La apertura rápida de la cuenta de capital provoca más crisis financieras
El proceso debería ser mucho más lento y acompañado de fuertes controles
Los países de la OCDE tardaron más de 30 años en realizar este proceso
Las reformas neoliberales han predominado en el mundo desde 1980. El FMI y el Banco Mundial han sido dos de las instituciones que han aconsejado durante años a varios países para realizar ese tipo de reformas. El éxito de la economía chilena parecía avalar el buen funcionamiento de las reformas neoliberales, que, sin embargo, tras ser implementadas en decenas de países en desarrollo no parecen haber sido tan positivas como se esperaba. Lea aquí el artículo completo del FMI.
Tal y como describen Jonathan D. Ostry, Prakash Loungani y Davide Furceri, economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI) en la revista oficial del organismo Finance & Development, «esa agenda neoliberal no ofrece buenos resultados para todos los países».
«La agenda neoliberal se caracteriza por la desregulación y la apertura de los mercados domésticos, incluyendo los mercados financieros y la entrada de competencia extranjera. Además de reducir el papel del estado a través de la privatización y la limitación fiscal de incurrir en déficits y acumular deuda». También se fomenta la expansión del comercio internacional y la inversión directa para fomentar la transferencia de conocimientos.
Sin embargo, a pesar de que la teoría señala que estos cambios son positivos para el desarrollo económico, «hay aspectos de la agenda neoliberal que no han funcionado como se esperaba». Según estos economistas, no todos los países han logrado un crecimiento económico sostenido, mientras que sí se han producido incrementos de la desigualdad importantes, lo que a su vez ha erosionado el desarrollo de esos países.
La teoría
Aunque la liberalización de la cuenta de capital se suele ver como algo positivo para la adaptación de los países a la globalización, no siempre tiene los efectos deseados. Teóricamente, la liberalización de las cuentas de capital debería permitir una asignación más eficiente del capital a escala mundial, de los países industriales ricos en capital a los países en desarrollo con poco capital. Los beneficios deberían ser generales: una tasa de rentabilidad más alta del ahorro privado en los países desarrollados y una mejora del crecimiento, el empleo y los niveles de vida en los países en desarrollo.
Es cierto que este paso permite la entrada de flujos de inversión directa que sirven para transferir conocimientos tecnológicos, capital humano y estimular el crecimiento a largo plazo. Pero la apertura también permite la entrada de ‘inversiones en cartera’, a través de las cuáles el inversor busca un rendimiento financiero que no suele tener efectos positivos sobre la economía real, además de eliminar las fronteras para que los bancos extranjeros presten dinero a los agentes de los países en desarrollo.
«Estas inversiones en cartera y flujos de deuda parece que ni estimulan el crecimiento ni permiten al país compartir los riesgos con sus parejas comerciales. Esto deja entrever que el crecimiento y el riesgo compartido producto de los flujos de capitales dependen del tipo de flujo que sea», sentencian los economistas del FMI.
Mientras que los beneficios son algo inciertos para algunos países, los costes se pueden ver representados por el incremento de la volatilidad económica y una mayor frecuencia de crisis financieras. Desde 1980, ha habido alrededor de 150 episodios de entradas netas de capital en más de 50 mercados emergentes; en un 20% de las veces, estos episodios han finalizado en crisis financieras, muchas de estas crisis están asociadas a fuertes descensos de la producción, como se muestra en la revista Finance & Development.
Guillermo de la Dehesa, economista y presidente del Centre for Economic Policy Research, explicaba en 2004 que «la rápida liberalización de los sistemas financieros y de los flujos de capital en muchos países en desarrollo en unos casos, voluntaria, en otros, recomendada por el FMI y el Banco Mundial, y en unos pocos, forzada por un determinado programa de dichas instituciones, ha ayudado al desencadenamiento de las crisis financieras recientes de algunos de estos países».
Y es que no hay rentabilidad sin riesgo, ni recompensa sin peligro: «La libertad de movimiento de capitales tiene, como toda libertad, sus peligros, ya que da mayores oportunidades a los individuos, las empresas y las instituciones financieras para tomar mayores riesgos, a veces imprudentes, que pueden producir crisis e incluso riesgos sistémicos».
La solución más adecuada
Como explicaba De la Dehesa, «una liberalización rápida de la cuenta de capital de la balanza de pagos puede traer consigo más problemas que beneficios. Los países de la OCDE tardaron más de tres décadas en liberalizar sus cuentas de capital y se pensaba que los países en desarrollo, menos preparados para ello, la podrían llevar a cabo en menos de una década».
