Como en la canción «Pasajera en trance», de Charly García, el politólogo y «activista de la comunicación» Mario Riorda puede decir que buena parte de su cotidianeidad es vivir en aeropuertos. Su tarea lo lleva a estar cerca de trescientos días fuera de su domicilio. Desde su cuenta de Twitter, Riorda aclara desde el vamos que su lugar de residencia es «donde haya aeropuertos»
En una entrevista con LaCapital, el especialista nacido y criado en Córdoba analiza a fondo la marcha del gobierno nacional, el contexto y las políticas comunicacionales. «Está demostrando que su capacidad de impacto tras asumir el gobierno es alta y que su cambio está cambiando de verdad a la opinión pública, a las políticas públicas y también al sistema de partidos. Desde la opinión pública, Mauricio Macri mantiene alta aceptación y, aunque menor, también la gestión. ¿Sería adecuado hablar de acierto para la experiencia de Cambiemos en el poder? Difícil afirmarlo así. Pero está claro que, considerando el tiempo de inicio, tampoco tempranamente puede considerarse un fracaso», apunta Riorda..
—¿A qué atribuye esta situación que reflejan las encuestas de 55 por ciento de imagen positiva de Macri, pese a que casi un 60 por ciento considera que la economía está mal o muy mal?
—Tener alta aprobación no siempre habla de todo lo bueno, pero de arranque descarta que todo sea malo (al menos para mayorías). Aún en términos comparativos (con el contexto latinoamericano), Macri se ubica dentro de los presidentes más valorados del contexto. Donde sí es más difícil hablar de aciertos es en la mirada específica de varias de las políticas públicas. Sin embargo sí hay otras políticas, como el tarifazo, cuyo alto impacto negativo fue percibido como un desacierto mayúsculo, aun en el reconocimiento mayoritario de que el aumento es razonable. ¿Síntesis de lo expuesto? Los argentinos no quieren tropezar de nuevo y su capacidad de paciencia es mayor.
EM_DASH¿Observa que el cambio cultural que se propuso Macri en la campaña se está llevando adelante?
—No. Un cambio cultural trabaja menos sobre climas de opinión y más sobre climas de época. Y estos dependen del largo plazo, nunca son castillos en el aire si pretenden perdurar. Quizás exista por ahora sólo la oportunidad de instalar que la transparencia y la honestidad provoquen cambios verdaderos en la cultura nacional. Habrá que ver.
EM_DASHSe habla mucho del nuevo paradigma comunicacional, primero con el PRO y ahora con Cambiemos. ¿Hay un antes y un después?
—Desde lo electoral, sin duda alguna. Desde lo gubernamental, está por verse. El puntapié inicial de la era Cambiemos en el gobierno fue la prolongación de la inercia electoral. Dicho en términos técnicos, «electoralizó la gestión de la comunicación gubernamental». Una tentación peligrosa regodeada con una cotidianeidad light. Charles Peguy recuerda que «todo comienza como mística pero acaba como política». La descontractura como modo de gobernar se había convertido en el eje, no en un complemento. Luego una politización y resignificación de la herencia recibida abre el debate bipolar nuevamente en Argentina y genera otro contenido. Por eso hay que distinguir: que el cambio sea sólo por los sistemas de medios y las tecnologías no es un verdadero cambio. En la actualidad, si dependiese de ello, siempre habrá cambios porque los sistemas de medios mutan aceleradamente.
—EM_DASHDijo hace poco que el gobierno terceriza parte de la construcción de su mito de gobierno en actores con pluma propia. ¿Podría explicarlo?
—Sí. El kirchnerismo propiciaba una comunicación directa con la ciudadanía (por ejemplo con cadenas nacionales) sin intermediación de la prensa. La prensa llegaba tarde o ex post. Sin embargo, este gobierno les presta muchísima atención a los actores con incidencia en los medios, no sólo periodistas. Tiene una excelente relación con la mayoría de los principales medios de la Argentina, e incluso esa relación se torna a veces hasta delegativa, en tanto permite que los medios editorialicen del gobierno muchas de las cosas que el propio gobierno no editorializa de sí mismo. Se llama estilo abierto a esta práctica y es desde ahí de donde digo que terceriza parte de la construcción de su relato. Tal es así que la prensa suele enterarse de muchas cosas antes que la ciudadanía.
EM_DASH¿Hay un relato macrista en acción, como antes el kirchnerismo tuvo el suyo?
—Hoy no. Dependerá de la coherencia entre el decir y el hacer, o mejor dicho, entre el futuro deseado como «país normal» y las políticas públicas que apunten a ello. Si ello se da, si se puede conformar un mito de gobierno, pero ello es un fenómeno que, como mínimo, aparece en el mediano plazo.
—¿El apego comunicacional del gobierno hacia las redes sociales tiene resultados efectivos y positivos?
—Existe el desafío de pensar la comunicación de un modo convergente integrando nuevos medios digitales con viejos medios tradicionales. Que exista preferencia por unos en el gobierno —obviamente los digitales—, no significa desdeñar el peso del conjunto mediático interrelacionado. Si la política y la sociedad es una mezcla de innovación y tradicionalismo, los medios que la impactan también deberían serlo. Creo que el gobierno lo va entendiendo ahora más que al principio.
