Víctor Taricco analiza los cambios que se produjeron en la TV Pública en los últimos meses y las consecuencias que tienen para el derecho a la comunicación y la información de las audiencias.
Por Víctor Taricco *
Seis meses de gestión del gobierno de Cambiemos al frente de la Televisión Pública Argentina ofrecen elementos para delinear algunas características de la nueva política de medios públicos encabezada por el ministro Hernán Lombardi. Nos detendremos en tres datos.
El primero es la eliminación de los columnistas de los noticieros del canal estatal bajo el argumento de que los columnistas son “televisión barata” (entrevista con Néstor Sclauzero en Página/12, 13.04.16). Esta operación no se realizó –como probablemente se haya pensado– sobre “voceros del kirchnerismo”, sino sobre especialistas en temas socialmente relevantes y mayoritariamente ausentes en los servicios de noticias de otros canales. Con la salida de Maxi Martina, Verónica González –única cronista ciega en pantalla–, Mariana Carbajal, Esteban Magnani, Pedro Brieger, Telma Luzzani, Raúl Dellatorre, Emilio Ruchanski y Sergio Snieg perdieron espacio en la televisión argentina los jóvenes, las personas con discapacidad, las mujeres que luchan por la igualdad de derechos, las experiencias nacionales de desarrollo de tecnología, la integración latinoamericana, el análisis crítico de la política y la economía, las denuncias contra la violencia institucional o el impulso a la salud pública, entre otros.
El segundo dato es la cesión a precios de remate de los partidos más importantes del fútbol local, verdaderos tanques televisivos en lo que a audiencias se refiere. De los diez partidos más vistos del actual campeonato, con un promedio de 18,7 puntos de rating, ninguno fue transmitido por la TV Pública: siete fueron emitidos por Canal 13 y tres por Telefé. Para encontrar el partido con más rating transmitido por el canal estatal hay bajar hasta el puesto número 63 con Quilmes-Godoy Cruz y 6,5 puntos de rating (ver información en www.television.com.ar). La consecuencia de esta beneficiosa política para los canales privados es la previsible caída de la venta de publicidad por parte del canal estatal y la necesidad de más aportes del tesoro nacional para sostenerlo.
El tercer dato, en línea con lo señalado sobre el fútbol, es la caída sistemática en los ratings de la Televisión Pública Argentina desde que asumió la gestión del ministro Lombardi. En promedio, el rating para el periodo diciembre 2015-mayo 2016 ha sido de 1,6 al 18 de mayo. Bastante por debajo de los 2,16 puntos del mismo periodo del año anterior (diciembre 2014-mayo 2015) y muy inferior al rating de los seis meses anteriores al cambio de gobierno (junio-noviembre 2015), dónde la TV Pública tuvo un promedio de 2,98 puntos de rating. ¿Qué significa esto? ¿Qué el público rechaza la nueva propuesta artístico-informativa del canal? La respuesta es sí.
Si retomamos sólo los tres datos mencionados, podemos decir que la “comunicación distinta” del gobierno de Cambiemos reduce los márgenes de representación de ciertos sectores de la población que ya no encuentran un espacio de visibilización de sus problemáticas.
También puede decirse que la voz del canal estatal, que no es idéntica a la voz del Estado, pierde potencia financiera al ser marginada en la participación de los productos con mayor rentabilidad económica y televisiva como son los grandes eventos deportivos y que además pierde interés entre las audiencias al desplegar una programación que no encuentra puntos de contacto con las demandas del público.
Al parecer, y en contra de lo que indican “los manuales de buenas prácticas”, las audiencias no consumen televisión eligiendo entre “las mejores opciones” de un mercado de contenidos audiovisuales, sino que buscan espacios donde sentirse representados o interpelados desde ciertas formas (políticas, estéticas y culturales) de entender el acontecer cotidiano.
La indiferenciación evidente entre agendas públicas y privadas está produciendo desplazamientos de públicos y audiencias hacia opciones –hasta hace poco– de menor rating en el sistema de medios como C5N y un crecimiento constante de expresiones autogestionadas en las redes sociales que buscan darle visibilidad a aquellos temas que no logran entrar en los acotados temas que ocupan al periodismo.
Bajarle el volumen al canal estatal trae como consecuencia que el derecho a la comunicación y a la información de las audiencias se lesiona, ya que los debates del espacio público quedan prisioneros de las lógicas informativas de las grandes corporaciones infocomunicacionales.
Cuando el Estado deja de tener un lugar relevante entre los grandes medios de comunicación, en lo que se llama el sistema de medios, la que pierde es la sociedad en su conjunto y no solamente un sector de ella.