Los peligros asociados a una liberalización demasiado rápida de los movimientos de capital pueden reducirse otorgando un espacio prolongado de tiempo a los países que inicien el proceso y «mediante una combinación de políticas macroeconómicas sanas y estabilizadoras, para no incurrir en desequilibrios financieros agregados y de políticas de regulación, supervisión y control de las instituciones financieras que desarrollen los incentivos adecuados para asegurarse una eficiente gestión del riesgo».
El ajuste fiscal
Por otro lado, esta corriente también aboga por un control fiscal para evitar elevadas cargas de deuda pública. Una deuda pública demasiado alta respecto al PIB puede lastrar el crecimiento y la confianza en el país. Pero intentar reducir la deuda puede tener unos efectos contraproducentes que lleven al país a una situación peor a la previa.
«Para obtener un nivel de deuda inferior, se necesita distorsionar el comportamiento económico elevando los impuestos de forma temporal o reduciendo el gasto público, o implementando ambas medidas. Los costes de incrementar los impuestos o recortar el gasto para reducir la deuda pueden ser mucho peores… Con esto tampoco queremos decir que un elevado nivel de deuda sea bueno para el crecimiento y el bienestar», señalan los economistas del FMI.
En resumen, los beneficios de algunas políticas de la agenda neoliberal «se podrían haber exagerado», sobre todo en el caso de la apertura financiera, que no sólo no parecen haber desembocado en los beneficios previstos sino que además podrían haber incrementado la desigualdad económica y erosionado el crecimiento. En el caso de la consolidación fiscal, se han subestimado efectos secundarios como «un menor crecimiento de la producción y Estado de Bienestar, y un mayor desempleo», destacan los economistas del FMI.
Para concluir, estos expertos aseguran que la desigualdad de ingresos generada por estas políticas termina socavando el crecimiento económico, que a la postre es el objetivo final de la agenda neoliberal. La apertura financiera y la austeridad pueden intensificar los ciclos económicos creando burbujas que se hinchan y se explotan poniendo en peligro el crecimiento económico a largo plazo de estas naciones.
PUBLICIDAD
El proceso debería ser mucho más lento y acompañado de fuertes controles
Los países de la OCDE tardaron más de 30 años en realizar este proceso
Las reformas neoliberales han predominado en el mundo desde 1980. El FMI y el Banco Mundial han sido dos de las instituciones que han aconsejado durante años a varios países para realizar ese tipo de reformas. El éxito de la economía chilena parecía avalar el buen funcionamiento de las reformas neoliberales, que, sin embargo, tras ser implementadas en decenas de países en desarrollo no parecen haber sido tan positivas como se esperaba. Lea aquí el artículo completo del FMI.
Tal y como describen Jonathan D. Ostry, Prakash Loungani y Davide Furceri, economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI) en la revista oficial del organismo Finance & Development, «esa agenda neoliberal no ofrece buenos resultados para todos los países».
«La agenda neoliberal se caracteriza por la desregulación y la apertura de los mercados domésticos, incluyendo los mercados financieros y la entrada de competencia extranjera. Además de reducir el papel del estado a través de la privatización y la limitación fiscal de incurrir en déficits y acumular deuda». También se fomenta la expansión del comercio internacional y la inversión directa para fomentar la transferencia de conocimientos.
Sin embargo, a pesar de que la teoría señala que estos cambios son positivos para el desarrollo económico, «hay aspectos de la agenda neoliberal que no han funcionado como se esperaba». Según estos economistas, no todos los países han logrado un crecimiento económico sostenido, mientras que sí se han producido incrementos de la desigualdad importantes, lo que a su vez ha erosionado el desarrollo de esos países.
La teoría
Aunque la liberalización de la cuenta de capital se suele ver como algo positivo para la adaptación de los países a la globalización, no siempre tiene los efectos deseados. Teóricamente, la liberalización de las cuentas de capital debería permitir una asignación más eficiente del capital a escala mundial, de los países industriales ricos en capital a los países en desarrollo con poco capital. Los beneficios deberían ser generales: una tasa de rentabilidad más alta del ahorro privado en los países desarrollados y una mejora del crecimiento, el empleo y los niveles de vida en los países en desarrollo.
