Salvo los millonarios, con cuentas bancarias y otros activos no declarados por encima de los u$s 5 o 10 millones, el resto de los argentinos de clase media que ha tenido alguna capacidad de ahorro a lo largo de su vida, y que considera que ha pagado religiosamente los impuestos por todo lo que tiene, maldice en estas horas el blanqueo de capitales lanzado por el Gobierno, cuyo resultado final empieza a estar cada vez más opinado en el circuito económico, político y financiero del país.
Según confiesa la mayoría de los agentes de banca privada consultados por este periodista, por el momento los únicos que tienen decidido blanquear 100% de lo que tienen registrado en propiedades en el exterior y cuentas bancarias, son aquellos ciudadanos con altísimos patrimonios, tenencias superiores a los u$s 10 millones, para quienes las condiciones del blanqueo del Gobierno son inmejorables. Por un 10% de lo que tienen, dinero que regeneran o recuperan en un año o dos a lo sumo, resuelven sus vidas, las de sus hijos y nietos, y recuperan toda la capacidad de consumo de sus ahorros ahora blanqueados en todo el mundo. De golpe, un montón de dinero blanco bancario, con libertad para transferirlo a donde quieran o gastarlo sin límites con las tarjetas internacionales. En general, además, se trata de familias o sociedades con alta capacidad de seguir generando fuertes flujos de ahorros en el presente y futuro, de modo que pueden comenzar otra vez a guardar dinero nuevo no declarado, o mantenerse ahora 100% en la legalidad por el resto de sus vidas. Si en el futuro su declaración completa de bienes supone un aumento de su carga tributaria, no les cambia la vida.
Distinto es el cuento para la mayoría de los argentinos que quiere blanquear, pero que considera que las condiciones son muy costosas, en algún caso riesgosas, con mecanismos operativos complejos, sin discriminar un chalet de Mar de las Pampas con una mansión en José Ignacio. Profesionales de clase media o empresarios pyme, con ahorros o herencias de toda la vida, que tal vez tienen dos propiedades sin declarar y una cuenta afuera, patrimonios totales no mayores al millón de dólares. A esos contribuyentes el blanqueo les cuesta entre u$s 50 y 150 mil (4 a 7 años de trabajo mínimo para ahorrar esa cifra). Y están expuestos a que después les sigan aumentando los impuestos en el futuro, o que los vuelvan a investigar y le cancelen los beneficios que hoy supuestamente les dan. Para los que no tienen tanto resto y ya no generan ingresos como antes, el blanqueo les duele en el alma. Algunos calculan que van a tener que vender alguna propiedad para pagar los impuestos futuros.
Es cierto, además, que hay cuestiones objetivas que parecen no estar ayudando a que fluya el blanqueo, y empieza a crecer cierto escepticismo en el ambiente. Por momentos no se entiende si el Gobierno quiere ayudar a los argentinos a que blanqueen, (que sería lo recomendable ya que el país no comenzó el 10 de diciembre de 2015), o quiere amenazarlos para que lo hagan.
En general se coincide en que los tiempos que impuso el Gobierno para toda la operación son demasiado apremiantes. En Chile o Brasil, próximamente en Perú, estos procesos han durado más de dos años. No se trata solo de decisiones de dinero. Juegan los afectos, las historias personales, las familias, las sucesiones y demás temas muy complejos. Aquí se pretende resolver todo en 6 meses.
Por lo pronto, entre las trabas administrativas y legales, finalmente quedarán apenas dos o tres semanas operativas para blanquear el efectivo, con la obligación de pagar el 10% de penalidad y depositarlo 6 meses en una cuenta bancaria especial. Para complicar todavía más las cosas, la Asociación Bancaria aprovechó la movida para comenzar con medidas de fuerza en las entidades por la reapertura de paritarias. Luce como si el esquema se hubiera pensado a propósito para complicarle la vida a los que tienen u$s 100 o 200 mil ahorrados en Argentina, y quieren invertir su dinero en sus negocios o para sus hijos. Inexplicable.
Llama la atención de los especialistas, además, que a los que tienen los dólares afuera no los obligan a traerlos al país y depositarlos en una cuenta. Pero a la gilada que ahorró dólares toda su vida para salvarse de la inflación y los tiene en una caja de seguridad, a ese lo obligan a depositarla.
Entre profesionales, los comentarios son más sofisticados. Por ejemplo cuentan que los bancos de inversión en el mundo se resisten a transferir el 10% del pago del blanqueo en forma directa. Piden a los clientes que abran una cuenta comercial a su nombre y paguen ellos. Los bancos no quieren quedar pegados como que sabían que tenían dinero no declarado de sus clientes. También que no es fácil blanquear propiedades o sociedades que están afuera a nombre de otro. Porque el Gobierno exige a futuro la transferencia de la escritura a nombre del verdadero dueño que blanquea, y en el exterior no se puede hoy formalizar una venta de propiedades o acciones de una sociedad, si no se demuestra por transferencia bancaria que se ha realizado el pago del comprador al vendedor.
