Ensayo, error, corrección. La secuencia se repite, casi calcada, en muchos momentos clave de los agitados seis meses que Mauricio Macri lleva como inquilino de la Casa Rosada.
Como un conductor que intenta estacionar su auto en un espacio estrecho, el Gobierno usó la marcha atrás y recalculó en temas sensibles como la designación por decreto de dos jueces de la Corte Suprema, los fuertes aumentos de tarifas de luz y gas; la postura sobre la ley antidespidos; las penas para periodistas que divulguen datos sobre el blanqueo de capitales o la exención de Ganancias para quienes percibirán el medio aguinaldo, estos dos últimos durante la semana que pasó, al igual que la inclusión del feriado del próximo viernes, en principio rechazada y luego aprobada sin complejos.
La situación, que puede dejar perpleja a la oposición y en offside a más de un funcionario desatento o desinformado, suele tener distintas lecturas: para el Gobierno, son claras muestras de una gestión que escucha y rectifica cuando es necesario, en las antípodas del kirchnerismo, que «siempre doblaba la apuesta», como lo describió el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Inevitable: buena parte de la sociedad «leerá» los «errores no forzados» como muestra de impericia o de debilidad política ante presiones de distintos sectores.
«Cuando uno más aprende es cuando se equivoca. Si sos inteligente, claro, si no sos un necio», afirmó a LA NACION uno de los funcionarios clave del Gobierno, mientras reconocía como «un error grave» el cálculo sobre el impacto de los aumentos de tarifas de gas en la Patagonia. «Igual, nos equivocamos en el 5 por ciento de cinco aumentos», se justificaba el funcionario, que suele llevarle al Presidente las planillas diarias de inversión pública en temas sensibles como vivienda o agua potable. Los tarifazos valieron en su momento una explicación del ministro del Interior. «Este gobierno dialoga y busca consenso. Cuando se equivoca corrige», dijo Frigerio luego de acordar con los gobernadores, enojados por el efecto que los tarifazos tuvieron en las economías regionales.
En el Parlamento, las idas y venidas fueron constantes, y las críticas, motor de los cambios. Ocurrió con la designación por decreto y en comisión de Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz como jueces de la Corte, medida que debió rectificar el Gobierno por la cerrada oposición del PJ y los propios aliados de la UCR. Los cambios en la ley de blanqueo de capitales también llegó luego de críticas de los medios o por la necesidad de un acuerdo con el peronismo.
«No creímos que esto pudiera ser tomado como un atentado a la libertad de prensa. Pero si hay dudas, se cambia», afirmó a LA NACION un alto funcionario de la gobernación bonaerense. También María Eugenia Vidal debió rectificar esta semana el decreto que establecía durísimas penas para los medios. En este caso, no se trataba de quienes divulgaran información sobre los inscriptos en el blanqueo de capitales (como en Diputados), sino a quienes dieran a conocer datos sobre la declaración jurada de bienes de los funcionarios.
Puertas adentro del Gobierno reconocen que algunos de los «errores» son, en realidad, apuestas fuertes del Presidente que luego se moderan. «Si fuera por él, las tarifas aumentaban el doble de lo que aumentaron», confesó un funcionario de diálogo con el primer mandatario. Idéntica situación vivieron aquellos ministros que tenían como meta impuesta terminar con los ñoquis y «empleos políticos» del gobierno anterior, a quienes Macri pedía «más resultados». Y aún se los pide en las reuniones de gestión, afirmaron en Casa Rosada.
Los más memoriosos recuerdan que el «ensayo y error» nació con Macri apenas sentado en el sillón de jefe de gobierno porteño. Allá por enero de 2008, y dispuesto a pelear contra «las corporaciones», en este caso la sindical, no renovó más de dos mil contratos estatales. La resistencia del gremio conducido por Amadeo Genta lo obligó a retroceder. Los inicios, en este punto, son parecidos, al menos en las intenciones. El coordinador del gabinete Gustavo Lopetegui suele decir que Macri puede quedar en la historia como el «Teddy Roosvelt argentino», comparando al Presidente con el mandatario norteamericano que dividió en siete a la Standard Oil, un siglo atrás. Lejos del bronce por ahora, Macri y sus funcionarios defienden su derecho a «equivocarse y rectificar». Según el equipo de comunicación que encabeza Marcos Peña, tienen respaldo: «El 70% de la gente le cree al Presidente cuando habla», se entusiasman en los despachos de la Casa Rosada.
