¿Qué evaluación hace de la forma, estilo y concepción de poder que ha profesado hasta aquí el gobierno de Cambiemos?
Todavía me resulta difícil leer el estilo de gestión de Cambiemos; entre otras cosas, porque no tenemos acceso al modo como se toman las decisiones. Lo que sí creo es que hay algunas cosas que, aun sin conocer ese manejo interno diario, pueden decirse. Por un lado, que la división de la gestión macroeconómica en múltiples ministerios (Producción, Energía, Modernización, Hacienda) conspira contra la necesaria coordinación de la acción de gobierno. Es un dilema entre el control y la eficacia en la gestión que atraviesa a todos los gobiernos: con más descentralización existe mayor control, porque nadie concentra todas las decisiones, salvo el Presidente, pero plantea una exigencia mayor de coordinación, que el Gobierno parecería no estar satisfaciendo de buen modo. En segundo lugar, veo que existe una contradicción o una tensión entre, por un lado, la intención de presentarse como una apuesta posideológica o de “unir a los argentinos” y, por el otro, los instintos ideológicos del Presidente, la intención de darle un tinte distintivo a su gestión y la composición social del electorado y de los grupos organizados que apoyan a Cambiemos. Más allá de la intención de ser transidológico, o la vocación de unir, hay instintos y hay compromisos que le dan una dirección, como uno hubiera previsto, hacia el centroderecha.
Mucho se habló al asumir el nuevo gobierno respecto de la composición del elenco gubernamental y la presencia de cuadros empresariales en él. ¿Qué impronta particular le dió hasta aquí?
Es cierto que hay cuadros empresariales que tiene experiencia política. Como Gustavo Lopetegui. O, en menor medida, como Mario Quintana. Pero también está el caso de Juan José Aranguren, que expresa el estereotipo de empresario puesto a hacer política: una persona con poco contacto con el resto de la gente, que piensa que, si su criterio es adecuado, su comportamiento va a ser adecuado para todo el mundo. Que, además, es una persona con capacidades expresivas limitadas o, directamente, con mala comunicación. Y, por otro lado, una persona que entiende mal su responsabilidad pública. En ningún lugar del mundo es razonable que uno tenga intereses sobre lo que tiene responsabilidades de gestión: Aranguren se niega a vender las acciones de una empresa que pertenece al sector que está administrando.
Cambiemos mostró, hasta aquí, ser más una coalición parlamentaria que una coalición de gobierno. ¿Comparte?
Diría que la gestión parlamentaria es bastante más eficaz que la gestión administrativa del Ejecutivo. Y sucede porque hay gente haciendo política en el Ministerio del Interior y en ambas Cámaras del Congreso que, probablemente, tengan menos influencia sobre el rumbo de la gestión, pero que le prestan un gran servicio al Gobierno.
En relación con eso, ¿qué evaluación hace hasta aquí del rol de la UCR, uno de los partidos que formaban parte de la coalición electoral?
La Unión Cívica Radical no es un partido nacional hace ya muchos años. No tiene programa nacional, ni tiene perfil nacional. Y aportó poco al caudal electoral de Mauricio Macri. O aportó de manera indirecta, mostrandolo como una persona capaz de reunir a varios sectores. Además, influye en la gestión del Ejecutivo de modo limitado. Pero sí es muy importante en el Congreso, tanto en la Cámara de Diputados como de Senadores. Ahora, algunos ministros radicales han tomado algunas decisiones que contribuyen a darle un tinte especial a la gestión. Por ejemplo, el ministro de Defensa (Julio Martínez), que decidió, para los festejos del Bicentenario, organizar un desfile militar. En ese sentido, coincide con una tradición de ministros de Defensa radicales cercanos a las Fuerzas Armadas. Por ejemplo, Horacio Jaunarena. O, también, Ricardo López Murphy.
¿Puede darse cierta consolidación del PRO a expensas de ese radicalismo desmembrado a nivel nacional, pero con presencia territorial importante y, por ende, también legislativa?
