incluido yo, había previsto al menos algún lastre de la persistente fortaleza del dólar y el hecho de que el resto del mundo estuviera tan débil».
Guillaume Deglise, presidente ejecutivo de Vinexpo, una empresa francesa que organiza ferias para la industria vitivinícola y de licores, señala que la compañía se está enfocando en EE.UU. porque «es el mercado líder de consumo».
El ejecutivo agrega que mucha gente se había olvidado de eso en los últimos años. «Hubo un enfoque probablemente excesivo en China», afirma.
Amando M. Tetangco, gobernador del banco central de Filipinas, manifestó recientemente que la «perspectiva vibrante» de EE.UU. podría tener «efectos colaterales positivos» para los exportadores filipinos.
El consumidor estadounidense ya ha ayudado a la economía alemana. Entre enero y noviembre del año pasado, las exportaciones a EE.UU. aumentaron 19,4%, lo que ayudó a neutralizar una caída de 4,3% en los envíos a China, según la agencia de estadísticas de Alemania.
La dinámica actual es parecida a la que prevalecía hace casi dos décadas. En 1999, cuando las economías asiáticas todavía eran presa de la crisis financiera que afectaba a la región, un informe del FMI indicó que EE.UU. «no ha mostrado señales de bajar el ritmo a pesar de la desaceleración de la mayoría de los mercados internacionales» del país. «La capacidad de EE.UU. para actuar como el principal motor del crecimiento mundial puede explicarse en parte por el optimismo de los consumidores e inversionistas suscitado por una mezcla excepcionalmente alentadora de acontecimientos económicos», señaló el documento.
Eran otros tiempos. En 1998, EE.UU. era el coloso indiscutido de la economía mundial y representaba casi la mitad del creci-miento global. Hoy, después del ascenso de China y otros mercados emergentes, la contribución de EE.UU. es menos de 25%.
Cifrar las esperanzas del mundo en EE.UU. plantea riesgos, tanto para las economías en desarrollo como para EE.UU.
En el caso de los mercados emergentes, una concentración excesiva en exportar a EE.UU. podría vincularlos a los ciclos económicos estadounidenses, quedando a merced no sólo de la política monetaria de la Reserva Federal, sino también a los caprichos de los consumidores. También podría conducirlos a postergar las reformas necesarias para el desarrollo de una demanda interna saludable.
Además, hay razones para preocuparse por la salud de la economía de EE.UU., a pesar de una perspectiva general positiva. Los salarios se han demorado en aumentar desde el fin de la recesión, aunque durante los últimos meses han repuntado algo. La inversión empresarial tampoco se ha recuperado del todo.
Mientras tanto, el alza del dólar provocó un retroceso anualizado y desestacionalizado de 2,7% en las exportaciones del cuarto trimestre del año pasado, después de haber aumentado apenas 0,7% en el tercer trimestre.
Eso ha perjudicado a las empresas manufacturas estadounidenses y sembrado pesimismo sobre el futuro. El año pasado, la demanda de bienes duraderos cayó 3,3% y sólo 27% de los fabricantes del país se mostró optimista acerca de la economía mundial en una encuesta realizada por PricewaterhouseCoopers. Un porcentaje más alto, 46%, expresó optimismo sobre la economía de EE.UU.
«Mientras más dure el lastre del crecimiento global, mayor es la probabilidad de una desaceleración en EE.UU. que tendría coletazos en el resto del mundo», dice Gregory Daco, director de macroeconomía estadounidense en Oxford Economics.
Caballos de fuerza
Aporte de EE.UU. al crecimiento de la economía global
El colapso de los precios de las materias primas y la desaceleración de China han vapuleado a economías que habían mostrado un gran desempeño, llevando a muchos encargados de políticas y a empresas a volcar su mirada hacia EE.UU., una economía relativamente robusta impulsada por el consumo.
El Banco Mundial estima que el año pasado EE.UU. representó casi 23% del crecimiento global, su mayor contribución desde 2003. Este año, se espera que ese país aporte 21%, una cifra que sigue siendo sólida, con un crecimiento más acelerado que el de muchos países desarrollados. El Fondo Monetario Internacional proyecta que EE.UU. se expandirá un respetable 2,6% este año y el próximo, aunque los economistas del sector privado prevén un crecimiento ligeramente más modesto.
Large
Si bien la atención internacional habla bien del momento que atraviesa la economía estadounidense, a algunos expertos y autoridades les preocupa que se genere una dependencia excesiva. El poderío relativo de EE.UU., advierten, tiene sus límites y no puede sacar a la economía global de su postración.
«La economía de EE.UU. por sí sola no puede tirar de la economía mundial. Sencillamente no tenemos la fuerza suficiente», indica Timothy Adams, director del Instituto de Finanzas Internacionales, una entidad que representa a las instituciones financieras.
Los líderes estadounidenses han aprovechado eventos como la reciente reunión de ministros de Finanzas del Grupo de los 20 para exhortar a otros países a que estimulen un consumo más acelerado en grandes economías como China y Alemania.