Cambiemos, una consigna
Tarifas: ante las críticas por las subas, se establecieron topes y se acordó con los gobernadores
Antidespidos: se opuso a la norma, pero terminó dando quórum y votando a favor. Luego Macri la vetó
Blanqueo: tras las críticas, cambiaron el artículo de que penaba a periodistas
17 de junio: Macri prometió no extender los feriados pero ahora lo aceptó
Como un conductor que intenta estacionar su auto en un espacio estrecho, el Gobierno usó la marcha atrás y recalculó en temas sensibles como la designación por decreto de dos jueces de la Corte Suprema, los fuertes aumentos de tarifas de luz y gas; la postura sobre la ley antidespidos; las penas para periodistas que divulguen datos sobre el blanqueo de capitales o la exención de Ganancias para quienes percibirán el medio aguinaldo, estos dos últimos durante la semana que pasó, al igual que la inclusión del feriado del próximo viernes, en principio rechazada y luego aprobada sin complejos.
La situación, que puede dejar perpleja a la oposición y en offside a más de un funcionario desatento o desinformado, suele tener distintas lecturas: para el Gobierno, son claras muestras de una gestión que escucha y rectifica cuando es necesario, en las antípodas del kirchnerismo, que «siempre doblaba la apuesta», como lo describió el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Inevitable: buena parte de la sociedad «leerá» los «errores no forzados» como muestra de impericia o de debilidad política ante presiones de distintos sectores.
«Cuando uno más aprende es cuando se equivoca. Si sos inteligente, claro, si no sos un necio», afirmó a LA NACION uno de los funcionarios clave del Gobierno, mientras reconocía como «un error grave» el cálculo sobre el impacto de los aumentos de tarifas de gas en la Patagonia. «Igual, nos equivocamos en el 5 por ciento de cinco aumentos», se justificaba el funcionario, que suele llevarle al Presidente las planillas diarias de inversión pública en temas sensibles como vivienda o agua potable. Los tarifazos valieron en su momento una explicación del ministro del Interior. «Este gobierno dialoga y busca consenso. Cuando se equivoca corrige», dijo Frigerio luego de acordar con los gobernadores, enojados por el efecto que los tarifazos tuvieron en las economías regionales.
En el Parlamento, las idas y venidas fueron constantes, y las críticas, motor de los cambios. Ocurrió con la designación por decreto y en comisión de Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz como jueces de la Corte, medida que debió rectificar el Gobierno por la cerrada oposición del PJ y los propios aliados de la UCR. Los cambios en la ley de blanqueo de capitales también llegó luego de críticas de los medios o por la necesidad de un acuerdo con el peronismo.
«No creímos que esto pudiera ser tomado como un atentado a la libertad de prensa. Pero si hay dudas, se cambia», afirmó a LA NACION un alto funcionario de la gobernación bonaerense. También María Eugenia Vidal debió rectificar esta semana el decreto que establecía durísimas penas para los medios. En este caso, no se trataba de quienes divulgaran información sobre los inscriptos en el blanqueo de capitales (como en Diputados), sino a quienes dieran a conocer datos sobre la declaración jurada de bienes de los funcionarios.
Puertas adentro del Gobierno reconocen que algunos de los «errores» son, en realidad, apuestas fuertes del Presidente que luego se moderan. «Si fuera por él, las tarifas aumentaban el doble de lo que aumentaron», confesó un funcionario de diálogo con el primer mandatario. Idéntica situación vivieron aquellos ministros que tenían como meta impuesta terminar con los ñoquis y «empleos políticos» del gobierno anterior, a quienes Macri pedía «más resultados». Y aún se los pide en las reuniones de gestión, afirmaron en Casa Rosada.
Los más memoriosos recuerdan que el «ensayo y error» nació con Macri apenas sentado en el sillón de jefe de gobierno porteño. Allá por enero de 2008, y dispuesto a pelear contra «las corporaciones», en este caso la sindical, no renovó más de dos mil contratos estatales. La resistencia del gremio conducido por Amadeo Genta lo obligó a retroceder. Los inicios, en este punto, son parecidos, al menos en las intenciones. El coordinador del gabinete Gustavo Lopetegui suele decir que Macri puede quedar en la historia como el «Teddy Roosvelt argentino», comparando al Presidente con el mandatario norteamericano que dividió en siete a la Standard Oil, un siglo atrás. Lejos del bronce por ahora, Macri y sus funcionarios defienden su derecho a «equivocarse y rectificar». Según el equipo de comunicación que encabeza Marcos Peña, tienen respaldo: «El 70% de la gente le cree al Presidente cuando habla», se entusiasman en los despachos de la Casa Rosada.
Cambiemos, una consigna
Tarifas: ante las críticas por las subas, se establecieron topes y se acordó con los gobernadores
Antidespidos: se opuso a la norma, pero terminó dando quórum y votando a favor. Luego Macri la vetó
Blanqueo: tras las críticas, cambiaron el artículo de que penaba a periodistas
17 de junio: Macri prometió no extender los feriados pero ahora lo aceptó