No sé si será a expensas, precisamente. Porque no sé si el PRO va a reemplazar al radicalismo en las provincias o en las ciudades donde es fuerte. Pero sí presumo que el PRO va a tratar de consolidar esos apoyos territoriales en alguna organización que tenga alguna coherencia nacional. Pero para entender cómo puede funcionar eso es importante hacer una analogía con lo que pasa con el PJ. Cuando gobierna la Nación, no restringe mucho la autonomía de los gobernadores o intendentes. Los ve como socios, con amplia libertad de acción. No veo por qué el PRO debería someter al radicalismo a una disciplina más firme. Probablemente, allí donde haya gobernadores e intendentes radicales populares, el PRO los tomará de socios y los dejará gobernar tranquilos.
Hay gestos concretos hacia el peronismo, que incomodan al radicalismo. ¿Cree que será un camino que, indefectiblemente, el Gobierno va a explorar?
El Gobierno necesita trabajar con el peronismo desde el punto de vista de la gestión, pero no desde el punto de vista electoral. Por dos motivos. Por un lado, porque eligió ocupar el espacio no peronista. E hizo bien, desde el punto de vista de sus chances electorales. Uno no puede presentarse al mismo tiempo como no peronista y como socio de gestiones peronistas. Y, por el otro lado, porque al peronismo no le va a interesar ser su socio. La chance que los dirigentes peronistas tienen de volver a ocupar el Ejecutivo es que a Cambiemos no le vaya bien.
¿Cuál puede ser el derrotero del peronismo en la oposición? ¿Persistencia de la fragmentación, confluencia para endurecer sus posiciones, aparición de un nuevo liderazgo?
No me consta que el peronismo esté fragmentado. Hay que ver cómo se presenta de cara a las legislativa de 2017. El incentivo para ir juntos en la provincia de Buenos Aires es muy potente. Probablemente hagan una oposición más o menos responsable en los próximos años, para esperar competir fuerte luego, como hace cualquier oposición en cualquier lugar del mundo.
Y respecto del kirchnerismo, ¿le ve futuro como alternativa política o quedará como opción marginal?
Es difícil que el kirchnerismo pueda volver a articular el espacio peronista. Eso ocurriría solamente si coinciden dos circunstancias improbables. Por un lado, que al Gobierno Nacional le vaya muy mal. Por el otro, que se perciba que la respuesta al fracaso a eso sea un retorno a las políticas del Frente para la Victoria. Los últimos cuatro años de gobiernos kirchneristas fueron, por lejos, los peores. Entonces, esa memoria reciente no es muy feliz. En cuanto al Gobierno, es probable que le vaya mal, pero es improbable que le vaya muy mal. Y si le fuera muy mal es improbable que el FpV pueda presentarse como una alternativa confiable.
En cuanto al Frente Renovador, la vocación de Sergio Massa parece ser disputar el peronismo, pero desde afuera de sus estructuras tradicionales. No obstante, ha acentuado su entendimiento con una figura como Margarita Stolbizer.
La famosa “avenida del medio” le abre a Massa una estrategia discursiva frente al FpV y al Ejecutivo, que ha elegido al kirchnerismo como su principal contrincante. Y Massa lo ocupa muy inteligentemente. No necesita nada de sí en particular. Uno puede seguir haciendo política poniendo la enésima foto de José López, revoleando el último de los bolsos con dinero, pero eso no va a afectar en nada la tasa de inflación, ni los índices de desocupación o de inseguridad. Para Massa es muy cómodo seguir ocupandose de eso sin tener definiciones políticas más ambiciosas. Y mantiene abierta también la opción de jugar con el PJ.
¿Qué elementos nuevos o que se han consolidado en el último tiempo observa respecto del sistema político, tras la discusión sobre la crisis de 2001 y la recuperación posterior?
El triunfo de Cambiemos es muy importante porque le permite al PRO ocupar, en la escena nacional, el espacio que el radicalismo hace rato dejó de ocupar. Desde ese punto de vista, equilibra el sistema político. Y es un detalle, desde el punto de vista del funcionamiento del sistema, que resulta positivo. Lo que habría que ver es cómo, esa reorganización nacional influye sobre cómo se organiza la política en las provincias y en las ciudades. Eso está por verse. Y depende de cómo le vaya al Gobierno y, si le va bien, de cómo el Gobierno utilice ese éxito para articular opciones electorales y de gobierno en las próximas elecciones.