—¿Hay un cambio virtuoso de estilo en el modo en que se hace pública la comunicación oficial de Cambiemos?
—En algunas cosas sí, pero en otras no. Dentro de las virtudes —por un rato— se salió de la dependencia tirana de la publicidad política como único recurso para comunicar. Cuando se legitima, hay más tarea afuera de la publicidad que adentro de la publicidad. Otra virtud destacable es la accesibilidad de los gobernantes. Se someten a una interpelación pública con bastante asiduidad y ello es bueno. Todavía quedan por corregir cosas como la descoordinación o contradicción de ciertos voceros (del gabinete o de los socios de la coalición), más el control de ciertos dichos estigmatizantes cuando hablan varios de sus actores principales. Frases que hieren e inciden en el campo simbólico aumentando —¿o alentando?— la polarización ideológica.
—¿Le cuesta a la oposición adaptarse a los nuevos paradigmas comunicacionales?
—Sí, decididamente sí. Resta mucho para que se profesionalicen muchas de sus prácticas.
—Uno de sus libros se titula «¡Ey, las ideologías existen!». ¿Cómo analiza esto desde el gobierno de Macri?
—Las políticas parecen hablar más hacia dónde va el gobierno en términos ideológicos que lo que el propio gobierno dice de sí mismo. Un gobierno que podría ubicarse preferentemente en la centroderecha, incorpora además alguna hibridez neo-desarrollista que le quita claridad a una ubicación ideológica explícita. Lo mismo sucede con el estilo pragmático que actúa como corrector de los errores.
—¿Cuáles son los puntos más flojos de este gobierno?
—La racionalidad instrumental en el «mejor equipo de los últimos 50 años» no ha descollado. Se le reclama visión política que logre consensos, antes que políticas perfectas. El ciclo recién inicia y la política son ciclos pero no es bueno que más del 50 por ciento de la población tenga la percepción de que el «oficialismo favorece con sus políticas a los que más tienen». El gobierno nacional ha dejado claro que tiene un estilo. Las formas que tanto se reclamaban en la campaña. Pero de las trayectorias de políticas públicas propuestas a la consecución de resultados hay una distancia considerable todavía. Como recuerda el antropólogo político George Balandier, no hay que olvidar que el poder está sometido a las amenazas de la verdad (que hace añico la cortina de las apariencias). El cambio de Cambiemos, atado a resultados, sigue generando dudas y se mantiene cargado de expectativas. Se equivocaría el gobierno si cree que el cambio de Cambiemos representa una Argentina ya cambiada. Se equivocaría la oposición en no reconocer que algo está cambiando.
En una entrevista con LaCapital, el especialista nacido y criado en Córdoba analiza a fondo la marcha del gobierno nacional, el contexto y las políticas comunicacionales. «Está demostrando que su capacidad de impacto tras asumir el gobierno es alta y que su cambio está cambiando de verdad a la opinión pública, a las políticas públicas y también al sistema de partidos. Desde la opinión pública, Mauricio Macri mantiene alta aceptación y, aunque menor, también la gestión. ¿Sería adecuado hablar de acierto para la experiencia de Cambiemos en el poder? Difícil afirmarlo así. Pero está claro que, considerando el tiempo de inicio, tampoco tempranamente puede considerarse un fracaso», apunta Riorda..
—¿A qué atribuye esta situación que reflejan las encuestas de 55 por ciento de imagen positiva de Macri, pese a que casi un 60 por ciento considera que la economía está mal o muy mal?
—Tener alta aprobación no siempre habla de todo lo bueno, pero de arranque descarta que todo sea malo (al menos para mayorías). Aún en términos comparativos (con el contexto latinoamericano), Macri se ubica dentro de los presidentes más valorados del contexto. Donde sí es más difícil hablar de aciertos es en la mirada específica de varias de las políticas públicas. Sin embargo sí hay otras políticas, como el tarifazo, cuyo alto impacto negativo fue percibido como un desacierto mayúsculo, aun en el reconocimiento mayoritario de que el aumento es razonable. ¿Síntesis de lo expuesto? Los argentinos no quieren tropezar de nuevo y su capacidad de paciencia es mayor.
EM_DASH¿Observa que el cambio cultural que se propuso Macri en la campaña se está llevando adelante?
—No. Un cambio cultural trabaja menos sobre climas de opinión y más sobre climas de época. Y estos dependen del largo plazo, nunca son castillos en el aire si pretenden perdurar. Quizás exista por ahora sólo la oportunidad de instalar que la transparencia y la honestidad provoquen cambios verdaderos en la cultura nacional. Habrá que ver.
EM_DASHSe habla mucho del nuevo paradigma comunicacional, primero con el PRO y ahora con Cambiemos. ¿Hay un antes y un después?