«El mundo no puede depender de que EE.UU. sea el consumidor de primera y última instancia», dijo el secretario del Tesoro, Jacob Lew, en una reciente entrevista con The Wall Street Journal. «No es un motor lo suficientemente potente como para impulsar a toda la economía mundial. Por lo tanto, es necesario que haya más demanda en otros lugares donde existe la capacidad para generarla».
De todos modos, los hábitos de compra de los hogares estadounidenses han pasado a ser una preocupación global. El año pasado, el gasto del consumidor en EE.UU. creció 3,1%, el aumento anual más rápido desde 2005.
Aunque los sectores orientados a las exportaciones han sufrido el impacto de las turbulencias globales y la fortaleza del dólar, que encarece los productos estadounidenses, la economía del país norteamericano ha tenido un buen desempeño y se ha beneficiado de una caída del desempleo y de los menores precios de la energía, lo que ha apuntalado el poder adquisitivo de los consumidores. Sólo alrededor de una octava parte de la producción de EE.UU. se corresponde con las exportaciones, mientras que el consumo constituye más de dos tercios del Producto Interno Bruto.
«El hecho de que EE.UU. haya logrado desacoplar sus propias perspectivas económicas de las de casi todo el resto del mundo es bastante notable», dice Eswar Prasad, economista de la Universidad de Cornell. «Mucha gente, incluido yo, había previsto al menos algún lastre de la persistente fortaleza del dólar y el hecho de que el resto del mundo estuviera tan débil».
Guillaume Deglise, presidente ejecutivo de Vinexpo, una empresa francesa que organiza ferias para la industria vitivinícola y de licores, señala que la compañía se está enfocando en EE.UU. porque «es el mercado líder de consumo».
El ejecutivo agrega que mucha gente se había olvidado de eso en los últimos años. «Hubo un enfoque probablemente excesivo en China», afirma.
Amando M. Tetangco, gobernador del banco central de Filipinas, manifestó recientemente que la «perspectiva vibrante» de EE.UU. podría tener «efectos colaterales positivos» para los exportadores filipinos.
El consumidor estadounidense ya ha ayudado a la economía alemana. Entre enero y noviembre del año pasado, las exportaciones a EE.UU. aumentaron 19,4%, lo que ayudó a neutralizar una caída de 4,3% en los envíos a China, según la agencia de estadísticas de Alemania.
La dinámica actual es parecida a la que prevalecía hace casi dos décadas. En 1999, cuando las economías asiáticas todavía eran presa de la crisis financiera que afectaba a la región, un informe del FMI indicó que EE.UU. «no ha mostrado señales de bajar el ritmo a pesar de la desaceleración de la mayoría de los mercados internacionales» del país. «La capacidad de EE.UU. para actuar como el principal motor del crecimiento mundial puede explicarse en parte por el optimismo de los consumidores e inversionistas suscitado por una mezcla excepcionalmente alentadora de acontecimientos económicos», señaló el documento.
Eran otros tiempos. En 1998, EE.UU. era el coloso indiscutido de la economía mundial y representaba casi la mitad del creci-miento global. Hoy, después del ascenso de China y otros mercados emergentes, la contribución de EE.UU. es menos de 25%.
Cifrar las esperanzas del mundo en EE.UU. plantea riesgos, tanto para las economías en desarrollo como para EE.UU.
En el caso de los mercados emergentes, una concentración excesiva en exportar a EE.UU. podría vincularlos a los ciclos económicos estadounidenses, quedando a merced no sólo de la política monetaria de la Reserva Federal, sino también a los caprichos de los consumidores. También podría conducirlos a postergar las reformas necesarias para el desarrollo de una demanda interna saludable.
Además, hay razones para preocuparse por la salud de la economía de EE.UU., a pesar de una perspectiva general positiva. Los salarios se han demorado en aumentar desde el fin de la recesión, aunque durante los últimos meses han repuntado algo. La inversión empresarial tampoco se ha recuperado del todo.
Mientras tanto, el alza del dólar provocó un retroceso anualizado y desestacionalizado de 2,7% en las exportaciones del cuarto trimestre del año pasado, después de haber aumentado apenas 0,7% en el tercer trimestre.
Eso ha perjudicado a las empresas manufacturas estadounidenses y sembrado pesimismo sobre el futuro. El año pasado, la demanda de bienes duraderos cayó 3,3% y sólo 27% de los fabricantes del país se mostró optimista acerca de la economía mundial en una encuesta realizada por PricewaterhouseCoopers. Un porcentaje más alto, 46%, expresó optimismo sobre la economía de EE.UU.
«Mientras más dure el lastre del crecimiento global, mayor es la probabilidad de una desaceleración en EE.UU. que tendría coletazos en el resto del mundo», dice Gregory Daco, director de macroeconomía estadounidense en Oxford Economics.
Caballos de fuerza
Aporte de EE.UU. al crecimiento de la economía global
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