Es cierto que este paso permite la entrada de flujos de inversión directa que sirven para transferir conocimientos tecnológicos, capital humano y estimular el crecimiento a largo plazo. Pero la apertura también permite la entrada de ‘inversiones en cartera’, a través de las cuáles el inversor busca un rendimiento financiero que no suele tener efectos positivos sobre la economía real, además de eliminar las fronteras para que los bancos extranjeros presten dinero a los agentes de los países en desarrollo.
«Estas inversiones en cartera y flujos de deuda parece que ni estimulan el crecimiento ni permiten al país compartir los riesgos con sus parejas comerciales. Esto deja entrever que el crecimiento y el riesgo compartido producto de los flujos de capitales dependen del tipo de flujo que sea», sentencian los economistas del FMI.
Mientras que los beneficios son algo inciertos para algunos países, los costes se pueden ver representados por el incremento de la volatilidad económica y una mayor frecuencia de crisis financieras. Desde 1980, ha habido alrededor de 150 episodios de entradas netas de capital en más de 50 mercados emergentes; en un 20% de las veces, estos episodios han finalizado en crisis financieras, muchas de estas crisis están asociadas a fuertes descensos de la producción, como se muestra en la revista Finance & Development.
Guillermo de la Dehesa, economista y presidente del Centre for Economic Policy Research, explicaba en 2004 que «la rápida liberalización de los sistemas financieros y de los flujos de capital en muchos países en desarrollo en unos casos, voluntaria, en otros, recomendada por el FMI y el Banco Mundial, y en unos pocos, forzada por un determinado programa de dichas instituciones, ha ayudado al desencadenamiento de las crisis financieras recientes de algunos de estos países».
Y es que no hay rentabilidad sin riesgo, ni recompensa sin peligro: «La libertad de movimiento de capitales tiene, como toda libertad, sus peligros, ya que da mayores oportunidades a los individuos, las empresas y las instituciones financieras para tomar mayores riesgos, a veces imprudentes, que pueden producir crisis e incluso riesgos sistémicos».
La solución más adecuada
Como explicaba De la Dehesa, «una liberalización rápida de la cuenta de capital de la balanza de pagos puede traer consigo más problemas que beneficios. Los países de la OCDE tardaron más de tres décadas en liberalizar sus cuentas de capital y se pensaba que los países en desarrollo, menos preparados para ello, la podrían llevar a cabo en menos de una década».
Los peligros asociados a una liberalización demasiado rápida de los movimientos de capital pueden reducirse otorgando un espacio prolongado de tiempo a los países que inicien el proceso y «mediante una combinación de políticas macroeconómicas sanas y estabilizadoras, para no incurrir en desequilibrios financieros agregados y de políticas de regulación, supervisión y control de las instituciones financieras que desarrollen los incentivos adecuados para asegurarse una eficiente gestión del riesgo».
El ajuste fiscal
Por otro lado, esta corriente también aboga por un control fiscal para evitar elevadas cargas de deuda pública. Una deuda pública demasiado alta respecto al PIB puede lastrar el crecimiento y la confianza en el país. Pero intentar reducir la deuda puede tener unos efectos contraproducentes que lleven al país a una situación peor a la previa.
«Para obtener un nivel de deuda inferior, se necesita distorsionar el comportamiento económico elevando los impuestos de forma temporal o reduciendo el gasto público, o implementando ambas medidas. Los costes de incrementar los impuestos o recortar el gasto para reducir la deuda pueden ser mucho peores… Con esto tampoco queremos decir que un elevado nivel de deuda sea bueno para el crecimiento y el bienestar», señalan los economistas del FMI.
En resumen, los beneficios de algunas políticas de la agenda neoliberal «se podrían haber exagerado», sobre todo en el caso de la apertura financiera, que no sólo no parecen haber desembocado en los beneficios previstos sino que además podrían haber incrementado la desigualdad económica y erosionado el crecimiento. En el caso de la consolidación fiscal, se han subestimado efectos secundarios como «un menor crecimiento de la producción y Estado de Bienestar, y un mayor desempleo», destacan los economistas del FMI.
Para concluir, estos expertos aseguran que la desigualdad de ingresos generada por estas políticas termina socavando el crecimiento económico, que a la postre es el objetivo final de la agenda neoliberal. La apertura financiera y la austeridad pueden intensificar los ciclos económicos creando burbujas que se hinchan y se explotan poniendo en peligro el crecimiento económico a largo plazo de estas naciones.
PUBLICIDAD