—Desde lo electoral, sin duda alguna. Desde lo gubernamental, está por verse. El puntapié inicial de la era Cambiemos en el gobierno fue la prolongación de la inercia electoral. Dicho en términos técnicos, «electoralizó la gestión de la comunicación gubernamental». Una tentación peligrosa regodeada con una cotidianeidad light. Charles Peguy recuerda que «todo comienza como mística pero acaba como política». La descontractura como modo de gobernar se había convertido en el eje, no en un complemento. Luego una politización y resignificación de la herencia recibida abre el debate bipolar nuevamente en Argentina y genera otro contenido. Por eso hay que distinguir: que el cambio sea sólo por los sistemas de medios y las tecnologías no es un verdadero cambio. En la actualidad, si dependiese de ello, siempre habrá cambios porque los sistemas de medios mutan aceleradamente.
—EM_DASHDijo hace poco que el gobierno terceriza parte de la construcción de su mito de gobierno en actores con pluma propia. ¿Podría explicarlo?
—Sí. El kirchnerismo propiciaba una comunicación directa con la ciudadanía (por ejemplo con cadenas nacionales) sin intermediación de la prensa. La prensa llegaba tarde o ex post. Sin embargo, este gobierno les presta muchísima atención a los actores con incidencia en los medios, no sólo periodistas. Tiene una excelente relación con la mayoría de los principales medios de la Argentina, e incluso esa relación se torna a veces hasta delegativa, en tanto permite que los medios editorialicen del gobierno muchas de las cosas que el propio gobierno no editorializa de sí mismo. Se llama estilo abierto a esta práctica y es desde ahí de donde digo que terceriza parte de la construcción de su relato. Tal es así que la prensa suele enterarse de muchas cosas antes que la ciudadanía.
EM_DASH¿Hay un relato macrista en acción, como antes el kirchnerismo tuvo el suyo?
—Hoy no. Dependerá de la coherencia entre el decir y el hacer, o mejor dicho, entre el futuro deseado como «país normal» y las políticas públicas que apunten a ello. Si ello se da, si se puede conformar un mito de gobierno, pero ello es un fenómeno que, como mínimo, aparece en el mediano plazo.
—¿El apego comunicacional del gobierno hacia las redes sociales tiene resultados efectivos y positivos?
—Existe el desafío de pensar la comunicación de un modo convergente integrando nuevos medios digitales con viejos medios tradicionales. Que exista preferencia por unos en el gobierno —obviamente los digitales—, no significa desdeñar el peso del conjunto mediático interrelacionado. Si la política y la sociedad es una mezcla de innovación y tradicionalismo, los medios que la impactan también deberían serlo. Creo que el gobierno lo va entendiendo ahora más que al principio.
—¿Hay un cambio virtuoso de estilo en el modo en que se hace pública la comunicación oficial de Cambiemos?
—En algunas cosas sí, pero en otras no. Dentro de las virtudes —por un rato— se salió de la dependencia tirana de la publicidad política como único recurso para comunicar. Cuando se legitima, hay más tarea afuera de la publicidad que adentro de la publicidad. Otra virtud destacable es la accesibilidad de los gobernantes. Se someten a una interpelación pública con bastante asiduidad y ello es bueno. Todavía quedan por corregir cosas como la descoordinación o contradicción de ciertos voceros (del gabinete o de los socios de la coalición), más el control de ciertos dichos estigmatizantes cuando hablan varios de sus actores principales. Frases que hieren e inciden en el campo simbólico aumentando —¿o alentando?— la polarización ideológica.
—¿Le cuesta a la oposición adaptarse a los nuevos paradigmas comunicacionales?
—Sí, decididamente sí. Resta mucho para que se profesionalicen muchas de sus prácticas.
—Uno de sus libros se titula «¡Ey, las ideologías existen!». ¿Cómo analiza esto desde el gobierno de Macri?
—Las políticas parecen hablar más hacia dónde va el gobierno en términos ideológicos que lo que el propio gobierno dice de sí mismo. Un gobierno que podría ubicarse preferentemente en la centroderecha, incorpora además alguna hibridez neo-desarrollista que le quita claridad a una ubicación ideológica explícita. Lo mismo sucede con el estilo pragmático que actúa como corrector de los errores.
—¿Cuáles son los puntos más flojos de este gobierno?
—La racionalidad instrumental en el «mejor equipo de los últimos 50 años» no ha descollado. Se le reclama visión política que logre consensos, antes que políticas perfectas. El ciclo recién inicia y la política son ciclos pero no es bueno que más del 50 por ciento de la población tenga la percepción de que el «oficialismo favorece con sus políticas a los que más tienen». El gobierno nacional ha dejado claro que tiene un estilo. Las formas que tanto se reclamaban en la campaña. Pero de las trayectorias de políticas públicas propuestas a la consecución de resultados hay una distancia considerable todavía. Como recuerda el antropólogo político George Balandier, no hay que olvidar que el poder está sometido a las amenazas de la verdad (que hace añico la cortina de las apariencias). El cambio de Cambiemos, atado a resultados, sigue generando dudas y se mantiene cargado de expectativas. Se equivocaría el gobierno si cree que el cambio de Cambiemos representa una Argentina ya cambiada. Se equivocaría la oposición en no reconocer que algo está cambiando.