En las mesas de dinero el clima está muy opinado. Algunos afirman que por ahora todo parece un fracaso. Que la gente está armando sociedades en Estados Unidos para no blanquear y llevando todas las cuentas al Tío Sam Muchos afirman que tienen miedo de informar dónde tienen sus cuentas o cuáles son sus posiciones de inversión. Se persiguen con que esa información terminará en manos de todo el mundo, y que tarde o temprano el Gobierno les volverá a caer encima. La información que ayer publicó en España el diario especializado Expansión aparece hoy como la peor pesadilla. Que el Estado, ahora con más información de los contribuyentes, les caiga con más inspecciones, más impuestos y tal vez una nueva ley que en el futuro anule los beneficios de hoy.
Observan en la City que fue un fracaso la oferta del Bonar 19 para blanquear (el bono a tres años tasa cero e intransferible), y no está claro cuántos van a optar por el Bono Mágico, el Bonar 23, que deber retenerse por tres años y permite sincerar tres dólares por uno de suscripción. La mirada optimista de los traders es que si nadie optó por el bono al 2019, quiere decir que los blanqueadores ven que hay futuro después del primer mandato de Macri, y prefieren el bono más largo para recuperar.
Otra polémica instalada es por qué se puso u$s 250 mil como ficha mínima para entrar en los fondos comunes de inversión que permiten salvarse de pagar la tasa del blanqueo (10% hasta fin de año y 15% hasta el 31 de marzo). Explican los administradores que como se trata de fondos cerrados de alto riesgo para inversiones específicas, hay que asegurar que los inversores del fondo sean sofisticados y acepten el riesgo que significa inmovilizar 4 años el dinero en una opción de riesgo. Son como los fondos internacionales de prívate equity, no recomendables para pequeños ahorristas. Como quiera que sea, y aun aceptando la explicación de los que saben, los no millonarios también se quedan afuera de estas opciones y protestan ante la falta de incentivos y alternativas.
Qué pasaría si finalmente el blanqueo no alcanza las expectativas del Gobierno y el mundo político y económico. Será difícil para las autoridades, sobre todo para el equipo económico, quitarse la responsabilidad. Nunca hu bo condiciones locales e internacionales más propicias para que los argentinos declaren y opten por traer ahora o en el futuro su dinero al país. La mayor confianza que genera Macri, más el temor a un mundo que persigue cada vez más a los evasores. La operación, en rigor, debería ser un éxito sin precedentes. Cuando se anunció el blanqueo, en esta columna calculamos que podría llegar a 100 mil millones la exteriorización, entre propiedades y cash. Por lo visto en las últimas semanas, el Gobierno firmaría hoy el empate por la mitad.
Según confiesa la mayoría de los agentes de banca privada consultados por este periodista, por el momento los únicos que tienen decidido blanquear 100% de lo que tienen registrado en propiedades en el exterior y cuentas bancarias, son aquellos ciudadanos con altísimos patrimonios, tenencias superiores a los u$s 10 millones, para quienes las condiciones del blanqueo del Gobierno son inmejorables. Por un 10% de lo que tienen, dinero que regeneran o recuperan en un año o dos a lo sumo, resuelven sus vidas, las de sus hijos y nietos, y recuperan toda la capacidad de consumo de sus ahorros ahora blanqueados en todo el mundo. De golpe, un montón de dinero blanco bancario, con libertad para transferirlo a donde quieran o gastarlo sin límites con las tarjetas internacionales. En general, además, se trata de familias o sociedades con alta capacidad de seguir generando fuertes flujos de ahorros en el presente y futuro, de modo que pueden comenzar otra vez a guardar dinero nuevo no declarado, o mantenerse ahora 100% en la legalidad por el resto de sus vidas. Si en el futuro su declaración completa de bienes supone un aumento de su carga tributaria, no les cambia la vida.
Distinto es el cuento para la mayoría de los argentinos que quiere blanquear, pero que considera que las condiciones son muy costosas, en algún caso riesgosas, con mecanismos operativos complejos, sin discriminar un chalet de Mar de las Pampas con una mansión en José Ignacio. Profesionales de clase media o empresarios pyme, con ahorros o herencias de toda la vida, que tal vez tienen dos propiedades sin declarar y una cuenta afuera, patrimonios totales no mayores al millón de dólares. A esos contribuyentes el blanqueo les cuesta entre u$s 50 y 150 mil (4 a 7 años de trabajo mínimo para ahorrar esa cifra). Y están expuestos a que después les sigan aumentando los impuestos en el futuro, o que los vuelvan a investigar y le cancelen los beneficios que hoy supuestamente les dan. Para los que no tienen tanto resto y ya no generan ingresos como antes, el blanqueo les duele en el alma. Algunos calculan que van a tener que vender alguna propiedad para pagar los impuestos futuros.
