Foto: Cedoc Perfil
El macrismo ideó un plan para poner orden (intentarlo, al menos) en el submundo de los servicios de inteligencia: darle todo el poder formal al jefe de la ex SIDE, Gustavo Arribas, amigo íntimo del Presidente, representante de jugadores de fútbol y empresario absolutamente ajeno a los vaivenes del espionaje, hasta hace apenas cinco meses. Arribas ya coordinó la primera reunión con los encargados de inteligencia de las Fuerzas Armadas y de seguridad. Con los ojos puestos en el modelo de la CIA, promete combatir a los archienemigos declamados de EE.UU.: el terrorismo y el narcotráfico.
Desde que Macri lo sorprendió en diciembre con la oferta de manejar la alborotada Agencia Federal de Inteligencia, Arribas abordó un tema que le resultaba completamente desconocido. Con un agravante: la AFI era un hormiguero de facciones, tras la pelea de Cristina Kirchner con la conducción de la Agencia, con Jaime Stiuso a la cabeza. Durante años, el kirchnerismo había tercerizado en ese grupo la interlocución con la Justicia de Comodoro Py.
Desde entonces, el amigo de Mauricio Macri viajó y tuvo reuniones con representantes de la CIA, la DEA, el MI6 inglés, el Mossad de Israel y los servicios de inteligencia de España e Italia. Desde la AFI aseguran que la visita de Barack Obama sirvió para estrechar aún más el lazo con la CIA. “En el mundo hay expectativa por el regreso de la Argentina a Occidente”, afirma un vocero de Arribas.
Si a nivel internacional el espejo PRO es los Estados Unidos, el plan local es unificar a todo el espionaje del Estado bajo la coordinación de Arribas. El lunes pasado se concretó la primera cita, en su oficina de la ex SIDE, ubicada a pocos metros de la Casa Rosada. Estuvo Arribas y su segunda, la PRO-peronista Silvia Majdalani, con delegados de la Dirección de Inteligencia Estratégica Militar y de la Dirección de Inteligencia Criminal, conformada por los grupos de espionaje de Prefectura, Gendarmería y la Policía Federal.
En adelante, el macrismo pretende que haya encuentros mensuales. Una de las primeras decisiones del dueto Arribas-Majdalani es poner en práctica un sistema único de datos. El objetivo PRO es que la nueva comunión alcance a la AFIP, la unidad antilavado, la Aduana y Migraciones.
Hasta ahí, la parte más teórica del objetivo. Porque el realismo crudo muestra que el stiusismo merodea la ex SIDE y Comodoro Py. Con guiños internos del PRO, algunos miembros de la vieja guardia de espías volvieron por goteo: como el director de Finanzas, Juan José Gallea, un personaje muy cercano al ex subjefe de la SIDE en tiempos de la Alianza, el abogado Darío Richarte. De la mano del presidente de Boca, Daniel Angelici, otro de los candidatos a influir sobre la Justicia, Richarte concretó su ingreso informal al PRO.
Arribas, sin embargo, se presenta como el funcionario que monopoliza el diálogo con los jueces, ante delitos federales (corrupción, por caso) o sospechas que ameriten la apertura de una precausa. Su cargo en la AFI lo convierte en una especie de interlocutor natural. La confianza que tiene con Macri, sumada a su reciente ascenso, aumentan la importancia de ese rol.
El macrismo ideó un plan para poner orden (intentarlo, al menos) en el submundo de los servicios de inteligencia: darle todo el poder formal al jefe de la ex SIDE, Gustavo Arribas, amigo íntimo del Presidente, representante de jugadores de fútbol y empresario absolutamente ajeno a los vaivenes del espionaje, hasta hace apenas cinco meses. Arribas ya coordinó la primera reunión con los encargados de inteligencia de las Fuerzas Armadas y de seguridad. Con los ojos puestos en el modelo de la CIA, promete combatir a los archienemigos declamados de EE.UU.: el terrorismo y el narcotráfico.
Desde que Macri lo sorprendió en diciembre con la oferta de manejar la alborotada Agencia Federal de Inteligencia, Arribas abordó un tema que le resultaba completamente desconocido. Con un agravante: la AFI era un hormiguero de facciones, tras la pelea de Cristina Kirchner con la conducción de la Agencia, con Jaime Stiuso a la cabeza. Durante años, el kirchnerismo había tercerizado en ese grupo la interlocución con la Justicia de Comodoro Py.
Desde entonces, el amigo de Mauricio Macri viajó y tuvo reuniones con representantes de la CIA, la DEA, el MI6 inglés, el Mossad de Israel y los servicios de inteligencia de España e Italia. Desde la AFI aseguran que la visita de Barack Obama sirvió para estrechar aún más el lazo con la CIA. “En el mundo hay expectativa por el regreso de la Argentina a Occidente”, afirma un vocero de Arribas.
Si a nivel internacional el espejo PRO es los Estados Unidos, el plan local es unificar a todo el espionaje del Estado bajo la coordinación de Arribas. El lunes pasado se concretó la primera cita, en su oficina de la ex SIDE, ubicada a pocos metros de la Casa Rosada. Estuvo Arribas y su segunda, la PRO-peronista Silvia Majdalani, con delegados de la Dirección de Inteligencia Estratégica Militar y de la Dirección de Inteligencia Criminal, conformada por los grupos de espionaje de Prefectura, Gendarmería y la Policía Federal.
En adelante, el macrismo pretende que haya encuentros mensuales. Una de las primeras decisiones del dueto Arribas-Majdalani es poner en práctica un sistema único de datos. El objetivo PRO es que la nueva comunión alcance a la AFIP, la unidad antilavado, la Aduana y Migraciones.
Hasta ahí, la parte más teórica del objetivo. Porque el realismo crudo muestra que el stiusismo merodea la ex SIDE y Comodoro Py. Con guiños internos del PRO, algunos miembros de la vieja guardia de espías volvieron por goteo: como el director de Finanzas, Juan José Gallea, un personaje muy cercano al ex subjefe de la SIDE en tiempos de la Alianza, el abogado Darío Richarte. De la mano del presidente de Boca, Daniel Angelici, otro de los candidatos a influir sobre la Justicia, Richarte concretó su ingreso informal al PRO.
Arribas, sin embargo, se presenta como el funcionario que monopoliza el diálogo con los jueces, ante delitos federales (corrupción, por caso) o sospechas que ameriten la apertura de una precausa. Su cargo en la AFI lo convierte en una especie de interlocutor natural. La confianza que tiene con Macri, sumada a su reciente ascenso, aumentan la importancia de ese rol.