* Licenciado en Comunicación UBA.
Por Víctor Taricco *
Seis meses de gestión del gobierno de Cambiemos al frente de la Televisión Pública Argentina ofrecen elementos para delinear algunas características de la nueva política de medios públicos encabezada por el ministro Hernán Lombardi. Nos detendremos en tres datos.
El primero es la eliminación de los columnistas de los noticieros del canal estatal bajo el argumento de que los columnistas son “televisión barata” (entrevista con Néstor Sclauzero en Página/12, 13.04.16). Esta operación no se realizó –como probablemente se haya pensado– sobre “voceros del kirchnerismo”, sino sobre especialistas en temas socialmente relevantes y mayoritariamente ausentes en los servicios de noticias de otros canales. Con la salida de Maxi Martina, Verónica González –única cronista ciega en pantalla–, Mariana Carbajal, Esteban Magnani, Pedro Brieger, Telma Luzzani, Raúl Dellatorre, Emilio Ruchanski y Sergio Snieg perdieron espacio en la televisión argentina los jóvenes, las personas con discapacidad, las mujeres que luchan por la igualdad de derechos, las experiencias nacionales de desarrollo de tecnología, la integración latinoamericana, el análisis crítico de la política y la economía, las denuncias contra la violencia institucional o el impulso a la salud pública, entre otros.
El segundo dato es la cesión a precios de remate de los partidos más importantes del fútbol local, verdaderos tanques televisivos en lo que a audiencias se refiere. De los diez partidos más vistos del actual campeonato, con un promedio de 18,7 puntos de rating, ninguno fue transmitido por la TV Pública: siete fueron emitidos por Canal 13 y tres por Telefé. Para encontrar el partido con más rating transmitido por el canal estatal hay bajar hasta el puesto número 63 con Quilmes-Godoy Cruz y 6,5 puntos de rating (ver información en www.television.com.ar). La consecuencia de esta beneficiosa política para los canales privados es la previsible caída de la venta de publicidad por parte del canal estatal y la necesidad de más aportes del tesoro nacional para sostenerlo.
El tercer dato, en línea con lo señalado sobre el fútbol, es la caída sistemática en los ratings de la Televisión Pública Argentina desde que asumió la gestión del ministro Lombardi. En promedio, el rating para el periodo diciembre 2015-mayo 2016 ha sido de 1,6 al 18 de mayo. Bastante por debajo de los 2,16 puntos del mismo periodo del año anterior (diciembre 2014-mayo 2015) y muy inferior al rating de los seis meses anteriores al cambio de gobierno (junio-noviembre 2015), dónde la TV Pública tuvo un promedio de 2,98 puntos de rating. ¿Qué significa esto? ¿Qué el público rechaza la nueva propuesta artístico-informativa del canal? La respuesta es sí.
Si retomamos sólo los tres datos mencionados, podemos decir que la “comunicación distinta” del gobierno de Cambiemos reduce los márgenes de representación de ciertos sectores de la población que ya no encuentran un espacio de visibilización de sus problemáticas.
También puede decirse que la voz del canal estatal, que no es idéntica a la voz del Estado, pierde potencia financiera al ser marginada en la participación de los productos con mayor rentabilidad económica y televisiva como son los grandes eventos deportivos y que además pierde interés entre las audiencias al desplegar una programación que no encuentra puntos de contacto con las demandas del público.
Al parecer, y en contra de lo que indican “los manuales de buenas prácticas”, las audiencias no consumen televisión eligiendo entre “las mejores opciones” de un mercado de contenidos audiovisuales, sino que buscan espacios donde sentirse representados o interpelados desde ciertas formas (políticas, estéticas y culturales) de entender el acontecer cotidiano.
La indiferenciación evidente entre agendas públicas y privadas está produciendo desplazamientos de públicos y audiencias hacia opciones –hasta hace poco– de menor rating en el sistema de medios como C5N y un crecimiento constante de expresiones autogestionadas en las redes sociales que buscan darle visibilidad a aquellos temas que no logran entrar en los acotados temas que ocupan al periodismo.
Bajarle el volumen al canal estatal trae como consecuencia que el derecho a la comunicación y a la información de las audiencias se lesiona, ya que los debates del espacio público quedan prisioneros de las lógicas informativas de las grandes corporaciones infocomunicacionales.
Cuando el Estado deja de tener un lugar relevante entre los grandes medios de comunicación, en lo que se llama el sistema de medios, la que pierde es la sociedad en su conjunto y no solamente un sector de ella.
* Licenciado en Comunicación UBA.