Todavía me resulta difícil leer el estilo de gestión de Cambiemos; entre otras cosas, porque no tenemos acceso al modo como se toman las decisiones. Lo que sí creo es que hay algunas cosas que, aun sin conocer ese manejo interno diario, pueden decirse. Por un lado, que la división de la gestión macroeconómica en múltiples ministerios (Producción, Energía, Modernización, Hacienda) conspira contra la necesaria coordinación de la acción de gobierno. Es un dilema entre el control y la eficacia en la gestión que atraviesa a todos los gobiernos: con más descentralización existe mayor control, porque nadie concentra todas las decisiones, salvo el Presidente, pero plantea una exigencia mayor de coordinación, que el Gobierno parecería no estar satisfaciendo de buen modo. En segundo lugar, veo que existe una contradicción o una tensión entre, por un lado, la intención de presentarse como una apuesta posideológica o de “unir a los argentinos” y, por el otro, los instintos ideológicos del Presidente, la intención de darle un tinte distintivo a su gestión y la composición social del electorado y de los grupos organizados que apoyan a Cambiemos. Más allá de la intención de ser transidológico, o la vocación de unir, hay instintos y hay compromisos que le dan una dirección, como uno hubiera previsto, hacia el centroderecha.
Mucho se habló al asumir el nuevo gobierno respecto de la composición del elenco gubernamental y la presencia de cuadros empresariales en él. ¿Qué impronta particular le dió hasta aquí?
Es cierto que hay cuadros empresariales que tiene experiencia política. Como Gustavo Lopetegui. O, en menor medida, como Mario Quintana. Pero también está el caso de Juan José Aranguren, que expresa el estereotipo de empresario puesto a hacer política: una persona con poco contacto con el resto de la gente, que piensa que, si su criterio es adecuado, su comportamiento va a ser adecuado para todo el mundo. Que, además, es una persona con capacidades expresivas limitadas o, directamente, con mala comunicación. Y, por otro lado, una persona que entiende mal su responsabilidad pública. En ningún lugar del mundo es razonable que uno tenga intereses sobre lo que tiene responsabilidades de gestión: Aranguren se niega a vender las acciones de una empresa que pertenece al sector que está administrando.
Cambiemos mostró, hasta aquí, ser más una coalición parlamentaria que una coalición de gobierno. ¿Comparte?
Diría que la gestión parlamentaria es bastante más eficaz que la gestión administrativa del Ejecutivo. Y sucede porque hay gente haciendo política en el Ministerio del Interior y en ambas Cámaras del Congreso que, probablemente, tengan menos influencia sobre el rumbo de la gestión, pero que le prestan un gran servicio al Gobierno.
En relación con eso, ¿qué evaluación hace hasta aquí del rol de la UCR, uno de los partidos que formaban parte de la coalición electoral?
La Unión Cívica Radical no es un partido nacional hace ya muchos años. No tiene programa nacional, ni tiene perfil nacional. Y aportó poco al caudal electoral de Mauricio Macri. O aportó de manera indirecta, mostrandolo como una persona capaz de reunir a varios sectores. Además, influye en la gestión del Ejecutivo de modo limitado. Pero sí es muy importante en el Congreso, tanto en la Cámara de Diputados como de Senadores. Ahora, algunos ministros radicales han tomado algunas decisiones que contribuyen a darle un tinte especial a la gestión. Por ejemplo, el ministro de Defensa (Julio Martínez), que decidió, para los festejos del Bicentenario, organizar un desfile militar. En ese sentido, coincide con una tradición de ministros de Defensa radicales cercanos a las Fuerzas Armadas. Por ejemplo, Horacio Jaunarena. O, también, Ricardo López Murphy.
¿Puede darse cierta consolidación del PRO a expensas de ese radicalismo desmembrado a nivel nacional, pero con presencia territorial importante y, por ende, también legislativa?