Es cierto, además, que hay cuestiones objetivas que parecen no estar ayudando a que fluya el blanqueo, y empieza a crecer cierto escepticismo en el ambiente. Por momentos no se entiende si el Gobierno quiere ayudar a los argentinos a que blanqueen, (que sería lo recomendable ya que el país no comenzó el 10 de diciembre de 2015), o quiere amenazarlos para que lo hagan.
En general se coincide en que los tiempos que impuso el Gobierno para toda la operación son demasiado apremiantes. En Chile o Brasil, próximamente en Perú, estos procesos han durado más de dos años. No se trata solo de decisiones de dinero. Juegan los afectos, las historias personales, las familias, las sucesiones y demás temas muy complejos. Aquí se pretende resolver todo en 6 meses.
Por lo pronto, entre las trabas administrativas y legales, finalmente quedarán apenas dos o tres semanas operativas para blanquear el efectivo, con la obligación de pagar el 10% de penalidad y depositarlo 6 meses en una cuenta bancaria especial. Para complicar todavía más las cosas, la Asociación Bancaria aprovechó la movida para comenzar con medidas de fuerza en las entidades por la reapertura de paritarias. Luce como si el esquema se hubiera pensado a propósito para complicarle la vida a los que tienen u$s 100 o 200 mil ahorrados en Argentina, y quieren invertir su dinero en sus negocios o para sus hijos. Inexplicable.
Llama la atención de los especialistas, además, que a los que tienen los dólares afuera no los obligan a traerlos al país y depositarlos en una cuenta. Pero a la gilada que ahorró dólares toda su vida para salvarse de la inflación y los tiene en una caja de seguridad, a ese lo obligan a depositarla.
Entre profesionales, los comentarios son más sofisticados. Por ejemplo cuentan que los bancos de inversión en el mundo se resisten a transferir el 10% del pago del blanqueo en forma directa. Piden a los clientes que abran una cuenta comercial a su nombre y paguen ellos. Los bancos no quieren quedar pegados como que sabían que tenían dinero no declarado de sus clientes. También que no es fácil blanquear propiedades o sociedades que están afuera a nombre de otro. Porque el Gobierno exige a futuro la transferencia de la escritura a nombre del verdadero dueño que blanquea, y en el exterior no se puede hoy formalizar una venta de propiedades o acciones de una sociedad, si no se demuestra por transferencia bancaria que se ha realizado el pago del comprador al vendedor.
En las mesas de dinero el clima está muy opinado. Algunos afirman que por ahora todo parece un fracaso. Que la gente está armando sociedades en Estados Unidos para no blanquear y llevando todas las cuentas al Tío Sam Muchos afirman que tienen miedo de informar dónde tienen sus cuentas o cuáles son sus posiciones de inversión. Se persiguen con que esa información terminará en manos de todo el mundo, y que tarde o temprano el Gobierno les volverá a caer encima. La información que ayer publicó en España el diario especializado Expansión aparece hoy como la peor pesadilla. Que el Estado, ahora con más información de los contribuyentes, les caiga con más inspecciones, más impuestos y tal vez una nueva ley que en el futuro anule los beneficios de hoy.
Observan en la City que fue un fracaso la oferta del Bonar 19 para blanquear (el bono a tres años tasa cero e intransferible), y no está claro cuántos van a optar por el Bono Mágico, el Bonar 23, que deber retenerse por tres años y permite sincerar tres dólares por uno de suscripción. La mirada optimista de los traders es que si nadie optó por el bono al 2019, quiere decir que los blanqueadores ven que hay futuro después del primer mandato de Macri, y prefieren el bono más largo para recuperar.
Otra polémica instalada es por qué se puso u$s 250 mil como ficha mínima para entrar en los fondos comunes de inversión que permiten salvarse de pagar la tasa del blanqueo (10% hasta fin de año y 15% hasta el 31 de marzo). Explican los administradores que como se trata de fondos cerrados de alto riesgo para inversiones específicas, hay que asegurar que los inversores del fondo sean sofisticados y acepten el riesgo que significa inmovilizar 4 años el dinero en una opción de riesgo. Son como los fondos internacionales de prívate equity, no recomendables para pequeños ahorristas. Como quiera que sea, y aun aceptando la explicación de los que saben, los no millonarios también se quedan afuera de estas opciones y protestan ante la falta de incentivos y alternativas.
Qué pasaría si finalmente el blanqueo no alcanza las expectativas del Gobierno y el mundo político y económico. Será difícil para las autoridades, sobre todo para el equipo económico, quitarse la responsabilidad. Nunca hu bo condiciones locales e internacionales más propicias para que los argentinos declaren y opten por traer ahora o en el futuro su dinero al país. La mayor confianza que genera Macri, más el temor a un mundo que persigue cada vez más a los evasores. La operación, en rigor, debería ser un éxito sin precedentes. Cuando se anunció el blanqueo, en esta columna calculamos que podría llegar a 100 mil millones la exteriorización, entre propiedades y cash. Por lo visto en las últimas semanas, el Gobierno firmaría hoy el empate por la mitad.