No sé si será a expensas, precisamente. Porque no sé si el PRO va a reemplazar al radicalismo en las provincias o en las ciudades donde es fuerte. Pero sí presumo que el PRO va a tratar de consolidar esos apoyos territoriales en alguna organización que tenga alguna coherencia nacional. Pero para entender cómo puede funcionar eso es importante hacer una analogía con lo que pasa con el PJ. Cuando gobierna la Nación, no restringe mucho la autonomía de los gobernadores o intendentes. Los ve como socios, con amplia libertad de acción. No veo por qué el PRO debería someter al radicalismo a una disciplina más firme. Probablemente, allí donde haya gobernadores e intendentes radicales populares, el PRO los tomará de socios y los dejará gobernar tranquilos.
Hay gestos concretos hacia el peronismo, que incomodan al radicalismo. ¿Cree que será un camino que, indefectiblemente, el Gobierno va a explorar?
El Gobierno necesita trabajar con el peronismo desde el punto de vista de la gestión, pero no desde el punto de vista electoral. Por dos motivos. Por un lado, porque eligió ocupar el espacio no peronista. E hizo bien, desde el punto de vista de sus chances electorales. Uno no puede presentarse al mismo tiempo como no peronista y como socio de gestiones peronistas. Y, por el otro lado, porque al peronismo no le va a interesar ser su socio. La chance que los dirigentes peronistas tienen de volver a ocupar el Ejecutivo es que a Cambiemos no le vaya bien.
¿Cuál puede ser el derrotero del peronismo en la oposición? ¿Persistencia de la fragmentación, confluencia para endurecer sus posiciones, aparición de un nuevo liderazgo?
No me consta que el peronismo esté fragmentado. Hay que ver cómo se presenta de cara a las legislativa de 2017. El incentivo para ir juntos en la provincia de Buenos Aires es muy potente. Probablemente hagan una oposición más o menos responsable en los próximos años, para esperar competir fuerte luego, como hace cualquier oposición en cualquier lugar del mundo.
Y respecto del kirchnerismo, ¿le ve futuro como alternativa política o quedará como opción marginal?
Es difícil que el kirchnerismo pueda volver a articular el espacio peronista. Eso ocurriría solamente si coinciden dos circunstancias improbables. Por un lado, que al Gobierno Nacional le vaya muy mal. Por el otro, que se perciba que la respuesta al fracaso a eso sea un retorno a las políticas del Frente para la Victoria. Los últimos cuatro años de gobiernos kirchneristas fueron, por lejos, los peores. Entonces, esa memoria reciente no es muy feliz. En cuanto al Gobierno, es probable que le vaya mal, pero es improbable que le vaya muy mal. Y si le fuera muy mal es improbable que el FpV pueda presentarse como una alternativa confiable.
En cuanto al Frente Renovador, la vocación de Sergio Massa parece ser disputar el peronismo, pero desde afuera de sus estructuras tradicionales. No obstante, ha acentuado su entendimiento con una figura como Margarita Stolbizer.
La famosa “avenida del medio” le abre a Massa una estrategia discursiva frente al FpV y al Ejecutivo, que ha elegido al kirchnerismo como su principal contrincante. Y Massa lo ocupa muy inteligentemente. No necesita nada de sí en particular. Uno puede seguir haciendo política poniendo la enésima foto de José López, revoleando el último de los bolsos con dinero, pero eso no va a afectar en nada la tasa de inflación, ni los índices de desocupación o de inseguridad. Para Massa es muy cómodo seguir ocupandose de eso sin tener definiciones políticas más ambiciosas. Y mantiene abierta también la opción de jugar con el PJ.
¿Qué elementos nuevos o que se han consolidado en el último tiempo observa respecto del sistema político, tras la discusión sobre la crisis de 2001 y la recuperación posterior?
El triunfo de Cambiemos es muy importante porque le permite al PRO ocupar, en la escena nacional, el espacio que el radicalismo hace rato dejó de ocupar. Desde ese punto de vista, equilibra el sistema político. Y es un detalle, desde el punto de vista del funcionamiento del sistema, que resulta positivo. Lo que habría que ver es cómo, esa reorganización nacional influye sobre cómo se organiza la política en las provincias y en las ciudades. Eso está por verse. Y depende de cómo le vaya al Gobierno y, si le va bien, de cómo el Gobierno utilice ese éxito para articular opciones electorales y de gobierno en las próximas elecciones.